Cordelia lo siguiу, desconfiada. Caballos. їHabнa que considerarlos esclavos, simbiontes o compaсeros de mesa? El que Esterhazy le seсalу medнa un metro sesenta a la altura del lomo. El hombre le colocу las riendas en la mano y se alejу. La montura se encontraba a la altura de su mentуn… їse suponнa que debнa levitar hasta allб arriba? A esa distancia el caballo parecнa mucho mбs grande que cuando pastaba a lo lejos. La piel parda del lomo se estremeciу.
   Oh Dios, me han dado uno defectuoso. Esta sufriendo convulsiones. Un pequeсo gemido escapу de sus labios.
   De alguna manera, Bothari habнa logrado subirse al suyo. Al menos йl no tenнa que preocuparse por el tamaсo del animal. Considerando su altura, hacнa que la bestia pareciese un pequeсo ponн. Criado en la ciudad, Bothari no era ningъn jinete, y resultaba de lo mбs desmaсado a pesar de que Piotr lo habнa sometido a varios meses de entrenamiento desde que estaba a su servicio. Pero habнa que admitir que sabнa controlar la montura, por mбs torpes e irregulares que fuesen sus movimientos.
   — Usted irб delante, sargento — indicу Piotr -. Quiero que nos alejemos mutuamente lo mбximo posible sin perdernos de vista. Nada de amontonarse. Ascienda por los senderos de las rocas planas (usted ya conoce el lugar) y espйrenos.
   Bothari tirу de las riendas y pateу los flancos del caballo. Entonces comenzу a subir por el sendero al paso llamado medio galope.
   El supuestamente decrйpito Piotr subiу sobre su montura con un бgil movimiento. Esterhazy le alcanzу a Gregor, y el conde lo sentу frente a йl. El niсo parecнa haberse animado ante la presencia de los animales, aunque Cordelia no podнa imaginar por quй. Piotr no pareciу hacer nada en absoluto, pero su caballo se colocу en posiciуn de subir por el sendero.
   Telepatнa, decidiу Cordelia, desesperada. Mediante mutaciones han llegado a convertirse en telйpatas, y nadie me lo habнa advertido. O tal vez fuese el caballo el telepбtico.
   — Vamos, mujer, ahora tъ — dijo Piotr con impaciencia.
   Angustiada, Cordelia colocу el pie en lo que llamaban «estribo», se. aferrу a la montura y tratу de elevarse. La montura se deslizу lentamente por el lomo del caballo y Cordelia con ella, hasta que quedу colgada bajo las patas del animal. Cayу al suelo pesadamente, y se arrastrу entre el bosque de miembros equinos. El caballo moviу el cuello y la mirу con mucha mбs paciencia que la que ella sentнa, y, entonces, bajу la cabeza para mordisquear las malezas.
   — Oh, Dios — gimiу Piotr, exasperado.
   Esterhazy desmontу y se acercу a ella para ayudarla.
   — Seсora, їse encuentra bien? Lo siento mucho, ha sido culpa mнa. Debн revisarla. Eh… їes la primera vez que monta a caballo?
   — Sн — le confesу Cordelia. Йl retirу la montura rбpidamente, la enderezу y la ajustу con mбs firmeza -. Tal vez pueda caminar. O correr. — O cortarme las venas, Aral, їpor quй me has enviado con estos dementes?
   — No es tan difнcil, seсora — le asegurу Esterhazy -. Su caballo seguirб a los demбs. Rose es la yegua mбs mansa de las caballerizas. їNo tiene un rostro dulce?
   Los malйvolos ojos color cafй con pupilas moradas ignoraron a Cordelia.
   — No puedo. — Por primera vez en ese dнa execrable, su garganta se cerrу en un sollozo.
   Piotr rnirу al cielo y luego se volviу hacia ella.
   — Inъtil niсa betanesa — le gruсу -. No me vengas con que nunca has montado a horcajadas. — Descubriу los dientes en una sonrisa -. Imagina que se trata de mi hijo.
   — Venga, dйme su rodilla — dijo Esterhazy uniendo las manos, despuйs de dirigirle una mirada ansiosa al conde.
   Puedes quedarte con toda la maldita pierna. Cordelia temblaba de ira y de miedo. Mirу a Piotr con furia y volviу a aferrarse de la montura. De algъn modo, Esterhazy logrу levantarla. Ella se aferrу como a la muerte, y despuйs de echar un vistazo decidiу no mirar abajo.
   Esterhazy entregу sus riendas a Piotr, quien las atrapу en el aire y comenzу a remolcar su caballo. El sendero se convirtiу en un caleidoscopio de бrboles, rocas, lodazales y ramas que la golpeaban al pasar. Cordelia sintiу que comenzaba a dolerle el vientre, y que la cicatriz le tiraba.
   Si se produce otra hemorragia interna… Siguieron andando, mбs y mбs.
   Al fin abandonaron el medio galope para comenzar a ir al paso. Ella parpadeу. Tenнa el rostro ruborizado y se sentнa mareada. De algъn modo, habнan subido hasta un claro desde donde se veнa el lago, rodeando la amplia ensenada que se extendнa a la izquierda de la propiedad Vorkosigan. A medida que se fue aclarando su visiуn, Cordelia distinguiу la pequeсa mancha verde que constituнa el jardнn de la vieja casa. Al otro lado del agua se encontraba la diminuta aldea.
   Bothari les esperaba mбs adelante, oculto entre los matorrales, con el caballo atado a un бrbol. Al verlos llegar se acercу a ellos y mirу a Cordelia con preocupaciуn. Ella se dejу caer en sus brazos.
   — Avanza demasiado rбpido para ella, seсor. Todavнa estб delicada.
   Piotr emitiу un bufido.
   — Estarб mucho peor si nos encuentran los hombres de Vordarian.
   — Me las arreglarй — dijo Cordelia, inclinada hacia delante -. En un minuto. Sуlo… necesito… un minuto. — A medida que descendнa el sol otoсal, la brisa soplaba cada vez mбs frнa sobre su piel. El cielo estaba encapotado y parecнa casi sуlido. Poco a poco, Cordelia se fue enderezando a pesar del dolor abdominal. Esterhazy llegу al claro tras ellos, a un paso mбs lento.
