— Con eso es suficiente?
   — Sн, gracias. Puede decirle que hice muchas preguntas mйdicas sobre… la correcciуn de problemas fнsicos y que usted no pudo ayudarme mucho y me dijo que habнa acudido al lugar equivocado. — No pudo evitar agregar-: Mi ADN es completamente normal, sabe usted? Son daсos teratogйnicos. Fuera de su campo de experiencia y todo eso.
   La cara de ella, siempre bella e inexpresiva como una mбscara, se hizo todavнa mбs frнa. Asustado, йl agregу:
   — Ustedes, los cetagandanos, se pasan tanto tiempo pensando en las apariencias… Seguramente, usted ha visto falsas apariencias antes.
   Basta. No digas ni una sola palabra mбs.
   Ella abriу la mano en un gesto de aceptaciуn sin compromiso y volviу a su burbuja. Agotado, sin confianza en su propio control, Miles caminу en silencio junto a la burbuja hasta la entrada principal.
   Salieron a un crepъsculo artificial luminoso. Unas pocas estrellas pбlidas brillaban en el hemisferio azul oscuro y aparentemente infinito del cielo. Sentados en un banco fuera del Criadero Estrella estaban Mia Maz, el embajador Vorob'yev y el ghemcoronel Benin, sumidos en una charla intrascendente. Todos levantaron la vista cuando apareciу Miles y las sonrisas de Vorob'yev y Benin adquirieron cierta acritud. Miles estuvo a punto de dar media vuelta y escapar corriendo al interior.
   Rian seguramente sintiу lo mismo porque la voz en la burbuja murmurу:
   — Ah, su gente lo estб esperando, lord Vorkosigan. Espero que la visita le haya resultado educativa, aunque no haya encontrado lo que esperaba. Buenas tardes. — Y se deslizу rбpidamente hacia el santuario del Criadero Estrella.
   Ah, todo este asunto es una experiencia educativa, milady. Miles esbozу una sonrisa amable y trotу hacia el banco donde sus guardianes se levantaban para recibirlo. Mia Maz tenнa su amable hoyuelo de siempre. Era su imaginaciуn, o la afabilidad diplomбtica de Vorob'yev habнa adquirido cierta tensiуn? La expresiуn de Benin era menos fбcil de interpretar tras los remolinos del maquillaje.
   — Hola — dijo Miles en voz alegre-. Usted… me ha esperado, seсor… No era necesario, gracias, gracias. — Las cejas de Vorob'yev se alzaron en un gesto de desacuerdo irуnico.
   — Le han otorgado un honor sumamente inusual, lord Vorkosigan — comentу Benin, haciendo un gesto hacia el Criadero Estrella con la cabeza.
   — Sн, la haut Rian Degtiar es una dama muy amable. Espero no haberla cansado con mis preguntas.
   — Y recibiу usted las respuestas que esperaba? — preguntу Benin-. Entonces es usted un privilegiado.
   No habнa error posible: ese comentario tenнa un lado amargo aunque, por supuesto, siempre podнa ignorarlo.
   — Ah, sн y no… El criadero es un lugar fascinante, pero por desgracia esta tecnologнa no ofrece grandes recursos a mis necesidades mйdicas. Creo que voy a tener que seguir pensando en la intervenciуn quirъrgica. No me gusta la cirugнa… siempre me sorprende lo dolorosa que resulta. — Parpadeу con gesto afligido.
   Maz mostraba una expresiуn comprensiva. Vorob'yev seguнa con su aire grave y taciturno. Estб empezando a sospechar algo. Mierda.
   En realidad, tanto Vorob'yev como Benin parecнan dos personas a quienes la presencia de otro impide saltar sobre un tercero, acorralarlo contra la pared y retorcerlo hasta arrancarle la verdad por la fuerza.
   — Si ya ha terminado — dijo Benin-, les acompaсarй hasta los portales del Jardнn Celestial.
   — Sн. El auto de la embajada estб esperбndonos, lord Vorkosigan — agregу Vorob'yev con severidad.
   Caminaron en grupo detrбs de Benin, siguiйndolo por los senderos del jardнn.
   — El verdadero privilegio de hoy ha sido toda esa poesнa — siguiу diciendo Miles de buen humor-. Y a usted, cуmo le van las cosas, ghemcoronel? Ha progresado en su caso?
   Benin torciу el gesto.
   — Sigue siendo muy confuso… — murmurу.
   Apuesto a que no. Por desgracia, o tal vez por suerte, йse no era el lugar ni el momento para olvidarse de todo y hablar con franqueza del trabajo de seguridad que ambos compartнan.
   — Ay, Dios — dijo Maz y todos dejaron de caminar para examinar lo que habнa descubierto de pronto en una curva del sendero.
   Un marco de bosques y una quebrada artificial. Bajo la luz del crepъsculo, entre los бrboles y a lo largo del arroyo, se agazapaban cientos de ranas arborнcolas, diminutas y luminosas, de colores acaramelados. Estaban cantando. Cantaban en acordes, acordes musicalmente perfectos: un acorde subнa y bajaba, e inmediatamente despuйs lo reemplazaba otro. La luz de las criaturas aumentaba y disminuнa de intensidad segъn el canto, y asн, la vista podнa seguir el progreso de cada una de las notas tanto como el oнdo. La acъstica de la quebrada llevaba esa mъsica que no era mъsica de un lado a otro, en tonos sinergйticos. Miles olvidу momentбneamente todos sus problemas, absorto por la belleza y el absurdo del espectбculo, hasta que una tosecita de Vorob'yev rompiу el hechizo y el grupo siguiу adelante.
   Fuera de la cъpula, la noche de la capital se extendнa tibia, hъmeda y brillante como un damasco; rugнa con el ruido subliminal de la vida. La noche y la ciudad, prolongadas hasta el horizonte y mбs allб.
   — Me impresiona el lujo haut… pero siempre termino pensando en el volumen de la base de sustentaciуn econуmica que tiene — comentу Miles a Benin.
