— Gracias a Dios — murmurу Vorkosigan -. їY los muertos?
   — Dos fueron cosa de Bothari, con golpes certeros, uno fue de Kou (le cortу el cuello), y uno me temo que ha sido mнo. El muchacho sufriу una anafilaxis como reacciуn alйrgica al pentotal. Lo trasladamos de inmediato al hospital, pero no lograron salvarlo. No me gusta. Ahora le estбn efectuando la autopsia para ver si su reacciуn fue natural o si le habнan implantado una defensa contra interrogatorios.
   — їY la pandilla?
   — Parece ser una sociedad de mutuos beneficios perfectamente legнtima (si йsa es la palabra) formada por hombres del caravasar. Segъn los supervivientes que capturamos, decidieron molestar a Kou porque «caminaba raro». Encantador. Aunque Bothari no caminaba exactamente en lнnea recta, tampoco. Los que logramos atrapar no son agentes de nadie salvo de sн mismos. No puedo hablar por los muertos. Supervisй los interrogatorios personalmente. Esos hombres estaban muy sorprendidos de ver que Seguridad Imperial se mostraba interesada en ellos.
   — їAlgo mбs? — preguntу Vorkosigan.
   Illyan se cubriу la boca para bostezar, y luego se disculpу.
   — Ha sido una larga noche. Mi supervisor nocturno me sacу de la cama despuйs de medianoche. Es un buen hombre, con buen criterio. No, eso es prбcticamente todo, excepto por las motivaciones de Kou para acudir allн. Cuando llegamos a ese tema, sus respuestas fueron vagas y de inmediato comenzу a pedir unos calmantes para el dolor. Esperaba que usted tuviese algunas sugerencias para mitigar mi paranoia. Desconfiar de Kou me produce calambres en el cuello. — Volviу a bostezar.
   — Yo las tengo — dijo Cordelia -, pero son para su paranoia, no para su informe, їde acuerdo?
   Йl asintiу con un gesto.
   — Creo que estб enamorado de alguien. Despuйs de todo, uno no trata de probar algo a menos que piense utilizarlo. Por desgracia, los resultados han sido desastrosos. Supongo que estarб bastante deprimido e irritable durante un tiempo.
   Vorkosigan asintiу.
   — їAlguna idea de la persona en cuestiуn? — preguntу Illyan automбticamente.
   — Sн, pero no me parece que sea asunto suyo. Sobre todo si nunca llega a concretarse.
   Illyan se encogiу de hombros y saliу en busca del hombre que habнa asignado para seguir a Koudelka.
   Cinco dнas despuйs, el sargento Bothari regresу a la Residencia Vorkosigan con una funda plбstica en el brazo roto. No ofreciу ninguna informaciуn acerca de la brutal experiencia sufrida, y desalentу a los curiosos con mirada torva y gruсidos.
   Droushnakovi no formulу preguntas ni esbozу comentarios. Pero de vez en cuando Cordelia la veнa dirigir una mirada angustiada a la consola vacнa de la biblioteca. El ordenador estaba comunicado con la Residencia Imperial y con la Jefatura de Estado Mayor, y allн era donde Koudelka solнa sentarse a trabajar cuando se encontraba en la casa. Cordelia se preguntу quй sabrнa acerca de lo ocurrido aquella noche.
   El teniente Koudelka regresу para encargarse de algunas tareas al mes siguiente. Su actitud general era bastante animada, pero a su manera йl era tan introvertido como Bothari. Interrogar a este ъltimo habнa sido como preguntar a una pared. Interrogar a Koudelka era como hablar con un arroyo; uno obtenнa un torrente de palabras, de bromas o de anйcdotas que inexorablemente apartaban la conversaciуn del tema en cuestiуn. Cordelia respondiу a su actitud risueсa con automбtica cordialidad, aceptando su evidente deseo de tomar a la ligera lo ocurrido, aunque interiormente desconfiaba en gran medida de que fuese asн.
   Cordelia misma no se sentнa muy animada. Su imaginaciуn volvнa una y otra vez al intento de asesinato ocurrido seis semanas atrбs. No lograba olvidar el hecho de que Vorkosigan habнa estado a punto de ser apartado de ella. Sуlo se sentнa completamente tranquila cuando lo tenнa a su lado, pero ahora йl debнa ausentarse cada vez con mбs frecuencia. Algo se estaba tramando en el cuartel general imperial; йl ya habнa asistido a cuatro sesiones nocturnas y habнa realizado un viaje sin ella, un vuelo de inspecciуn militar del cual no le habнa ofrecido detalles. Entraba y salнa a las horas mбs intempestivas. Los rumores militares y polнticos con los cuales solнa entretenerla durante las comidas se habнan acabado; ahora se mostraba silencioso y poco comunicativo, aunque no por ello parecнa necesitar menos de su presencia.
   їQuй serнa de ella sin Vorkosigan? Una viuda embarazada, sin familia ni amigos, gestando un niсo que ya era objeto de las paranoias dinбsticas, heredero de un legado de violencia. їPodrнa escapar del planeta? їY adonde irнa en ese caso? їColonia Beta le permitirнa regresar alguna vez?
   Cordelia llegу a perder interйs en las lluvias otoсales y en los parques donde el verde aъn persistнa. ЎOh, cuбnto hubiese dado por aspirar el aire seco del desierto, el familiar dejo del бlcali, las infinitas distancias planas! їSu hijo llegarнa a saber lo que era un verdadero desierto? En ocasiones, los edificios y la vegetaciуn de Barrayar parecнan alzarse sobre ella como inmensos muros. Y en sus peores dнas, esos muros parecнan derrumbarse sobre ella.
   Una tarde de lluvia, Cordelia estaba refugiada en la biblioteca, acurrucada en un sofб de respaldo alto, leyendo por tercera vez la misma pбgina de un viejo volumen que habнa encontrado en los estantes del conde. El libro era una reliquia de la Era del Aislamiento. Estaba escrito en una variante del alfabeto cirнlico, con sus cuarenta y seis caracteres utilizados en todas las lenguas de Barrayar. Su cerebro parecнa particularmente lento e indiferente ese dнa. Cordelia apagу la luz y descansу la vista unos minutos. Aliviada, observу al teniente Koudelka entrar en la biblioteca y sentarse, con gran dificultad, ante la consola.
