Miles estб bien. Es anуnimo, igual que nosotros. Somos muy pequeсos, estamos muy callados y nos encontramos a salvo. Cбllate chiquillo, no hagas ruido. Abrazу a Gregor con fuerza.
   — Mi hijito tambiйn estб en la capital, como tu mamб. Y tъ estбs conmigo. Nos cuidaremos el uno al otro. Ya verбs.
   Despuйs de cenar y al ver que todavнa no habнa seсales de Kly, Cordelia dijo:
   — Ensйсeme esa cueva, sargento.
   Kly tenнa una caja de velas frнas sobre la chimenea. Bothari encendiу una y condujo a Cordelia y al niсo hacia el bosque, por un estrecho sendero de piedra. El sargento tenнa un aspecto siniestro a la luz verdosa del tubo que brillaba entre sus manos.
   Cerca de la cueva, la zona mostraba rastros de haber sido despejada en el pasado, aunque las malezas ya comenzaban a cubrirla de nuevo. La entrada no quedaba oculta. La gran apertura negra tenнa el doble de altura que Bothari y era lo bastante ancha para permitir el paso de una aeronave. En el interior, el techo se elevaba y los muros se ensanchaban creando una cueva polvorienta. Allн dentro podнan acampar patrullas enteras, y en el pasado lo habнan hecho, a juzgar por los antiguos desperdicios. Unos nichos tallados en la piedra hacнan las veces de literas, y los muros estaban cubiertos de nombres, iniciales, fechas y comentarios obscenos.
   En el centro de la cueva habнa un hoyo para encender fuego, y encima de йl una apertura por donde alguna vez habнa salido el humo. Cordelia tuvo una visiуn fantasmal de una multitud de guerrilleros que comнan, bromeaban, escupнan hojas de mascar, limpiaban las armas y planeaban la siguiente incursiуn. Los espнas iban y venнan, fantasmas entre los fantasmas, para entregar su preciosa informaciуn a los generales jуvenes que extendнan los mapas sobre la roca plana que estaba allн… Cordelia sacudiу la cabeza para desalojar la visiуn y cogiу la luz para explorar los nichos. Habнa al menos cinco tъneles para salir de la caverna tres de los cuales mostraban rastros de haber sido muy transitados.
   — їKly le dijo dуnde desembocan estos tъneles, sargento?
   — No exactamente, seсora. Dijo que los pasajes recorrнan kilуmetros por debajo de las colinas. Iba con retraso y tenнa prisa por partir.
   — їLe explicу si el sistema es vertical u horizontal?
   — їCуmo?
   — їSe encuentra en un solo estrato o tiene caнdas abruptas? їHay muchos pasajes sin salida? їCuбl nos convendrнa tomar? їHay arroyos subterrбneos?
   — Creo que йl pensaba guiarnos, en caso de que tuviйsemos que escapar. Comenzу a explicarlo, pero luego dijo que era demasiado complicado.
   Cordelia frunciу el ceсo y contemplу las posibilidades. Durante su entrenamiento se habнa familiarizado bastante con las cavernas, o al menos lo suficiente para comprender lo que significaba el tйrmino «respeto por los riesgos». Respiraderos, precipicios, grietas, pasajes laberнnticos… y allн se sumaban las crecientes de los arroyos, cuestiуn que no causaba grandes problemas en Colonia Beta. La noche anterior habнa llovido. Los sensores no servнan de gran cosa para encontrar a una persona en una caverna. їY los sensores de quiйn? Si el sistema era tan extenso como habнa sugerido Kly, podнan necesitar a cientos de hombres… Su ceсo fruncido se transformу en una lenta sonrisa.
   — Sargento, acamparemos aquн esta noche.
   A Gregor le gustу la caverna, sobre todo cuando Cordelia le describiу la historia del lugar. El niсo anduvo por allн murmurando diбlogos militares para sн mismo, se encaramу a todos los nichos y tratу de indagar lo que significaban todas las palabrotas talladas en los muros. Bothari encendiу un pequeсo fuego en el foso y extendiу un saco de dormir para Gregor y Cordelia, disponiйndose a montar guardia toda la noche. Cordelia acomodу un segundo saco de dormir, enrollado junto con unas provisiones a la entrada de la cueva. Luego colocу la chaqueta negra con el nombre VORKOSIGAN, A. artнsticamente en un nicho, como si alguien la hubiera usado para sentarse y no enfriarse el trasero con la piedra, olvidбndola allн al partir. Por ъltimo Bothari trajo los caballos todavнa extenuados, les colocу las monturas y las bridas y los atу en la entrada.
   Cordelia emergiу del pasaje mбs ancho, donde habнa dejado caer una luz frнa a unos trescientos metros de distancia, sobre un despeсadero cruzado por una soga de diez metros. La cuerda era de fibras naturales y estaba reseca. Cordelia habнa decidido no probarla.
   — No lo entiendo, seсora. Con los caballos abandonados allб fuera, si alguien viene a buscarnos nos encontrarб de inmediato, y sabrб exactamente dуnde estamos.
   — Sin duda nos encontrarб — convino Cordelia -. Pero no sabrб dуnde estamos. Porque sin Kly, no tengo la menor intenciуn de llevar a Gregor por este laberinto. No obstante, la mejor forma de fingir que hemos estado aquн es estar aquн un buen rato.
   Los ojos de Bothari se iluminaron al comprender, y se volvieron hacia las cinco entradas de los tъneles.
   — ЎAh!
   — Eso significa que tambiйn debemos encontrar un verdadero escondite. En algъn lugar del bosque, desde donde podamos llegar al sendero por donde Kly nos trajo ayer. Es una pena no haberlo hecho a la luz del dнa.
   — Entiendo a quй se refiere, seсora. Irй a explorar.
   — Por favor, sargento.
