Entonces la cogiу por el brazo y ambos salieron tras el mйdico.
Cordelia no supo si habнa sido para ofrecerle su consuelo o para apoyarse en ella.
En el Hospital Militar Imperial, Cordelia se vio rodeada de profesionales que la llevaban como por un rнo. Mйdicos, enfermeras, guardias. La separaron de Aral en la puerta, y Cordelia se sintiу muy inquieta y perdida entre tanta gente. Sуlo pronunciу algunos saludos automбticamente, esperando que la conmociуn le produjese un estado de inconsciencia, de aturdimiento, de locura negadora, de alucinaciуn, de cualquier cosa. En lugar de ello, sуlo se sentнa cansada.
El bebй se movнa en su interior; evidentemente, el antнdoto teratуgeno era un veneno de acciуn muy lenta. Todavнa les quedaba algъn tiempo para estar juntos, y ella lo amу a travйs de su piel, deslizando los dedos en un lento masaje sobre el abdomen.
Bienvenido a Barrayar, hijo mнo, la morada de los canнbales; en este lugar ni siquiera esperan los acostumbrados dieciocho o veinte aсos para devorarte. Planeta voraz.
Cordelia fue alojada en una lujosa habitaciуn privada en el ala VIP, la cual habнa sido preparada a toda prisa para su uso exclusivo. Se sintiу aliviada al descubrir que Vorkosigan se habнa instalado al otro lado del pasillo. Vestido con su pijama militar, йl se acercу a su cama para arroparla. Cordelia logrу esbozar una pequeсa sonrisa para йl, pero no tratу de sentarse. La fuerza de la gravedad la estaba hundiendo hacia el centro del mundo. Lo ъnico que le impedнa sumirse era la rigidez de la cama, el edificio, la corteza del planeta, no su propia voluntad.
Vorkosigan fue seguido por un enfermero ansioso. — Recuerde, seсor. No debe tratar de hablar demasiado hasta que el mйdico le haya irrigado la garganta. La luz gris del amanecer empalidecнa las ventanas. Йl se sentу en el borde de la cama.
— Estбs frнa, mi querida capitana — murmurу con voz ronca mientras le frotaba la mano. Ella asintiу con la cabeza. Le dolнa el pecho, tenнa la garganta irritada y le ardнan los senos paranasales.
— Nunca debн dejarme convencer cuando me ofrecieron este trabajo — continuу йl -. Lo siento tanto…
— Yo tambiйn ayudй a convencerte. Tъ trataste de advertirme. No es culpa tuya. Parecнas la persona adecuada. Eres la persona adecuada.
Vorkosigan sacudiу la cabeza.
— No hables. Se forman cicatrices en las cuerdas vocales.
— ЎJa! — exclamу Cordelia con amargura, y posу un dedo sobre sus labios cuando йl comenzу a hablar otra vez. Vorkosigan asintiу con la cabeza, resignado, y permanecieron mirбndose el uno al otro un buen rato. Йl apartу el cabello de su frente con suavidad, y ella buscу el consuelo de su mano contra la mejilla. Al fin llegу una cuadrilla de mйdicos y tйcnicos que se lo llevaron para iniciar el tratamiento.
— Vendremos a verla ahora mismo, seсora — le prometiу el jefe del equipo.
Regresaron despuйs de un rato para hacerla gargarizar un desagradable lнquido rosado y respirar en una mбquina, y luego volvieron a marcharse. Una enfermera le llevу el desayuno, pero Cordelia no lo tocу.
Entonces un comitй de mйdicos entrу en su habitaciуn con rostros sombrнos. El que habнa acudido en medio de la noche ahora estaba acicalado y vestido con ropas de civil. El mйdico personal de Cordelia se encontraba acompaсado por un hombre mбs joven, vestido con un uniforme verde del Servicio que lucнa insignias de capitбn en el cuello. Ella mirу los tres rostros y pensу en el Cancerbero.
Su mйdico le presentу al desconocido. — Es el capitбn Vaagen, del instituto de investigaciones perteneciente al Hospital Militar Imperial. Es nuestro residente experto en venenos militares.
— їEn inventarlos o en recoger sus despojos, capitбn? — preguntу Cordelia.
— Ambas cosas, seсora. — Йl se encontraba en una postura de descanso algo agresiva.
Su mйdico no tenнa una expresiуn muy animada, aunque sus labios sonreнan.
— El regente me ha pedido que le informe del programa de tratamiento indicado. Me temo… — carraspeу — que lo mejor serб efectuar el aborto de inmediato. Su embarazo ya se encuentra bastante avanzado, y, para lograr su recuperaciуn, conviene aliviarla de la tensiуn psicolуgica lo antes posible.
— їEs lo ъnico que se puede hacer? — preguntу ella con desesperaciуn, aunque conocнa de antemano la respuesta por la expresiуn de sus rostros.
— Me temo que sн — respondiу su mйdico con tristeza. El hombre de la Residencia Imperial asintiу con un gesto para confirmar sus palabras.
— He estado revisando algunos libros — dijo el capitбn de improviso, mientras miraba por la ventana -, y se hicieron algunos experimentos con calcio. Claro que los resultados obtenidos no fueron particularmente alentadores…
— Pensй que habнamos acordado no hablar del asunto — intervino el hombre de la Residencia.
— Vaagen, eso es una crueldad — protestу el mйdico de Cordelia -. Estб alimentando falsas esperanzas. No puede convertir a la esposa del regente en uno de sus animales de laboratorio. Tiene el permiso del regente para realizar la autopsia, confуrmese con eso.