   No debo interrumpirlo; al menos йl tiene un verdadero trabajo que cumplir, pensу sin regresar aъn a la lectura, pero confortada por su compaснa.
   Йl sуlo trabajу unos momentos, y luego apagу la mбquina con un suspiro. Su mirada ausente se posу sobre el hogar que ocupaba el centro de la habitaciуn, pero no se percatу de su presencia.
   Asн que no soy la ъnica que tiene problemas en concentrarse. Tal vez se deba a este extraсo clima gris. Parece ejercer un efecto deprimente sobre las personas…
   Koudelka cogiу su bastуn y deslizу una mano sobre la funda. Entonces lo sostuvo con firmeza y lo abriу en forma lenta y silenciosa. Observу la hoja brillante que casi parecнa poseer una luz propia en la penumbra de la habitaciуn, y la girу un poco como si meditara sobre su diseсo o su buena factura. Entonces, colocando la punta contra su hombro, y envolviendo la hoja en un paсuelo para poder sujetarla, presionу muy suavemente el costado de su cuello sobre la arteria carуtida. La expresiуn de su rostro era distante y pensativa, y sus manos sujetaban la hoja con la delicadeza de un amante. De pronto cerrу los dedos con fuerza.
   La pequeсa exclamaciуn de Cordelia, el inicio de un sollozo, lo arrancу de sus meditaciones. Koudelka alzу la vista y la vio por primera vez; apretу los labios y se ruborizу. Rбpidamente bajу la espada, que dejу una lнnea blanca sobre su cuello, como parte de un collar, con unas cuantas gotas color rubн que brotaban de ella.
   — No… no la habнa visto, seсora — dijo con voz ronca -. Yo… no me haga caso. Sуlo jugaba.
   Se miraron uno al otro en silencio. Las palabras brotaron de los labios de Cordelia sin que ella pudiera contenerlas.
   — ЎOdio este lugar! Ahora siempre tengo miedo.
   Cordelia ocultу el rostro en el respaldo del sofб y para su propio horror, comenzу a llorar.
   ЎBasta! ЎKou es el ъltimo que debe verte asн! Йl ya tiene bastantes problemas sin que tъ aсadas los que tienes en tu imaginaciуn. Pero no podнa contenerse.
   Koudelka se levantу y cojeу hasta el sillуn con expresiуn preocupada. Se sentу a su lado.
   — Eh… — comenzу -. No llore, seсora. Sуlo era un juego, de verdad. — Torpemente, le palmeу el hombro.
   — Tonterнas — murmurу ella -. Casi me mata del susto.
   Siguiendo un impulso, su rostro baсado en lбgrimas abandonу el tapizado suave del sofб para posarse sobre el hombro uniformado de verde. Esto logrу conmoverlo y arrancarle un poco de franqueza.
   — Usted no puede imaginar lo que se siente — susurrу con ardor -. La gente me compadece, їlo sabнa? Hasta йl me compadece. — Se refiriу a Vorkosigan con un movimiento de cabeza que no indicaba ninguna direcciуn en particular -. Es cien veces peor que el desprecio. Y asн serб para siempre.
   Cordelia sacudiу la cabeza sin nada que responder ante aquella innegable verdad.
   — Yo tambiйn odio este lugar — continuу йl -. Casi tanto como йl me odia a mн. Mбs, algunos dнas. Asн que, como verб, no se encuentra sola.
   — Hay mucha gente que quiere matar a Aral — susurrу Cordelia, despreciбndose por mostrarse tan dйbil -. Unos desconocidos… y al final alguno lograrб su cometido. No puedo apartarlo de mis pensamientos. — їSerнa con una bomba? їCon algъn veneno? їUn arco de plasma quemarнa el rostro de Aral y ni siquiera tendrнa sus labios para ofrecerles un beso de despedida?
   Koudelka abandonу su propio dolor para concentrarse en el de ella, y sus cejas se unieron con expresiуn interrogante.
   — Oh, Kou — continuу ella mientras le acariciaba la manga -. No importa lo mucho que sufras, no lo hieras a йl. Aral te quiere… eres como su hijo, la clase de hijo que siempre ha querido. Eso — aсadiу seсalando la espada que brillaba sobre el sillуn — le destrozarнa el corazуn. Este lugar lo llena de locura dнa tras dнa, y a cambio le pide que entregue justicia. Le resultarб imposible hacerlo si no tiene el corazуn entero. De lo contrario comenzarб a devolverles locura, como hicieron todos sus predecesores. Ademбs — agregу sin ninguna lуgica -, Ўeste clima es tan hъmedo! ЎNo serб culpa mнa si el niсo nace con branquias!
   Kou la abrazу con afecto.
   — їTiene… tiene miedo del parto? — preguntу con una inesperada capacidad de percepciуn.
   Cordelia se paralizу al verse enfrentada con sus temores reprimidos.
   — No confнo en los mйdicos de aquн — admitiу con voz temblorosa.
   Йl sonriу con profunda ironнa.
   — No se lo reprocho.
   Cordelia se echу a reнr y tambiйn lo abrazу, para luego alzar una mano y secarle las gotitas de sangre que se deslizaban por su cuello.
   — Cuando uno quiere a alguien es como si lo cubriese con su propia piel. Se siente cada dolor. Y yo lo quiero mucho, Kou. Quisiera que me dejara ayudarlo.
   — їTerapia Cordelia? — La voz de Vorkosigan sonу frнa y cortante como un granizo repentino. Ella alzу la vista sorprendida y lo vio de pie frente a ellos, con el rostro tan frнo como su voz -. Por lo que sй, tienes bastante experiencia betanesa en estas cuestiones, pero te ruego que dejes la tarea para alguna otra persona.
   Koudelka enrojeciу y se apartу de ella.
   — Seсor… — comenzу, pero se detuvo tan perplejo como Cordelia por la ira helada en los ojos de Vorkosigan. Йste lo mirу un momento, y ambos guardaron silencio.