   Bothari cogiу el saco con las provisiones y desapareciу en la oscuridad del bosque. Cordelia acomodу a Gregor en el saco de dormir y luego saliу de la cueva para sentarse sobre unas rocas y vigilar. Divisaba el valle gris que se extendнa bajo las copas de los бrboles y el techo de la cabana de Kly. Ahora no surgнa humo de su chimenea. Bajo la roca, ningъn sensor tйrmico lograrнa detectar el fuego de la caverna, aunque el olor se esparcнa por el aire frнo. Cordelia buscу luces mуviles en el cielo hasta que las estrellas se convirtieron en una mancha confusa frente a sus ojos.
   Bothari regresу despuйs de un buen rato.
   — Tengo el lugar. їNos vamos ya?
   — Aъn no. Todavнa es posible que aparezca Kly.
   — Entonces es su turno para dormir, seсora.
   — Oh, sн. — Cordelia todavнa sentнa una gran fatiga muscular. Dejando a Bothari sentado en el peсasco a la luz de las estrellas como una gбrgola guardiana, ella se acomodу junto a Gregor. Un rato despuйs, se quedу dormida.
   Cordelia despertу cuando la luz del amanecer derramу una bruma luminosa en el уvalo de la entrada. Bothari preparу tй caliente, y compartieron unos trozos de pan que habнan sobrado de la noche anterior, mordisqueando unos frutos secos.
   — Seguirй vigilando — dijo Bothari -. De todos modos no logro dormir tan bien sin la medicaciуn.
   — їMedicaciуn? — dijo Cordelia.
   — Sн, me dejй las pastillas en Vorkosigan Surleau. Ya comienzo a notar su falta. Las cosas parecen mбs nнtidas.
   De pronto a Cordelia le resultу difнcil tragar el pan que tenнa en la boca, pero lo empujу con un sorbo de tй. їSus drogas psicoactivas tendrнan un efecto verdaderamente terapйutico, o serнan sуlo polнticas?
   — Comunнqueme de inmediato si experimenta alguna clase de alteraciуn, sargento — dijo con cautela.
   — Hasta ahora no. Sуlo que cada vez me resulta mбs difнcil dormir. Las pastillas suprimen los sueсos. — Cogiу su taza de tй y regresу al puesto de guardia.
   Cordelia no limpiу el campamento. Acompaсу a Gregor hasta el arroyo mбs cercano donde ambos se lavaron como pudieron. Estaban adquiriendo un olor autйnticamente montaсйs. Luego regresaron a la caverna, donde Cordelia descansу un rato en el saco de dormir. Pronto deberнa insistir en relevar a Bothari.
   Vamos, Kly…
   La voz tensa de Bothari retumbу en la cueva.
   — Seсora. Majestad. Es hora de irnos.
   —їKly?
   — No.
   Cordelia se levantу, ahogу el fuego con la tierra que habнa preparado para ese propуsito, cogiу a Gregor de la mano y lo sacу de la caverna. El niсo parecнa muy asustado. Bothari estaba quitando las bridas de los caballos y liberaba sus riendas. Cordelia se asomу a un lado de la cueva y echу un vistazo sobre las copas de los бrboles. Una aeronave habнa aterrizado frente a la cabana de Kly. Dos soldados uniformados la rodeaban por la izquierda y la derecha. Un tercero desapareciу bajo el porche. A lo lejos se oyу una patada que abrнa la puerta de Kly. En esa aeronave sуlo habнa soldados, ningъn montaсйs como guнa ni como prisionero. Ni rastro de Kly.
   Echaron a correr hacia el bosque. Bothari iba adelante y llevaba a Gregor en la espalda. Rose se dispuso a seguirlos, y Cordelia se volviу para agitar los brazos susurrando con desesperaciуn:
   — ЎNo! ЎVete de aquн, animal estъpido! — La yegua vacilу, y luego dio media vuelta para permanecer junto a su compaсero cojo.
   Siguieron corriendo con pasos rнtmicos, sin pбnico. Bothari habнa escogido muy bien el camino, aprovechando el refugio de las rocas y los бrboles. Treparon, descendieron, volvieron a trepar, y justo cuando Cordelia pensaba que sus pulmones iban a estallar y que se descubrirнan ante sus perseguidores, Bothari se desvaneciу al otro lado de una escarpada pendiente de roca.
   — ЎPor aquн, seсora!
   Habнa encontrado una delgada grieta horizontal en las rocas, con medio metro de altura y tres metros de profundidad. Cordelia se introdujo en la cavidad y descubriу que la ъnica apertura del nicho era el lugar por donde habнa entrado, y que йste se encontraba parcialmente bloqueado por rocas desprendidas. Allн les aguardaban el saco de dormir y las provisiones.
   — No me extraсa que los cetagandaneses hayan tenido problemas aquн — jadeу Cordelia. — Para detectarlos, tendrнan que apuntarles directamente con un detector tйrmico a veinte metros de distancia sobre el barranco. El lugar estaba perforado por cientos de hendiduras similares.
   — Esto es lo mejor. — Bothari extrajo unos antiguos gemelos de campaсa que habнa encontrado en la cabana de Kly -. Podremos verlos.
   Los gemelos no eran mбs que unos binoculares con lentes mуviles, unos colectores luminosos puramente pasivos. Debнan de remontarse a la Era del Aislamiento. El aumento era bastante pobre segъn los estбndares modernos, ninguna lente uviol, ni emisiуn de rayos infrarrojos, ningъn pulso de telйmetro… ninguna cйlula de energнa que pudiese ser detectada. Tendida sobre el vientre, con el mentуn apoyado en el suelo, Cordelia alcanzaba a ver la entrada de la caverna mбs allб del barranco y de un saliente empinado.
   — Ahora debemos estar muy callados — dijo, y el pбlido rostro de Gregor se volviу prбcticamente fetal.
   Al fin los hombres vestidos de negro encontraron a los caballos, aunque parecieron tardar una eternidad. Entonces descubrieron la entrada de la caverna. Sus diminutas figuras gesticulaban con excitaciуn, entraban y salнan corriendo, y llamaron a la aeronave que aterrizу frente a la apertura aplastando las malezas. Cuatro hombres entraron; un rato despuйs, uno volviу a salir. Luego llegу otra aeronave y una nave mбs pesada, que descargу toda una patrulla. La boca de la montaсa los devorу a todos. Llegу otro vehнculo, y los hombres comenzaron a instalar luces, un generador de campo y sistemas de comunicaciуn.