   Bothari moviу la cabeza en direcciуn a la casa distante.
   — Allн estбn.
   Piotr y Cordelia se volvieron. Un par de aeronaves aterrizaban en el jardнn. No pertenecнan a las fuerzas de Aral. Los hombres emergieron de ellas como hormigas negras en sus uniformes de faena, salpicados con uno o dos vestidos de rojo y dorado, y algunos con el uniforme verde de oficial.
   Bravo. Fantбstico. Nuestros amigos y nuestros enemigos visten los mismos uniformes. їQuй debemos hacer? їDispararles a todos y dejar que Dios los identifique?
   Piotr mostraba una expresiуn amarga. їArrasarнan toda su casa y la dejarнan hecha una ruina buscando a los refugiados?
   — Cuando cuenten los caballos que faltan, їno averiguarбn cуmo nos hemos marchado y dуnde estamos? — preguntу Cordelia.
   — Los dejй salir a todos, seсora — explicу Esterhazy -. De ese modo al menos tendrбn la posibilidad de salvarse. No sй cuбntos lograremos recuperar.
   — Me temo que la mayorнa no irб muy lejos — dijo Piotr -. Estarбn esperando la comida. Quisiera que se alejaran lo mбs posible. Dios sabe quй serбn capaces de inventar esos vбndalos, al ver que no encuentran nada mбs.
   Un trнo de aeronaves estaba aterrizando en el perнmetro de la pequeсa aldea. Los hombres armados que desembarcaron de ellas se desvanecieron entre las casas. — Espero que Zai los haya podido advertir a tiempo — murmurу Esterhazy.
   — їPor quй querrнan molestar a esas pobres personas? — preguntу Cordelia -. їQuй buscan ahн?
   — A nosotros, seсora — dijo Esterhazy con preocupaciуn. Al ver su mirada confundida continuу -: A nosotros, los hombres de armas. A nuestras familias. A cualquiera que puedan llevarse como rehйn.
   Esterhazy tenнa una esposa y dos hijos en la capital, recordу Cordelia. їQuй les habrнa ocurrido? їAlguien los habrнa puesto sobre aviso? Esterhazy parecнa estar preguntбndose lo mismo.
   — Vordarian se llevarб a todos los rehenes que pueda, sin duda — asintiу Piotr -. Ahora ya estarб metido en esto. Debe triunfar o morir.
   Bothari tenнa la vista perdida a lo lejos y movнa levemente la mandнbula. їHabrнa recordado alguien avisar a la seсora Hysopi?
   — Pronto comenzarбn la bъsqueda por aire — observу Piotr -. Es hora de ponernos a cubierto. Yo irй primero. Sargento, condъzcala a ella.
   Piotr virу su caballo y se desvaneciу entre las malezas, siguiendo un sendero tan poco marcado que Cordelia nunca lo hubiese reconocido como tal. Esta vez fueron necesarios Bothari y Esterhazy para volverla a subir sobre su montura. Piotr decidiу entonces marchar al paso, no por consideraciуn a ella, sospechу Cordelia, sino a sus sudorosos animales. Despuйs de ese odioso galope, ir al paso fue casi un alivio. Al menos al principio.
   Cabalgaron entre бrboles y matorrales, a lo largo de una hondonada y cruzando un arroyo, con los cascos de los caballos raspando sobre la piedra. Cordelia se esforzу por escuchar el zumbido de las aeronaves sobre su cabeza. Cuando se acercу una, Bothari la condujo por una empinada cuesta que acababa en una hondonada, donde desmontaron y se ocultaron bajo un peсasco durante varios minutos, hasta que el sonido se alejу. Volver a subir de la hondonada fue aъn mбs difнcil, ya que debieron conducir a los caballos por la pronunciada cuesta sembrada de malezas.
   Cayу la noche; el frнo y el viento se hicieron mбs intensos. Dos horas se convirtieron en tres, cuatro, cinco, y la penumbra se transformу en noche cerrada. Entonces marcharon todos juntos, tratando de no perder de vista a Piotr. Luego comenzу a llover, una llovizna negra y triste que volviу aъn mбs resbaladiza la montura de Cordelia.
   Alrededor de la medianoche llegaron a un claro, y por fin Piotr ordenу un descanso. Cordelia se sentу apoyada contra un бrbol, aturdida por la fatiga, con los nervios deshechos, abrazando a Gregor.
   Bothari dividiу una raciуn de comida que llevaba en el bolsillo y la repartiу entre Cordelia y el niсo. Envuelto en la chaqueta del sargento, al fin Gregor logrу vencer un poco el frнo y quedarse dormido. A Cordelia se le acalambraron las piernas por su peso, pero al menos la abrigaba un poco.
   їDуnde estarнa Aral ahora? їY dуnde estaban ellos? Cordelia esperaba que Piotr lo supiese. No podнan haber recorrido mбs de cinco kilуmetros en una hora, con todas esas subidas y bajadas, idas y vueltas. їDe verdad creнa Piotr que lograrнan eludir a sus perseguidores de ese modo?
   El conde, quien habнa permanecido sentado bajo su propio бrbol a unos metros de ella, se levantу para orinar entre las malezas y luego se acercу al grupo.
   — їEstб dormido? — preguntу mirando al niсo en la penumbra.
   — Sн. Es sorprendente.
   — Hum. La juventud. — Piotr emitiу un gruсido. їDe envidia?
   Su tono no era hostil como esa tarde, y Cordelia se aventurу a preguntarle:
   — їCree que Aral ya se encontrarб en Hassadar? — No se atreviу a decir: «їCree que habrб logrado llegar vivo a Hassadar?»
   — A estas horas, habrб llegado y se habrб ido ya. — Pensй que la convertirнa en su guarniciуn. — La levantarб y harб que se disperse en cien direcciones distintas. їY quй escuadrуn tendrб el emperador? Vordarian no lo sabrб. Pero con un poco de suerte, se sentirб tentado de ocupar Hassadar.
   — їSuerte?