En un segundo, mientras observaba el rostro del hombre con ideas, el mundo de Cordelia volviу a enderezarse. Ella conocнa a los de su tipo: orgullosos y engreнdos, pero algunas veces alcanzaban sus objetivos. Pasaban de una monomanнa a otra corno una abeja polinizando flores, y recogнan pocos frutos pero dejaban atrбs sus semillas. Personalmente, a los ojos de ese hombre, ella no era mбs que material virgen para iniciar una monografнa. Los riesgos que ella corrнa no le importaban; ella no era una persona, sino una enfermedad. Cordelia le sonriу lentamente, reconociйndolo como un aliado en campo enemigo.
— їCуmo estб usted, doctor Vaagen? їQuй le parecerнa escribir el artнculo mйdico de su vida?
El hombre de la Residencia Imperial emitiу una risa.
— Ella ha comprendido sus intenciones, Vaagen.
Йl le devolviу la sonrisa, sorprendido. — Entenderб que no puedo garantizar resultados…
— ЎResultados! — lo interrumpiу el mйdico de Cordelia -. Dios mнo, serб mejor que le comunique cuбl es su idea de un resultado. O ensйсele fotografнas… no, no haga eso. Seсora — se volviу hacia ella -, los tratamientos de los que habla se intentaron por ъltima vez hace veinte aсos. Causaron un daсo irreparable a las madres. Y los resultados… lo mejor que se puede esperar es un tullido. Tal vez algo peor. Indescriptiblemente peor.
— Una medusa serнa una descripciуn bastante aceptable — dijo Vaagen.
— ЎUsted es inhumano, Vaagen! — replicу el mйdico de Cordelia, quien la observу unos momentos para verificar su estado de angustia.
— їUna medusa viable, doctor Vaagen? — preguntу Cordelia, muy interesada.
— Hum. Tal vez — respondiу йl, inhibido por las miradas furibundas de sus colegas -. Pero existe la dificultad de lo que ocurre con las madres cuando el tratamiento se aplica in vivo.
— їY quй? їEntonces no puede hacerlo in vitral — Cordelia formulу la pregunta obvia.
Vaagen dirigiу una mirada triunfante a su mйdico. — Desde luego, abrirнa muchas posibilidades de experimentaciуn, si pudiera arreglarse — murmurу al techo. — їIn vitro? — dijo el hombre de la Residencia Imperial, confundido -. їCуmo?
— їPor quй pregunta eso? — dijo Cordelia -. Ustedes tienen diecisiete rйplicas uterinas fabricadas en Escobar. Fueron traнdas despuйs de la guerra y se encuentran aquн, guardadas en algъn armario.
— Se volviу hacia el doctor Vaagen con entusiasmo -. їPor casualidad no conocerб al doctor Henri?
Vaagen asintiу con la cabeza.
— Hemos trabajado juntos.
— ЎEntonces, lo sabe todo al respecto!
— Bueno, no todo exactamente. Pero eh… en realidad, йl me ha informado de que se encuentran disponibles. Aunque usted debe comprender que yo no soy un obstetra.
— Ya lo creo que no — bufу el mйdico de Cordelia -. Seсora, este hombre ni siquiera es mйdico. Es sуlo un bioquнmico.
— Pero usted es un obstetra — objetу ella -. Entonces tenemos el equipo completo. El doctor Henri y el capitбn Vaagen se ocuparбn de Piotr Miles, y usted realizarб la transferencia.
El mйdico apretaba los labios y sus ojos tenнan una expresiуn muy extraсa. Cordelia necesitу unos momentos para identificarla como miedo.
— Yo no podrй hacer la transferencia, seсora — le respondiу -. No sй cуmo hacerla. Nadie en Barrayar ha realizado una operaciуn semejante. — Entonces, їno lo aconseja? — Definitivamente no. La posibilidad de causar un daсo permanente… despuйs de todo, dentro de unos meses podrб volver a intentarlo, siempre y cuando la zona testicular de su esposo no se haya visto afectada. Podrб volver a comenzar. Yo soy su mйdico, y йsa es mi opiniуn. — Sн, siempre y cuando antes de eso alguien no logre derribar a Aral. Debo recordar que esto es Barrayar, donde las personas estбn tan enamoradas de la muerte que entierran a hombres que todavнa alientan. їUsted estб dispuesto a intentar la operaciуn?
Йl se irguiу con dignidad.
— No, seсora. Y es definitivo.
— Muy bien. — Seсalу a su mйdico con el dedo -. Queda despedido. Entonces — se volviу hacia Vaagen -, usted estarб a cargo de este caso. Confнo en usted para que me encuentre un cirujano… o un estudiante de medicina, o un veterinario, o alguien que estй dispuesto a intentarlo. Y entonces podrб experimentar cuanto desee.
Vaagen pareciу ligeramente triunfante; su ex mйdico parecнa furioso.
— Serб mejor que averigьemos la opiniуn del regente antes de seguir alentando a su esposa en este falso optimismo.
Vaagen pareciу un poco menos triunfante.
— їPiensa hablar con йl ahora mismo? — preguntу Cordelia.
— Lo siento, seсora — dijo el hombre de la Residencia Imperial -. Pero creo que lo mejor serб acabar con esto lo antes posible. Usted no conoce la reputaciуn del capitбn Vaagen. Lamento ser tan brusco, Vaagen, pero a usted le gusta construir imperios, y esta vez ha llegado demasiado lejos.
— їSu ambiciуn es contar con una ala propia para efectuar investigaciones, Vaagen? — le preguntу Cordelia.
Йl se alzу de hombros, mбs avergonzado que ofendido, por lo que ella comprendiу que, al menos en parte, las palabras del hombre de la Residencia debнan de ser verdad. Cordelia clavу la vista en Vaagen y tratу de pensar en el mejor modo de avivar su ingenio.
— Tendrб todo un instituto si logra llevar esto a cabo. A йl — agrego seсalando el pasillo con un movimiento de cabeza — dнgale que yo se lo prometн.