   Cordelia inspirу profundamente decidida a replicar, pero sуlo emitiу una pequeсa exclamaciуn cuando йl le volviу la espalda y se marchу.
   Koudelka, todavнa ruborizado, se replegу en sн mismo, se apoyу en su espada y se levantу respirando con agitaciуn.
   — Le ruego que me disculpe, seсora. — Las palabras no parecнan tener ningъn sentido.
   — Kou — dijo Cordelia -, usted sabe que йl no quiso decir algo tan desagradable. Ha hablado sin pensar. Estoy segura de que no… que no…
   — Sн, lo comprendo — replicу Koudelka con una mirada dura -. Todo el mundo sabe que no constituyo ninguna amenaza para el matrimonio de un hombre. Pero si me disculpa, seсora, tengo trabajo que hacer. O algo asн.
   — ЎOh! — Cordelia no sabнa si estaba mбs furiosa con Vorkosigan, con Koudelka o consigo misma. Se puso en pie y abandonу la habitaciуn, diciendo -: ЎAl diablo con todos los barrayareses!
   Droushnakovi apareciу en su camino con un tнmido:
   — їSeсora?
   — Y tъ, niсa… inъtil — exclamу Cordelia, dejando escapar su ira en todas direcciones -. їPor quй no te ocupas de tus propios asuntos? Vosotras las barrayaresas parecйis esperar que os sirvan la vida en una bandeja. ЎNo funciona de ese modo!
   La joven retrocediу un paso, perpleja. Cordelia contuvo su indignaciуn y preguntу con mбs calma: — їEn quй direcciуn se fue Aral? — Pues… creo que arriba, seсora. Algo de su antiguo sentido del humor llegу en su rescate.
   — їSubнa los peldaсos de dos en dos, quizб? — Eh… en realidad, de tres en tres — respondiу Drou, amedrentada.
   — Supongo que serб mejor que vaya a hablar con йl — dijo Cordelia mientras se pasaba las manos por el cabello y se preguntaba si arrancбndoselo lograrнa algъn beneficio prбctico -. Hijo de puta. — Ni ella misma supo si la frase habнa sido expletiva o descriptiva. Y pensar que yo nunca decнa, estas cosas.
   Cordelia fue tras йl. A medida que subнa la escalera, su furia iba desvaneciйndose junto con sus energнas.
   Esto de estar embarazada sin duda te ha vuelto mбs lenta. Pasу junto a un guardia en el corredor.
   — їLord Vorkosigan ha pasado por aquн? — le preguntу.
   — Entrу en sus habitaciones, seсora — respondiу йl, y la mirу con curiosidad mientras ella seguнa su camino.
   Fantбstico. Disfrъtalo, pensу con ironнa. La primera pelea verdadera entre los reciйn casados tendrб bastante audiencia. Estas viejas paredes no estбn insonorizadas. Me pregunto si lograrй mantener la voz baja. Con Aral no hay problema; cuando se enfada comienza a susurrar.
   Cordelia entrу en la alcoba y lo encontrу sentado en el borde de la cama, quitбndose la chaqueta y las botas con movimientos violentos. Vorkosigan alzу la vista, y durante unos momentos se limitaron a mirarse, enfurecidos. Terminemos con esto, pensу Cordelia, y decidiу abrir el juego.
   — Esa observaciуn que hiciste frente a Kou estuvo totalmente fuera de lugar.
   — їQuй? Al entrar me encuentro a mi esposa… acariciбndose con uno de mis oficiales, їy esperas que inicie una amable conversaciуn sobre el tiempo? — replicу йl.
   — Tъ sabes que no era nada de eso.
   — Bien. Supongamos que no hubiera sido yo. Supongamos que hubiera sido uno de los guardias, o mi padre. їCуmo se lo habrнas explicado entonces? Tъ sabes lo que piensan de los betaneses. Los rumores comenzarнan a correr. Todos harнan bromas a mis espaldas. Cada uno de mis enemigos polнticos estб esperando encontrar un punto dйbil para caer sobre mн. Les encantarнa algo como esto.
   — їCуmo diablos hemos acabado hablando de tu condenada polнtica? Se trata de nuestro amigo. Dudo que hubieses podido encontrar una frase mбs hiriente. ЎFue algo muy sucio, Aral! їQuй te estб pasando?
   — No lo sй. — Mбs tranquilo, Vorkosigan se frotу el rostro con fatiga -. Es este maldito trabajo, supongo. No querнa descargarme contigo.
   Cordelia sospechу que no lograrнa arrancarle nada mбs parecido a una admisiуn de que se habнa equivocado, y lo aceptу con un pequeсo movimiento de cabeza dejando evaporar su propia ira. Entonces recordу por quй se habнa sentido tan bien con ella, ya que el vacнo que dejaba volvнa a llenarse de temores.
   — Sн, bueno… їquй te parecerнa tener que echar su puerta abajo una de estas maсanas?
   Vorkosigan se paralizу y la mirу con el ceсo fruncido.
   — їTienes… tienes alguna razуn para creer que estб pensando en suicidarse? A mн me pareciу que estaba bastante bien.
   — A ti… por supuesto. — Cordelia dejу que las palabras pendiesen en el aire unos momentos, para darles йnfasis -. Creo que estб asн de cerca. — Alzу el pulgar y el нndice a un milнmetro de distancia. El dedo todavнa tenнa una mancha de sangre, y sus ojos se posaron sobre ella con desdichada fascinaciуn -. Estaba jugando con ese maldito bastуn. Lamento habйrselo regalado. Creo que no soportarнa que lo usara para cortarse el cuello. Eso… pareciу ser lo que tenнa en mente.
   — Oh. — De alguna manera, sin su reluciente chaqueta militar, sin su ira, Vorkosigan parecнa mбs pequeсo. Le tendiу una mano y ella la cogiу para sentarse a su lado.
   — Por lo tanto, si se te ha ocurrido la idea de interpretar al rey Arturo frente a Lancelot y Ginebra, olvнdalo.
   Йl emitiу una risita.
   — Me temo que mis visiones fueron un poco mбs cercanas, y considerablemente mбs sуrdidas. Sуlo se trataba de una vieja pesadilla.