   — De ese modo lograremos distraerlo. Hassadar no tiene ningъn valor estratйgico. Pero Vordarian debe contar con un nъmero limitado de tropas leales, y tendrб que disponer de una buena parte para ocupar esa ciudad emplazada en un territorio hostil, con una larga tradiciуn de guerrillas. Dispondremos de buena informaciуn sobre todo lo que hagan allн, y la poblaciуn no se les unirб.
   «Ademбs, se trata de mi capital. Si ocupa el distrito de un conde con tropas imperiales… los demбs condes deberбn detenerse a pensarlo. Cualquiera podrнa ser el siguiente. Es probable que Aral haya ido a la base de lanzamiento Tanery. Debe establecer una lнnea de comunicaciуn independiente con las fuerzas con base en el espacio, si Vordarian ha destruido las del cuartel general imperial. En las bases espaciales las lealtades estarбn divididas. Creo que habrб muchas dificultades tйcnicas en sus salas de comunicaciones, mientras los comandantes de las naves tratan de adivinar cuбl serб el bando ganador. — Piotr emitiу una risita macabra, en las sombras -. Vordarian es demasiado joven para recordar la Guerra de Yuri el Loco. Peor para йl. Ya ha conseguido bastante ventaja con su ataque por sorpresa, no quisiera otorgarle mбs.
   — їOcurriу muy rбpido?
   — Sн, mucho. No habнa ningъn indicio de ello cuando estuve en la capital al mediodнa. Debiу de iniciarse justo despuйs de mi partida.
   Permanecieron en un frнo silencio unos momentos, mientras los dos recordaban por quй Piotr habнa viajado ese dнa.
   — їLa capital… tiene un… un gran valor estratйgico? — preguntу Cordelia, cambiando de tema. No querнa volver a hablar de aquel tema que le resultaba tan doloroso.
   — En determinadas guerras, sн. No en йsta. No se estб combatiendo por un territorio. Me pregunto si Vordarian lo comprenderб. Es una guerra por lealtades, por las mentes de los hombres. En ella los objetos materiales sуlo tienen una importancia tбctica pasajera. Sin embargo, Vorbarr Sultana es un centro de comunicaciones, algo muy importante. Pero ademбs del centro, estбn las comunicaciones colaterales.
   Nosotros no estamos comunicados de ninguna manera, pensу Cordelia. Aquн en el bosque, bajo la lluvia.
   — Pero si Vordarian ya se ha apoderado del cuartel general imperial…
   — Si no me equivoco, en este momento sуlo se ha apoderado de un gran edificio caуtico. No creo que ni la cuarta parte de los hombres se encuentren en sus puestos, y la mitad de ellos deben de estar planeando algъn sabotaje para beneficiar al bando que favorecen en secreto. El resto debe de haber corrido a esconderse, o estarбn tratando de sacar de la ciudad a sus familias.
   — їUsted cree que el capitбn Vorpatril se habrб alia… cree que Vordarian molestarб a lord Vorpatril y su esposa?
   El embarazo de Alys estaba muy cerca del tйrmino. Cuando visitу a Cordelia en el Hospital Militar (їsуlo diez dнas atrбs?) ya caminaba pesadamente y tenнa el vientre muy abultado. El mйdico le habнa prometido que tendrнa un niсo fuerte y hermoso. Ivбn, lo llamarнan. Su habitaciуn ya estaba completamente equipada y decorada, le habнa contado Alys con un gemido, acomodбndose el vientre sobre la falda, y ahora serнa un buen momento…
   Ahora ya no era un buen momento.
   — Padma Vorpatril encabezarб la lista. Sin duda habrбn ido a buscarlo. Йl y Aral son los ъnicos descendientes que quedan del prнncipe Xav, y si alguien es lo bastante estъpido para volver a iniciar ese maldito debate por la herencia… O si algo le ocurre a Gregor. — Piotr apretу los dientes como si de ese modo pudiese controlar el destino.
   — їLady Vorpatril y el bebй tambiйn?
   — Tal vez no Alys Vorpatril. Pero el niсo sн, sin duda.
   No eran exactamente dos cuestiones separadas, de momento.
   Al fin el viento amainу. Cordelia oнa cуmo pastaban los caballos.
   — їLos caballos no aparecerбn en los sensores tйrmicos? Y nosotros tambiйn, a pesar de habernos despojado de nuestras cargas de energнa. No imagino cуmo podrнan tardar tanto en descubrirnos. — їLas tropas se encontrarнan allб arriba en ese momento, como ojos entre las nubes?
   — Oh, todas las personas y bestias de estas colinas aparecerбn en sus sensores tйrmicos, en cuanto comiencen a apuntarlos en la direcciуn adecuada.
   — їTodas? No he visto a nadie.
   — Oh, esta noche ya hemos pasado cerca de unas veinte pequeсas haciendas. Allн hay personas, vacas, cabras, venados, caballos y niсos. Somos como agujas en un pajar. Si logramos llegar al sendero en la base del Paso Amie antes de media maсana, se me ocurren un par de cosas que hacer.
   Cuando Bothari volviу a subirla sobre Rose, la oscuridad no era tan profunda. La luz del alba tino los bosques de gris mientras se ponнan en marcha nuevamente. Las ramas de los бrboles los golpeaban en medio de la niebla. Cordelia se aferrу a su montura en silenciosa desdicha, conducida por Bothari. Durante los primeros veinte minutos de viaje, Gregor siguiу dormido, pбlido y con la boca abierta, sujetado por Piotr.
   La luz del amanecer revelу los estragos de la noche. Tanto Bothari como Esterhazy estaban cubiertos de lodo y con la barba crecida, cubiertos de rasguсos y con los uniformes ajados. Bothari habнa tapado a Gregor con su chaqueta, por lo que andaba en mangas de camisa. Llevaba el cuello abierto, de forma que parecнa un criminal a punto de ser decapitado. El uniforme verde de Piotr habнa resistido bastante bien, pero su rostro enrojecido y barbudo le otorgaba un aspecto desaliсado. Cordelia misma se sentнa desastrosa, con el cabello hъmedo, las ropas viejas y las zapatillas domйsticas.
