Lois McMaster Bujold
 
Cetaganda (на испанском)
 
(Barrayar (es) — 6)

 

Contraportada

   Gracias a la ingenierнa genйtica, el imperio de Cetaganda estб regido por dos clases hegemуnicas: los imperiales haut y los militares ghem, que recuerdan en cierta forma a los samurais y shoguns del Japуn clбsico. Como representantes diplomбticos del imperio de Barrayar, Miles y su primo Ivбn han de asistir al funeral de la recientemente fallecida emperatriz del imperio de Cetaganda.
   En un entorno social ajeno y extraсo, Miles se involucra (digamos que involuntariamente…) en la polнtica interna de Cetaganda. Deberб actuar con la inteligencia de un experto detective y con la paranoica habilidad de un consumado espнa para resolver un misterioso asesinato y, en definitiva, anular un complot que amenaza la continuidad de todo el programa genйtico de Cetaganda y cuyas consecuencias tambiйn pueden perjudicar a Barrayar.
   Cuatro premios Hugo, un Nebula y dos Locus en el bagaje que ha obtenido ya, en sуlo seis aсos, la serie de aventuras protagonizada por Miles Vorkosigan. Los tres premios Hugo de novela larga obtenidos por Lois McMaster Bujold con esta serie se acercan al rйcord de Heinlein (cuatro Hugo de novela), y superan ya los dos Hugo de novela conseguidos en toda una vida por autores consolidados como Asimov, Clarke, Le Guin, Zelazny o Leiber. Lois McMaster Bujold es ya, sin ninguna duda, la mбs popular autora de ciencia ficciуn de este fin de siglo. Y las aventuras de Miles Vorkosigan una diversiуn segura e indiscutible.
   «Bujold tiene la genialidad de mezclar la especulaciуn tecnolуgica, las convenciones de la ciencia ficciуn clбsica de tema militar y la antropologнa cultural con nuevas ramificaciones que enlazan los gйneros en unas narraciones con tramas maravillosamente urdidas.”
 
   Mary K. Chelton en VOYA

Presentaciуn

   Bueno, pues sн. Es un verdadero problema escribir la presentaciуn del sexto libro que publicamos de la serie de aventuras de Miles Vorkosigan. Temo que casi todo haya quedado dicho en anteriores presentaciones y no quisiera repetirme. Bueno, no quisiera repetirme demasiado…
   En cualquier caso, si por uno de esos azares de la vida йsta es la primera novela protagonizada por Miles Vorkosigan que cae en sus manos, dйjeme advertirle: Ўcuidado! ЎEs un material peligroso, altamente adictivo! Pнenselo dos veces antes de empezar. El que avisa no es traidor…
   Porque lo sorprendente es que, tras haber literalmente devorado 9 (Ўnueve!) libros de la serie protagonizada por Miles, me descubro impaciente esperando la llegada del que va a completar la decena. Si no me fallan los datos, se va a llamar MEMORYy va a aparecer en Estados Unidos en octubre de 1996. Y yo escribo este simulacro de presentaciуn en el mes de Julio, tres o cuatro meses antes de poder satisfacer mi impaciencia… Y con todo un agosto por delante… ЎQuй dura es la vida… !
   Bromas aparte, la verdad es que Lois McMaster Bujold todavнa me sorprende. Intentarй explicar por quй:
   Un lector de ciencia ficciуn tan encallecido como yo ha generado fбcilmente una mбs que lуgica prevenciуn ante el enйsimo libro de una serie (recuerden, por ejemplo, el cuarto de la serie de DUNE…No harй mбs comentarios).
   Ante un nuevo libro protagonizado por Miles Vorkosigan pienso indefectiblemente: «Bueno, ya vale. Йste no serб como los otros. Lois no puede ser siempre tan interesante o tan divertida.» Pero, hasta hoy, Lois lo ha conseguido siempre. Y me cuelgo una vez mбs de las pбginas de la novela, hasta que se acerca esa pбgina tan terrible que es la ъltima del libro, йsa donde se anuncia que la diversiуn se ha terminado por esta vez y que he de esperar unos cuantos meses mбs hasta que aparezca un nuevo libro. Nuevo libro del que pienso indefectiblemente que no podrб ser tan bueno o tan divertido como el resto de la serie y, otra vez mбs, Lois consigue sorprenderme y logra que vuelva a colgarme de sus pбginas.
    CETAGANDA (1996)es el sйptimo libro de Lois McMaster Bujold que aparece en nuestra colecciуn. Con los tres anteriores, EL JUEGO DE LOS VOR, BARRAYAR y DANZA DE ESPEJOS,la autora obtuvo tres premios Hugo de novela. Es algo que sуlo Heinlein ha superado en toda la historia de la ciencia ficciуn. Y Lois McMaster Bujold es Joven, tiene por delante muchos aсos de йxitos…
   Pero CETAGANDA,por lo menos, no ha ganado un Hugo. Lo cual no deja de ser lуgico cuando uno sabe que el libro se ha publicado en inglйs en enero de 1996 y,por tanto, sуlo puede entrar en liza en el Hugo de 1997que se conocerб hacia septiembre de ese aсo. Y yo escribo esta presentaciуn en Julio de 1996,muchos meses antes, cuando CETAGANDAno ha ganado un Hugo ni tan siquiera ha podido quedar finalista. Pero todo se andarб…
   O tal vez no, porque, de manera un tanto extraсa, Bujold y su editorial han previsto sacar un nuevo libro de la serie de Miles Vorkosigan en octubre de 1996.Por eso, para el Hugo de 1997Bujold podrб competir consigo misma, lo cual es algo, cuanto menos, original.
   Ya en la presentaciуn de EL APRENDIZ DE GUERRERO (1989, NOVA ciencia ficciуn nъmero 33), una novela que me divirtiу y sorprendiу gratamente, expuse las razones que a mi juicio convierten la saga de Vorkosigan en un йxito seguro e inevitable: «Grandes dosis de inteligencia, mucha ironнa y, sobre todo, una gran habilidad narrativa al servicio de un personaje llamado a convertirse en un clбsico en la historia de la ciencia ficciуn.»