Los tres hombres se retiraron. Cordelia permaneciу tendida en la cama y silbу una pequeсa melodнa silenciosa, mientras sus manos continuaban el pequeсo masaje abdominal. La gravedad habнa dejado de existir.
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Cordelia no supo si habнa sido para ofrecerle su consuelo o para apoyarse en ella.
En el Hospital Militar Imperial, Cordelia se vio rodeada de profesionales que la llevaban como por un rнo. Mйdicos, enfermeras, guardias. La separaron de Aral en la puerta, y Cordelia se sintiу muy inquieta y perdida entre tanta gente. Sуlo pronunciу algunos saludos automбticamente, esperando que la conmociуn le produjese un estado de inconsciencia, de aturdimiento, de locura negadora, de alucinaciуn, de cualquier cosa. En lugar de ello, sуlo se sentнa cansada.
El bebй se movнa en su interior; evidentemente, el antнdoto teratуgeno era un veneno de acciуn muy lenta. Todavнa les quedaba algъn tiempo para estar juntos, y ella lo amу a travйs de su piel, deslizando los dedos en un lento masaje sobre el abdomen.
Bienvenido a Barrayar, hijo mнo, la morada de los canнbales; en este lugar ni siquiera esperan los acostumbrados dieciocho o veinte aсos para devorarte. Planeta voraz.
Cordelia fue alojada en una lujosa habitaciуn privada en el ala VIP, la cual habнa sido preparada a toda prisa para su uso exclusivo. Se sintiу aliviada al descubrir que Vorkosigan se habнa instalado al otro lado del pasillo. Vestido con su pijama militar, йl se acercу a su cama para arroparla. Cordelia logrу esbozar una pequeсa sonrisa para йl, pero no tratу de sentarse. La fuerza de la gravedad la estaba hundiendo hacia el centro del mundo. Lo ъnico que le impedнa sumirse era la rigidez de la cama, el edificio, la corteza del planeta, no su propia voluntad.
Vorkosigan fue seguido por un enfermero ansioso. — Recuerde, seсor. No debe tratar de hablar demasiado hasta que el mйdico le haya irrigado la garganta. La luz gris del amanecer empalidecнa las ventanas. Йl se sentу en el borde de la cama.
— Estбs frнa, mi querida capitana — murmurу con voz ronca mientras le frotaba la mano. Ella asintiу con la cabeza. Le dolнa el pecho, tenнa la garganta irritada y le ardнan los senos paranasales.
— Nunca debн dejarme convencer cuando me ofrecieron este trabajo — continuу йl -. Lo siento tanto…
— Yo tambiйn ayudй a convencerte. Tъ trataste de advertirme. No es culpa tuya. Parecнas la persona adecuada. Eres la persona adecuada.
Vorkosigan sacudiу la cabeza.
— No hables. Se forman cicatrices en las cuerdas vocales.
— ЎJa! — exclamу Cordelia con amargura, y posу un dedo sobre sus labios cuando йl comenzу a hablar otra vez. Vorkosigan asintiу con la cabeza, resignado, y permanecieron mirбndose el uno al otro un buen rato. Йl apartу el cabello de su frente con suavidad, y ella buscу el consuelo de su mano contra la mejilla. Al fin llegу una cuadrilla de mйdicos y tйcnicos que se lo llevaron para iniciar el tratamiento.
— Vendremos a verla ahora mismo, seсora — le prometiу el jefe del equipo.
Regresaron despuйs de un rato para hacerla gargarizar un desagradable lнquido rosado y respirar en una mбquina, y luego volvieron a marcharse. Una enfermera le llevу el desayuno, pero Cordelia no lo tocу.
Entonces un comitй de mйdicos entrу en su habitaciуn con rostros sombrнos. El que habнa acudido en medio de la noche ahora estaba acicalado y vestido con ropas de civil. El mйdico personal de Cordelia se encontraba acompaсado por un hombre mбs joven, vestido con un uniforme verde del Servicio que lucнa insignias de capitбn en el cuello. Ella mirу los tres rostros y pensу en el Cancerbero.
Su mйdico le presentу al desconocido. — Es el capitбn Vaagen, del instituto de investigaciones perteneciente al Hospital Militar Imperial. Es nuestro residente experto en venenos militares.
— їEn inventarlos o en recoger sus despojos, capitбn? — preguntу Cordelia.
— Ambas cosas, seсora. — Йl se encontraba en una postura de descanso algo agresiva.
Su mйdico no tenнa una expresiуn muy animada, aunque sus labios sonreнan.
— El regente me ha pedido que le informe del programa de tratamiento indicado. Me temo… — carraspeу — que lo mejor serб efectuar el aborto de inmediato. Su embarazo ya se encuentra bastante avanzado, y, para lograr su recuperaciуn, conviene aliviarla de la tensiуn psicolуgica lo antes posible.
— їEs lo ъnico que se puede hacer? — preguntу ella con desesperaciуn, aunque conocнa de antemano la respuesta por la expresiуn de sus rostros.
— Me temo que sн — respondiу su mйdico con tristeza. El hombre de la Residencia Imperial asintiу con un gesto para confirmar sus palabras.
— He estado revisando algunos libros — dijo el capitбn de improviso, mientras miraba por la ventana -, y se hicieron algunos experimentos con calcio. Claro que los resultados obtenidos no fueron particularmente alentadores…
— Pensй que habнamos acordado no hablar del asunto — intervino el hombre de la Residencia.
— Vaagen, eso es una crueldad — protestу el mйdico de Cordelia -. Estб alimentando falsas esperanzas. No puede convertir a la esposa del regente en uno de sus animales de laboratorio. Tiene el permiso del regente para realizar la autopsia, confуrmese con eso.