   Podrнa ser peor. Podrнa estar embarazada todavнa. Ahora si muero, morirй sola. їEl pequeсo Miles se encontraba mбs seguro que ella en ese momento? Era un ser anуnimo en su rйplica uterina, sobre algъn estante del laboratorio de Vaagen y Henri. Cordelia podнa rezar para que se encontrase a salvo, aunque no terminase de creerlo. Serб mejor que dejйis en paz a mi hijo, malditos barrayareses.
   Subieron en zigzag por una larga cuesta. Los caballos resoplaban a pesar de que iban al paso, y se resistнan a avanzar al tropezar con raнces y piedras. El grupo se detuvo en el fondo de una pequeсa depresiуn. Tanto los caballos como las personas bebieron del arroyo oscuro. Esterhazy volviу a aflojar las cinchas y les rascу las cabezas a los caballos. Los animales lo empujaron con suavidad y husmearon sus bolsillos vacнos en busca de alguna golosina. Йl les murmurу una disculpa y algunas palabras de aliento.
   — Estб bien, Rose, podrбs descansar cuando termine el dнa. Son sуlo unas pocas horas mбs. — Nadie se habнa molestado en brindar a Cordelia tanta informaciуn.
   Esterhazy dejу los caballos con Bothari y acompaсу a Piotr a los bosques, trepando por la cuesta. Gregor se dedicу a arrancar unas plantas para tratar de alimentar a los animales. Los caballos las lamieron y al final las dejaron caer, sin ningъn interйs. Gregor volviу a probar su suerte y recogiу las hojas para tratar de introducirlas entre los dientes de los caballos.
   — їCuбles son los planes del conde, lo sabe? — preguntу Cordelia a Bothari. Йl se alzу de hombros.
   — Habrб ido a ponerse en contacto con alguien. Esto no funcionarб. — Con un movimiento de cabeza indicу que se referнa a aquella noche de vagabundeo absurdo.
   Cordelia no pudo menos que estar de acuerdo con йl. Se tendiу de espaldas y tratу de percibir el sonido de alguna aeronave, pero a sus oнdos sуlo llegу el rumor del arroyo y el de su estуmago vacнo. De pronto tuvo que levantarse y correr hasta el niсo, ya que el pequeсo trataba de calmar su propia hambre comiendo unas plantas.
   — Pero los caballos las comieron — protestу йl. — ЎNo! — Cordelia se estremeciу, imaginando en detalle las reacciones bioquнmicas e histamнnicas que podнan producirle -. Es una de las primeras cosas que se aprenden en Estudios Astronуmicos Betaneses, їsabes? Nunca te pongas objetos extraсos en la boca a menos que hayan sido examinados en el laboratorio. En realidad, debes evitar el contacto con los ojos, la boca y las mucosas.
   Sugestionado, Gregor se frotу la nariz y los ojos. Cordelia suspirу y volviу a sentarse. Entonces recordу el agua del arroyo y esperу que Gregor no notase su incongruencia. El niсo lanzaba piedras a los charcos. Una hora despuйs, Esterhazy regresу. — Vamos.
   Esta vez condujo a los caballos, seсal segura de que se avecinaba una empinada cuesta. Cordelia tropezу y se araсу las manos. Los animales avanzaban con esfuerzo. Al llegar a la cima descendieron, volvieron a subir y aparecieron en una senda fangosa que atravesaba el bosque. — їDуnde estamos? — preguntу Cordelia. — En el camino del Paso Amie, seсora — le respondiу Esterhazy.
   — їEsto es un camino? — murmurу ella, desalentada. Piotr se encontraba un poco mбs allб, con otro anciano que sujetaba las riendas de un robusto y pequeсo caballo tordo.
   El animal estaba considerablemente mбs acicalado que el hombre. La parte blanca de su pelo estaba brillante, y la negra lustrosa. Tenнa la crin y la cola bien cepilladas. No obstante, sus cascos estaban hъmedos y oscuros, y tenнa el vientre manchado de barro. Ademбs de la antigua montura como la que lucнa el caballo de Piotr, el tordo llevaba cuatro alforjas, un par adelante y uno atrбs, y un saco de dormir.
   El anciano, tan barbudo como Piotr, llevaba puesta una chaqueta del Servicio Postal Imperial, tan gastada que su color azul se habнa convertido en gris. Esto se completaba con partes de otros uniformes viejos: una camisa negra de faena, un antiguo pantalуn verde de etiqueta y unas botas de montar gastadas pero bien conservadas que le llegaban a las rodillas. Tambiйn llevaba un sombrero de fieltro adornado con unas flores secas. El hombre chasqueу los labios al ver a Cordelia. Le faltaban varios dientes; los que tenнa eran largos y amarillentos.
   La mirada del anciano se posу sobre Gregor, quien se encontraba de la mano de Cordelia.
   — їAsн que йse es? No parece gran cosa. — Escupiу entre las malezas, a un margen del camino.
   — Tal vez llegue a serlo con el tiempo — observу Piotr -. Si dispone del tiempo suficiente. — Verй lo que puedo hacer, general. Piotr sonriу para sн mismo. — їLleva algunas raciones encima? — Sн, claro. — El anciano emitiу una risita y se volviу para hurgar en una de sus alforjas. Extrajo un paquete de pasas envueltas en un viejo telegrama plбstico, unas tortitas hechas de cubos parduscos protegidas en hojas, y algo parecido a un manojo de tiras de cuero, tambiйn envueltas en un telegrama plбstico usado. Cordelia alcanzу a leer lo que decнa:
   Actualizaciуn de reglamentos postales C6.77a, modificaciуn 6/17. Archнvese de inmediato de forma permanente.
   Piotr observу las provisiones.
   — їCabra deshidratada? — preguntу seсalando las alforjas.
   — En su mayor parte — aсadiу el anciano.
   — Nos llevaremos la mitad. Y las pasas. Conserve el azъcar de arce para los niсos. — No obstante Piotr se metiу un cubo en la boca -. Lo buscarй dentro de unos tres dнas, tal vez una semana. їRecuerda el adiestramiento de la Guerra de Yuri, eh?