   Al margen de las tramas que Bujold imagina y del dinamismo con que narra las aventuras en que se ven involucrados sus protagonistas, hay algo especial en Miles Vorkosigan, algo que atrae inevitablemente. Tal vez sea esa presunta involuntariedad para meterse en todo tipo de lнos, lнos de los que su inteligencia (sin olvidar su paranoia, todo hay que decirlo) consigue sacarle con resultados siempre sorprendentes.
   La ironнa reside, ya de partida, en el hecho de que el protagonista de una saga de aventuras militares en la ciencia ficciуn sea un enano teratogйnico, fнsicamente frбgil y de extrema debilidad. Pero quiйn dijo que un buen militar deba ser fuerte fнsicamente? A los lectores de ciencia ficciуn nos gusta pensar que lo que distingue al ser humano de los animales es, precisamente, esa capacidad de pensar que etiquetamos como inteligencia. Hablando de fuerza fнsica todos sabemos que un caballo, por ejemplo, tiene mбs fuerza que nosotros. Nosotros tenemos la inteligencia y por eso son los caballos los que tiran de los carros que conducen los humanos, y no al revйs.
   Las narraciones de la mayor parte de esos libros de Lois McMaster Bujold estбn ambientadas en un mismo universo coherente, en el que se dan cita tanto los cuadrumanos de EN CAНDA LIBRE(premiada con el Nebula en 1988 y finalista del Hugo de 1989), como los planetas y los sistemas estelares que presencian las aventuras de Miles Vorkosigan, su hйroe mбs caracterнstico. En el APЙNDICEde este volumen se incluye un esquema argumental del conjunto de los libros de ciencia ficciуn de Bujold aparecidos hasta hoy, ordenados segъn la cronologнa interna de la serie. De hecho, el orden real de su publicaciуn en inglйs ha sido el siguiente:
   Shards of Honor (junio de1986)
   The Warrior's Apprentice (agosto de1986)
   EL APRENDIZ DE GUERRERO, NOVA ciencia ficciуn nъmero 33
   Ethan ofAthos (diciembre de1986)
    Falling Free(abril de 1988)— premio Nebula 1988.
   EN CAНDA LIBRE, NOVA ciencia ficciуn nъmero24
   Brothers in Arms (enero de1989)
    Borders of Infinity(octubre de 1989) — premiosNebula 1989y Hugo 1990por «Las montaсas de la aflicciуn» y premio Analog 1989por «Laberinto», ambas novelas cortas incluidas en el libro.
   FRONTERAS DEL INFINITO, NOVA ciencia ficciуn nъmero44
    The Vor Game(septiembre de 1990)—premio Hugo 1991
   EL JUEGO DE LOS VOR, NOVA ciencia ficciуn nъmero57; Barrayar (octubre de1991) — premios Hugo y Locus1992
   BARRAYAR, NOVA ciencia ficciуn nъmero60; Mirror Dance (marzo de1994) — premios Hugo y Locus1995
   DANZA DE ESPEJOS, NOVA ciencia ficciуn nъmero78; Cetaganda (enero de1996)
   CETAGANDA, NOVA ciencia ficciуn nъmero89
   Como ya indicaba en otra de estas presentaciones, Lois McMaster Bujold con sus tres novelas de 1986,tanteу al principio diversos personajes posibles: los padres de Miles en SHARDS OF HONOR,el mismo Miles en EL APRENDIZ DE GUERRERO y lacomandante Elli Quinn en ETHAN OF ATHOS.El impresionante йxito popular de EL APRENDIZ DE GUERREROsumado al gran atractivo de un personaje como Miles Vorkosigan, han llevado a que sea йste quien se haya convertido en el protagonista central y en el personaje emblemбtico de una de las mejores y mбs amenas series de la moderna space opera,un subgйnero esencial en la ciencia ficciуn. No obstante, Bujold ha continuado narrando, por ejemplo, las aventuras de los padres de Miles en BARRAYAR (1991),obteniendo de nuevo el reconocimiento y el favor del pъblico lector.
   Para algunos comentaristas, como Faren Miller de Locus, CETAGANDAes una obra menor dentro de la serie. Es un juicio posible si se compara esta novela con algunas de las mбs recientes de la serie, por ejemplo BARRAYAR o DANZA DE ESPEJOS,y sobre todo si se mantiene un criterio de «trascendencia» que no comparto. Es cierto que CETAGANDAcarece de la riqueza de un personaje como Mark, el clon de Miles y eje de DANZA DE ESPEJOS.Pero nadie puede negar que CETAGANDAmantiene la riqueza de una narraciуn de aventuras y una trama casi policial ambientada en una sociedad extraсa y un tanto incomprensible al igual que ocurrнa, por ejemplo, en BARRAYAR.
   Dйjenme reivindicar, de pasada, el aspecto lъdico de leer una buena novela policнaca con una ambientaciуn social y tecnolуgica tнpica de la ciencia ficciуn. Porque eso es lo que se encuentra en CETAGANDA,a la que un editor mбs atrevido hubiera titulado, por ejemplo «Ocho sбtrapas»recordando agresivamente a esos «Diez negritos»de Agatha Christie.
   Gracias a la ingenierнa genйtica, el imperio de Cetaganda estб regido por dos clases hegemуnicas: los imperiales haut y losmilitares ghem,que recuerdan en cierta forma a los samurais y shoguns del Japуn clбsico. Йse es el entorno social, extraсo y poco conocido de los protagonistas, donde transcurre la acciуn. Una acciуn que tiene mucho de intriga policial y de novela de espнas.