   — Sн… supongo que todavнa debe doler. — Se preguntу si el fantasma de su primera esposa se le aparecнa alguna vez, con la respiraciуn helada en su oreja, asн como el fantasma de Vorrutyer solнa aparecйrsele a ella. El aspecto de Aral era bastante cadavйrico -. Pero yo soy Cordelia, їlo recuerdas? No soy… ninguna otra.
   Йl apoyу la frente contra la suya.
   — Perdуname, querida capitana. Sуlo soy un viejo feo y asustado, y cada dнa me vuelvo mбs viejo, mбs feo y mбs asustado.
   — їTъ tambiйn? — Cordelia descansу en sus brazos -. Aunque no estoy de acuerdo con que seas viejo y feo.
   — Gracias.
   Cordelia se sintiу alentada al ver que lo habнa animado un poco.
   — Es el trabajo, їverdad? їNo puedes hablarme de ello?
   Aral apretу los labios.
   — Entre nosotros, aunque conociendo tu discreciуn no sй por quй me molesto en aclararlo, parece que podrнamos tener otra guerra entre manos antes de que finalice este aсo. Y todavнa no estamos preparados para ello, despuйs de Escobar.
   — ЎQuй! Pensй que el bando beligerante estaba casi paralizado.
   — El nuestro, sн. Pero el de los cetagandaneses todavнa estб en pleno funcionamiento. Segъn los informes de Inteligencia, planeaban utilizar el caos polнtico que sobrevendrнa a la muerte de Ezar para encubrir un avance sobre esos disputados conductos de enlace con los agujeros de gusano. En lugar de ello, me tienen a mн, y… bueno, no puedo decir que haya estabilidad, pero existe una especie de equilibrio dinбmico. En cualquier caso, no es la clase de desorganizaciуn con que ellos contaban. De ahн ese pequeсo incidente con la granada sуnica. Negri e Illyan ya estбn un setenta por ciento seguros de que fue obra cetagandanesa.
   — їLo… lo volverбn a intentar?
   — Casi seguro. Pero conmigo o sin mн, en el Estado Mayor existe el consenso de que intentarбn usar la fuerza antes de fin de aсo. Y si nos mostramos dйbiles, seguirбn avanzando hasta que alguien los detenga.
   — Ahora entiendo por quй estabas tan… ausente.
   — їЙsa es la forma amable en que quieres decirlo? Pero no. Ya hace un tiempo que sй lo de los cetagandaneses. Hoy se ha presentado otra cosa, despuйs de la sesiуn del Consejo. Una audiencia privada. El conde Vorhalas ha venido a verme para pedirme un favor.
   — їY no te complace concederle un favor al hermano de Rulf Vorhalas?
   Йl sacudiу la cabeza tristemente. — El hijo menor del conde, que es un joven de dieciocho aсos atolondrado e idiota y debнa haber sido enviado a la escuela militar… aunque tъ lo conociste en la confirmaciуn del Consejo, me parece recordar… — їLord Cari?
   — Sн. Anoche estuvo en una fiesta, se embriagу y participу de una pelea.
   — Es una tradiciуn universal. Esas cosas suceden incluso en Colonia Beta.
   — Ya. Pero salieron a arreglar sus diferencias armados con un par de viejas espadas que decoraban las paredes y con dos cuchillos de cocina. Tйcnicamente, al emplear las espadas, lo convirtieron en un duelo. — Oh. їAlguien resultу herido? — Por desgracia, sн. Mбs o menos por accidente, en una caнda, el hijo del conde logrу atravesar el estуmago de su amigo con la espada y le seccionу la aorta abdominal. El muchacho se desangrу y muriу casi al instante. Para cuando los espectadores reaccionaron y llamaron a un equipo mйdico, ya era demasiado tarde.
   — Dios mнo.
   — Fue un duelo, Cordelia. Comenzу como una parodia, pero acabу como un verdadero duelo. Y deben aplicarse los castigos por duelo. — Se levantу y atravesу la habitaciуn, deteniйndose junto a la ventana para observar la lluvia — Su padre vino a pedirme que le consiguiese un perdуn imperial. O, si no era posible, que tratara de hacer que los cargos fuesen cambiados a asesinato simple. En ese caso, el muchacho podrнa aducir defensa propia y acabar con una mera sentencia en prisiуn.
   — Eso me parece… bastante justo, supongo.
   — Sн. — Йl volviу a caminar -. Un favor por un amigo. O el primer resquicio por donde esa maldita costumbre regresarб a nuestra sociedad. їQuй ocurrirб cuando se me presente el prуximo caso, y el siguiente, y el siguiente? їDуnde comenzarй a trazar la lнnea? їY si en el prуximo caso estб implicado alguno de mis enemigos polнticos, no un miembro de mi propio partido? їTodas las muertes que costу erradicar esta costumbre habrбn sido en vano? Yo recuerdo los duelos, y cуmo eran las cosas entonces. Y lo peor de todo: si permites que las amistades pesen en el gobierno, pronto tendrбs camarillas. Puedes decir lo que quieras de Ezar Vorbarra, pero en treinta aсos de labor implacable transformу el gobierno de un club para los Vor en un lugar donde impera la ley, donde la ley es la misma para todos, aunque todavнa no sea perfecto.
   — Comienzo a comprender el problema.
   — Y yo… Ўyo, entre todos los hombres, debo tomar esta decisiуn! їQuiйn debiу haber sido pъblicamente ejecutado hace veintidуs aсos, por el mismo crimen? — Se detuvo ante ella -. Esta maсana toda la ciudad comenta lo que ocurriу anoche. Dentro de unos pocos dнas habrб pasado. Hice que el servicio de noticias lo acallara provisionalmente, pero fue como escupir en el viento. Es demasiado tarde para intentar encubrirlo, suponiendo que desease hacerlo. Entonces, їa quiйn debo traicionar en el dнa de hoy? їA un amigo? їO a la confianza de Ezar Vorbarra? No hay duda de la decisiуn que hubiese tomado йl.