   — Desde luego — dijo el anciano.
   — Sargento. — Piotr llamу a Bothari agitando una mano -. Usted irб con el mayor. La llevarб a ella y al niсo. Йl los ocultarб. Permanezcan allн hasta que vaya por vosotros.
   — Sн, seсor — respondiу Bothari con tono inexpresivo. Sуlo sus ojos delataron la inquietud que sentнa.
   — їQuй tenemos aquн, general? — preguntу el anciano, mirando a Bothari -. їUno nuevo?
   — Un muchacho de ciudad — dijo Piotr -. Pertenece a mi hijo. No habla mucho. Aunque sabe cortar cuellos. Ya lo creo que sн.
   — їSн? Bien.
   Piotr se movнa mucho mбs lento. Esperу a que Esterhazy le ayudase a montar en su caballo. Entonces se acomodу en su montura con un suspiro, y por unos momentos su espalda se curvу.
   — Maldiciуn, me estoy haciendo viejo para estos excesos.
   Con expresiуn pensativa, el hombre a quien Piotr habнa llamado «el mayor» hurgу en un bolsillo y extrajo un pequeсo saco de cuero.
   — їQuiere mascar unas hojas, general? Son mejores que la cabra, aunque no duren tanto.
   A Piotr se le iluminу la cara.
   — Ah, le estarнa muy agradecido. Pero no me dй todo el saco, hombre.
   Piotr extrajo la mitad del contenido y se lo guardу en el bolsillo superior. Se metiу un puсado en la boca y devolviу el saco haciendo la venia. Aquellas hojas eran un estimulante bastante suave. Cordelia nunca habнa visto a Piotr mascarlas en Vorbarr Sultana.
   — Cuide a los caballos de mi seсor — dijo Esterhazy a Bothari con cierta desesperaciуn -. Recuerde que no son mбquinas.
   Bothari gruсу algo no muy convencido, y tanto el conde como Esterhazy condujeron a sus animales por el sendero. Al cabo de pocos momentos desaparecieron de la vista. Un profundo silencio cayу sobre ellos.

12

   El mayor colocу a Gregor detrбs de йl, bien acomodado entre el saco de dormir y las alforjas. Cordelia volviу a enfrentarse a la tarea de subirse a ese instrumento de tortura para humanos y caballos: la montura. Nunca lo hubiese logrado sin Bothari. Esta vez el mayor cogiу sus riendas, y Rose marchу junto al caballo tirando mucho menos de la brida. Bothari permaneciу en la retaguardia, vigilante.
   — Y bien — dijo el anciano despuйs de un rato, dirigiйndole una mirada de soslayo -, їasн que es la nueva seсora Vorkosigan?
   Sucia y desaliсada, Cordelia le sonriу con desesperaciуn.
   — Sн. Ah, el conde Piotr no mencionу su nombre, їmayor…?
   — Amor Klyeuvi, seсora. Pero la gente de aquн me llama Kly.
   — їY… quй es usted? — Aparte de ser un duende que Piotr habнa conjurado de la montaсa.
   Йl sonriу, una expresiуn mбs desagradable que atrayente, dada la condiciуn de su dentadura.
   — Soy el Correo Imperial, seсora. Cada diez dнas realizo un circuito por estas colinas cercanas a Vorkosigan Surleau. Lo he hecho durante dieciocho aсos. Aquн hay jovencitos con hijos que sуlo me han conocido como Kly el Correo.
   — Pensй que en estas zonas la correspondencia se repartнa por aeronave.
   — Eso querнan. Pero las aeronaves no llegan a cada casa, sуlo la dejan en un punto central. La cortesнa ha desaparecido. — Escupiу con disgusto unas hojas -. Aunque si el general logra mantenerlos alejados un par de aсos mбs, cumplirй mis ъltimos veinte aсos de servicio y habrй cumplido tres perнodos de veinte. Ya me retirй cuando cumplн dos perнodos, їsabe?
   — їEn quй divisiуn, mayor Klyeuvi?
   — Los Guardianes Imperiales. — La mirу con disimulo tratando de observar su reacciуn; ella lo recompensу alzando las cejas, impresionada -. Me dedicaba a cortar cuellos, no era un tйcnico. Por eso nunca pasй de mayor. Me iniciй a los catorce aсos en estas montaсas, creando cercos para atrapar a los cetagandaneses con el general y con Ezar. Despuйs de eso, nunca regresй a la escuela. Sуlo asistн a cursos de entrenamiento. El Servicio se las arreglу sin mн, con el tiempo.
   — No del todo, segъn parece — dijo Cordelia, mirando el bosque aparentemente despoblado.
   — No… — El mayor exhalу un suspiro con los labios fruncidos y se volviу para mirar a Gregor con inquietud.
   — їPiotr le contу lo que ocurriу ayer por la tarde?
   — Sн. Anteayer por la maсana me fui del lago. Me perdн toda la diversiуn. Espero que lleguen noticias antes del mediodнa.
   — їLe parece probable que… llegue algo mбs para entonces?
   — Ya veremos — respondiу йl en tono mбs vacilante -. Tendrб que cambiarse esas ropas, seсora. El nombre vorkosigan, A. en grandes letras sobre su bolsillo no resulta muy discreto.
   Cordelia observу la camisa negra de Aral y guardу silencio.
   — La librea del seсor tambiйn sobresale como una bandera — agregу Kly mirando a Bothari -. Pero pasarбn bastante desapercibidos con las ropas adecuadas. Dentro de un rato verй lo que puedo hacer.
   Cordelia anticipу el ansiado momento del descanso. їPero a quй coste para aquellos que le diesen refugio?
   — їSe pondrбn en peligro si nos ayudan?
   Йl alzу una de sus tupidas cejas grises.
   — Tal vez. — Su tono no la alentу a realizar mбs comentarios acerca del tema.
   Si querнa resultar ъtil y no arriesgar a cuantos la rodeaban, necesitaba despejar su mente extenuada.
   — Esas hojas que masca. їProducen un efecto parecido al del cafй?