   Cordelia acomodу el saco de dormir para Gregor, suministrбndole pequeсos bocados y sorbos de su botella de agua. Bothari se tendiу en el fondo del nicho con una manta plegada bajo la cabeza. Mientras el sargento dormitaba, Cordelia mantuvo estrecha vigilancia de todo lo que ocurrнa en la caverna. A media tarde, calculу que unos cuarenta hombres habнan entrado y no habнan vuelto a salir.
   Dos soldados fueron sacados en camillas flotantes, cargados en una nave mйdica y llevados de allн. Una aeronave sufriу un fallo en el aterrizaje, se derrumbу cuesta abajo y se estrellу contra un бrbol. Varios hombres se ocuparon de sacarla, enderezarla y repararla. Para el atardecer unos sesenta hombres habнan entrado en la caverna. Toda una compaснa que habнa salido de la capital, que no perseguнa a los refugiados, que no trataba de desentraсar los secretos del Hospital Militar… aunque no eran un nъmero suficiente para que se notase la diferencia, seguramente.
   Es un comienzo.
   Cordelia, Bothari y Gregor abandonaron el nicho al atardecer, evitaron el barranco y avanzaron por el bosque en silencio. Casi habнa oscurecido por completo cuando llegaron al lнmite de los бrboles y encontraron el sendero de Kly. Llegaron a la cima del cerro y se deslizaron por la cuesta que a Cordelia tanto le habнa costado escalar aferrada a los estribos de Rose, dos dнas atrбs. Cinco kilуmetros despuйs, en una regiуn de matorrales bajos, Bothari se detuvo repentinamente.
   — Shh, seсora. Escuche.
   Voces. Voces de hombres, bastante cercanas pero
   con un extraсo sonido hueco. Cordelia mirу en la oscuridad, pero ninguna luz se moviу. Se agazaparon junto al sendero, aguzando los sentidos.
   Bothari se deslizу, con la cabeza inclinada hacia un lado, siguiendo sus oнdos. Momentos despuйs, Cordelia y Gregor se acercaron con cautela. Encontraron al sargento arrodillado junto a un afloramiento estriado. Йl les hizo seсas para que se acercaran.
   — Es un respiradero — anunciу en un susurro -. Escuche.
   Las voces eran mucho mбs claras ahora, cadencias mordaces, sonidos guturales y furiosos acentuados por maldiciones en dos o tres idiomas.
   — Maldita sea, sй que fuimos a la izquierda en el tercer recodo.
   — Volvimos a cruzar el arroyo.
   — ЎNo era el mismo arroyo, sabakil
   — Merde. ЎPerdu!
   — ЎEs un idiota, teniente!
   — ЎNo sea insolente, cabo!
   — Esta luz frнa no durarб mucho mбs. Ya se estб apagando.
   — Pues entonces no la sacuda, imbйcil; asн se acabarб mбs rбpido.
   — ЎDйme esa…!
   Los dientes de Bothari brillaron en la oscuridad. Fue la primera sonrisa que Cordelia le veнa desde hacнa meses. En silencio, el sargento le hizo la venia. Luego se alejaron bajo el frнo de la noche Dendarii.
   Cuando estuvieron de regreso en el camino, Bothari suspirу profundamente.
   — Ojalб hubiese tenido una granada para arrojar por ese respiradero. Dentro de una semana sus cuadrillas de rescate todavнa se estarнan disparando entre sн.

13

   Cuatro horas mбs tarde, el inconfundible caballo tordo saliу de la oscuridad. Kly era una sombra sobre йl, pero su figura y su sombrero viejo eran claramente reconocibles.
   — ЎBothari! — exclamу Kly -. Estбn vivos. Gracias a Dios.
   La voz de Bothari fue seca.
   — їQuй le ocurriу, mayor?
   — Me encontraba en una cabaсa adonde habнa ido a entregar correspondencia, y estuve a punto de tropezar con una patrulla de Vordarian. Estбn recorriendo las colinas casa por casa. Interrogan con pentotal a todos los que encuentran. Deben traer toneles de esa droga.
   — Le esperбbamos anoche — dijo Cordelia, tratando de que su tono no sonara demasiado acusador.
   Kly asintiу con un gesto a modo de saludo, y su sombrero de fieltro se balanceу.
   — Y hubiese llegado, de no haber sido por esa maldita patrulla de Vordarian. No me atrevн a permitir que me interrogaran, por lo cual pasй todo el dнa y la noche esquivбndolos. Enviй al marido de mi sobrina para que los trajera, pero cuando йl llegу a mi casa esta maсana, los hombres de Vordarian ocupaban todo el lugar. Pensй que todo estaba perdido, aunque mis esperanzas renacieron cuando al caer la noche todavнa se encontraban allн. Si los hubieran encontrado, no habrнan seguido buscбndolos. Supuse que lo mejor serнa subir el trasero a la montura y salir a explorar un poco. No imaginй que tendrнa tanta suerte.
   Kly virу su caballo en el sendero. — Venga, sargento, suba al muchacho. — Yo puedo llevarlo. Creo que serб mejor que usted se ocupe de mi seсora. Estб a punto de caer rendida.
   Era demasiado cierto. Cordelia estaba tan agotada que marchу de buena gana hacia el caballo de Kly. Entre los dos hombres la ayudaron a subir, y Cordelia se sentу a horcajadas sobre la tibia grupa del animal. Se aferrу a la chaqueta del cartero y todos comenzaron a marchar. — їQuй les ocurriу a ustedes? — preguntу Kly a su vez.
   Cordelia dejу que Bothari respondiese, con sus oraciones breves aъn mбs resumidas por el peso del niсo que llevaba sobre la espalda. Cuando le mencionу a los hombres que habнan oнdo por el respiradero, Kly soltу una carcajada, pero en seguida se llevу una mano a la boca.