   — Cierto — asintiу Benin con sonrisa irуnica-. Y segъn tengo entendido, la tasa de impuestos per cбpita de Barrayar duplica la de Cetaganda. El emperador cetagandano cultiva el bienestar econуmico de sus sъbditos tanto como su jardнn. Al menos eso dicen.
   Benin no era inmune a la tendencia cetagandana a la competencia. Y los impuestos eran un asunto muy variable en Barrayar.
   — Lamento tener que estar de acuerdo — le contestу Miles-. El problema es que estamos obligados a igualarlos a ustedes en lo militar con un cuarto de los recursos reales. — Se mordiу la lengua para no agregar: Por suerte, no es demasiado difнcil, o alguna otra frase irуnica.
   Pero en realidad Benin tenнa razуn, reflexionу Miles cuando el auto de superficie de la embajada se elevу sobre la capital. La gran semiesfera plateada resultaba impresionante hasta que uno miraba la ciudad que se extendнa cien kilуmetros a la redonda en todas direcciones, por no mencionar el resto del planeta y los otros siete mundos… y hacнa nъmeros. El jardнn Celestial era una flor, pero sus raнces estaban en otra parte, en el control haut y ghem de otros aspectos de la economнa. La Gran Llave le pareciу de pronto una palanca demasiado pequeсa para mover ese mundo. Prнncipe Slyke, creo que es usted un optimista.

10

   — Tienes que ayudarme con esto, Ivan — susurrу Miles con urgencia.
   — Eh? — murmurу Ivan, en tono de extrema neutralidad.
   — No sabнa que Vorob'yev lo iba a mandar a йl. — Miles hizo un gesto hacia lord Vorreedi, que acababa de terminar su propia conferencia en voz baja con el conductor del auto, el guardia de paisano y el uniformado de la embajada. El uniformado llevaba el atuendo de fajina verde, como Miles e Ivan; los otros dos llevaban mallas y tъnicas largas hasta los tobillos en el tнpico estilo de Cetaganda. El oficial de protocolo tenнa mбs prбctica con la ropa cetagandana y se movнa con mayor soltura y comodidad.
   Miles siguiу diciendo en voz baja:
   — Cuando establecн esta cita con mi contacto, pensй que Vorob'yev nos mandarнa con Mia Maz… al fin y al cabo, esto tiene que ver con la Divisiуn de Damas o como se llame… No tiene por quй cubrirme. Lo que necesito es que lo distraigas un momento cuando llegue el momento de marcharme.
   El guardia de paisano hizo un gesto con la cabeza y se fue. Un hombre de perнmetro. Miles memorizу la cara y la ropa. Otra cosa de la que tenнa que cuidarse. El guardia se alejу hacia la entrada de la exhibiciуn, que por cierto no se desarrollaba en un recinto normal. Cuando le habнan descrito el espectбculo, Miles se habнa imaginado alguna estructura cavernosa y cuadrangular como la que albergaba la Feria Agrнcola de Distrito en Hassadar. Pero el Salуn del jardнn de la Luna, como lo llamaban, era otra cъpula, una imitaciуn burguesa y diminuta del Jardнn Celestial. Bueno, no demasiado diminuta, en realidad: tenнa mбs de trescientos metros de diбmetro y se arqueaba sobre un suelo empinado e irregular. Bandadas de ghems bien vestidos, tanto hombres como mujeres, se acercaban al tъnel de la entrada superior.
   — Y cуmo diantres voy a conseguirlo, primito? Vorreedi no es de los que se distraen con facilidad.
   — Dile que me fui con una dama. Propуsitos inmorales. Tъ siempre tienes ese tipo de propуsitos… por quй yo no? — Los labios de Miles se torcieron tratando de suprimir una burla a los ojos en blanco de Ivan-. Presйntale a media docena de tus noviecitas. Me parece difнcil que no te encuentres con alguna por aquн. Presйntalo como el hombre que te enseсу todo lo que sabes sobre el Arte de Amor Barrayarйs.
   — No es mi tipo — dijo Ivan entre dientes.
   — ЎUsa la iniciativa!
   — No tengo iniciativa. Yo sigo уrdenes, muchas gracias. Es mucho mбs seguro.
   — De acuerdo. Te ordeno que uses la iniciativa.
   Por todo comentario Ivan formу un taco con los labios, sin pronunciarlo.
   — Estoy seguro de que acabarй arrepintiйndome.
   — Aguanta un poco mбs. Unas pocas horas y todo habrб acabado. — Para bien o para mal…
   — Eso ya me lo dijiste anteayer. Y resultу falso.
   — No fue culpa mнa. Las cosas son un poco mбs complicadas de lo que suponнa.
   — Recuerdas aquella vez en Vorkosigan Surleau, cuando encontramos aquel viejo depуsito de armas y nos convenciste a mн y a Elena de que te ayudбramos a activar el tanque flotante? Y despuйs chocamos contra el granero? Y el granero se derrumbу? Y mi madre me puso bajo arresto domiciliario durante dos meses?
   — ЎIvan, tenнamos diez aсos!
   — Yo lo recuerdo como si fuese ayer. Ayer y anteayer…
   — Esa cosa ya se estaba cayendo. No hizo falta mucho para derrumbarla. Les ahorrу el precio de la demoliciуn. Por Dios, Ivan, Ўesto es serio! No puedes compararlo con… — Miles se interrumpiу cuando vio que el oficial de protocolo despedнa a sus hombres y se volvнa hacia los dos enviados con una leve sonrisa. Los tres entraron juntos al Salуn del jardнn de la Luna.
   Miles se sorprendiу al ver algo tan burdo como un cartel, aunque fuera de flores, sobre el arco de la entrada de un laberinto de caminos descendentes que bajaban por la ladera natural. Exposiciуn Anual de Bioestйtica Nъmero 149, Clase A. Dedicada a la memoria de la Seсora Celestial. Esa dedicatoria habнa convertido la ocasiуn en una cita obligada para la agenda de todos los enviados diplomбticos.
   — Las hautmujeres compiten aquн? — le preguntу Miles al oficial de protocolo-. Creo que esto estб dentro de su estilo.