   Miles y su primo Ivбn, como representantes diplomбticos del imperio de Barrayar, han de asistir al funeral de la recientemente fallecida emperatriz del imperio de Cetaganda. En un entorno social ajeno y extraсo, Miles se involucra (digamos que involuntariamente…) en la polнtica interna de Cetaganda. Deberб actuar con la inteligencia de un experto detective y con la paranoica habilidad de un consumado espнa para resolver un misterioso asesinato y, en definitiva, anular un complot que amenaza la continuidad de todo el programa genйtico de Cetaganda y cuyas consecuencias tambiйn pueden perjudicar a Barrayar.
   En realidad, cual nuevo Sherlock Holmes de la galaxia, Miles acaba asumiendo la misiуn (que nadie le ha encomendado, por cierto…) de desentraсar un enigma que pone en peligro a todo un imperio. Casi nada.
   Si es la primera vez que se acercan a las aventuras de los Vorkosigan, les darй, para terminar, la mбs calurosa bienvenida al maravilloso mundo del «bajito» Miles. Si son ustedes lectores asiduos de la serie, reconocerбn conmigo que Lois McMaster Bujold lo ha logrado otra vez. Pasen y diviйrtanse de nuevo.
 
    Cetaganda
 
   A Jim y Toni

1

   — Cуmo era? «La diplomacia es el arte de la guerra llevado a cabo por otros hombres» — preguntу Ivбn— o al revйs? «La guerra es la diplomacia…»?
   — «Toda diplomacia es una continuaciуn del arte de la guerra por otros medios» — recitу Miles-. Chou En Lai, siglo XX. Tierra.
   — Ey, quй eres? Un diccionario de citas ambulante?
   — Yo no, pero el comodoro Tung sн. Colecciona Dichos de Antiguos Sabios Chinos y me obliga a memorizarlos.
   — Y el viejo Chou, era diplomбtico… o soldado?
   El teniente Miles Vorkosigan meditу la respuesta.
   — Supongo que fue diplomбtico.
   Los cinturones de seguridad de Miles lo sujetaron: se estaban encendiendo los cohetes. El vehivaina personal donde viajaban йl e Ivбn, uno frente al otro en solitario esplendor, se inclinу hacia un costado. Los dos asientos ocupaban los lados del corto fuselaje. Miles estirу el cuello para echar un vistazo por encima de los hombros del piloto: querнa ver el planeta que giraba mбs abajo.
   Eta Ceta IV, corazуn y mundo madre del floreciente imperio cetagandano. Miles estaba seguro de que ocho planetas desarrollados y el mismo nъmero de dependencias aliadas y gobiernos tнtere podнan ser definidos como un imperio extenso segъn los parбmetros de cualquier observador. Claro que eso no significaba que los ghemlores cetagandanos no quisieran expandirse un poco mбs, a expensas de sus vecinos, a ser posible.
   Pero a pesar de la gran extensiуn del paнs, las naves militares cetagandanas sуlo podнan pasar de una en una en los saltos de agujero de gusano. Como todo el mundo.
   El problema era que algunos tenнan naves enormes,mierda.
   La irisada lнnea nocturna se deslizaba a lo largo del borde del planeta mientras el vehivaina personal seguнa recorriendo las уrbitas que lo llevaban de la nave correo imperial de Barrayar, que acababan de dejar, a la estaciуn de transferencia cetagandana que los esperaba mбs abajo. La noche tenнa un brillo impresionante. Los continentes estaban baсados con una lluvia de motas luminosas, como iluminados por las hadas. Miles tenнa la impresiуn de que era posible leer bajo el brillo de aquella civilizaciуn, como bajo la luz de una luna llena. Barrayar, el planeta madre que compartнa con Ivбn, se le antojaba de pronto como una vasta tela absolutamente negra, con sуlo algunas chispas de ciudades aquн y allб. El bordado de alta tecnologнa de Eta Ceta era claramente… barroco. Sн, una esfera con demasiada ropa encima, como una mujer recargada de joyas. De mal gusto, pensу Miles, tratando de convencerse a sн mismo. No soy un patбn provinciano. No me dejarй impresionar. Soy lord Vorkosigan, noble y oficial.
   Claro que el teniente lord Ivбn Vorpatril tambiйn lo era, pero eso no llenaba de confianza a Miles. Mirу a su primo, que tambiйn estiraba el cuello, los ojos бvidos, los labios entreabiertos, bebiendo la imagen de su destino, allб abajo. Por lo menos, Ivбn tenнa el aspecto de un oficial diplomбtico: alto, de cabello negro, atildado, una sonrisa fбcil siempre marcada en su atractivo rostro. El uniforme verde de fajina le sentaba de maravilla. La mente de Miles se deslizу, con la insidiosa facilidad de las malas costumbres, a una comparaciуn llena de envidia.
   Miles tenнa que hacerse los uniformes a medida, y en lo posible trataba de disimular los graves defectos de nacimiento que tantos aсos de tratamientos mйdicos habнan intentado corregir. En realidad, deberнa dar gracias de que los meds hubieran conseguido tanto con tan poco. Despuйs de toda una vida de enfermerнas, medнa un metro cuarenta, era jorobado y de huesos frбgiles, pero todo eso era mejor que tener que esperar a que otra persona lo arrastrara de un lado a otro sobre un carrito de cuatro ruedas. Claro, claro…
   Sн, ahora podнa estar de pie, caminar, correr si era necesario, con los hierros en las piernas y todo. Seguridad Imperial de Barrayar no le habнa contratado por su belleza, gracias a Dios, sino por su inteligencia. Sin embargo, se le ocurriу la morbosa idea de que lo habнan mandado a ese circo para que la imagen de Ivбn destacara en comparaciуn con la suya. SegImp no le habнa dado ninguna misiуn interesante en Cetaganda a menos que el cortante «Ўy no te metas en lнos!» de Illyan, jefe de Seguridad, pudiera considerarse un encargo secreto.
   Por otra parte, tal vez habнan mandado a Ivбn sуlo como figurнn, para que Miles pareciera en comparaciуn mбs inteligente. Esta idea lo confortу.