En un segundo, mientras observaba el rostro del hombre con ideas, el mundo de Cordelia volviу a enderezarse. Ella conocнa a los de su tipo: orgullosos y engreнdos, pero algunas veces alcanzaban sus objetivos. Pasaban de una monomanнa a otra corno una abeja polinizando flores, y recogнan pocos frutos pero dejaban atrбs sus semillas. Personalmente, a los ojos de ese hombre, ella no era mбs que material virgen para iniciar una monografнa. Los riesgos que ella corrнa no le importaban; ella no era una persona, sino una enfermedad. Cordelia le sonriу lentamente, reconociйndolo como un aliado en campo enemigo.
— їCуmo estб usted, doctor Vaagen? їQuй le parecerнa escribir el artнculo mйdico de su vida?
El hombre de la Residencia Imperial emitiу una risa.
— Ella ha comprendido sus intenciones, Vaagen.
Йl le devolviу la sonrisa, sorprendido. — Entenderб que no puedo garantizar resultados…
— ЎResultados! — lo interrumpiу el mйdico de Cordelia -. Dios mнo, serб mejor que le comunique cuбl es su idea de un resultado. O ensйсele fotografнas… no, no haga eso. Seсora — se volviу hacia ella -, los tratamientos de los que habla se intentaron por ъltima vez hace veinte aсos. Causaron un daсo irreparable a las madres. Y los resultados… lo mejor que se puede esperar es un tullido. Tal vez algo peor. Indescriptiblemente peor.
— Una medusa serнa una descripciуn bastante aceptable — dijo Vaagen.
— ЎUsted es inhumano, Vaagen! — replicу el mйdico de Cordelia, quien la observу unos momentos para verificar su estado de angustia.
— їUna medusa viable, doctor Vaagen? — preguntу Cordelia, muy interesada.
— Hum. Tal vez — respondiу йl, inhibido por las miradas furibundas de sus colegas -. Pero existe la dificultad de lo que ocurre con las madres cuando el tratamiento se aplica in vivo.
— їY quй? їEntonces no puede hacerlo in vitral — Cordelia formulу la pregunta obvia.
Vaagen dirigiу una mirada triunfante a su mйdico. — Desde luego, abrirнa muchas posibilidades de experimentaciуn, si pudiera arreglarse — murmurу al techo. — їIn vitro? — dijo el hombre de la Residencia Imperial, confundido -. їCуmo?
— їPor quй pregunta eso? — dijo Cordelia -. Ustedes tienen diecisiete rйplicas uterinas fabricadas en Escobar. Fueron traнdas despuйs de la guerra y se encuentran aquн, guardadas en algъn armario.
— Se volviу hacia el doctor Vaagen con entusiasmo -. їPor casualidad no conocerб al doctor Henri?
Vaagen asintiу con la cabeza.
— Hemos trabajado juntos.
— ЎEntonces, lo sabe todo al respecto!
— Bueno, no todo exactamente. Pero eh… en realidad, йl me ha informado de que se encuentran disponibles. Aunque usted debe comprender que yo no soy un obstetra.
— Ya lo creo que no — bufу el mйdico de Cordelia -. Seсora, este hombre ni siquiera es mйdico. Es sуlo un bioquнmico.
— Pero usted es un obstetra — objetу ella -. Entonces tenemos el equipo completo. El doctor Henri y el capitбn Vaagen se ocuparбn de Piotr Miles, y usted realizarб la transferencia.
El mйdico apretaba los labios y sus ojos tenнan una expresiуn muy extraсa. Cordelia necesitу unos momentos para identificarla como miedo.
— Yo no podrй hacer la transferencia, seсora — le respondiу -. No sй cуmo hacerla. Nadie en Barrayar ha realizado una operaciуn semejante. — Entonces, їno lo aconseja? — Definitivamente no. La posibilidad de causar un daсo permanente… despuйs de todo, dentro de unos meses podrб volver a intentarlo, siempre y cuando la zona testicular de su esposo no se haya visto afectada. Podrб volver a comenzar. Yo soy su mйdico, y йsa es mi opiniуn. — Sн, siempre y cuando antes de eso alguien no logre derribar a Aral. Debo recordar que esto es Barrayar, donde las personas estбn tan enamoradas de la muerte que entierran a hombres que todavнa alientan. їUsted estб dispuesto a intentar la operaciуn?
Йl se irguiу con dignidad.
— No, seсora. Y es definitivo.
— Muy bien. — Seсalу a su mйdico con el dedo -. Queda despedido. Entonces — se volviу hacia Vaagen -, usted estarб a cargo de este caso. Confнo en usted para que me encuentre un cirujano… o un estudiante de medicina, o un veterinario, o alguien que estй dispuesto a intentarlo. Y entonces podrб experimentar cuanto desee.
Vaagen pareciу ligeramente triunfante; su ex mйdico parecнa furioso.
— Serб mejor que averigьemos la opiniуn del regente antes de seguir alentando a su esposa en este falso optimismo.
Vaagen pareciу un poco menos triunfante.
— їPiensa hablar con йl ahora mismo? — preguntу Cordelia.
— Lo siento, seсora — dijo el hombre de la Residencia Imperial -. Pero creo que lo mejor serб acabar con esto lo antes posible. Usted no conoce la reputaciуn del capitбn Vaagen. Lamento ser tan brusco, Vaagen, pero a usted le gusta construir imperios, y esta vez ha llegado demasiado lejos.
— їSu ambiciуn es contar con una ala propia para efectuar investigaciones, Vaagen? — le preguntу Cordelia.
Йl se alzу de hombros, mбs avergonzado que ofendido, por lo que ella comprendiу que, al menos en parte, las palabras del hombre de la Residencia debнan de ser verdad. Cordelia clavу la vista en Vaagen y tratу de pensar en el mejor modo de avivar su ingenio.