   — Tanto que nadie podrнa ganarles si participaran — contestу lord Vorreedi-. No, no. Las haut tienen su propia competiciуn anual, muy privada, en el Jardнn Celestial, pero no este aсo, por lo menos hasta que termine el perнodo oficial de luto.
   — Asн que… estas exposiciones de las ghemujeres son… emmm, una imitaciуn de sus hermanastras haut?
   — Йsa es la idea, sн. Йse es el estilo de este planeta.
   Las presentaciones de las ghemladies no estaban dispuestas en filas, sino por separado, cada una en su propia curva o rincуn. Miles se preguntу quй tipo de discusiones se desatarнan para conseguir los lugares mбs favorables, quй tipos de estatus y poder serнan necesarios para obtener los mejores y si la competencia por los lugares podнa llegar al asesinato. Al asesinato verbal seguramente, a juzgar por algunos fragmentos de conversaciуn que alcanzу a oнr entre los grupos de ghemladies que pasaban lentamente entre crнticas y expresiones de admiraciуn.
   Le llamу la atenciуn un tanque lleno de peces. Tenнan las aletas muy finas y las escamas de colores seguнan el dibujo exacto de uno de los maquillajes que usaba uno de los ghem-clanes: azul brillante, amarillo, negro y blanco. Los peces giraban en una especie de gavota acuбtica. No era demasiado impresionante desde el punto de vista de la ingenierнa genйtica, excepto por el hecho de que la dueсa de la muestra, orgullosa y esperanzada, era una niсa de apenas doce aсos. Parecнa una mascota de las exhibiciones mбs serias de las damas de su clan. ЎYa verйis dentro de seis aсos! decнa su sonrisita infantil.
   Las rosas azules y las orquнdeas negras eran tan rutinarias que sуlo servнan de marco para las verdaderas obras. Pasу una joven, siguiendo a sus ghempadres con un unicornio de medio metro atado a una rienda dorada. Ni siquiera era una exhibiciуn… A diferencia de lo que pasaba en la Feria Agrнcola de Hassadar, era evidente que aquн nadie se preocupaba de la utilidad. La competencia era solamente artнstica; la vida, el medio, la biopaleta que suministraba efectos para las obras.
   Se detuvieron junto a una especie de balcуn que permitнa una vista general de la ladera del jardнn. Un brillo verde llamу la atenciуn de Miles, que bajу los ojos para mirar el suelo. Un grupo de hojas y zarcillos brillantes subнa en espiral por la pierna de Ivan. Unos pimpollos rojos se abrнan y se cerraban lentamente, exhalando un perfume delicado y profundo; el efecto era el de una boca y, en general, no parecнa una creaciуn afortunada. Miles lo mirу fascinado un buen rato antes de murmurar:
   — Ivan… no te muevas pero mira tu bota izquierda.
   Otro zarcillo se enredу lentamente alrededor de la rodilla de Ivan y empezу a subir. Ivan bajу la mirada y lanzу un juramento.
   — Quй diablos es eso? ЎSбcamelo de encima!
   — Dudo que sea venenoso — dijo el oficial de protocolo, sin mucha seguridad-. Pero tal vez sea mejor que se quede usted quieto, milord.
   — Creo… creo que es una rosa trepadora. Muy llena de vida, no les parece? — Miles sonriу y se inclinу, buscando las espinas antes de extender la mano. Tal vez eran retrбctiles o algo asн… El coronel Vorreedi hizo un gesto como para indicarle que no se acercara.
   Pero antes de que Miles reuniera el valor de arriesgar la piel y la sangre en el rescate, se acercу por el sendero una ghemlady regordeta con un gran cesto en el brazo.
   — ЎAh, ahн estбs, cosita mala! — exclamу-. Discъlpeme, seсor. — Se dirigiу a Ivan sin mirarlo mientras se arrodillaba junto a la bota y empezaba a desenredar su creaciуn-. Lo siento… esta maсana hay demasiado nitrуgeno.
   La rosa soltу el ъltimo zarcillo de la bota de Ivan con un movimiento decepcionado y la mujer la metiу sin ceremonias en la canasta donde se retorcнan otras fugitivas rosadas, amarillas y blancas. Despuйs, con la mirada perdida en los rincones y bajo los bancos, la concursante se alejу a toda prisa.
   — Creo que le has gustado a esa cosa — dijo Miles a Ivan-. Feromonas?
   — Por quй no te vas a la mierda? — le susurrу Ivan-. Me dan ganas de meterte a ti en nitrуgeno y guardarte debajo de… Dios… quй es eso?
   Habнan terminado de doblar una curva hacia un бrea abierta en cuyo centro se alzaba un бrbol lleno de gracia, con grandes hojas peludas en forma de corazуn. Tenнa dos o tres docenas de ramas que se arqueaban y volvнan a caer, sacudiйndose levemente con el peso de una fruta en forma de vaina que colgaba en manojos. La fruta estaba maullando. Miles e Ivan se acercaron.
   — Eso… es… horrible, claramente horrible — dijo Ivan, indignado.
   En cada vaina habнa un gatito encogido como un bulto, cabeza abajo, el pelaje largo, sedoso y blanco se esponjaba como un sol alrededor de la cara felina: un hermoso marco para las orejas y los bigotes y los brillantes ojos azules. Ivan levantу la mano hacia uno y tirу de la rama para examinarlo de cerca. Tratу de acariciar a la criatura con cuidado; el gato lo tocу con dos suaves garras juguetonas y blancas.
   — Un gatito como йste tendrнa que estar jugando con un ovillo, en el cйsped, y no pegado a un бrbol para darle unos puntos a una ghemputa… — opinу Ivan con furia. Mirу a su alrededor. Por el momento estaban solos; nadie los observaba.
   — Mmmm… no estoy seguro de que estйn pegados — dijo Miles-. Espera, no creo que…
   Tratar de impedir que Ivan rescatara un gatito de un бrbol era tan imposible como tratar de evitar que soltara un piropo ante una mujer bonita. Para йl era como un acto reflejo. Por el brillo que veнa en sus ojos, era evidente que estaba decidido a liberar a todas las pequeсas vнctimas para que despuйs jugaran con las rosas trepadoras.