   Ahн estaba la estaciуn de transferencia orbital, justo a tiempo. Ni siquiera el personal diplomбtico bajaba directamente a la atmуsfera de Eta Ceta. Hubiera significado una trasgresiуn de la etiqueta, y seguramente merecerнa una advertencia administrada con fuego de plasma. Sн, Miles tenнa que admitir que la mayorнa de los mundos civilizados tenнa reglas similares, aunque fuera sуlo para impedir contaminaciones biolуgicas.
   — Me pregunto si la muerte de la emperatriz viuda se debiу a causas naturales… — dijo Miles, por decir algo. Despuйs de todo, no podнa esperar que Ivбn tuviera una respuesta para eso-. Fue tan repentina…
   Ivбn se encogiу de hombros.
   — Era una generaciуn mayor que el Gran Tнo Piotr y eso que йl era viejo de solemnidad. Me ponнa muy nervioso cuando era chico. Lo que dices es una atractiva teorнa paranoica, pero no lo creo.
   — Lamento decir que Illyan estб de acuerdo contigo, o no nos habrнa dejado venir a nosotros.Hubiera sido mucho menos aburrido si el muerto fuera el emperador, en lugar de una ancianita balbuceante.
   — Pero entonces no estarнamos aquн — seсalу Ivбn con una lуgica aplastante-. Estarнamos de guardia en un puesto defensivo mientras las facciones de los candidatos discutнan el problema de la sucesiуn en una gran pelea. Esto es mucho mejor. Viajes, vino, mujeres, canciones…
   — Es un funeral deestado, Ivбn.
   — La esperanza es lo ъltimo que se pierde, no es cierto?
   — De todos modos, se supone que debemos limitarnos a observar. Observar e informar. Quй y por quй, no lo sй. Illyan me lo dejу muy claro: espera informes por escrito.
   Ivбn gruсу.
   — Cуmo pasй las vacaciones, por el pequeсo Ivбn Vorpatril, veintidуs aсos. Es como volver a la escuela.
   Miles cumplirнa veintidуs aсos unos meses despuйs que Ivбn. Si esa soporнfera misiуn terminaba a tiempo, Miles volverнa a casa para la fiesta. Serнa un buen cambio. Una idea agradable. Le brillaron los ojos en la oscuridad.
   — Pero podrнa ser divertido, adornar algunos hechos para Illyan. Por quй redactan todos los informes oficiales en ese estilo seco y aburrido? — se quejу Miles.
   — Porque los generan cerebros secos y aburridos. Mi primo, el escritor frustrado… No te dejes llevar por el entusiasmo. Illyan no tiene sentido del humor: eso lo descalificarнa para el trabajo.
   — No estoy tan seguro… — Miles mirу adelante mientras el vehivaina seguнa el vuelo que le habнan asignado como una aguja que borda un dibujo. La estaciуn de transferencia flotу a un costado, vasta como una montaсa, compleja como un diagrama de circuitos-. Hubiera sido interesante conocer a la vieja cuando estaba viva. Esa mujer fue testigo de gran parte de la historia, un siglo y medio de historia. Aunque fuera desde el бngulo un poco extraсo del serrallo de los hautlores.
   — No habrнan dejado que se le acercaran unos bбrbaros de baja estofa como nosotros…
   — Mmm. Supongo que no. — El vehivaina se detuvo un instante, y una enorme nave cetagandana marcada con la insignia de uno de los gobiernos de los planetas exteriores pasу por su lado como un fantasma y los adelantу mientras hacнa maniobras con ese cuerpo monstruoso que atracarнa con un cuidado exquisito-. Se supone que todos los gobernadores de las satrapнas de los hautlores (y sus comitivas, claro) se reunirбn aquн para el sepelio. Apuesto a que Seguridad Imperial cetagandana se estб divirtiendo mucho.
   — Es que si viene un gobernador, supongo que el resto tiene que venir por narices. Para vigilarse mutuamente. — Ivбn enarcу las cejas-. Debe de ser todo un espectбculo. La ceremonia como expresiуn artнstica. Mierda, hasta sonarse la nariz es un arte para los cetagandanos. Seguramente lo hacen para poder burlarse de los demбs cuando se equivocan. La superioridad elevada a la enйsima potencia.
   — Eso es lo ъnico que me convence de que los hautlores todavнa son humanos: a pesar las manipulaciones genйticas, quiero decir.
   Ivбn hizo una mueca.
   — Para mн, un mutante voluntarlo sigue siendo un mutante. — Desde su altura mirу la silueta sъbitamente tensa de su primo, carraspeу y tratу de encontrar algo interesante que ver fuera de la nave.
   — Eres tan diplomбtico, Ivбn… — dijo Miles a travйs de una sonrisa tensa-. Trata de no desatar una guerra con tu… bocaza, eh? — Una guerraCivil o de cualquier otro tipo.
   Ivбn se encogiу de hombros para desembarazarse del mal momento. El piloto del vehivaina, un sargento tec de Barrayar enfundado en uniforme de fajina negro, deslizу su pequeсa nave hacia el receptбculo de embarque con exactitud y facilidad. La imagen del exterior se redujo a una penumbra vacнa. Parpadeos de luces de control que les dieron la bienvenida con alegrнa; servofrenos que chillaron cuando los portales de tubo flexible se pusieron paralelos a la nave y se conectaron. Miles soltу los cinturones de seguridad un segundo despuйs que Ivбn: una forma de fingir indiferencia o savoir faire oalgo. Ningъn cetagandano iba a descubrirlo con la nariz apretada a la ventanilla como un perrito impaciente. Йl era un Vorkosigan. Pero el corazуn le latнa desbocado.
   El embajador barrayarйs lo estarнa esperando. Se llevarнa a sus dos huйspedes de alto rango y les indicarнa cуmo seguir adelante. Por lo menos, eso era lo que Miles esperaba y repasу mentalmente los saludos militares y civiles adecuados y el mensaje de su padre, memorizado con tanto cuidado hacнa unos dнas.
   El cierre dio una vuelta y a la derecha del asiento de Ivбn se abriу la compuerta del costado del casco.