— Tendrб todo un instituto si logra llevar esto a cabo. A йl — agrego seсalando el pasillo con un movimiento de cabeza — dнgale que yo se lo prometн.
Los tres hombres se retiraron. Cordelia permaneciу tendida en la cama y silbу una pequeсa melodнa silenciosa, mientras sus manos continuaban el pequeсo masaje abdominal. La gravedad habнa dejado de existir.
9
Hacia el mediodнa, Cordelia consiguiу por fin conciliar el sueсo y, al despertar, se sintiу desorientada. La luz de la tarde entraba por las ventanas de la habitaciуn. La llovizna gris habнa desaparecido. Cordelia se tocу el vientre con pesar, y cuando se girу en la cama descubriу que el conde Piotr estaba sentado a su lado.
Йl vestнa sus ropas de campo: el viejo pantalуn del uniforme, una camisa sencilla y la chaqueta que sуlo usaba en Vorkosigan Surleau, Debнa de haber venido directamente al hospital. Sus labios finos le sonrieron con ansiedad. Sus ojos se veнan cansados y preocupados.
— Querida niсa. No tienes que despertarte por mн.
— Estб bien. — Cordelia veнa un poco turbio, y se sentнa mбs vieja que el conde -. їHay algo para beber?
Йl le sirviу agua frнa de la mesa de noche, y la observу beber.
— їMбs?
— Es suficiente. їYa ha visto a Aral?
Piotr le palmeу la mano.
— Ya he hablado con йl. Ahora estб descansando. Lo siento mucho, Cordelia.
— Tal vez no sea tan terrible como temimos en un principio. Todavнa nos queda una posibilidad. Una esperanza. їAral ya le hablу de las rйplicas uterinas?
— Me dijo algo. Pero seguramente el daсo ya estarб hecho. Un daсo irreparable.
— Un daсo, sн. Hasta quй punto es irreparable, nadie lo sabe. Ni siquiera el capitбn Vaagen.
— Sн, conocн al capitбn Vaagen hace unos momentos. — Piotr frunciу el ceсo -. Un sujeto bastante ambicioso. El prototipo del Nuevo Hombre.
— Barrayar necesita hombres nuevos, y tambiйn mujeres. Su generaciуn tecnolуgicamente entrenada.
— Oh, sн. Luchamos mucho para educarlos. Son absolutamente necesarios, y algunos de ellos lo saben. — Un dejo de ironнa suavizу su boca -. Pero esta operaciуn que propones, esta transferencia placentaria… no parece demasiado segura.
— En Colonia Beta, serнa de rutina. — Cordelia se encogiу de hombros. Aunque, por supuesto, no estamos en Colonia Beta.
— Pero algo mбs directo, mбs conocido… estarнas lista para volver a empezar mucho antes. A la larga, es posible que pierdas menos tiempo.
— Tiempo… no es eso lo que me preocupa perder.
— Un concepto absurdo, ahora que lo pensaba. Perdнa 26,7 horas con cada dнa barrayarйs -. De todos modos, nunca volverй a pasar por eso. Yo aprendo rбpido, seсor.
Un destello de alarma cruzу por el rostro del conde.
— Cambiarбs de idea cuando te recuperes. Lo que importa ahora… He hablado con el capitбn Vaagen. No parece albergar ninguna duda de que los daсos han sido severos.
— Pues, sн. Lo que no sabe es si es capaz de contrarrestarlos.
— Querida niсa. — Su sonrisa preocupada se tornу mбs tensa -. Por eso mismo. Si el feto fuese una niсa, incluso un segundo hijo, podrнamos permitir tus comprensibles, incluso loables, sentimientos maternales. Pero si esta cosa vive, llegarб a ser el conde Vorkosigan algъn dнa. Nosotros no podemos permitir que exista un conde Vorkosigan deforme. — Se reclinу en su silla, como si acabara de decir algo muy convincente. Cordelia frunciу el ceсo. — їQuiйnes son «nosotros»? — La Casa Vorkosigan. Somos una de las familias mбs antiguas de Barrayar. Tal vez nunca hayamos sido la mбs rica ni la mбs poderosa, pero lo que nos ha faltado en dinero lo hemos tenido en honor. Nueve generaciones de guerreros Vor. Serнa un final horrible para nueve generaciones, їno lo comprendes?
— En este momento, la familia Vorkosigan consiste en dos individuos: usted y Aral — observу Cordelia, divertida y molesta a la vez -. Y los condes Vorkosigan han tenido finales horribles a lo largo de toda su historia. Han muerto por una bomba, un disparo, de hambre, ahogados, quemados, decapitados, enfermos o dementes. Lo ъnico que nunca han hecho es morir en la cama. Pensй que estaba acostumbrado a los horrores. El le dirigiу una sonrisa afligida.
— Pero nunca hemos sido mutantes.
— Creo que debe volver a hablar con Vaagen. Si yo le entendн correctamente, el daсo fetal que describiу fue teratуgeno, no genйtico.
— Pero la gente creerб que es un mutante.
— їQuй diablos le importa lo que piense la masa ignorante?
— Los otros Vor, querida.
— La masa de los Vor es igualmente ignorante. Se lo aseguro.
El conde retorciу las manos. Abriу la boca, volviу a cerrarla, frunciу el ceсo y finalmente dijo con mбs dureza:
— Un conde Vorkosigan tampoco ha sido jamбs un experimento de laboratorio.
— Entonces ya ve: servirб a Barrayar incluso antes de nacer. No es un mal comienzo para una vida honorable. — Tal vez se lograra extraer algo bueno de todo aquello despuйs de todo: nuevos conocimientos. Si la ayuda no servнa para ellos mismos, quizб lograse aliviar el dolor de otros padres. Cuanto mбs lo pensaba, mбs acertada le parecнa su decisiуn, en muchos aspectos. Piotr echу atrбs la cabeza.