   — Pueden pasar semanas antes de que salgan de allн. ЎBuen trabajo, sargento!
   — Fue idea de la seсora Vorkosigan. — ЎVaya! — Kly se volviу para mirarla por encima del hombro.
   — Aral y Piotr parecen pensar que lo mejor es distraer al enemigo — le explicу Cordelia -. Por lo que sй, Vordarian cuenta con reservas limitadas.
   — Usted piensa como un soldado, seсora — dijo Kly con tono de aprobaciуn.
   Cordelia frunciу el ceсo desanimada. Vaya un cumplido. Lo ъltimo que deseaba era comenzar a pensar como un soldado, a jugar segъn las reglas militares. Aunque la forma irreal en que aquellos hombres veнan al mundo resultaba muy contagiosa, y ahora ella estaba inmersa en todo aquello. їCuбnto tiempo podrнa caminar sobre el agua?
   Kly los condujo durante otras dos horas de marcha nocturna, desviбndose por caminos desconocidos. Justo antes del alba llegaron a una choza, o una casa. Su construcciуn se parecнa a la de Kly, aunque era mбs grande ya que le habнan agregado varias habitaciones. Una pequeсa llama, como la luz de una vela casera, ardнa en una ventana.
   Una anciana saliу a la puerta y les hizo seсas para que entrasen. Llevaba puesto un camisуn y una chaqueta, y tenнa el cabello trenzado sobre la espalda. Otro anciano, aunque mбs joven que Kly, se llevу el caballo a un cobertizo. Kly se dispuso a ir con йl.
   — їNos encontramos a salvo aquн? — preguntу Cordelia adormecida. їDуnde estamos? Kly se encogiу de hombros.
   — Registraron la casa anteayer, antes de que enviara a mi sobrino polнtico. Lo revisaron todo de arriba abajo. La anciana emitiу un bufido al recordar ese desagradable momento.
   — Con las cavernas, todas las casas que aъn no han visitado y el lago, pasarб un tiempo antes de que vuelvan aquн. Todavнa estбn dragando el fondo del lago. Por lo que he oнdo, han traнdo toda clase de equipos. Es un sitio tan seguro como cualquiera. — Se marchу tras su caballo.
   O tan peligroso. Bothari ya se estaba quitando las botas. Debнan de dolerle mucho los pies. Los de ella estaban hechos un desastre, tenнa las zapatillas convertidas en harapos, y los trapos que habнa atado en los pies de Gregor estaban completamente rotos. Cordelia nunca se habнa sentido tan al lнmite de su resistencia, tan extenuada hasta los huesos, aunque habнa realizado caminatas mucho mбs largas que йsta. Era como si su embarazo truncado le hubiese drenado parte de su propia vida para pasбrsela a otro. Cordelia permitiу que la guiaran, que la alimentaran con pan, queso y leche, y que la acomodaran en una pequeсa habitaciуn en un catre estrecho junto al de Gregor. Esa noche creerнa que estaba a salvo, al igual que los niсos barrayareses creнan en Papб Escarcha durante la Feria Invernal… sуlo porque deseaba desesperadamente que fuese cierto.
   Al dнa siguiente un niсo harapiento de unos diez aсos apareciу de entre los bosques, montado a pelo sobre el alazбn de Kly.
   El anciano hizo que Cordelia, Gregor y Bothari se escondieran mientras despedнa al muchacho con unas monedas, y Sonia, la sobrina de Kly, le entregу unos pasteles para que se marchase mбs rбpido. Gregor espiу con anhelo tras una cortina mientras el niсo volvнa a desaparecer.
   — No me atrevн a ir yo mismo — le explicу Kly a Cordelia -. Vordarian tiene tres pelotones en el lugar. — Emitiу una risita -. Pero el niсo sуlo sabe que el viejo cartero estб enfermo y necesita su caballo de relevo.
   — No habrбn interrogado a ese niсo con pentotal, їverdad?
   — ЎOh, sн!
   — ЎCуmo se han atrevido!
   Los labios manchados de Kly se apretaron con simpatнa ante su indignaciуn.
   — Si Vordarian no logra atrapar a Gregor, su golpe estб predestinado al fracaso. Y йl lo sabe. Llegado a este punto, no hay mucho que no se atreva a hacer. — Se detuvo -. Dйse por contenta de que el pentotal haya reemplazado a la tortura.
   El sobrino polнtico de Kly lo ayudу a ensillar eн alazбn y a acomodar las alforjas. El cartero se acomodу el sombrero y montу.
   — Si no cumplo mi recorrido, al general le resultarб casi imposible comunicarse conmigo — les explicу -. Debo irme. Ya es tarde. Volverй. Usted y el muchacho traten de permanecer dentro de la cabaсa, seсora. — Encaminу su caballo hacia el bosque. El animal se confundiу rбpidamente entre las malezas castaсo rojizas del lugar.
   A Cordelia le resultу demasiado fбcil seguir el ъltimo consejo de Kly. Pasу la mayor parte de los cuatro dнas siguientes en el catre. El monуtono silencio de las horas transcurrнa en medio de una bruma, como una recaнda de la inmensa fatiga que habнa experimentado despuйs de la transferencia placentaria y sus complicaciones casi mortales. Conversar no le proporcionaba ninguna distracciуn. La gente de las montaсas era casi tan lacуnica como Bothari. Sonia la observaba con curiosidad, pero nunca le preguntaba nada, excepto si tenнa hambre. Cordelia ni siquiera sabнa su apellido.
   Darse un baсo. Despuйs del primero, Cordelia no volviу a pedirlo. La pareja de ancianos trabajу toda la tarde para acarrear y calentar el agua suficiente para ella y Gregor. Sus comidas simples requerнan casi el mismo esfuerzo. Allн no habнa mecanismos automбticos. Tecnologнa, la mejor amiga de cualquier mujer. A menos que la tecnologнa se apareciese bajo la forma de un disruptor nervioso, empuсado por un soldado que andaba tras uno, persiguiйndolo como si se tratase de un animal.