   Un hombre se precipitу al interior, se detuvo bruscamente frente a la gran llave de la compuerta y los mirу con los ojos muy abiertos, jadeando ansiosamente. Movнa los labios pero Miles no estaba seguro de si lo que oнa era una maldiciуn, una plegaria o un intento de alguna otra cosa.
   El hombre era viejo pero no frбgil, de hombros anchos y por lo menos tan alto como Ivбn. Usaba lo que Miles clasificу provisionalmente como el uniforme de los empleados de la estaciуn, gris metбlico y malva. Un cabello fino y blanco le flotaba sobre la cabeza, pero el rostro estaba totalmente desprovisto de vello: no tenнa barba, ni cejas, ni siquiera pestaсas. De pronto, puso la mano en el bolsillo izquierdo, sobre el corazуn.
   — ЎArma! — gritу Miles para advertir a los demбs. El piloto del vehivaina dio un salto, pero aъn se estaba desabrochando los cinturones de seguridad. Miles no estaba fнsicamente equipado para atacar, pero los reflejos de Ivбn eran como una mбquina bien engrasada gracias al entrenamiento y al combate real. Lord Vorpatril ya estaba en movimiento: rotaba sobre su propio punto de contacto con una mano sujeta a un asidero, para interceptar al intruso.
   El combate cuerpo a cuerpo es siempre increнblemente incуmodo y torpe en caнda libre, en parte porque hay que aferrarse con fuerza al oponente. Los dos hombres terminaron en una lucha directa. El intruso no se aferraba al chaleco, sino al bolsillo derecho del pantalуn de Ivбn, pero йste consiguiу arrebatarle el brillante destructor nervioso de un solo golpe.
   El destructor se alejу flotando hacia el otro lado de la cabina, convertido en amenaza para todos los que se encontraban a bordo.
   A Miles siempre lo habнan aterrorizado los destructores nerviosos, pero nunca como proyectiles. Tuvo que dar dos saltos retorcidos para poder atraparlo en el aire sin que se disparara accidentalmente ni lastimara a Ivбn. El arma era pequeсa, pero estaba cargada y era mortal.
   Mientras tanto, Ivбn habнa pasado detrбs del viejo y trataba de aferrarlo por los brazos. Miles aprovechу el momento para hacer un intento de apoderarse de la segunda arma. Abriу el chaleco malva y buscу el bulto dentro del bolsillo interno. Se le cerraron los dedos sobre un cilindro corto que identificу como una picana.
   El hombre gritу y se sacudiу violentamente. Muy asustado y no del todo seguro de lo que habнa hecho, Miles se alejу de la pareja de luchadores con un empujуn y se escondiу con prudencia detrбs del piloto. El alarido mortal del hombre le hizo pensar que tal vez le habнa sacado al viejo la fuente de energнa del corazуn artificial o algo asн, pero su enemigo seguнa peleando, asн que no podнa ser tan fatal como parecнa.
   El intruso se zafу de la presa de Ivбn y retrocediу hacia la compuerta. De pronto, se produjo una de esas extraсas pausas que se dan a veces en combate cerrado y todos trataron de recuperar el aliento y controlar el flujo de adrenalina al riego sanguнneo. El viejo mirу el puсo de Miles, cerrado sobre el cilindro, y su expresiуn cambiу de miedo a… acaso esa mueca era un gesto de triunfo? Claro que no, imposible… Inspiraciуn y locura, entonces?
   Solo contra muchos ahora que el piloto se habнa unido a la refriega, el intruso retrocediу, se tambaleу hacia el tubo flexible y se dejу caer en el compartimiento de embarque que habнa detrбs. Miles corriу torpemente para seguir a Ivбn, que habнa empezado la persecuciуn, y llegу justo a tiempo para ver cуmo el intruso, de pie en el campo de gravedad artificial de la estaciуn, levantaba la bota y golpeaba a su primo en el pecho. El joven retrocediу hacia el portal. Para cuando Miles e Ivбn lograron desengancharse uno de otro y el ladeo de Ivбn dejу de ser alarmante, el viejo ya habнa desaparecido. Los pasos se oнan cada vez mбs lejanos en el compartimiento. Quй salida habнa…? El piloto del vehivaina, despuйs de asegurarse de que sus pasajeros estaban temporalmente a salvo, se apresurу a contestar la alarma de su comu.
   Ivбn se levantу, se sacudiу y mirу a su alrededor. Miles lo imitу. Estaban en un compartimiento de carga, pequeсo, sucio, mal iluminado.
   — Si йse era el inspector de aduanas, estamos en un buen lнo — dijo Ivбn.
   — Me pareciу que iba a dispararnos — dijo Miles.
   — Pero gritaste antes de ver el arma.
   — No fue por el arma. Fueron los ojos. Tenнa la mirada de quien estб a punto de hacer algo que lo asusta muchнsimo. Y sн que sacу el arma.
   — Despuйs de que le saltamos encima, Miles. Quiйn sabe lo que iba a hacer?
   Miles girу sobre sus talones y examinу el entorno con mбs atenciуn. No habнa ni un ser humano a la vista, ni un cetagandano, ni un barrayarйs, absolutamente nadie.
   — Algo anda muy mal aquн. Alguien estб en el lugar equivocado, йl o nosotros. Este compartimiento sucio no puede ser el puerto del vehivaina. Quiero decir, dуnde estб el embajador de Barrayar? Y la guardia de honor?
   — Y la alfombra roja y las bailarinas? — suspirу Ivбn-. Pero si ese hombre hubiera querido asesinarte o secuestrar el vehivaina, deberнa haber entrado con el destructor nervioso en la mano.
   — No era un inspector de aduanas. Mira los monitores — seсalу Miles. Dos transmisores de vнdeo, colocados estratйgicamente en las paredes cercanas, colgaban del revйs en el aire, arrancados de cuajo-. Los anulу antes de abordar. No entiendo. Los de Seguridad de la estaciуn deberнan haber caнdo como moscas… Y si lo que andaban buscando era el vehнculo, y no a nosotros? Quй te parece?