— Por mбs dulces que parezcбis las betanesas, tenйis una pasmosa sangre frнa.
— Una tendencia racional, seсor. El racionalismo tiene sus mйritos. Los barrayareses deberнan intentarlo alguna vez. — Cordelia se mordiу la lengua -. Pero muchas veces nos excedemos, creo. Todavнa nos aguardan grandes p… — peligros -, dificultades. Una transferencia placentaria a estas alturas del embarazo es difнcil incluso para la tecnologнa mбs desarrollada. Admito que hubiese preferido disponer del tiempo necesario para importar a algъn cirujano mбs experimentado. Pero no es el caso.
— Sн, sн, todavнa puede morir, tienes razуn. No hay necesidad de… pero estoy preocupado por ti tambiйn, niсa. їVale la pena?
їQue valнa la pena para quй? їCуmo podнa saberlo ella? Le ardнan los pulmones. Lo mirу con una sonrisa fatigada y sacudiу la cabeza, sintiendo la presiуn en las sienes y en la nuca.
— Papб — dijo una voz ronca desde la puerta. Aral se encontraba apoyado allн, con su pijama verde y una mбscara de oxнgeno portбtil sujeta a la nariz. їCuбnto tiempo hacнa que estaba allн?
—. Creo que Cordelia necesita descansar.
Sus ojos se encontraron por encima de Piotr.
Dios te bendiga, cariсo.
— Sн, por supuesto. — El conde Piotr se levantу con dificultad -. Lo siento. Tienes toda la razуn. — Apretу la mano de Cordelia una vez mбs con sus dedos secos de anciano -. Duerme. Luego podrбs pensar con mбs claridad.
— Padre.
— No deberнas estar levantado, їverdad? — dijo Piotr mientras se retiraba -. Vuelve a la cama, muchacho… — Su voz se alejу por el pasillo.
Aral regresу mбs tarde, cuando el conde Piotr se hubo marchado definitivamente.
— їPapб te estuvo molestando? — le preguntу con el rostro muy serio. Cordelia le tendiу una mano y йl se sentу en la cama. Su cabeza abandonу la almohada para posarse sobre sus piernas, apoyando la mejilla sobre sus mъsculos firmes y йl le acariciу el cabello.
— No mбs que de costumbre — suspirу ella.
— Temн que te estuviese perturbando.
— No. No se trata de que no me encuentre perturbada. Es sуlo que me siento demasiado cansada para correr de un extremo al otro del pasillo gritando. — Ah. Entonces, sн te trastornу.
— Sн. — Cordelia vacilу -. En cierto sentido, tiene razуn. He pasado demasiado tiempo aterrorizada, esperando que cayese el golpe de alguna parte, de cualquier parte. Y, de repente, sucediу anoche, y ha pasado lo peor… excepto que no ha terminado. Si el golpe hubiese sido mбs completo, podrнa detenerme, renunciar ahora. Pero esto continuarб. — Se frotу la mejilla contra la tela -. їIllyan averiguу algo mбs? Me pareciу haber oнdo su voz hace un rato.
La mano de Vorkosigan continuу acariciбndole el cabello rнtmicamente.
— El interrogatorio preliminar con pentotal a Evon Vorhalas ha terminado. Ahora estб investigando la vieja armerнa de donde Evon robу la soltoxina. Al parecer, no puede haberla conseguido tan unilateralmente como asegura. Un mayor que se encuentra a cargo del lugar ha desaparecido. Ausente sin permiso. Illyan todavнa no sabe si el hombre ha sido eliminado para despejar el camino de Evon o si en realidad lo ayudу, y se esconde en alguna parte.
— Si fue una negligencia, es posible que tenga miedo.
— Mбs le vale tener miedo. Si tuvo alguna participaciуn consciente en esto… — Su mano se cerrу sobre los cabellos de Cordelia -. Lo siento — murmurу de inmediato, y continuу acariciбndola. Cordelia, quien se sentнa como un animal herido, se acurrucу aъn mбs sobre sus piernas y posу una mano sobre su rodilla.
— Respecto a papб… si vuelve a molestarte, envнamelo a mн. No tienes por quй discutir el asunto con йl. Le dije que la decisiуn era tuya.
— їMнa? — La mano de Cordelia descansaba, inmуvil -. їNo es nuestra?
Йl vacilу.
— Cualquier cosa que desees, yo la apoyarй.
— їPero quй deseas tъ? їMe estбs ocultando algo?
— Yo no puedo evitar comprender sus temores. Pero… hay una cosa que todavнa no he comentado con йl, ni pienso hacerlo. Es posible que el prуximo niсo no llegue tan fбcilmente como el primero.
— їFбcilmente? їLlamas a esto «fбcil»?
Vorkosigan continuу.
— Uno de los efectos menos conocidos de la soltoxina es la formaciуn de tejido cicatrizal en los testнculos, a un nivel microscуpico. Puede reducir considerablemente la fertilidad. Al menos, eso me ha advertido mi mйdico.
— Tonterнas — dijo Cordelia -. Sуlo se necesitan dos cйlulas somбticas y una rйplica uterina. Si despuйs de la prуxima bomba sуlo pueden despegar de las paredes tu meсique y mi dedo gordo, todavнa podrнan seguir reproduciendo pequeсos Vorkosigan para el siglo que viene.
— Pero no de forma natural y sin salir de Barrayar.
— O sin cambiar Barrayar. Maldita sea. — La mano de Vorkosigan se detuvo ante la dureza de su voz -. Si hubiera insistido en usar la rйplica desde el principio, el bebй nunca hubiese corrido ningъn riesgo. Yo sabнa que era mбs seguro, sabнa que estaba allн…
— Su voz se quebrу.