   Ivan arrancу la fruta de la rama. El gatito emitiу un gemido, tuvo una convulsiуn y quedу inmуvil.
   — Gatito, gatito… — susurrу Ivan, asustado, con los labios junto a la mano donde sostenнa la fruta como en una copa. Un alarmante hilillo de lнquido rojo corrнa por la muсeca del salvador desde el tallo roto.
   Miles colocу las hojas en forma de corazуn alrededor del… «cadбver» le parecнa la mejor palabra. La bestia no tenнa cuartos traseros. Dos patas rosadas y desnudas se fundнan con la vaina misma.
   — … No creo que estйn maduros, Ivan…
   — ЎEso es horrible, horrible! — jadeу Ivan furioso, pero no lo dijo en voz muy alta. Por consentimiento mutuo y sin mediar palabra, se alejaron silenciosamente del бrbol gato y doblaron otra curva. Ivan mirу frenйtico a su alrededor, buscando un lugar para dejar el pequeсo cadбver y poner distancia entre йl y su pecado-. ЎGrotesco!
   Miles contestу, pensativo:
   — Ah, no estoy seguro. Si te paras a pensarlo, no es mбs grotesco que el mйtodo primitivo. Quiero decir, alguna vez has visto una gata dando a luz?
   Ivan se cubriу una mano con la otra y lo mirу, furioso. El oficial de protocolo estudiу el horror de lord Vorpatril con una mezcla de exasperaciуn y simpatнa. Miles pensу que si Vorreedi hubiera conocido a Ivan a fondo, la proporciуn entre la primera emociуn y la segunda habrнa sido distinta, pero Vorreedi se limitу a decir:
   — Milord… desea usted que yo me encargue de eso… discretamente?
   — Ah, sн, sн, por favor — dijo Ivan, muy aliviado-. Si no es molestia… — Puso la vaina inerte sobre la mano del oficial de protocolo, que la escondiу dentro de un paсuelo y se la guardу en el bolsillo.
   — Quйdense aquн. Enseguida vuelvo — dijo y se alejу a destruir la evidencia del crimen.
   — Excelente, Ivan — gruсу Miles-. Espero que a partir de ahora mantengas las manos en los bolsillos.
   Ivan se limpiу la sustancia pegajosa que le cubrнa la palma con el paсuelo, escupiу sobre la mano y volviу a sacudirla. Fuera, fuera, mancha maldita…
   — No empieces a hacer ruiditos como mi madre. No ha sido culpa mнa… Las cosas eran un poco mбs complicadas de lo que yo suponнa. — Ivan se metiу el paсuelo en el bolsillo y mirу a su alrededor, con el ceсo fruncido-. Todo esto no me gusta nada. Quiero volver a la embajada.
   — Tienes que quedarte hasta que yo me encuentre con mi contacto.
   — Y cuбndo piensas que…?
   — Pronto, creo yo.
   Caminaron juntos, despacio, hasta el final del pasillo donde otro pequeсo balcуn ofrecнa una vista de la siguiente secciуn.
   — Mierda — dijo Ivan.
   — Quй? — preguntу Miles, rastreando con la mirada. Se estirу de puntillas pero no consiguiу ver el lugar que habнa suscitado la protesta de su primo.
   — Nuestro amiguito Yenaro estб aquн. Dos niveles mбs abajo, hablando con unas mujeres…
   — Podrнa… podrнa ser una simple coincidencia. Este lugar estб lleno de ghemlores: esta tarde entregan los premios. Un galardуn en esta, competiciуn implica un honor para el clan y naturalmente los hombres quieren estar presentes. Este tipo de… cosa artнstica seguramente les gusta mucho, estб dentro de sus fantasнas, supongo.
   Ivan levantу la ceja.
   — Quieres apostar?
   — No.
   Ivan suspirу.
   — No creo que haya forma de tomar la iniciativa.
   — No sй. Pero mantйn los ojos bien abiertos…
   — Claro.
   Miraron a su alrededor. Una ghemlady madura y digna se les acercaba por el sendero. Dirigiу a Miles un gesto de reconocimiento casi amistoso. Abriу la palma de la mano y le mostrу un pesado anillo con el dibujo del pбjaro en filigrana. Estaba lleno de cуdigos complejos.
   — Ahora? — preguntу Miles con tranquilidad.
   — No. — Su voz bien modulada tenнa un tono agudo, pero no chillуn—. Dentro de media hora, en la entrada oeste.
   — Tal vez no pueda ser muy puntual.
   — No importa. Le esperarй — dijo ella y siguiу adelante.
   — Mierda — dijo Ivan, despuйs de un momento de silencio-. De verdad piensas hacerlo? Ten mucho cuidado, me oyes?
   — Ah, sн.
   Al parecer, el oficial de protocolo se estaba tomando todo el tiempo del mundo para encontrar la unidad de eliminaciуn de basura mбs cercana, pensу Miles. Pero justo cuando se estaba poniendo nervioso y pensaba en ir a buscarlo йl mismo, Vorreedi reapareciу caminando hacia ellos con rapidez. La sonrisa de bienvenida que les dirigiу parecнa un poco forzada.
   — Seсores — dijo-. Ha surgido un imprevisto. Voy a tener que abandonarles por un rato. Quйdense juntos y no salgan de este edificio, por favor.
   Perfecto. Tal vez,
   — Quй clase de imprevisto? — preguntу Miles-. Hemos visto a Yenaro.
   — El bromista? Sн. Sabemos que estб aquн. Mis analistas lo consideran mбs una molestia que un autйntico peligro. Tengo que dejarlos. Defiйndanse de йl como puedan. Pero mi hombre de perнmetro, uno de los mбs inteligentes que tengo, ha descubierto a otro individuo. Un profesional.
   En ese contexto, la palabra profesional significaba asesino profesional o algo por el estilo. Miles hizo un gesto de comprensiуn. Йl tambiйn estarнa alerta.