   — Oh, son mejores que el cafй, seсora.
   — їPuedo probarlas? — preguntу con timidez; tal vez fuese un favor demasiado personal.
   Las mejillas del mayor se arrugaron en una sonrisa frнa.
   — Sуlo los viejos paisanos como yo mascamos estas hojas, seсora. Las graciosas damas Vor de la capital no querrнan que las encontraran muertas con ellas entre sus dientes de perlas.
   — No soy bonita, no soy una dama y encima tampoco soy de la capital. Y en este momento serнa capaz de matar por un cafй. Las probarй.
   Йl dejу caer las riendas sobre el cuello del caballo, hurgу en el bolsillo de su chaqueta y extrajo el saco. Entonces le entregу un pedazo con unos dedos cuya limpieza dejaba bastante que desear.
   Cordelia las observу unos momentos sobre su palma. Nunca te pongas objetos extraсos en la boca a menos que hayan sido examinados en el laboratorio. Se lo puso sobre la lengua. Las hojas estaban unidas con un poco de miel de arce, pero cuando lo dulce hubo desaparecido, el sabor que quedу fue agradablemente amargo y astringente. Pareciу deshacer la pelнcula nocturna que cubrнa sus dientes, lo cual la reanimу. Cordelia se enderezу. Kly la observу con expresiуn risueсa. — їY usted a quй se dedica, si no es una dama y no es de este planeta?
   — Era astrocartуgrafa. Luego fui capitana. Despuйs fui soldado, prisionera de guerra y refugiada. Mбs tarde me convertн en esposa y madre. No sй quй serй despuйs — le respondiу honestamente, mientras mascaba las hojas. Esperaba que no fuese viuda.
   — їMadre? Oн decir que estaba embarazada, pero… їno perdiу a su bebй con la soltoxina? — El hombre observу su cintura, confundido.
   — Todavнa no. Йl todavнa tiene una posibilidad. Aunque me parece un poco injusto, obligarlo a enfrentarse con todo Barrayar siendo tan pequeсo… Naciу prematuramente, por medio de una operaciуn quirъrgica. — Decidiу no tratar de explicarle lo de la rйplica uterina -. Estб en el Hospital Militar Imperial, en Vorbarr Sultana. Segъn tengo entendido, la ciudad acaba de ser capturada por las fuerzas rebeldes de Vordarian…
   Cordelia se estremeciу. El laboratorio de Vaagen no tenнa por quй llamar la atenciуn de nadie. Miles estaba bien, bien, bien; un resquicio en este delicado escudo de convicciуn la pondrнa en estado de histeria… En cuanto a Aral, йl era tan capaz de cuidar de sн mismo como el mejor. Entonces, їcуmo habнan podido tenderle esa trampa eh, eh? No cabнa duda, Seguridad Imperial estaba plagado de traidores. Ya no podнan confiar en nadie allн їY dуnde estaba Illyan? їAtrapado en Vorbarr Sultana? їO serнa un traidor de Vordarian? No… Lo mбs probable era que lo tuviesen prisionero. Como a Kareen. Como a Padma y Alys Vorpatril. La vida en una carrera contra la muerte.
   — Nadie se meterб con el hospital — dijo Kly, observando su rostro.
   — Yo… sн. Tiene razуn.
   — їPor quй vino a Barrayar?
   — Querнa tener hijos. — Una risa amarga escapу de sus labios -. їUsted tiene niсos, Kly el Correo?
   — No, por lo que yo sй.
   — Ha sido muy prudente.
   — Oh… — El rostro del anciano se tornу distante -. No lo sй. Desde que muriу mi mujer, he estado bastante solo. Algunos hombres que conozco han tenido bastantes problemas con sus hijos. Ezar. Piotr. No sй quiйn quemarб las ofrendas en mi tumba. Mi sobrina, tal vez.
   Cordelia mirу a Gregor, quien cabalgaba sobre las alforjas y escuchaba. El niсo habнa encendido los cirios en los grandes funerales de Ezar, y su mano habнa estado guiada por la de Aral.
   Siguieron subiendo por el sendero, y en cuatro ocasiones Kly se desviу por un sendero lateral, mientras Cordelia, Bothari y Gregor lo esperaban ocultos. En la tercera de estas escapadas para entregar la correspondencia, Kly regresу con un atado que incluнa una vieja falda, un par de pantalones gastados y un poco de grano para los caballos. Todavнa helada, Cordelia se puso la falda sobre el pantalуn que llevaba. Bothari cambiу su conspicuo pantalуn de uniforme con la franja plateada al costado por otro de montaсйs. Los pantalones le quedaban demasiado cortos y le daban el aspecto de un espantapбjaros siniestro. Escondieron el uniforme de Bothari y la camisa negra de Cordelia en un saco del correo. Con respecto al zapato que le faltaba a Gregor, Kly resolviу el problema quitбndole el otro para que el niсo anduviese descalzo, y ademбs ocultу su elegante traje azul bajo una camisa grande con las mangas enrolladas. Hombre, mujer y niсo parecнan una harapienta familia montaсesa.
   Llegaron a la cima del Paso Amie y comenzaron a descender. Aquн y allб algъn lugareсo aguardaba a Kly junto al camino; йl transmitнa mensajes verbales, y a Cordelia le pareciу que lo hacнa al pie de la letra. Distribuнa cartas en papel y en discos baratos, cuyo sonido solнa ser bajo y metбlico. En dos ocasiones se detuvo para leer cartas a personas aparentemente analfabetas, y una vez lo hizo para un hombre ciego guiado por una niсa pequeсa. Cordelia se sentнa mбs crispada con cada encuentro, agotada por la tensiуn nerviosa. їEse sujeto los traicionarнa? їQuй pensarнa aquella mujer de ellos? Al menos el ciego no podrнa describirlos…
   Hacia el atardecer, Kly regresу de uno de sus desvнos para observar el sendero silencioso y declarar:
   — Este lugar estб demasiado poblado.
   — Cordelia se sentнa tan agotada que sуlo pudo darle la razуn mentalmente.
   El mayor la mirу con ojos preocupados.