   — Te querнan a ti, Miles. Nadie me perseguirнa a mн…
   — Ese hombre parecнa mбs asustado que nosotros. — Miles reprimiу un suspiro y deseу que el corazуn le latiera un poco mбs lento.
   — Habla por ti mismo — aclarу Ivбn-. A mн me asustу mucho, te lo aseguro.
   — Estбs bien? — preguntу Miles, un poco tarde-. Quiero decir, tienes algъn hueso roto o algo asн?
   — Estoy bien… y tъ?
   — Yo estoy bien.
   Ivбn echу una mirada a Miles, quien tenнa el destructor nervioso en la mano derecha y el cilindro en la izquierda. Arrugу la nariz.
   — Cуmo has terminado con todas las armas en la mano?
   — No… no sй… realmente… — Miles deslizу el pequeсo destructor nervioso en el bolsillo del pantalуn y sostuvo el cilindro misterioso bajo la luz-. Al principio creн que era una especie de picana, pero no. Es algo electrуnico, pero no reconozco el diseсo.
   — Una granada — sugiriу Ivбn-. Una bomba de tiempo. Pueden darle el aspecto que quieran, ya sabes…
   — No lo creo.
   — Seсores. — El piloto del vehivaina sacу la cabeza a travйs de la compuerta-. El control de vuelo de la estaciуn nos prohнbe que atraquemos aquн. Nos dicen que esperemos fuera. Quieren que salgamos inmediatamente.
   — Ya sabнa yo que no podнa ser el lugar correcto — dijo Ivбn.
   — Pero son las coordenadas que me dieron, seсor — objetу el piloto, un poco molesto.
   — No es culpa suya, sargento, estoy seguro — lo calmу Miles.
   — Las уrdenes de control de vuelo han sido tajantes. — La cara del sargento estaba tensa-. Por favor, seсores…
   Obedientes, Miles e Ivбn subieron otra vez al vehivaina. Miles volviу a ajustarse los cinturones con un gesto automбtico mientras en su cabeza se desataba un torbellino de suposiciones, tratando de encontrar una explicaciуn para esa extraсa bienvenida en Cetaganda.
   — Creo que deliberadamente desalojaron esta secciуn de la estaciуn — decidiу en voz alta-. Te apuesto dуlares betaneses a que la Seguridad cetagandana estб haciendo una bъsqueda cuidadosa de ese sujeto. Un fugitivo, por el amor de Dios. — Ladrуn, asesino, espнa? Las posibilidades eran tentadoras.
   — De todos modos, estaba disfrazado — dijo Ivбn.
   — Cуmo lo sabes?
   Ivбn se sacudiу unos pelos finos y blancos de la manga.
   — Esto no es pelo de verdad.
   — En serio? — Miles estaba encantado. Examinу el mechуn que le tendнa Ivбn desde el otro lado del pasillo. Un lado estaba pegoteado de adhesivo-. Ajб…
   El piloto recibiу las nuevas coordenadas; el vehivaina flotaba ahora en el espacio a unos cien metros de la fila de compartimentos de embarque. No habнa otros vehivainas visibles.
   — Informo de este incidente a las autoridades, seсores? — El sargento estirу la mano hacia los controles del comu.
   — Espere — dijo Miles.
   — Seсor? — El piloto lo mirу por encima del hombro con expresiуn dubitativa-. Creo que deberнamos…
   — Espere a que nos pregunten. Despuйs de todo, no es cosa nuestra cubrir los errores de la Seguridad cetagandana, no le parece? Que se preocupen ellos. El asunto no nos concierne.
   El piloto esbozу una breve mueca y la suprimiу enseguida, pero habнa sido suficiente: Miles supo que lo habнa convencido.
   — Sн, seсor — dijo el hombre, tomбndolo como una orden y por lo tanto, como responsabilidad de lord Miles. No tenнa nada que decir, йl no era mбs que un simple sargento tec -. Lo que usted diga, seсor.
   — Miles — musitу Ivбn-, quй estбs haciendo, Dios mнo?
   — Observando— dijo Miles, severo-. Quiero ver la eficacia de Seguridad de esta estaciуn cetagandana. Creo que Illyan querrнa que hiciйramos eso, no te parece? Ah, no te preocupes… ya verбs cуmo vienen a interrogarnos y a llevarse todo esto, pero asн al menos conseguirй algo de informaciуn. Tranquilo, Ivбn.
   Ivбn se acomodу en el asiento, y su aire de preocupaciуn se fue disipando a medida que transcurrнan los minutos sin otra interrupciуn que el aburrimiento del viaje en el pequeсo vehivaina. Miles examinу sus tesoros. El destructor nervioso era civil, cetagandano, de gran calidad. El hecho de que no fuera militar era raro: los cetagandanos no alentaban la posesiуn de armas personales letales entre la poblaciуn civil. Pero ese aparato no tenнa insignias especiales que lo identificaran como el juguete de algъn ghemlord. Era simple y funcional, con el tamaсo perfecto para llevarlo escondido.
   El cilindro corto era todavнa mбs raro. Incrustado en su carcasa transparente habнa una pieza brillante para parecнa simplemente decorativa; Miles estaba seguro de que un examen microscуpico le revelarнa una gran densidad de circuitos. Uno de los extremos del aparato era simple, el otro estaba cubierto con un sello.
   — Seguro que esto sirve para insertarlo en alguna parte — le dijo a Ivбn, dando vueltas el cilindro a la luz.
   — Tal vez es un consolador — se burlу Ivбn.
   Miles soltу un resoplido.
   — Con los ghemlores…, quiйn puede estar seguro? Pero no, no lo creo.
   El sello de la tapa tenнa la forma de un pбjaro con garras, de aspecto peligroso. En el centro de la figura brillaban lнneas metбlicas, conexiones de circuitos. En algъn lugar, alguien tenнa la pareja, una forma de ave con el pico abierto en un grito, un esquema lleno de cуdigos que liberarнa la tapa para descubrir… quй? Otro esquema de cуdigos? Una llave para una llave… Era algo extraordinariamente elegante. Miles sonriу, fascinado.