   — No sabemos por quй estб aquн — siguiу explicando Vorreedi-. He pedido refuerzos, y ya estбn en camino. Mientras tanto, nos proponemos… bueno, dejarnos caer por ahн, sorprenderlo y tener una charla…
   — La pentarrбpida es ilegal aquн para los cuerpos que no pertenecen a la policнa y los imperiales… no es cierto?
   — Dudo que esta persona quiera presentar una queja a las autoridades — murmurу Vorreedi, con una sonrisa levemente siniestra.
   — Diviйrtase, seсor.
   — Tengan cuidado. — El oficial de protocolo hizo un gesto con la cabeza y se alejу despacio, como si no tuviera un destino fijo.
   Miles e Ivan siguieron caminando y se detuvieron para admirar unas flores — con raнces— que tenнan aspecto de sentirse menos inseguras sobre su pertenencia al reino vegetal. Miles contaba los minutos mentalmente. Si se separaba de su primo al cabo de unos minutos, se encontrarнa con su contacto justo a tiempo.
   — Bueno, bueno, hola, encanto — chillу una voz musical a sus espaldas.
   Ivan girу en redondo un segundo antes que Miles. Lady Arvin y lady Benello estaban de pie en el sendero con los brazos enlazados. Se separaron y… a Miles le pareciу que la palabra correcta era fluyeron a ambos lados de Ivan.
   — Encanto? — murmurу Miles, divertido.
   Ivan le dedicу una mirada furiosa antes de volverse hacia sus conocidas.
   — Supimos que estaba usted aquн, lord Ivan — siguiу diciendo la rubia, lady Arvin. La alta lady Benello asintiу y la cascada de sus rizos бmbar se sacudiу con el movimiento-. Quй tiene usted pensado para mбs tarde?
   — Ah… no tengo planes… — dijo Ivan, con la cabeza siempre en movimiento mientras trataba de dividir su atenciуn en dos mitades exactas.
   — Aaahhh — suspirу lady Arviri-. Tal vez entonces acceda a cenar con nosotros, en mi casa.
   Lady Benello la interrumpiу.
   — O, si no estб de humor para la ciudad, conozco un sitio no muy lejos, un lago. Cada cliente recibe una islita propia y se le sirve un picnic… al aire libre. Es muy, muy privado.
   Las dos mujeres sonrieron; se repelнan mutuamente. Ivan tenнa aspecto de presa.
   — No sй si sabrй decidir — contemporizу.
   — Venga a ver las obras de la hermana de lady Benello mientras lo piensa, lord Ivan — sugiriу lady Arvin, con ecuanimidad.
   Su mirada reparу en Miles-. Ah, usted tambiйn, lord Vorkosigan. No estamos prestando la debida atenciуn al huйsped mбs importante, creo yo. Ya hablamos de ese tema, sabe?, y despuйs de discutirlo, llegamos a la conclusiуn de que tal vez tendremos que lamentarlo. — Apretу la mano sobre el brazo de Ivan y girу para dirigir a su compaсera una sonrisa radiante, muy significativa-. Esa podrнa ser la soluciуn del dilema de lord Ivan.
   — — En la oscuridad todos los gatos son pardos? — murmurу Miles-. O todos los barrayareses?
   Ivan esbozу una mueca: le habнa molestado la referencia a los felinos. Lady Arvin parecнa perpleja, pero Miles tuvo la desagradable sensaciуn de que la pelirroja entendнa la broma. Entendiera o no, se desprendiу de Ivan — el brillo en los ojos de lady Arvin, era una mueca de triunfo?— y se volviу hacia Miles.
   — Claro, lord Vorkosigan. Usted sн tiene planes?
   — Me temo que sн — dijo Miles con una pena no del todo fingida-. En realidad, tengo que irme en este mismo instante.
   — Ahora? Ah, vamos, por lo menos, venga a ver la exposiciуn de mi hermana. — Lady Benello no le dio el brazo pero estaba dispuesta a caminar a su lado aunque eso dejara a su rival en posesiуn temporal de Ivan.
   Tiempo. No estarнa mal darle al oficial de protocolo unos minutos mбs para concentrarse en su misiуn. Miles sonriу y dejу que lo arrastraran con el grupo. Lady Arvin abrнa la comitiva, llevando a Ivan como a un prisionero. A la pelirroja le faltaba la delicadeza de porcelana de la haut Rian. Pero, por otra parte, no era tan… imposible. Lo difнcil lo hacemos enseguida. Lo imposible lleva mбs tiempo…
   Basta. Estas mujeres estбn usбndonos y tъ lo sabes, muchacho.
   Ah. Dios, quiero que me usen, quiero que me usen…
   Vamos, vamos, Miles, concйntrate.
   Recorrieron el sendero y bajaron un nivel mбs. Lady Arvin girу hacia un pequeсo espacio abierto resguardado por бrboles en macetas. Tenнan las hojas brillantes, como joyas, pero eran sуlo un marco para lo que habнa en el centro del cнrculo. La obra principal era un poco confusa, desde el punto de vista artнstico. Parecнa estar compuesta de tres rollos de brocado que formaban suaves espirales desde lo alto de un poste de la altura de un hombre hasta la alfombra. La alfombra, densa, circular, era un eco de los verdes de los бrboles, en un esquema complejo y abstracto.
   — Alerta — murmurу Ivan.
   — Ya lo he visto — jadeу Miles.
   Lord Yenaro, de negro, sonriente, estaba sentado en uno de los pequeсos bancos curvos que enmarcaban el lugar.
   — Dуnde estб Veda? — preguntу lady Benello.
   — Acaba de salir — dijo Yenaro mientras se levantaba y saludaba a todos.
   — Lord Yenaro ayudу un poquito a mi hermana Veda en su trabajo para la exposiciуn confesу lady Benello a Ivan y Miles.
   — Ah, sн? — dijo Miles, mirando a su alrededor y preguntбndose dуnde estarнa la trampa esa vez. No la veнa-. Y… de quй se trata esto?