   Cordelia contу los dнas que habнan pasado desde el golpe, desde que se desatara el infierno. їQuй estaba ocurriendo en el mundo exterior? їQuй respuestas habrнa de las fuerzas espaciales, de las embajadas planetarias, de la conquistada Komarr? їKomarr aprovecharнa el caos para iniciar una revuelta, o Vordarian tambiйn los habrнa tomado por sorpresa?
   Aral, їquй estбs haciendo en este momento?
   Aunque no formulaba preguntas, de vez en cuando Sonia regresaba de un paseo y traнa algunas noticias locales. Las tropas de Vordarian, acuarteladas en la residencia de Piotr, estaban a punto de abandonar la bъsqueda en el fondo del lago. Hassadar estaba cerrada, pero los refugiados lograban escapar; los hijos de un vecino, sacados de contrabando, habнan llegado para alojarse con unos parientes que vivнan cerca de allн. En Vorkosigan Surleau, casi todas las familias de los hombres de Piotr habнan logrado escapar, excepto la esposa de Vogti y su anciana madre, quienes habнan sido llevadas en un coche terrestre, nadie sabнa adonde.
   — Ah sн, y es muy extraсo — aсadiу Sonia -, pero tambiйn se llevaron a Karla Hysopi. Parece absurdo. Sуlo es la viuda de un sargento… їpara quй la querrбn?
   Cordelia se paralizу.
   — їTambiйn se llevaron a la pequeсa?
   — їPequeсa? Donnia no me hablу de ninguna niсa. їEs su nieta?
   Bothari se encontraba sentado junto a la ventana, afilando su cuchillo en la piedra de Sonia. Su mano se paralizу en el aire. Sus ojos se alzaron hacia los de Cordelia. Aparte de un movimiento en la mandнbula, su rostro no cambiу de expresiуn, pero la tensiуn repentina de su cuerpo hizo que Cordelia sintiera un nudo en el estуmago. Bothari volviу a bajar la vista hacia el cuchillo y lo acercу con mбs firmeza a la piedra, produciendo un sonido parecido al agua sobre las brasas.
   — Tal vez… cuando regrese Kly tenga alguna otra informaciуn — dijo Cordelia con voz temblorosa.
   — Es posible — asintiу Sonia sin mucha convicciуn.
   Al fin, tal como estaba previsto, en la noche del sйptimo dнa, Kly llegу al claro montado en su alazбn. Unos minutos despuйs, el Hombre de Armas Esterhazy llegу tras йl. Iba vestido como un montaсйs, y su
   montura era un zanquilargo de la zona, no uno de los grandes caballos lustrosos de Piotr. Ambos dieron cobijo a sus animales y entraron a la casa. Sonia tenнa preparada la habitual cena con la que, desde hacнa dieciocho aсos, esperaba a su tнo cada vez que йste finalizaba su ronda.
   Despuйs de la cena acomodaron las sillas junto al hogar, y tanto Kly como Esterhazy hablaron en voz baja para poner a Cordelia y a Bothari al tanto de lo ocurrido. Gregor se sentу a los pies de Cordelia.
   — Desde que Vordarian ha ampliado su bъsqueda por la zona — comenzу Esterhazy -, el conde y lord Vorkosigan han decidido que las montaсas siguen siendo el mejor lugar para esconder a Gregor. A medida que se extiende el radio de la bъsqueda, las fuerzas enemigas se dispersan mбs y mбs.
   — Por aquн, las fuerzas de Vordarian siguen registrando las cavernas — intervino Kly -. Todavнa tienen unos doscientos hombres allн. Pero en cuanto terminen de buscarse unos a otros, supongo que se marcharбn. Por lo que he oнdo ya no esperan encontrarlos allн adentro, seсora. — Kly se volviу hacia Gregor -. Majestad. Maсana Esterhazy os llevarб a un nuevo sitio, muy parecido a йste. Durante un tiempo tendrйis un nuevo nombre. Y Esterhazy fingirб que es vuestro papб. їCreйis que podrйis hacerlo?
   Gregor se aferrу a la mano de Cordelia.
   — їY la seсora Vorkosigan simularб ser mi mamб?
   — A ella la llevaremos con lord Vorkosigan, que estб en la base de lanzamiento Tanery. — Al ver la mirada alarmada del niсo, Kly aсadiу -: Hay un poni donde vais. Y cabras. Tal vez la seсora de la casa os enseсe a ordeсar las cabras.
   Gregor se mantuvo serio, pero no protestу. De todas formas, a la maсana siguiente, cuando lo sentaron tras Esterhazy sobre el caballo, parecнa a punto de llorar.
   — Cuнdelo, por favor — dij o Cordelia con ansiedad.
   Esterhazy la mirу con dureza.
   — Йl es mi emperador, seсora. Le he jurado lealtad.
   — Tambiйn es un niсo pequeсo. El emperador es… una ilusiуn que todos ustedes tienen en la cabeza. Cuide al emperador para Piotr, sн, pero tambiйn cuide a Gregor para mн, їde acuerdo?
   Esterhazy la mirу a los ojos. Su voz se suavizу.
   — Mi hijo tiene cuatro aсos, seсora.
   Bien, йl lo comprendнa. Cordelia tragу saliva, con alivio y pesar.
   — їHa… ha tenido alguna noticia de la capital? їDe su familia?
   — Aъn no — dijo Esterhazy con tristeza. — Me mantendrй alerta. Harй lo que pueda.
   — Gracias.
   — Йl la saludу con un movimiento de cabeza, no como un criado a su seсora, sino como un pariente a otro. No pareciу necesario agregar nada mбs.
   Bothari estaba dentro de la casa, empaquetando sus escasas provisiones. Cordelia se acercу a Kly, quien se preparaba para guiar su caballo tordo y conducir a Esterhazy.
   — Mayor, Sonia ha oнdo el rumor de que las tropas de Vordarian se habнan llevado a la seсora Hysopi. їSabe si tambiйn se llevaron a Elena… la niсa? Kly bajу la voz.