   Vorkosigan se sentу de nuevo a su lado y la abrazу. — Y esto es sуlo el comienzo. Cada mes, cada semana me encontrarй con otro problema imposible. їQuй quedarб de mн dentro de quince aсos? їSerй una cбscara, como esa cosa que enterramos tres meses atrбs, rezando con su ъltimo aliento para que Dios no existiese? їO serй un monstruo corrompido por el poder, igual que su hijo, tan contaminado que sуlo pudo ser esterilizado por un arco de plasma? їO algo aъn peor?
   Su descarnada agonнa la aterrorizу. Cordelia lo abrazу con fuerza.
   — No lo sй. No lo sй. Pero alguien… alguien ha tomado siempre estas decisiones, mientras nosotros нbamos por la vida como inconscientes, dando todo por supuesto. Ellos tambiйn eran seres humanos, ni mejores ni peores que tъ.
   — Un pensamiento aterrador. Ella suspirу.
   — No puedes elegir entre el mal y el mal, en medio de la oscuridad, utilizando la lуgica. Sуlo puedes aferrarte a tus principios. Yo no puedo tomar la decisiуn por ti. Pero cualquiera que sean los principios que escojas, deberбs utilizarlos como guнa. Y por el bien de tu pueblo, tendrбn que ser firmes. El descansу en sus brazos.
   — Lo sй. En realidad no dudaba sobre la decisiуn. Sуlo estaba… quejбndome un poco, dejбndome llevar por la depresiуn. — Se apartу de ella y volviу a levantarse -. Querida capitana, si dentro de quince aсos sigo cuerdo, creo que sуlo serб gracias a ti. Ella lo mirу.
   Entonces, їquй decisiуn has tomado?
   El dolor de sus ojos le brindу la respuesta.
   — Oh, no — suspirу Cordelia sin proponйrselo, pero se contuvo para no aсadir nada mбs. Yo sуlo trataba de hablar con sensatez. No querнa decir esto.
   — їNo la conoces? — dijo йl con suavidad, resignado -. El estilo de Ezar es el ъnico que puede funcionar aquн. Era cierto despuйs de todo. El sigue gobernando desde la tumba. — Vorkosigan se dirigiу al baсo, para lavarse y cambiarse de ropa.
   — Pero tъ no eres йl — susurrу Cordelia en la habitaciуn vacнa -. їNo puedes encontrar un camino propio?

8

   Vorkosigan asistiу a la ejecuciуn pъblica de Cari Vorhalas tres semanas despuйs.
   — їEs necesario que vayas? — le preguntу Cordelia esa maсana, mientras йl se vestнa en silencio -. Yo no tengo que ir, їverdad que no?
   — Por Dios, no, por supuesto que no. Yo tampoco tengo que ir de forma oficial, pero… pero debo hacerlo. Seguramente comprenderбs por quй.
   — No, a decir verdad no lo comprendo. A menos que lo hagas para castigarte a ti mismo. Aunque no estoy segura de que puedas permitirte ese lujo, considerando tu trabajo.
   — Yo debo ir. Un perro regresa al lugar donde ha vomitado, їverdad? Sus padres estarбn allн, їlo sabнas? Y tambiйn estarб su hermano.
   — Quй costumbre tan bбrbara.
   — Bueno, podrнamos tratar al crimen como a una enfermedad, como hacйis vosotros los betaneses. Tъ sabes lo que es eso. Al menos nosotros matamos al sujeto de golpe, en lugar de hacerlo poco a poco durante aсos. No lo sй.
   — їCуmo lo harбn?
   — Lo decapitarбn. Se supone que es el mйtodo menos doloroso.
   — ї Cуmo lo saben?
   La risa de Aral no tuvo ningъn dejo de humor.
   — Buena pregunta.
   Йl no la abrazу al partir. Regresу apenas dos horas despuйs, en silencio, para sacudir la cabeza cuando le ofrecieron el almuerzo, cancelar una cita que tenнa por la tarde y retirarse a la biblioteca donde permaneciу sentado, sin leer nada. Cordelia se reuniу con йl un rato mбs tarde, se acomodу en un sillуn y aguardу con paciencia a que regresase con ella de donde fuera que estuviese con su mente.
   — El muchacho hubiese sido valiente — dijo Vorko-sigan despuйs de una hora de silencio -. Se notaba que habнa planeado cada uno de sus gestos. Pero nadie mбs siguiу el guiуn. Su madre le hizo perder el control. Y para colmo, el maldito verdugo fallу el golpe. Tuvo que hacer tres cortes para que la cabeza se separara del tronco.
   — Parece que el sargento Bothari se las arreglу mejor con una navaja de bolsillo. — Vorrutyer la habнa estado rondando mбs que de costumbre esa maсana, en forma lasciva.
   — No le faltу nada para ser perfectamente horrible. Su madre me maldijo, hasta que Evon y el conde Vorhalas se la llevaron de allн. — Entonces su voz abandonу el tono inexpresivo -. ЎOh, Cordelia! ЎNo puede haber sido la decisiуn correcta! Sin embargo… sin embargo no podнa hacer nada mбs, їverdad?
   Entonces Vorkosigan se acercу a ella y la abrazу en silencio. Parecнa a punto de llorar, y casi la atemorizaba mбs el hecho de que no lo hiciera. Al fin las tensiones lo abandonaron.
   — Supongo que serб mejor que me tranquilice y vaya a cambiarme. Vortala tiene programada una entrevista con el ministro de Agricultura, y es demasiado importante como para que no estй presente. Despuйs de eso estб el Estado Mayor… — Para cuando partiу, ya habнa recuperado el dominio de sн mismo.
   Esa noche permaneciу despierto largo rato, tendido a su lado. Tenнa los ojos cerrados, pero por su respiraciуn ella sabнa que no dormнa. A Cordelia no se le ocurriу ni una palabra de consuelo que no le pareciese absurda, por lo que se mantuvo en silencio con йl en la vigilia de la noche. Fuera comenzу a llover, una persistente llovizna. Йl hablу una vez.