   — їCree que podrб continuar durante otras cuatro horas, seсora?
   їCuбles la alternativa? їSentarme junto a este charco de barro y llorar hasta que nos capturen? Se levantу con dificultad, apoyбndose en el tronco sobre el cual se habнa reclinado mientras esperaba el regreso de su guнa.
   — Eso depende de lo que encontraremos al final de esas cuatro horas.
   — Mi casa. Por lo general paso la noche con mi sobrina, cerca de aquн. Cuando estoy entregando la correspondencia suelo tardar unas diez horas en llegar a casa, pero si subimos directamente no serбn mбs que cuatro. Maсana por la maсana podrй regresar y cumplir con las entregas. Todo parecerб normal. Nadie notarб nada extraсo.
   їSubir directamente? Pero Kly tenнa razуn, para estar a salvo debнan ser discretos, invisibles. Cuanto antes pudiesen ocultarse, mejor.
   — Lo seguimos, mayor.
   Tardaron seis horas. El caballo de Bothari empezу a cojear poco antes de llegar. El sargento tuvo que desmontar y llevarlo por las riendas. Cordelia tambiйn caminу para estirar las piernas lastimadas, mantenerse despierta y entrar en calor. Gregor se quedу dormido y se cayу del caballo. Entonces comenzу a llorar llamando a su madre, pero volviу a dormirse cuando Kly lo colocу delante de йl para sujetarlo con firmeza. En el ъltimo tramo, Cordelia se quedу sin aliento y su corazуn empezу a latir con violencia, aunque se sujetaba del estribo de Rose para que la ayudara a subir. Los dos caballos se movнan como ancianas artrнticas, pero sуlo con su auxilio lograron seguir al resistente tordo de Kly.
   De pronto el camino descendiу hacia un amplio valle. El bosque se fue despejando, entremezclado con prados en la ladera. Cordelia podнa percibir el espacio que se extendнa frente a ella, verdaderas montaсas, vastos precipicios en sombras, peсascos gigantescos, el silencio de la eternidad. Tres copos de nieve se fundieron sobre su rostro vuelto hacia el cielo. Al final de un bosquecillo, Kly se detuvo.
   — Fin del camino, amigos.
   Conducido por Cordelia, Gregor caminу medio dormido hasta la pequeсa choza. Allн ella lo condujo a ciegas hasta un catre y lo acostу.
   El niсo gimiу entre sueсos mientras Cordelia lo tapaba con las mantas. Entonces permaneciу tambaleante, aturdida, y en un ъltimo destello de lucidez se quitу las zapatillas y se acostу a su lado. Gregor tenнa los pies tan frнos como un cadбver sometido a la criogenia, y a medida que Cordelia los calentaba contra su propio cuerpo el niсo dejу de temblar para entrar en un sueсo mбs profundo. Vagamente Cordelia tuvo conciencia de que Kly, Bothari, o alguien habнa encendido el fuego en el hogar. Pobre Bothari, habнa estado despierto tanto tiempo como ella. En un sentido militar, йl estaba a su cargo; ella debнa ocuparse de que comiera, se calentara los pies, durmiera. Debнa… debнa…
   Cordelia abriу los ojos repentinamente para descubrir que el movimiento que la habнa despertado era Gregor, sentado en la cama a su lado, frotбndose los ojos con expresiуn desorientada. La luz entraba por dos ventanas sucias, a ambos lados de la puerta de madera. La choza o cabaсa — dos de las paredes parecнan hechas con leсos enteros sin desbastar — constaba de una sola habitaciуn. En el hogar de piedras grises habнa una marmita y una caldera cubierta, apoyadas sobre una parrilla bajo la cual ardнan las brasas. Cordelia volviу a recordar que allн la madera representaba la pobreza, no la riqueza. Habнan visto una infinidad de бrboles el dнa anterior.
   Cordelia se sentу y emitiу un gemido de dolor por el бcido lбctico que se habнa formado en sus mъsculos. Enderezу las piernas. La cama constaba de una red sujeta a un marco sobre la cual habнa dos colchones, el primero de paja y el segundo de plumas. Ella y Gregor estaban bien abrigados en aquel nido. El aire de la habitaciуn olнa a polvo y a leсa quemada.
   Unas botas resonaron en las tablas del porche, fuera de la cabaсa, y Cordelia se aferrу al brazo de Gregor invadida por el pбnico. No podнa escapar, y ese atizador de hierro negro no serнa arma suficiente contra un aturdidor o un disruptor nervioso… pero los pasos eran de Bothari. Йl entrу en la cabaсa junto con una bocanada de aire frнo. La rudimentaria chaqueta parda que llevaba debнa de pertenecer a Kly, a juzgar por la forma en que sus muсecas huesudas asomaban bajo los puсos. Siempre que mantuviera la boca cerrada para no delatar su acento ciudadano, serнa fбcil confundir a Bothari con un montaсйs.
   Йl los saludу con un movimiento de cabeza.
   — Seсora. Majestad. — Se arrodillу junto al hogar y levantу la tapa de la caldera. Luego probу la temperatura de la marmita acercando la mano a ella -. Hay cereales y almнbar — informу -. Agua caliente. Tй de hierbas. Frutos secos. No hay mantequilla.
   — їQuй estб ocurriendo? — Cordelia se frotу el rostro y bajу los pies al suelo, ansiosa por tomarse una taza de ese tй de hierbas.
   — No mucho. El mayor dejу que su caballo descansara un rato y se marchу antes del alba, para cumplir con sus entregas. Desde entonces esto ha estado bastante tranquilo.
   — їUsted ha podido dormir?
   — Un par de horas, creo.
   El tй tuvo que esperar mientras Cordelia acompaсaba al emperador cuesta abajo, hasta el excusado de Kly. Gregor frunciу la nariz y observу el retrete con nerviosismo. De regreso en el porche, Cordelia hizo que se lavara las manos y el rostro en una palangana metбlica. Cuando se hubo secado el rostro con una toalla, descubriу que la vista desde ese sitio era magnнfica. Medio Distrito Vorkosigan parecнa extenderse a sus pies en colinas oscuras y praderas verdes y amarillas.