   — Segъn he sabido, ocurriу exactamente al revйs. Fueron a buscar a la pequeсa. Karla Hysopi se resistiу tanto que tambiйn se la llevaron, aunque no estaba en la lista.
   — їSabe adonde han ido? Йl sacudiу la cabeza.
   — A algъn lugar de Vorbarr Sultana. Los servicios de informaciуn de su esposo conocerбn el lugar exacto.
   — їYa se lo ha dicho al sargento?
   — Su hermano de armas lo hizo anoche.
   — Ah.
   Gregor se volviу para mirarla mientras se alejaban, hasta que al final se perdieron entre los бrboles.
   Durante tres dнas el sobrino de Kly los guiу por las montaсas. Bothari caminaba llevando las riendas de un pequeсo caballo montaсйs en el cual cabalgaba Cordelia, con una piel de oveja por montura. A la tercera tarde llegaron a una cabana donde los aguardaba un joven enjuto. Йl los condujo hasta un cobertizo que ocultaba, maravilla de maravillas, una aeronave desvencijada y situу a Cordelia en el asiento trasero con seis cбntaros de miel de arce. Sin decir una palabra, Bothari estrechу la mano al sobrino de Kly, quien montу sobre su pequeсo caballo y se perdiу en el bosque.
   Bajo la vigilante mirada de Bothari, el joven enjuto elevу el vehнculo. Rozando las copas de los бrboles, siguieron hondonadas y colinas hasta cruzar la cordillera nevada y descender al otro lado, fuera del Distrito Vorkosigan. Al atardecer llegaron al mercado de un pueble-cito. El joven aterrizу en una calle lateral. Cordelia y Bothari lo ayudaron a trasladar su mercancнa hasta una tienda de comestibles, donde cambiaron la miel por cafй, harina, jabуn y cйlulas de energнa.
   Al regresar a la aeronave descubrieron que un viejo camiуn habнa aparcado detrбs. El joven sуlo intercambiу un breve saludo con el conductor, quien bajу y abriу el compartimiento de carga para Bothari y Cordelia. En el interior habнa unos sacos de fibra llenos de coles. Aquello no resultaba muy cуmodo como almohada, aunque Bothari hizo lo posible para que Cordelia estuviera bien instalada mientras el camiуn se sacudнa sobre los accidentados caminos. El sargento permaneciу sentado a un costado, afilando su cuchillo en forma compulsiva con un trozo de cuero que Sonia le habнa obsequiado. Cuatro horas en aquella situaciуn y Cordelia estuvo a punto de comenzar a hablar con las coles.
   Al fin el camiуn se detuvo. La puerta se abriу y cuando Bothari y Cordelia descendieron, se encontraron con que estaban en el medio de la nada: un camino de grava en la oscuridad de la noche, en un territorio desconocido.
   — Los recogerбn en el mojуn del kilуmetro 96 — dijo el conductor del camiуn, seсalando una mancha blanca en la oscuridad que al parecer no era mбs que una roca pintada.
   — їCuбndo? — preguntу Cordelia con desesperaciуn. їY quiйnes los recogerнan?
   — No lo sй. — El hombre regresу a su camiуn y se alejу levantando una lluvia de grava, como si ya lo hubiesen estado persiguiendo.
   Cordelia se apoyу sobre la roca pintada mientras se preguntaba morbosamente quй bando saltarнa sobre ellos primero, y quй sistema utilizarнa para distinguirlos. El tiempo pasу, y ella comenzу a imaginar la posibilidad mбs deprimente aъn de que nadie acudiese a buscarlos.
   Pero al fin una aeronave apareciу en el cielo nocturno con los motores silenciados. El vehнculo aterrizу aplastando la grava. Bothari se agazapу junto a ella, sujetando inъtilmente su cuchillo, pero el hombre que bajaba con dificultad de la aeronave era el teniente Koudelka.
   — їSeсora? — preguntу con incertidumbre a los dos espantapбjaros humanos -.їSargento? — Cordelia lanzу una exclamaciуn de alegrнa al reconocer la cabeza rubia del piloto: Droushnakovi. Mi hogar no es un lugar, son personas…
   Con la mano de Bothari en su codo, ante un gesto ansioso de Koudelka, Cordelia se dejу caer con gusto en el mullido asiento trasero de la aeronave. Droushnakovi se volviу para mirar a Bothari con una expresiуn sombrнa, arrugу la nariz y preguntу:
   — їSe encuentra bien, seсora?
   — Mejor de lo que esperaba. Vamos.
   La cubierta se sellу y se elevaron en el aire. Las luces coloridas del panel iluminaban los rostros de Kou y de Drou. Un capullo tecnolуgico. Cordelia atisbo por encima del hombro de Drou para leer los instrumentos, y luego alzу la vista hacia la cubierta; sн, unas formas oscuras los acompaсaban: aeronaves militares de escolta. Bothari tambiйn las vio, y sus ojos brillaron con aprobaciуn. Su cuerpo pareciу relajarse un poco.
   — Me alegro de veros… — Cierta postura corporal, cierta actitud de reserva hizo que Cordelia decidiera no aсadir: «juntos otra vez»
   — Por lo que veo esa acusaciуn de sabotear la consola ya se ha aclarado, їno?
   — En cuanto tuvimos ocasiуn de interrogar con pentotal a ese cabo, seсora — respondiу Droushnakovi -. No tuvo el valor de suicidarse antes del interrogatorio.
   — їЙl fue el saboteador?
   — Sн — le respondiу Koudelka -. Pensaba escapar cuando las tropas de Vordarian nos capturaran. Al parecer Vordarian lo habнa comprado hacнa meses.
   — Eso explica nuestros problemas de seguridad, їverdad?
   — Йl pasу la informaciуn acerca de nuestro itinerario, el dнa del ataque con la granada sуnica. — Koudelka se frotу la nariz ante el recuerdo.
   — ЎAsн que fue Vordarian quien estaba detrбs de eso!
   — Sin duda. Pero al parecer el guardia no sabнa nada de la soltoxina. Lo interrogamos hasta el cansancio. No era un conspirador de alto nivel, sуlo una herramienta.