   — He visto a hombres morir antes de esto. Ordenй ejecuciones, di la orden para que hombres entraran en batalla, escogн a йstos en lugar de aquйllos, cometн tres asesinatos y de no haber sido por la gracia de Dios y del sargento Bothari, hubiese cometido un cuarto… No sй por quй йste me ha golpeado como un muro. Me ha detenido, Cordelia. Y yo no puedo detenerme, de lo contrario nos derrumbaremos todos juntos. Debo seguir adelante de alguna manera.
   Cordelia despertу en la oscuridad con un ruido de cristales rotos y un disparo suave, y contuvo el aliento sobresaltada. Un olor acre le quemaba los pulmones, la boca, la nariz y los ojos. Un sabor desagradable le provocу nбuseas. A su lado, Vorkosigan despertу con una maldiciуn.
   — ЎUna granada de soltoxina! ЎNo respires, Cordelia! — Con un grito mбs fuerte, le colocу una almohada sobre el rostro y sus fuertes brazos la arrastraron fuera de la cama. Ella vomitу al instante de levantarse, llegу tambaleando hasta el pasillo, y йl cerrу la puerta de la alcoba en cuanto hubieron salido.
   El piso se llenу de pasos que corrнan. Vorkosigan gritу:
   — ЎAtrбs! ЎGas de soltoxina! ЎDespejen el piso! ЎLlamen a Illyan! — Cordelia se doblу, tosiendo y sufriendo
   arcadas. Otras manos los condujeron hasta la escalera. Cordelia apenas si veнa nada, ya que tenнa los ojos velados por las lбgrimas.
   Entre espasmos, Vorkosigan alcanzу a decir:
   — Ellos tienen el antнdoto… en la Residencia Imperial… estб mбs cerca que el Hospital Militar… traigan a Illyan de inmediato. Йl sabrб quй hacer. A la ducha… їdуnde estб la doncella de mi esposa? Traigan una doncella…
   Momentos despuйs la introducнan bajo una ducha de la planta baja. Vorkosigan todavнa se encontraba a su lado. Temblaba y apenas si lograba mantenerse en pie, pero aun asн, intentaba ayudarla.
   — Lбvate bien todo el cuerpo, varias veces. No te detengas. Manten el agua frнa.
   — Tъ tambiйn, entonces. їQuй era esa basura? — Cordelia volviу a toser bajo la ducha, y se ayudaron el uno al otro con el jabуn.
   — Lбvate la boca tambiйn… Soltoxina. Han pasado quince o diecisйis aсos desde la ъltima vez en que percibн este hedor, pero uno nunca lo olvida. Es un gas venenoso, de uso militar. Deberнa permanecer bajo estricto control. їCуmo diablos han logrado apoderarse de…? ЎMaldita seguridad! Maсana andarбn de un lado al otro como gallinas mojadas… demasiado tarde. — Su rostro estaba de un blanco verdoso bajo la barba de la noche.
   — Me encuentro un poco mejor — dijo Cordelia -. Las nбuseas estбn pasando. їLa dosis fue demasiado pequeсa?
   — No, pero actъa lentamente. No tarda mucho tiempo en acabar contigo. Afecta principalmente a los tejidos blandos… los pulmones se convertirбn en gelatina en una hora, si el antнdoto no llega pronto.
   Cordelia sintiу que el terror comenzaba a crecer en sus entraсas.
   — їAtraviesa la barrera placentaria?
   Йl guardу silencio demasiado tiempo antes de decir:
   — No estoy seguro. Tendremos que preguntбrselo al mйdico. Sуlo he visto los efectos en hombres jуvenes. — Vorkosigan sufriу otro prolongado acceso de tos.
   Una de las criadas del conde Piotr llegу, desgreсada y asustada, para ayudar a Cordelia y al guardia aterrorizado que los habнa estado asistiendo. Otro guardia se acercу para informarles:
   — Nos hemos puesto en contacto con la Residencia Imperial, seсor. Ya estбn en camino.
   La garganta, los bronquios y los pulmones de Cordelia comenzaban a llenarse de flemas. Ella tosiу y escupiу.
   — їAlguien ha visto a Drou?
   — Creo que saliу tras los asesinos, seсora.
   — No es su trabajo. Cuando suena la alarma, se supone que debe correr en busca de Cordelia — gruсу Vorkosigan, y comenzу a toser otra vez.
   — En el momento del ataque ella estaba abajo, con el teniente Koudelka. Ambos salieron por la puerta trasera.
   — Mierda — murmurу Vorkosigan -, tampoco es trabajo de йl. — Sus esfuerzos para hablar le causaron otro ataque de tos -. їHan atrapado a alguien?
   — Creo que sн, seсor. Hubo una especie de alboroto en el fondo del jardнn, junto al muro.
   Permanecieron bajo el agua varios minutos mбs, hasta que el guardia volviу a entrar.
   — El mйdico de la Residencia Imperial estб aquн, seсor.
   La doncella envolviу a Cordelia en una bata y Vorkosigan se cubriу con una toalla, gruсendo al guardia:
   — Ve a buscarme algo de ropa, muchacho. — Su voz era muy ronca.
   En la alcoba de huйspedes, un hombre de mediana edad con el cabello despeinado, vestido con un pantalуn, una chaqueta de pijama y zapatillas, estaba desembalando sus equipos mйdicos. Extrajo una caja presurizada y le ajustу una mбscara para respirar, mirando el abdomen abultado de Cordelia y luego a Vorkosigan. — Seсor, їestб seguro de haber identificado bien el veneno?
   — Por desgracia, sн. Era soltoxina. El doctor inclinу la cabeza. — Lo siento, seсora.
   — їEsto perjudicarб a mi…? — Se ahogу con la mucosidad.
   — Cбllese y atiйndala — gruсу Vorkosigan. El mйdico le colocу la mбscara sobre la nariz y la boca.
   — Respire profundamente. Inspire, espire. Siga espirando. Ahora inspire. Contйngalo…
   El gas antнdoto tenнa un sabor mбs fresco, pero era casi tan nauseabundo como el veneno. Cordelia sintiу que se le revolvнa el estуmago, pero no tenнa nada que vomitar. Observу a Vorkosigan por encima de la mбscara. Йl la miraba y trataba de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora, pero su rostro parecнa cada vez mбs gris y extenuado. Cordelia estaba segura de que йl habнa estado expuesto a una dosis mayor que ella, y se quitу la mбscara para decir:
   — їNo es tu turno?