— Shhh. Si yo no hubiese… aceptado este trabajo. Si te hubiera dejado en Vorkosigan Surleau. Si hubiese perdonado a ese idiota de Cari, por amor de Dios. Si tan sуlo hubiйsemos dormido en habitaciones separadas…
— ЎNo! — La mano de Cordelia se tensу sobre su rodilla -. Me niego a vivir en un refugio antibombas durante los prуximos quince aсos. Aral, este sitio tiene que cambiar. Esto es insoportable.
Si nunca hubiese venido aquн.
El quirуfano parecнa limpio y brillante, aunque no estaba tan bien equipado segъn los estбndares galбcticos. Tendida sobre la plataforma flotante, Cordelia volviу la cabeza para observar todos los detalles posibles. Luces, monitores y una mesa de operaciones con una cisterna de desagьe ubicada debajo. Un tйcnico revisaba un depуsito donde bullнa un lнquido claro y amarillo. Йste no era un punto sin retorno, se dijo con firmeza. Sуlo era el siguiente paso lуgico.
Con sus batas esterilizadas, el capitбn Vaagen y el doctor Henri aguardaban cerca de la mesa de operaciones. Junto a ellos se encontraba la rйplica uterina portбtil, una caja de plбstico y metal de cincuenta centнmetros de altura, tachonada con paneles de control y orificios de acceso. En sus costados brillaban unas luces verdes y amarillas. Limpio, esterilizado, con sus tanques de oxнgeno y nutrientes cargados y listos. Cordelia lo observу con un profundo alivio. El primitivo sistema barrayarйs de gestaciуn sуlo simbolizaba el fracaso completo de la razуn ante el sentimiento. Ella se habнa esforzado mucho por complacer, por encajar, por convertirse en una barrayaresa. Y su hijo habнa pagado el precio. Nunca mбs.
El doctor Ritter, el cirujano, era un hombre alto de cabellos oscuros, con piel aceitunada y manos largas. A Cordelia le habнan gustado sus manos desde el primer momento. Eran firmes. Ritter y un enfermero la colocaron sobre la mesa de operaciones y retiraron la camilla flotante. El doctor Ritter esbozу una sonrisa tranquilizadora.
— Lo estб haciendo muy bien. Claro que sн, ni siquiera hemos comenzado, pensу Cordelia con irritaciуn. El doctor Ritter parecнa palpablemente nervioso, aunque de alguna manera la tensiуn se detenнa en sus codos. El cirujano era un amigo de Vaagen a quien йste habнa logrado convencer despuйs de que los dos pasaran un dнa repasando una lista de hombres con mбs experiencia, quienes se habнan negado a aceptar el caso.
Vaagen se lo habнa explicado a Cordelia.
— їCуmo llamarнa a cuatro matones con porras en un callejуn oscuro? -їQuй?
— Un juicio por incompetencia de un lord Vor.
— El hombre se echу a reнr. Vaagen tenнa un sentido del humor completamente бcido. Cordelia lo hubiese abrazado por ello. Habнa sido la ъnica persona que se permitiera hacer una broma en su presencia en los ъltimos tres dнas, posiblemente la persona mбs honesta y racional que habнa conocido desde que abandonara Colonia Beta. Se alegraba de que estuviese allн.
La hicieron girar sobre un costado y le tocaron su espina dorsal con el aturdidor mйdico. Un hormigueo, y de pronto sus pies frнos se calentaron. De inmediato las piernas le quedaron inertes, como sacos de manteca.
— їPuede sentir esto? — preguntу el doctor Ritter.
— їSentir quй?
— Bien. — Йl hizo una seсa al tйcnico y entre los dos la tendieron de espaldas. El tйcnico descubriу su vientre y encendiу el campo esterilizador. El cirujano la palpу, observando los monitores de holovнdeo para ubicar la posiciуn exacta de la criatura dentro de ella.
— їEstб segura de que no prefiere pasar por esto dormida? — le pregunto el doctor Ritter por ъltima vez. — No. Quiero mirar. Йste es el nacimiento de mi primer hijo. Tal vez de mi ъnico hijo. Йl esbozу una sonrisa. — Una niсa valiente.
Niсa,… y una mierda, soy mayor que tъ. Cordelia percibнa que, en realidad, el cirujano hubiese preferido no ser observado.
El doctor Ritter se detuvo y echу un ъltimo vistazo a su alrededor, como si controlara mentalmente que no le faltase ningъn instrumento ni ningъn asistente. Y reuniendo valor, supuso Cordelia.
— Vamos, doctor, terminemos con esto — urgiу Vaagen con impaciencia. En su tono habнa una peculiar mezcla de sarcasmo y calidez -. Mis exбmenes indican que los huesos ya han comenzado a desintegrarse. Si esto sigue avanzando, no me quedarб matriz sobre la cual trabajar. Abre ahora y muйrdete las uсas despuйs.
— Muйrdete tъ las uсas, Vaagen — replicу el cirujano afablemente -. Si vuelves a darme prisa, harй que el tйcnico te ponga el espйculo en la garganta.
Eran viejos amigos, estimу Cordelia. Pero el cirujano alzу las manos, inspirу y cogiу el escalpelo vibratorio, abriendo su vientre en un tajo perfectamente controlado. El tйcnico siguiу su movimiento con el tractor quirъrgico de mano, cerrando vasos sanguнneos; apenas si escapу un hilo de sangre. Cordelia sintiу una presiуn, pero ningъn dolor. Otros tajos le abrieron el ъtero. Una transferencia placentaria era mucho mбs arriesgada que una simple operaciуn de cesбrea. Por medios quнmicos y hormonales, habнa que desprender la frбgil placenta del ъtero, sin daсar demasiadas de sus diminutas vellosidades, para, luego, hacerla flotar en una soluciуn nutriente altamente oxigenada. Entonces se colocaba la esponja de la rйplica entre la placenta y la pared uterina, induciendo a las vellosidades a entretejerse al menos parcialmente en su nueva matriz, y, finalmente, habнa que trasladarlo todo al aparato. Cuanto mбs avanzado el embarazo, mбs difнcil era la transferencia.