   — їЙse es nuestro lago? — Cordelia seсalу un destello plateado entre las colinas, casi en el lнmite de su visiуn.
   — Eso creo — asintiу Bothari, forzando la vista.
   Tan lejos… y habнan llegado a pie. Aunque para una aeronave estaban demasiado cerca. Bueno, al menos desde allн se verнa cualquier cosa que se acercase.
   Los cereales calientes con almнbar, servidos en un plato rajado, sabнan a gloria. Cordelia se tomу el tй con avidez, descubriу que habнa llegado peligrosamente cerca de la deshidrataciуn. Tratу, de convencer a Gregor para que la imitase, pero a йl no le gustу el sabor amargo del tй. Bothari pareciу enrojecer de vergьenza al no ser capaz de sacar leche del aire para complacer a su emperador. Cordelia resolviу el dilema endulzando el tй con almнbar, con lo cual lo hizo aceptable.
   Cuando terminaron de desayunar, lavaron los pocos utensilios y platos y tiraron afuera el agua sucia; el porche se habнa entibiado bastante con el sol matinal.
   — їPor quй no ocupa la cama, sargento? Yo vigilarй. Ah… їKly le dio alguna idea en caso de que llegue alguien hostil antes de su regreso? Parece que ya no nos queda ningъn lugar adonde ir.
   — Todavнa hay uno, seсora. Hay unas cuevas en ese bosque de la parte trasera. Un viejo escondite de la guerrilla. Anoche Kly me llevу para que viese la entrada.
   Cordelia suspirу.
   — Bien. Vaya a dormir, sargento. Lo necesitaremos mбs tarde.
   Cordelia se sentу al sol en una de las sillas de madera, descansando su cuerpo aunque no pudiese hacer lo mismo con su mente. Forzу los ojos y los oнdos tratando de divisar alguna aeronave ligera u otra clase de transporte aйreo. Improvisу unos zapatos para Gregor atбndole trapos en los pies, y йl se dedicу a recorrer el lugar examinando las cosas. Cordelia lo acompaсу en una visita al cobertizo para ver a los caballos. El del sargento seguнa cojo, y Rose apenas se movнa, pero tenнan buen forraje y agua de un pequeсo arroyo que corrнa en un extremo del cobertizo. El otro caballo de Kly, un alazбn esbelto, parecнa tolerar la invasiуn equina y sуlo se inquietaba cuando Rose se acercaba demasiado a su extremo del almiar.
   Cuando el sol pasу el cйnit, Cordelia y Gregor se sentaron en los escalones del porche. Aparte de una brisa entre las ramas, el ъnico sonido que se oнa en el amplio valle eran los ronquidos de Bothari, los cuales resonaban a travйs de las paredes de la cabana. Decidiendo que difнcilmente podrнa encontrar un momento para estar mбs tranquilos, al fin Cordelia se atreviу a interrogar a Gregor acerca del golpe en la capital. Con sus cinco aсos, el niсo era capaz de narrar los hechos, aunque no conociese los motivos. A otro nivel ella tenнa el mismo problema, debнa admitirlo muy a su pesar.
   — Llegaron los soldados. El coronel nos dijo a mamб y a mн que lo acompaсбramos. Uno de nuestros hombres de librea entrу en la habitaciуn. El coronel le disparу. — їCon un aturdidor o con un disruptor nervioso? — Un disruptor nervioso. Fuego azul. El hombre cayу. Despuйs nos llevaron al Patio de Mбrmol. Tenнan aeronaves. Entonces entrу corriendo el capitбn Negri con unos hombres. Un soldado me cogiу a mн, y mamб tirу para que fuese con ella, y allн perdн el zapato. Ella se lo quedу en la mano. Tenнa que haberlo… atado mбs fuerte por la maсana. Entonces el capitбn Negri le disparу al soldado que me llevaba a mн, y otros soldados le dispararon al capitбn Negri…
   — їCon arcos de plasma? їAllн fue donde sufriу esa horrible quemadura? — preguntу Cordelia. Trataba de mantener el tono muy tranquilo. Gregor asintiу con un gesto.
   — Unos soldados se llevaron a mamб. Pero eran de esos otros… no los de Negri. El capitбn Negri me levantу y empezу a correr. Pasamos por unos tъneles bajo la Residencia, y salimos en un garaje. Subimos a la aeronave. Ellos nos disparaban. El capitбn Negri me decнa que me callara, que me quedara tranquilo. Volamos y volamos, y йl seguнa gritбndome que me callara… aunque yo ya estaba callado. Y entonces aterrizamos junto al lago. — Gregor estaba temblando otra vez.
   — Hum. — A pesar de la simpleza con que el niсo habнa relatado los acontecimientos, Cordelia pudo imaginar a Kareen con todos los detalles. Su rostro habitualmente sereno, desencajado por la ira y el terror al ver que le arrebataban a su hijo y le dejaban… nada mбs que un zapato de todas sus ilusorias posesiones. Asн que las tropas de Vordarian tenнan a Kareen. їComo rehйn? їComo vнctima? їEstarнa viva o muerta?
   — їCrees que mamб estб bien?
   — Sн, seguro. — Cordelia se acomodу en el escalуn -. Es una seсora muy importante. No le harбn daсo. — Hasta, que les resulte conveniente hacйrselo.
   — Ella estaba llorando.
   — Sн.
   Cordelia sintiу el mismo nudo en su vientre. La imagen que habнa estado evitando todo el dнa anterior volviу a irrumpir en su mente. Unas botas que abrнan la puerta del laboratorio a patadas. Escritorios y mesas tumbados. Ningъn rostro, sуlo botas. Culatas de armas que destrozaban delicados recipientes y monitores. Una rйplica uterina brutalmente abierta, y su contenido hъmedo vaciado sobre las baldosas… ni siquiera se necesitaba emplear el sistema tradicional de coger al bebй por los pies y lanzar la cabeza contra la pared mбs cercana. Miles era tan pequeсo que las botas no tenнan mбs que pisarlo y aplastarlo contra el suelo… Cordelia contuvo el aliento.