   El mйdico se la volviу a colocar.
   — Una vez mбs, seсora, para estar seguros — le dijo. Ella inhalу profundamente, y el hombre le retirу la mбscara para colocбrsela a Vorkosigan, quien no pareciу necesitar instrucciones sobre el modo de emplearla.
   — їCuбnto tiempo ha pasado desde la exposiciуn? — preguntу el mйdico con ansiedad.
   — No estoy segura. їAlguien vio la hora? Usted, eh… — Habнa olvidado el nombre del joven guardia.
   — Creo que unos quince o veinte minutos, seсora.
   El doctor se relajу visiblemente. — Entonces, todo debe estar bien. Ambos permanecerбn en el hospital durante unos dнas. Harй los arreglos para que envнen un transporte mйdico. їAlguien mбs estuvo expuesto? — preguntу al guardia.
   — Espere, doctor. — Йl habнa guardado sus instrumentos y se estaba dirigiendo hacia la puerta -. їQuй… quй efectos causarб la soltoxina sobre mi bebй? Йl no la mirу a los ojos.
   — No puedo saberlo. Nadie ha sobrevivido a ello sin recibir tratamiento inmediato con el antнdoto.
   Cordelia sintiу que el corazуn le golpeaba en el pecho. — Pero si he recibido el tratamiento… — No le gustaba la expresiуn compasiva de su rostro, y se volviу hacia Vorkosigan -. їQuй puede…? — Se detuvo paralizada ante su expresiуn de dolor y de ira. Era el rostro de un desconocido con la mirada de un amante, y sus ojos finalmente buscaron los de ella.
   — Dнgaselo — le susurrу al mйdico -. Yo no puedo.
   — їEs necesario que la perturbemos…?
   — Ahora. Terminemos con esto.
   — El problema es el antнdoto, seсora — informу el mйdico de mala gana -. Es un violento teratуgeno. Detiene el desarrollo normal de los huesos en el feto. Los huesos de usted son adultos, y, por lo tanto, no se verб afectada. Tal vez comience a sufrir cierta tendencia a la artritis, pero en ese caso podremos tratarla… — Se detuvo al ver que ella cerraba los ojos, dejбndolo fuera -. Debo ir en busca de ese guardia — aсadiу.
   — Vaya — le respondiу Vorkosigan. El hombre dejу paso al guardia que traнa las ropas del regente, y se marchу.
   Ella abriу los ojos, y los dos se miraron. — Esa expresiуn en tu rostro… — susurrу йl -. No es… Llora. ЎGrita! ЎHaz algo! — gritу con voz ronca -. ЎAl menos уdiame!
   — Aъn no puedo sentir nada — murmurу Cordelia -. Maсana tal vez. — Sentнa una llamarada en la respiraciуn.
   Murmurando una maldiciуn, Vorkosigan se vistiу con su uniforme verde.
   — Puedo hacer una cosa.
   Era el rostro del desconocido, tomando posesiуn otra vez. Las palabras resonaron en la memoria de Cordelia. Si la Muerte vistiera un uniforme verde, se verнa exactamente como йl.
   — їAdonde vas?
   — A ver quй ha atrapado Koudelka. — Cordelia lo siguiу -. Quйdate aquн — le ordenу.
   — No.
   Vorkosigan le dirigiу una mirada iracunda, pero ella ignorу su expresiуn.
   — Irй contigo.
   — Entonces, ven. — Dio media vuelta y se dirigiу a la escalera con la espalda muy erguida.
   — No matarбs a nadie delante de mн — dijo ella furiosamente, bajando la voz.
   — їEso crees? — replicу йl -. їEso crees? — Murmurу de nuevo. Sus pies descalzos pisaban con fuerza los peldaсos de piedra.
   El gran vestнbulo de entrada era un caos, lleno de sus guardias, los hombres del conde y varios mйdicos. Un hombre con el uniforme negro de los guardias nocturnos estaba tendido en el suelo, asistido por un doctor. Ambos estaban empapados por la lluvia y sucios de barro, rodeados por un charco de agua ensangrentada.
   El comandante Illyan, con el cabello mojado por la lluvia, acababa de entrar por la puerta principal junto a un ayudante.
   — Avнsenme en cuanto lleguen los tйcnicos con el detector — decнa -. Mientras tanto, que nadie se acerque a ese muro ni al callejуn.
   »ЎSeсor! — exclamу al ver a Vorkosigan -. ЎGracias a Dios que se encuentra bien!
   Vorkosigan emitiу un gruсido y no dijo nada. Rodeado por varios hombres, el prisionero tenнa el rostro contra la pared, con una mano sobre la cabeza y la otra en una postura extraсa, junto al cuerpo. Droushnakovi se hallaba junto a йl, sujetando una ballesta metбlica de brillo perverso. Evidentemente, el arma habнa sido utilizada para lanzar la granada de gas a travйs de la ventana. Drou tenнa una marca amoratada en el rostro y le sangraba la nariz. Su bata de noche tenнa varias manchas. Koudelka tambiйn se encontraba allн, apoyado sobre su espada, arrastrando una pierna. Llevaba puesto un uniforme hъmedo y fangoso, con unas zapatillas, y en su rostro habнa una expresiуn amarga.
   — Lo hubiera atrapado — estaba diciendo -, si no hubieras aparecido gritando…
   — ЎOh, vamos! — replicу Droushnakovi -. Bueno, discъlpame, pero yo no lo veo de ese modo. Mбs bien me parece que йl te habнa atrapado a ti… te habнa derribado de un golpe. Si no hubiera visto sus piernas tratando de escalar el muro…
   — ЎBasta! ЎVorkosigan estб aquн! — susurrу otro guardia. Los hombres se volvieron hacia йl y retrocedieron.
   — їCуmo logrу entrar? — comenzу Vorkosigan, y entonces se detuvo. El hombre vestнa el uniforme de fajina perteneciente al Servicio -. No serб uno de sus hombres, їverdad, Illyan? — Su voz sonaba como metal sobre piedra.