   A Cordelia se le ocurrieron varias ideas desagradables, pero preguntу:
   — їIllyan ya ha aparecido?
   — Aъn no. El almirante Vorkosigan cree que puede estar oculto en la capital, si no lo mataron en las primeras refriegas.
   — Hum. Bueno, os alegrarб saber que Gregor se encuentra bien…
   Koudelka alzу una mano para interrumpirla. — Discъlpeme, seсora. El almirante ordenу que ni usted ni el sargento revelen nada sobre Gregor, excepto a йl mismo o al conde Piotr.
   — Estб bien. Maldito pentotal. їCуmo estб Aral? — Se encuentra bien, seсora. Me ordenу que la pusiera al corriente de la situaciуn estratйgica…
   A la mierda con la situaciуn estratйgica, їquй hay de mi bebй? Aunque por desgracia, las dos cuestiones parecнan inextricablemente relacionadas.
   —… y que respondiese cualquier pregunta que usted pudiera tener. Muy bien.
   — їQuй noticias hay de nuestro hijo? Pi… Miles.
   — No hemos sabido nada malo, seсora.
   — їY eso quй significa?
   — Significa que no hemos sabido nada — le explicу Droushnakovi con tono sombrнo.
   Koudelka le dirigiу una mirada furiosa, pero ella le respondiу alzando un hombro.
   — El hecho de que no haya noticias puede ser una buena seсal, seсora — continuу Koudelka -. Aunque es cierto que Vordarian todavнa mantiene la capital bajo control.
   — Y por lo tanto, tambiйn el Hospital Militar, sн — dijo Cordelia.
   — Estб publicando los nombres de los rehenes relacionados con nuestra estructura de mando, pero su hijo todavнa no ha aparecido en las listas. El almirante piensa que Vordarian nunca imaginу lo de la rйplica como una posibilidad viable. No sabe lo que tiene.
   — Aъn — replicу Cordelia.
   — Aъn — le concediу Koudelka de mala gana.
   — Muy bien. Continъe.
   — La situaciуn general no es tan grave como temнamos al principio. Vordarian mantiene el control de Vorbarr Sultana, de su propio Distrito y sus bases militares, y ha puesto tropas en el Distrito Vorkosigan, pero sуlo cuenta con cinco condes que se han proclamado sus aliados. De los demбs condes, aproximadamente treinta han quedado atrapados en la capital, y no podemos saber a quiйn apoyan mientras Vordarian les apunte a la cabeza con un arma. Casi todos los veintitrйs Distritos restantes han reiterado sus juramentos de lealtad al regente. Aunque un par de ellos, con familiares en la capital o en posiciуn estratйgica como potenciales campos de batalla, estбn vacilando.
   — їY las fuerzas espaciales?
   — Estaba a punto de hablarle de ellas, seсora. Gran parte de los suministros son enviados desde las bases en el Distrito Vordarian. Por el momento, estбn a la espera de que se aclare el panorama en lugar de moverse para aclararlo ellos mismos. Pero se han negado a apoyar abiertamente a Vordarian. Es un equilibrio, y el primero que logre inclinarlo hacia su bando iniciarб una avalancha. El almirante Vorkosigan parece muy optimista. — A juzgar por el tono del teniente, Cordelia no estuvo muy segura de que йl compartiese ese optimismo -. Pero por supuesto, tiene que estarlo, para mantener alto el espнritu. Dice que Vordarian perdiу la guerra en el momento en que Negri escapу con Gregor, y que el resto son sуlo maniobras para minimizar las pйrdidas. Sin embargo, Vordarian tiene a la princesa Kareen.
   — Sin duda una de las pйrdidas que Aral estб ansioso por reducir. їElla se encuentra bien? їLos terroristas de Vordarian no le han hecho daсo?
   — Por lo que sabemos, no. Al parecer, estб bajo arresto domiciliario en sus propias habitaciones de la Residencia Imperial. Varios de los rehenes mбs importantes tambiйn se encuentran allн.
   — Ya veo.
   Cordelia se volviу en la penumbra para mirar a Bothari, quien permaneciу impasible. Supuso que entonces preguntarнa por Elena, pero no dijo nada. Ante la menciуn de Kareen, Droushnakovi permaneciу mirando fijamente la noche con expresiуn abatida.
   їKou y Drou habrнan arreglado sus diferencias? Parecнan muy distantes, civilizados y profesionales. Pero aunque hubiesen intercambiado unas disculpas superficiales, Cordelia percibiу que la herida no habнa cicatrizado. La adoraciуn secreta habнa desaparecido de los ojos azules que, de vez en cuando, abandonaban el panel de control para observar al hombre sentado a su lado. Las miradas de Drou eran sуlo cautelosas.
   Abajo se divisaron las luces de la ciudad no muy grande, y mбs allб, las configuraciones geomйtricas de una base de lanzamiento militar. Drou transmitiу varias claves de identificaciуn a medida que se acercaban. Descendieron en espiral sobre una plataforma iluminada para ellos, custodiada por guardias armados. Las naves que los sobrevolaban siguieron hacia sus propias plataformas de aterrizaje.
   En cuanto abandonaron la aeronave, los guardias les rodearon para escoltarlos hasta un tubo elevador. Descendieron, caminaron por una plataforma inclinada, y volvieron a descender en un elevador hermйtico. Sin duda, la base Tanery era un puesto de mando subterrбneo muy bien custodiado. Bienvenidos al bъnquer. Sin embargo, de pronto Cordelia se sintiу invadida por una nostalgia que le cerrу la garganta. Esos corredores бridos no podнan competir con la forma en que se decoraban los interiores de Colonia Beta, pero en ese momento podrнa haberse encontrado en alguna ciudad subterrбnea betanesa, tranquila y a salvo…
   Quiero volver a casa.
   Habнa tres oficiales con uniforme verde, hablando en un corredor. Uno de ellos era Aral. Йl la vio.