   — Ya sй que no tiene un aspecto muy impresionante — dijo lady Benello, a la defensiva-, pero tampoco lo pretende. La gracia esta en el olor. La tela emite un perfume que cambia segъn el humor de quien la lleva. Todavнa me pregunto si no habrнa sido mejor que la mostrara en un vestido completo. — Este ъltimo comentario parecнa dirigido a Yenaro-. Podrнamos hacer que uno de los criados se pusiera de pie aquн y posara todo el dнa.
   — Habrнa sido demasiado comercial — objetу Yenaro-. Esto nos darб mayor puntuaciуn.
   — Y… mmm, estб vivo? — dijo Ivan, con muchas dudas.
   — Las glбndulas del perfume estбn tan vivas como las sudorнparas de su piel, lord Vorpatril — asegurу Yenaro-. Pero tiene usted razуn, esto resulta un poco estбtico. Acйrquese y haremos una demostraciуn de los efectos.
   Miles husmeу el aire mientras en su paranoia, que se habнa despertado y lo atenazaba, lleno de terror, trataba de individualizar cada una de las molйculas volбtiles que llegaban a sus fosas nasales. La cъpula de la exposiciуn estaba saturada de perfumes de todo tipo y todos bajaban por la ladera, por no mencionar los perfumes de las ghemladies y los de Yenaro. Pero el brocado parecнa emitir una mezcla agradable de aromas. Ivan hizo caso omiso a la invitaciуn de Yenaro y no se acercу. Aparte de los perfumes, habнa algo mбs, un leve toque, una aspereza untuosa…
   Yenaro levantу una jarra del banco y avanzу hacia el poste.
   — Mбs zlati? — murmurу Ivan con sequedad.
   El reconocimiento y la memoria zumbaron en la mente de Miles, y lo asaltу una oleada de adrenalina que casi le dejу en seco el corazуn. Se lanzу en una carrera desenfrenada.
   — ЎLa jarra, Ivan! ЎNo dejes que la tire al suelo!
   Ivan tomу la jarra. Yenaro entregу el objeto con expresiуn de sorpresa.
   — ЎVamos, lord Ivan!
   Miles dejу caer una gota en la alfombra y oliу el aire desaforadamente. Sн.
   — Quй estб haciendo? — preguntу lady Benello, casi riendo-. ЎLa alfombra no tiene nada que ver…
   Ah. sн que tiene que ver…
   — Ivan — dijo Miles con urgencia, levantбndose-. Dame eso… cuidado, cuidado… y dime lo que hueles ahн abajo.
   Miles tomу la jarra con mucha mбs ternura que a una canasta de huevos reciйn recogidos. Ivan, con mirada asombrada, hizo lo que le pedнa su primo. Oliу: pasу la mano por la alfombra y se llevу las manos a los labios. Se puso blanco como el papel. Miles se dio cuenta de que habнa llegado a la misma conclusiуn que йl. Su primo se dio vuelta y siseу:
   — ЎAsterzina!
   Miles caminу de puntillas alejбndose de la alfombra, levantу la tapa de la jarra y oliу de nuevo. Un leve olor a vainilla y naranja, un poco rancio, se elevу desde el lнquido. El olor que esperaba.
   Yenaro lo hubiera derramado todo, por supuesto. A sus propios pies. Con lady Benello y lady Arvin de pie a un lado. Miles pensу en el destino de la ъltima herramienta del prнncipe Slyke, Ba Lura. No. Yenaro no lo sabe. Tal vez odie a los barrayareses, pero no estб tan loco. Le han tendido una trampa, igual que a nosotros. A la tercera va la vencida…
   Cuando Ivan se puso de pie con la mandнbula tensa y los ojos ardiendo, Miles le hizo un gesto y le entregу la jarra. Ivan la tomу con cuidado, nervioso, y retrocediу otro paso. Miles se inclinу y arrancу unos hilos del borde de la alfombra. Los hilos se estiraron y finalmente se rompieron, como si fueran de goma. Eso confirmу sus suposiciones.
   — ЎLord Vorkosigan! — objetу lady Arvin, con las cejas alzadas en una expresiуn de asombro divertido, ante ese comportamiento bбrbaro.
   Miles llevу los hilos a Ivan y los cambiу por la Jarra. Despuйs, volviу la cabeza bruscamente hacia Yenaro.
   — Trбelo… Discъlpenme, seсoras… Cosas de hombres…
   Para su sorpresa, esa frase funcionу. Lady Arvin arqueу las cejas y aceptу, aunque lady Benello hizo una especie de mohнn. Ivan puso una mano sobre el antebrazo de Yenaro y lo guiу fuera del бrea de la exposiciуn de Veda. Su mano se endureciу hasta convertirse en amenaza silenciosa cuando Yenaro tratу de desprenderse. Yenaro tenнa la cara furiosa y los labios tensos; parecнa un poquito avergonzado.
   Encontraron un lugar vacнo unos pocos espacios mбs abajo. Ivan se puso de pie en la entrada del cubнculo con su prisionero, los dos con la espalda hacia el sendero para que Miles fuera visible desde fuera. Miles puso la jarra en el suelo, se enderezу y se dirigiу a Yenaro con un gruсido ronco:
   — Le voy a hacer una demostraciуn. Esto es lo que iba a suceder hace unos minutos. Lo ъnico que quiero saber es si usted sabнa lo que pasarнa.
   — No sй de quй me estб hablando — ladrу Yenaro-. ЎSuйlteme, cerdo!
   Ivan no apartу la mano y frunciу el ceсo, furioso.
   — Primero la demostraciуn, amigo.
   — Muy bien. — El suelo era de algъn tipo de mбrmol artificial y no parecнa inflamable. Miles sacudiу los hilos que tenнa en la mano e hizo un gesto para que Ivan y Yenaro se acercaran. Esperу hasta que no hubo nadie en el sendero y dijo-: Yenaro. Tome dos gotas de ese lнquido inocuo que usted sacudнa a diestro y siniestro y rocнelas sobre esto.
   Ivan obligу a Yenaro a arrodillarse junto a Miles. El ghemlord, con una mirada frнa a sus captores, metiу la mano en la jarra y acatу las уrdenes.