   Ivбn lo observу, inquieto.
   — Vas a devolverlo, verdad?
   — Claro que sн, si me lo piden.
   — Y si no te lo piden?
   — Si no me lo piden, pienso quedбrmelo como recuerdo. Es demasiado bonito para tirarlo. Tal vez me lo lleve a casa, se lo regale a Illyan para que sus enanos de laboratorio de decodificaciуn jueguen con йl como ejercicio. Un jueguecito que les llevarб un aсo por lo menos. No es cosa de aficionados, hasta yo me doy cuenta.
   Antes de que Ivбn pudiera poner en palabras sus objeciones, Miles se abriу la guerrera y deslizу el aparato dentro del bolsillo que tenнa junto al pecho. Ojos que no ven, corazуn que no siente.
   — Pero… te gustarнa quedarte con йste? — preguntу y entregу a Ivбn el destructor nervioso.
   Ivбn querнa quedбrselo, eso era evidente. Aplacado por la divisiуn del botнn, cуmplice del crimen ahora, Ivбn hizo desaparecer el arma en su guerrera. Esa presencia secreta y siniestra junto a su pecho, calculaba Miles, servirнa para mantener a su primo amable y preocupado en el siguiente encuentro con las autoridades.
   Por fin, control de trбnsito de la estaciуn los enviу hacia otro muelle. Atracaron en un compartimiento para vehivainas situado a dos puestos del que les habнan asignado antes. Esta vez, la puerta se abriу sin incidentes. Ivбn dudу un instante y saliу por el tubo flexible. Miles lo siguiу.
   Seis hombres los esperaban en una cбmara gris casi idйntica a la primera, aunque mбs limpia y mejor iluminada. Miles reconociу inmediatamente al embajador barrayarйs. Lord Vorob'yev era un hombre sуlido, macizo, de unos sesenta aсos estбndar, ojos atentos, sonriente y contenido. Usaba un uniforme de la Casa Vorob'yev, color burdeos con galones negros, bastante formal para la ocasiуn, en opiniуn de Miles. Estaba flanqueado por cuatro guardias en uniforme de fajina verde de Barrayar. Dos oficiales de la estaciуn cetagandana, en uniformes malva y gris de estilo similar pero mбs complejo que el del intruso, esperaban de pie un poco apartados de los barrayareses.
   Sуlo dos hombres de la estaciуn? Dуnde estaba la policнa civil, los de inteligencia militar cetagandana o por lo menos agentes secretos de alguna de las facciones ghem? Dуnde estaban las preguntas que Miles habнa previsto y los encargados de hacerlas?
   De pronto, se descubriу saludando al embajador Vorob'yev como si nada hubiera pasado, tal como habнa ensayado en un principio. Vorob'yev pertenecнa a la generaciуn del padre de Miles y en realidad habнa sido su emisario cuando el conde Vorkosigan todavнa era Regente. Hacнa ya seis aсos que Vorob'yev tenнa ese conflictivo puesto, desde el momento en que habнa abandonado la carrera militar para dedicarse al servicio Imperial como civil. Miles resistiу un deseo de saludarlo militarmente. Transformу ese deseo en una grave inclinaciуn de cabeza.
   — Buenas tardes, lord Vorob'yev. Mi padre le manda sus saludos personales y estos mensajes.
   Entregу el disco diplomбtico sellado, acto que uno de los oficiales cetagandanos anotу en su informe.
   — Seis bultos en el equipaje? — inquiriу el cetagandano con un gesto de cabeza.
   El piloto del vehivaina terminу de apilarlos sobre la plataforma flotante, hizo la venia a Miles y volviу a su nave.
   — Sн, eso es todo — dijo Ivбn. Ivбn parecнa nervioso y alerta, intensamente consciente del objeto que llevaba en el bolsillo, pero al parecer el oficial cetagandano no sabнa interpretar la expresiуn de su primo tan bien como Miles.
   El cetagandano hizo un gesto, el embajador mirу a los guardias y asintiу. Dos de ellos se separaron del resto para acompaсar al equipaje en su viaje a travйs de la inspecciуn de la estaciуn. El cetagandano volviу a sellar el puerto y se llevу la plataforma flotante.
   Ivбn la mirу ir con ansiedad.
   — Nos lo devolverбn todo?
   — Tardarбn un tiempo. Siempre se producen algunos retrasos, aunque las cosas vayan segъn las reglas — dijo Vorob'yev con tranquilidad-. Han tenido buen viaje, caballeros?
   — Totalmente normal — dijo Miles antes de que Ivбn pudiera abrir la boca-. Hasta que llegamos aquн. Es normal que los visitantes de Barrayar entren por este puerto de embarque, o nos asignaron a este lugar por alguna otra razуn? — Mientras hablaba, no perdнa de vista al otro oficial cetagandano para ver cуmo reaccionaba.
   Vorob'yev sonriу con amargura.
   — Hacernos entrar por la puerta de servicio es una forma de jugar con nosotros, de reafirmar el estatus de Cetaganda. Tiene usted razуn, es un insulto premeditado para distraernos. Yo dejй de distraerme hace aсos y le recomiendo que usted haga lo mismo.
   El cetagandano no reaccionу. Vorob'yev lo trataba con menos respeto que a un mueble, consideraciуn que el cetagandano retribuнa actuando como un mueble. Parecнa un ritual.
   — Gracias, seсor. Acepto su consejo. Ah… usted tambiйn se retrasу? Nosotros sн. Nos dieron permiso para atracar una vez y despuйs nos hicieron repetir la maniobra.
   — La circulaciуn estб particularmente conflictiva en el dнa de hoy. Considйrense afortunados, seсores. Por aquн, por favor.