   — Gracias, caballeros, pueden retirarse — dijo interrumpiendo a alguien en la mitad de una frase, y entonces aсadiу -: Continuaremos esta conversaciуn mбs tarde. — Pero ellos permanecieron allн, mirбndolo confusos.
   Йl sуlo parecнa cansado. El corazуn de Cordelia ansiaba mirarlo, sin embargo…
   Por ti he llegado hasta, aquн. No al Barrayar de mis esperanzas, sino al Barrayar de mis miedos.
   Con una pequeсa exclamaciуn de alegrнa, Aral la estrechу con fuerza contra su cuerpo. Ella tambiйn lo abrazу.
   ЎQuй alivio! Desaparece, mundo. Pero cuando alzу la vista, el mundo todavнa la aguardaba, bajo la forma de siete testigos con agendas en la mano.
   Aral la apartу un poco y la mirу ansiosamente de arriba abajo.
   — Tienes mal aspecto, querida capitana.
   Al menos habнa sido lo bastante amable como para no decir «hueles fatal».
   — No tengo nada que no se solucione con un baсo.
   — No me referнa a eso. Antes que nada irбs a la enfermerнa. — Se volviу para mirar al sargento Bothari.
   — Seсor, debo presentarme ante el conde — dijo el sargento.
   — Papб no se encuentra aquн. Ha salido en una misiуn diplomбtica con algunos de sus viejos camaradas. Kou… ocъpese de que le asignen una habitaciуn a Bothari; proporciуnele comida, pases y ropas. Querrй su informe personal en cuanto me haya ocupado de Cordelia, sargento.
   — Sн, seсor. — Koudelka se llevу a Bothari.
   — Bothari estuvo sorprendente — le confiу Cordelia a Aral -. No… eso es injusto. Bothari estuvo como siempre y yo no tendrнa que haberme sorprendido en absoluto. No lo hubiйsemos logrado sin йl.
   Aral asintiу con un gesto y esbozу una sonrisa.
   — Supuse que sabrнa cuidarte.
   — Lo hizo, desde luego.
   Droushnakovi, ocupando su puesto junto a Cordelia en cuanto el sargento lo hubo abandonado, sacudiу la cabeza con desconfianza y los siguiу por el pasillo. Despuйs de unos momentos de vacilaciуn, el resto del cortejo tambiйn los siguiу.
   — їHas sabido algo de Illyan? — le preguntу Cordelia.
   — Aъn no. їKou te puso al corriente?
   — Me hizo un resumen, lo cual es suficiente por ahora. Supongo que entonces tampoco sabrбs nada de Padma y Alys Vorpatril, їverdad? Йl sacudiу la cabeza con pesar.
   — Pero ninguno de ellos se encuentra en la lista de las personas capturadas por Vordarian. Creo que se esconden en la ciudad. El bando de Vordarian no oculta la informaciуn. De haberse realizado mбs arrestos importantes lo sabrнamos. Йse es el problema con estas malditas refriegas civiles: todo el mundo tiene un hermano… Alguien lo llamу desde el otro extremo del pasillo.
   — ЎSeсor! ЎOh, seсor!
   — Sуlo Cordelia sintiу cуmo Aral se tensaba, ya que el brazo por donde lo sujetaba se contrajo.
   Un empleado de la jefatura acompaсaba a un hombre alto, con traje de faena negro e insignias de coronel en el cuello.
   — Allн estб, seсor. El coronel Gerould ha llegado de Marigrad.
   — Oh. Bien. Debo ver a este hombre ahora… — Aral mirу a su alrededor con prisa, y sus ojos se posaron sobre Droushnakovi -. Drou, por favor, acompaсa tъ a Cordelia a la enfermerнa. Que la examinen, que la… que le hagan todo lo necesario.
   El coronel no era ningъn oficial de despacho. En realidad, parecнa reciйn llegado del frente, dondequiera que estuviese «el frente» en esa guerra de lealtades. Su uniforme estaba sucio y ajado, como si hubiese dormido con йl, y el olor a humo que desprendнa eclipsaba el vaho montaсйs de Cordelia. Tenнa el rostro avejentado por la fatiga. Sin embargo, parecнa sуlo sombrнo, no derrotado.
   — En Marigrad ha estallado una guerra civil, almirante — informу sin mбs preбmbulos.
   Vorkosigan esbozу una mueca de disgusto.
   — Entonces, quiero pasarla por alto. Venga conmigo al salуn tбctico… їquй tiene en el brazo, coronel?
   Una franja de tela blanca y una mбs angosta en color pardo rodeaban la manga negra del oficial.
   — Es mi identificaciуn, seсor. Nos resultaba imposible distinguir a quiйn disparбbamos. Los hombres de Vordarian visten de rojo y amarillo, lo mбs parecido al rojo oscuro y dorado que pudieron conseguir, supongo. La franja simboliza el pardo y plateado de Vorkosigan, por supuesto.
   — Hum… Eso me temн. — Vorkosigan estaba extremadamente serio -. Quнtesela. Quйmela. Y transmita el mensaje al frente. Usted ya tiene un uniforme, coronel, un uniforme que le ha entregado el emperador. Si estбn combatiendo, es por йl. Deje que los traidores cambien sus uniformes.
   El coronel pareciу sorprendido por la vehemencia de Vorkosigan, pero despuйs de un momento comprendiу; se arrancу la franja del brazo y se la guardу en el bolsillo.
   — Sн, seсor.
   Aral soltу la mano de Cordelia con un esfuerzo evidente.
   — Nos veremos en nuestras habitaciones, cariсo. Mбs tarde.
   A ese ritmo, serнa varios dнas mбs tarde. Cordelia sacudiу la cabeza con impotencia, echу una ъltima mirada a su cuerpo robusto como si de algъn modo pudiese guardarlo en su mente, y siguiу a Droushnakovi por el laberinto subterrбneo de la base Tanery. Al menos, con Drou, Cordelia pudo alterar el itinerario de Vorkosigan y tornar un baсo primero. Luego descubriу que en las habitaciones de Aral le aguardaban varios trajes de su talla, que delataban el buen gusto que Drou habнa adquirido en el palacio.