   — Si usted cree que…
   Lo interrumpiу un brillo sъbito y una ola de calor que quemу las cejas de Miles. Por suerte, el ruido, suave, se desvaneciу contra los cuerpos que rodeaban los hilos. Yenaro se quedу helado, mirando.
   — Y eso fue sуlo un gramo — siguiу diciendo Miles-. Esa alfombra bomba tenнa… cuбnto? Cinco kilos? Estoy seguro de que usted lo sabe, la trajo usted personalmente. Con el catalizador habrнa estallado y se habrнa llevado toda esa parte de la cъpula, a mн, a usted, a las damas… habrнa sido lo mбs impresionante de la exposiciуn, se lo aseguro.
   — Esto es una trampa — mascullу Yenaro entre dientes.
   — Ah, sн, es una trampa. Pero esta vez tambiйn usted se habrнa contado entre las vнctimas. Usted no tiene entrenamiento Militar, verdad? De lo contrario, con su excelente olfato lo habrнa reconocido. Asterzina sensibilizada. La trampa perfecta. Se puede teсir, modificar, copiar el aspecto de cualquier cosa con ella. Y es totalmente inocua hasta que entra en contacto con el catalizador. Cuando eso ocurre… — Miles hizo un gesto hacia la mancha negra sobre el piso blanco-. Se lo preguntarй de otra forma, Yenaro. Quй efecto le dijo que tendrнa su buen amigo el hautgobernador?
   — Bue… — Yenaro se quedу sin aliento. Pasу la mano sobre el residuo negro y aceitoso, despuйs se lo llevу a la nariz. Inhalу, frunciу el ceсo, despuйs se sentу sobre los talones como si experimentara una repentina debilidad. Levantу la vista para buscar la mirada de Miles-. Ah…
   — La confesiуn es un consuelo para el alma. Y para el cuerpo tambiйn — dijo Ivan en tono amenazador.
   Miles respirу hondo.
   — Una vez mбs, Yenaro. Quй le dijeron?
   Yenaro tragу saliva.
   — Se… se suponнa que el lнquido liberaba un йster que simularнa los efectos del alcohol. Ustedes los barrayareses son famosos por esa perversiуn. ЎNada que no se hagan a ustedes mismos!
   — Y asн, Ivan y yo nos tambalearнamos pъblicamente toda la tarde medio borrachos…
   — Algo asн.
   — Y usted? Ingiriу el antнdoto antes de que apareciйramos?
   — No… era inocuo… se suponнa que era inocuo. Ya habнa previsto retirarme a descansar hasta que pasara… Pensй que tal vez… que tal vez serнa una sensaciуn interesante.
   — Pervertido — murmurу Ivan.
   Yenaro lo mirу, furioso.
   — Cuando me quemй esa primera noche… Esa disculpa escrita a mano… no era completa mente fingida, me equivoco? — dijo Miles lentamente-. Usted no esperaba que las cosas fueran tan lejos.
   Yenaro palideciу.
   — Esperaba… pensй que tal vez los marilacanos habнa hecho algo raro con la energнa. Se suponнa que debнa producir un shock, nada grave…
   — Eso le dijeron…
   — Sн — susurrу Yenaro.
   — Pero el zlati fue idea suya, no es cierto?
   — Lo sabнa usted?
   — No soy imbйcil, Yenaro.
   Algunos de los ghem que pasaban dirigieron una mirada sorprendida y curiosa al grupo de tres hombres arrodillados en el suelo, pero por suerte pasaron sin hacer comentarios. Miles hizo un gesto hacia el banco mбs prуximo en la curva de un lugar reservado para la exposiciуn.
   — Tengo algo que decirle, lord Yenaro, y creo que serб mejor que se siente. — Ivan llevу a Yenaro y lo empujу con firmeza para que se sentara. Despuйs de un momento de pensarlo un poco, volcу el resto del lнquido en una maceta cercana antes de ponerse de pie entre Yenaro y la salida del espacio vacнo-. No se trata de una serie de bromas graciosas contra los enviados estъpidos de un enemigo despreciable: no son cosa de risa. Lo estбn usando como instrumento en un complot de traiciуn contra el Emperador de Cetaganda. Lo van a usar, descartar y silenciar. Ya lo han hecho antes. Su ъltimo compaсero en el juego fue Ba Lura. Y supongo que ya sabe usted lo que le pasу.
   Los pбlidos labios de Yenaro se abrieron un poco, pero no fue capaz de articular ni una palabra. Luego se humedeciу la boca y volviу a intentarlo.
   — No puede ser. Serнa demasiado burdo. Habrнa sido mediante una guerra provocada entre su clan y los de… y observadores inocentes…
   — No. Habrнa sido con una guerra provocada entre esos clanes y el suyo lord Yenaro. A usted lo designaron como baja en esta lucha. Como asesino, sн, pero no sуlo eso: tambiйn como un asesino tan incompetente que cae vнctima de su propia bomba. Alguien que sigue los pasos de su abuelo… Y quiйn iba a quedar con vida para negarlo? La confusiуn no sуlo se extiende en la capital, sino tambiйn entre su Imperio y Barrayar; mientras tanto, la satrapнa de la persona que urdiу todo el plan aprovecha para declararse independiente. No, no es tosco en absoluto. Es elegante.
   — Lo de Ba Lura fue un suicidio. Me lo dijeron.
   — No. Asesinato. Seguridad Imperial Cetagandana estб investigando el caso… Y lo va a resolver… Lo va a resolver, pero lamentablemente, no creo que logren completar el rompecabezas a tiempo.
   — Ba Lura no cometiу traiciуn, eso es imposible… Los genes de los ha…
   — A menos que creyera que actuaba con lealtad en una situaciуn deliberadamente ambigua. Todavнa tienen mucho de humano, pueden equivocarse.
   No. — Yenaro levantу la vista hacia los dos barrayareses-. Tiene que creerme. Personalmente, no me importarнa que ustedes dos se cayeran por un acantilado. Pero nunca me empujarнa a mн mismo.
   — Eso… eso supuse — asintiу Miles-. Pero por curiosidad, quй iba a sacar usted de este trato, ademбs de una semana divertida ridiculizando a un par de bбrbaros? O fue por amor al arte?