   Ivбn mirу a Miles con desesperaciуn mientras Vorob'yev se daba la vuelta y Miles meneу la cabeza, un gesto breve. Espera…
   Guiados por el oficial de la estaciуn cetagandana, que avanzaba al frente con rostro inexpresivo, y flanqueados por los guardias de la embajada, los dos jуvenes acompaсaron a Vorob'yev hacia arriba. Cruzaron varios niveles. El transbordador planetario de la embajada de Barrayar estaba esperбndolos en un verdadero compartimiento de embarque de pasajeros. Tenнa una sala de espera VIP como Dios manda con sistema de gravedad en el tubo flexible para que nadie tuviera que flotar durante el embarque. La escolta cetagandana se quedу allн. Una vez a bordo, el embajador pareciу un poco mбs relajado. Acompaсу a Miles e Ivбn hasta unos asientos lujosamente tapizados alrededor de una mesa de comuconsola. Hizo un gesto con la cabeza y un guardia les ofreciу bebidas mientras esperaban el permiso de salida y el equipaje. Siguiendo los consejos de Vorob'yev aceptaron un vino barrayarйs de una cosecha particularmente suave. Miles apenas si tomу un sorbo — querнa tener la cabeza despejada-; Ivбn y el embajador hablaron sobre el viaje y sobre amistades comunes. Al parecer, Vorob'yev conocнa personalmente a la madre de Ivбn. Miles ignorу la silenciosa invitaciуn de Ivбn a sumarse a la charla y tal vez contarle a lord Vorob'yev la aventurita con el intruso… eh?
   Por quй no estaban con ellos las autoridades cetagandanas? Por quй no los interrogaban? Miles repasaba explicaciones y argumentos con la mente aturdida.
    Fue una trampa y yo acabo de morder el anzuelo, y estбn dejando que el guiуn siga adelante.Considerando lo que sabнa de los cetagandanos, Miles ponнa esa posibilidad como primera de la lista.
    O tal vez es cuestiуn de tiempo y van a llegar en cualquier momento… O mбs adelante.Primero tendrнan que capturar al fugitivo y hacer que soltara su versiуn del encuentro. Eso podнa requerir tiempo, sobre todo si el hombre… bueno… estaba inconsciente por el arresto o estaba bajo los efectos de una picana. Si es que era un fugitivo… Si es que las autoridades de la estaciуn lo estaban buscando en la zona de embarque… Si… Miles estudiу la copa de cristal que tenнa entre las manos, sorbiу un poco del lнquido rubн y sonriу a Ivбn con amabilidad.
   El equipaje y los guardias llegaron justo cuando terminaban las copas: Vorob'yev sabнa calcular el tiempo, pensу Miles. Cuando el embajador se levantу para supervisar la carga del equipaje y la partida, Ivбn se inclinу sobre la mesa para susurrarle a Miles con urgencia:
   — No piensas decнrselo?
   — Todavнa no.
   — Por quй?
   — Tanta prisa tienes por deshacerte de ese destructor nervioso? La embajada te lo quitarнa inmediatamente, igual que los cetagandanos, supongo.
   — A la mierda con eso. Quй estбs planeando?
   — No… no estoy seguro. Todavнa. — Las cosas no se desarrollaban como йl habнa esperado. Habнa esperado intercambios irritados con varias autoridades cetagandanas. Habнa esperado que las autoridades lo obligaran a devolver sus tesoros y poder cambiarlos por informaciуn, revelada consciente o inconscientemente. No era culpa suya que los cetagandanos no estuvieran haciendo bien el trabajo.
   — Por lo menos tenemos que informar de esto al asesor militar de la embajada.
   — Informar, sн. Pero no al asesor. Illyan me dijo que si tenнamos problemas, quiero decir el tipo de problemas de nuestrodepartamento, tenнa que dirigirme a lord Vorreedi. Tiene el puesto de oficial de protocolo, pero es un coronel SegImp y jefe de SegImp en Cetaganda.
   — Y los cetagandanos no se dan cuenta?
   — Claro que sн. Como nosotros sabemos quiйn es quiйn en la embajada de Cetaganda en Vorbarr Sultana. Es una ficciуn legal, parte de un juego de cortesнa… No te preocupes, yo me encargo de todo. — Miles suspirу para sн. Suponнa que lo primero que harнa el coronel serнa sacarlo del flujo de informaciуn. Y no se atrevнa a explicarse la razуn por la que sentнa que eso no estarнa bien.
   Ivбn se sentу otra vez, provisionalmente en silencio. Sуlo provisionalmente. Miles estaba seguro de eso.
   Vorob'yev tambiйn se acomodу en el asiento y ajustу el cinturуn de seguridad.
   — Eso es todo, seсores. Nadie ha tocado sus posesiones y nadie ha aсadido nada. Bienvenidos a Eta Ceta IV. No hay ceremonias oficiales que requieran su presencia hoy, pero si no estбn demasiado cansados esta noche la embajada marilacana ofrece una recepciуn informal para la comunidad extranjera y sus augustos visitantes. Les recomiendo que asistan.
   — Nos lo recomienda? — dijo Miles. Cuando una persona con una carrera tan larga y distinguida como la de Vorob'yev hacнa una recomendaciуn, habнa que tomarla en cuenta.
   — En las prуximas semanas, tratarбn con muchas de estas personas — dijo Vorob'yev-. La reuniуn puede ofrecerles una buena orientaciуn.
   — Y quй nos ponemos? — preguntу Ivбn. Cuatro de las seis maletas que venнan de la aduana eran suyas.
   — Uniforme de fajina verde, por favor — dijo Vorob'yev-. La ropa es un lenguaje cultural en todas partes, eso es cierto, pero que aquн constituye prбcticamente un cуdigo secreto. Resulta bastante difнcil moverse entre los ghemlores sin cometer un error. Entre los hautlores, es casi imposible no equivocarse. Los uniformes siempre son correctos, o por lo menos no definen a quien los lleva, ya que no implican un acto de elecciуn. Ya le pedн a mi oficial de protocolo que les hiciera una lista de los uniformes que deben usar en cada acto.