   — Seсor, debemos llevarlo con vida para interrogarlo — dijo Illyan con inquietud junto a Vorkosigan. Parecнa hipnotizado por la misma mirada que habнa hecho retroceder a los guardias -. Es posible que haya otros en la conspiraciуn. Usted no puede…
   Entonces el prisionero se volviу hacia sus captores.
   Un guardia se dispuso a empujarlo nuevamente contra la pared, pero Vorkosigan se lo impidiу. Cordelia no podнa ver el rostro de su esposo ya que en ese momento se encontraba detrбs de йl, pero sus hombros perdieron la tensiуn asesina, y la ira pareciу desaparecer de su espina dorsal, dejando nada mбs que dolor. Sobre el cuello negro sin insignias estaba el rostro devastado de Evon Vorhalas.
   — Oh, no — susurrу Cordelia -. Los dos no. La respiraciуn de Vorhalas se acelerу de odio al ver a Vorkosigan.
   — Asqueroso tirano. Tienes la sangrй frнa como una vнbora. Sentado allн, como una piedra, mientras le arrancaban la cabeza. їSentiste algo? їO fue un placer para ti, mi querido regente? En ese momento jurй que me vengarнa.
   Se produjo un largo silencio y entonces Vorkosigan se acercу a йl, apoyando un brazo contra la pared.
   — Fallaste conmigo, Evon.
   Vorhalas le escupiу en el rostro. Su saliva estaba sangrienta por la herida que tenнa en la boca. Vorkosigan no se moviу para limpiarse.
   — Fallaste tambiйn con mi esposa — continuу con una cadencia lenta y suave -. Pero lograste lastimar a mi hijo. їSoсabas con vengarte? Lo has logrado. Mнrala a los ojos, Evon. Cualquier hombre podrнa ahogarse en esos ojos grises como el mar. Yo tendrй que mirarlos cada dнa durante el resto de mi vida. Por lo tanto, disfruta de tu venganza, Evon. Acaricнala. Utilнzala para abrigarte en las noches frнas. Es toda tuya. Te la dejo como testamento. En cuanto a mн, me he hartado de ella hasta el punto de sentir nбuseas, y me ha revuelto el estуmago.
   Entonces Vorhalas alzу la vista y, por primera vez, sus ojos se posaron en Cordelia. Ella pensу en la criatura de su vientre, en los delicados huesos cartilaginosos que tal vez en ese mismo instante comenzaban a pudrirse, a retorcerse, a desintegrarse, pero aunque por un momento intentу odiar a Vorhalas, no lo consiguiу. Ni siquiera logrу encontrarlo desconcertante. Tuvo la sensaciуn de que podнa ver claramente a travйs de su alma herida, asн como los mйdicos veнan el interior de un cuerpo herido con sus instrumentos de diagnуstico. Cada desgarro y desgaste emocional, cada pequeсo cбncer de resentimiento que crecнa en ellos, y, por encima de todo, la gran cuchillada que habнa causado la muerte de su hermano.
   — Йl no lo disfrutу, Evon — dijo Cordelia -. їQuй esperabas que hiciera? їLo sabes?
   — Que tuviera un poco de compasiуn humana — replicу йl -. Podrнa haber salvado a Cari. Hasta el ъltimo momento tuvo esa posibilidad. En un principio pensй que йse era el motivo de su presencia.
   — Oh, Dios — dijo Vorkosigan. Pareciу aъn mбs enfermo al comprender las falsas esperanzas que habнa suscitado -. ЎYo no realizo representaciones teatrales con las vidas humanas, Evon!
   Vorhalas alzу su odio frente a йl como un escudo.
   — Vete al infierno.
   Vorkosigan suspirу y se apartу de la pared. El mйdico los aguardaba para trasladarlos al Hospital Imperial.
   — Llйveselo, Illyan — dijo Cordelia -. Necesito saber… necesito preguntarle una cosa.
   Vorhalas le dirigiу una mirada sombrнa.
   — їЙste era el resultado que buscabas? Quiero decir… al elegir esa arma en particular. Ese veneno conncreto.
   Йl apartу la vista de ella y hablу mirando a la pared opuesta.
   — Fue lo que pude coger de la armerнa. No creн que lograsen identificarlo y trajeran el antнdoto a tiempo desde el Hospital Militar.
   — Me has aliviado de una carga — susurrу ella.
   — El antнdoto provino de la Residencia Imperial — le explicу Vorkosigan -. Se encuentra mucho mбs cerca. En la enfermerнa del emperador hay de todo. En cuanto a la identificaciуn… yo estuve allн, en la destrucciуn del motнn de Karian. Tenнa aproximadamente tu edad, o tal vez era un poco mбs joven. Ese olor me lo hizo recordar todo: los muchachos tosiendo sangre con los pulmones deshechos… — Pareciу sumirse en el pasado.
   — No tenнa la intenciуn de matarla. Usted sуlo se encontraba en el camino entre йl y yo. — Vorhalas agitу una mano en direcciуn a su vientre -. No era el resultado que buscaba. Yo querнa matarlo a йl. Ni siquiera sabнa con certeza si compartнan la misma habitaciуn por las noches. — Ahora miraba en todas direcciones, pero nunca hacia su rostro -. Nunca pensй en matar a su…
   — Mнrame — gimiу Cordelia -, y pronuncia la palabra en voz alta.
   — Hijo — susurrу йl y, de pronto, rompiу a llorar.
   Vorkosigan dio un paso atrбs y se situу junto a ella.
   — Lamento que hayas hecho eso — le murmurу -. Me recuerda a su hermano. їPor quй soy el sнmbolo de la muerte para esta familia?
   — їTodavнa quieres que disfrute su venganza?
   Йl posу la frente sobre su hombro unos momentos.
   — Ni siquiera eso. Tъ nos dejas sin nada, mi querida capitana. Pero, oh… — Posу la mano sobre su vientre, pero la retirу al recordar que todos los ojos los observaban. Vorkosigan enderezу la espalda -. Presйnteme un informe completo por la maсana, Illyan. En el hospital.