   — Me prometiу un puesto. — Yenaro bajу la mirada-. Usted no entiende lo que es vivir sin un puesto en la capital. Sin puesto no hay posiciуn. No hay estatus. No se es… nadie. Yo ya estaba cansado de no ser nadie.
   — Quй Puesto?
   — Experto Imperial en Perfumerнa. — Los ojos negros de Yenaro brillaron levemente-. Sй que no resulta muy impresionante, pero me habrнa permitido la entrada al Jardнn Celestial, tal vez incluso a la presencia imperial. Habrнa trabajado… entre los mejores del imperio. Los grandes. Y sй que habrнa sido un excelente perfumista.
   A Miles no le costaba mucho entender la ambiciуn aunque adquiriera formas extraсas.
   — Entiendo.
   Los labios de Yenaro se torcieron en una sonrisa de gratitud. Miles mirу su reloj.
   — Dios, quй tarde es. Ivan… puedes ocuparte tъ de esto?
   — Creo que sн.
   Miles se levantу.
   — Que tenga un buen dнa, lord Yenaro. Mejor que el que estaba destinado a tener. Tal vez esta tarde haya usado toda la suerte que me correspondнa en un aсo, pero desйeme un poco mбs. Tengo una cita con el prнncipe Slyke.
   — Buena suerte — dijo Yenaro, con voz dubitativa.
   Miles se detuvo.
   — Usted estaba hablando del prнncipe Slyke, no es cierto?
   — ЎNo! ЎYo hablaba del hautgobernador Ilsum Kety!
   Miles se mordiу los labios y dejу escapar un siseo agudo entre los dientes. Bueno, no sй si me han jodido o me han salvado. Cuбl de las dos cosas?
   — Fue Kety quien le tendiу la trampa… con todo esto?
   — Sн…
   Se las habrнa ingeniado Kety para enviar a su amigo y primo, el gobernador Slyke, a ver los objetos imperiales al Criadero Estrella? Otro movimiento de distracciуn? Desde luego. O no. Y bien mirado, no era posible que Slyke hubiera manipulado a Kety para que Kety manipulara a Yenaro? No podнa descartarlo. Otra vez en la casilla de salida. Mierda, mierda, mierda.
   Mientras Miles dudaba y analizaba los datos, apareciу el oficial de protocolo por la curva del sendero. Su paso apurado se hizo mбs lento en cuanto descubriу a Miles e Ivan. Una mirada de alivio le cruzу el rostro. Para cuando llegу junto a ellos, proyectaba otra vez el aire de un turista, pero estudiу a Yenaro con una mirada tan penetrante como un cuchillo.
   — Hola, milores. — El gesto abarcу a los tres.
   — Hola, seсor — saludу Miles-. Ha mantenido usted una conversaciуn interesante?
   — Extraordinaria.
   — Ah… No creo que le hayan presentado formalmente a lord Yenaro, seсor. Lord Yenaro, le presento al oficial de protocolo de mi embajada, lord Vorreedi.
   Los dos hombres intercambiaron gestos de reconocimiento mбs ceremoniosos. La mano de Yenaro pasу al pecho en una especie de alusiуn rбpida a una reverencia, pero no se levantу.
   — ЎQuй coincidencia, lord Yenaro! — siguiу diciendo Vorreedi-. Precisamente estбbamos hablando de usted.
   — Ah, sн? — preguntу Yenaro, preocupado.
   — Ah… — Vorreedi se mordiу el labio, pensativo, despuйs pareciу llegar a algъn tipo de conclusiуn-. No sй si se da cuenta de que en este momento se encuentra usted en medio de una especie de vendetta, lord Yenaro.
   — Yo… Ўno! Quй le hace pensar eso?
   — Mmm. En general, los asuntos personales de los ghemlores no son de mi incumbencia, me intereso sуlo por los asuntos oficiales. Pero la… suerte… ha puesto en mi camino la oportunidad de hacer una buena acciуn, lord Yenaro, y no pienso desaprovecharla. Al menos por esta vez. Acabo de charlar con un… ah… caballero que, segъn me informу, habнa venido aquн para asegurarse de que usted… y ahora cito textualmente son propias palabras… de que usted no saliera del Salуn del jardнn de la Luna con vida. Fue un poco vago en cuanto al mйtodo que pensaba usar para llevar a cabo esta misiуn. Lo que me pareciу mбs raro es su identidad: el personaje en cuestiуn no es un ghem, sino que se gana la vida con su arte, un especialista. No sabнa quiйn le habнa pagado esta vez: esa informaciуn quedу muy lejos, bajo varias capas de intermediarios… Tiene usted alguna idea de quiйn podrнa estar interesado en pagar sus servicios?
   Yenaro escuchу impresionado, con los labios tensos, pensativo. Miles se preguntу si el hombre estaba sacando las mismas conclusiones que йl. Supuso que sн. El hautgobernador, quien quiera que fuese, habнa enviado refuerzos. Querнa asegurarse de que nada fallara. De que Yenaro no sobreviviera a su propia bomba y pudiera acusarlo, por ejemplo.
   — Yo… bueno… tengo una idea, sн.
   — Podrнa usted compartirla?
   Yenaro lo mirу, dubitativo.
   — No en este momento.
   — Como quiera. — Vorreedi se encogiу de hombros-. Dejamos al… caballero sentado en un lugar tranquilo. El efecto de la pentarrбpida desaparecerб en cuestiуn de diez minutos. Tiene usted ese tiempo para hacer… lo que considere conveniente.
   — Gracias, lord Vorreedi — dijo Yenaro con calma. Levantу la ropa negra que lo rodeaba y se puso de pie. Estaba pбlido pero mantenнa una serenidad admirable: no temblaba—. Ahora debo dejarles.
   — Seguramente йsa es una buena idea — asintiу Vorreedi.
   — Estaremos en contacto, eh? — dijo Miles.
   Yenaro bajу la cabeza en un gesto formal, breve.
   — Sн. Usted y yo todavнa tenemos un asunto pendiente. — Se alejу mirando a derecha e izquierda.