En los monitores se controlaba el cordуn umbilical que unнa a la placenta con el feto, inyectando oxнgeno a medida que se necesitaba. En Colonia Beta habнa un pequeсo aparato que cumplнa esa funciуn; allн el oxнgeno era suministrado por un tйcnico de expresiуn ansiosa.
El tйcnico comenzу a inyectar la soluciуn amarillo brillante en su ъtero. Unas gotas teсidas de rosa se derramaron por sus costados y cayeron en la cisterna de desagьe. No cabнa duda, la transferencia placentaria era una operaciуn bastante engorrosa.
— Esponja — pidiу el cirujano con suavidad. Vaagen y Henri colocaron la rйplica a un lado de Cordelia, y deslizaron la esponja de la matriz hacia la mesa de operaciones. El cirujano trabajaba sin pausa con un pequeсo tractor de mano. Por mбs que bajaba la vista sobre su vientre abultado (apenas abultado), Cordelia no alcanzaba a verle las manos. Se estremeciу. Ritter estaba sudando.
— Doctor… — Un tйcnico seсalу algo en un monitor de vнdeo.
— Hum — dijo Ritter alzando la vista, para luego continuar con su tarea. Los tйcnicos murmuraban, Vaagen y Henri murmuraban… palabras tranquilizadoras, profesionales. Ella tenнa mucho frнo…
De repente, el fluido que se derramaba sobre la represa blanca de su piel pasу del rosa al rojo brillante y empezу a manar mucho mбs rбpido que el flujo de entrada.
— Cerrad eso — dijo el cirujano con los dientes apretados.
Cordelia sуlo tuvo una visiуn fugaz, debajo de una membrana, de unos diminutos brazos y piernas, de una cabeza hъmeda y oscura moviйndose sobre las manos enguantadas del cirujano. Su tamaсo no era mayor que el de un gatito medio ahogado.
— ЎVaagen! ЎLlйvate esto ahora si lo quieres! — exclamу Ritter.
Vaagen introdujo las manos enguantadas en su vientre, mientras unos remolinos oscuros nublaban la visiуn de Cordelia. De pronto sintiу un fuerte dolor en la cabeza y todo pareciу estallar en destellos brillantes. La oscuridad la invadiу por completo. Lo ъltimo que oyу fue la voz desesperada del cirujano:
— ЎOh, mierda…!
Sus sueсos estaban nublados de dolor. Lo peor era la sensaciуn de asfixia. Sentнa que se ahogaba, se ahogaba, y lloraba por la falta de aire. Tenнa la garganta llena de obstrucciones, y ella trataba de arrancбrselas hasta que le ataban las manos. Entonces comenzу a soсar con las torturas de Vorrutyer, multiplicadas en infinidad de complicaciones que continuaban durante horas. Un Bothari demente se hincaba sobre su pecho, y el aire ya no podнa entrar.
Cuando finalmente despertу con la cabeza despejada, fue como surgir de alguna infernal prisiуn subterrбnea a la luz de Dios.
Su alivio fue tan profundo que volviу a llorar, un gemido apagado y unas lбgrimas en sus ojos. Podнa respirar, aunque le resultaba doloroso; el dolor de su cuerpo le impedнa moverse, pero podнa respirar. Eso era suficiente.
— Sh. Sh. — Un dedo cбlido le tocу los pбrpados, enjugando las lбgrimas -. Estб bien.
— їSsн? — Cordelia parpadeу. Era de noche, y la cбlida luz artificial proyectaba sombras en la habitaciуn. El rostro de Aral se encontraba sobre ella -. їEes… de noche? ї Quй passу?
— Sh. Has estado enferma, muy enferma. Tuviste una fuerte hemorragia durante la transferencia placentaria. Tu corazуn se detuvo dos veces. — Se humedeciу los labios y continuу -. El trauma, junto con el veneno, te produjeron una neumonнa. Ayer pasaste muy mal dнa, pero lo peor ha terminado. Te han quitado el respirador.
— їCuбnto… tiempo?
— Tres dнas.
— Ah. El bebй, Aral. їFuncionу? ЎCuйntame!
— Todo saliу bien. Vaagen informa que la transferencia fue un йxito. Perdieron mбs o menos un treinta por ciento de las funciones placentarias, pero Henri lo compensу con una soluciуn fluida enriquecida y oxigenada, y todo parece funcionar bien, o al menos tan bien como cabнa esperar. El feto sigue con vida. Vaagen ha iniciado su primer tratamiento experimental con calcio, y nos ha prometido presentar un primer informe muy pronto. — Le acariciу la frente -. Vaagen tiene acceso prioritario a cualquier equipo, suministro o personal tйcnico que necesite, incluyendo consultores externos. Ademбs de Henri, cuenta con el consejo de un pediatra civil. El mismo Vaagen es el hombre que mбs sabe de venenos militares, no sуlo en Barrayar sino tambiйn en toda la galaxia. Por ahora no podemos hacer mбs. Asн que descansa, mi amor.
— El niсo… їdуnde…?
— Ah, puedes ver dуnde si lo deseas. — La ayudу a levantar la cabeza y seсalу la ventana -. їVes ese segundo edificio, con las luces rojas en el techo? Es el ala de investigaciones bioquнmicas. El laboratorio de Vaagen y Henri se encuentra en el tercer piso.
— Oh, ahora lo reconozco. Lo vi desde el otro lado, el dнa que nos llevamos a Elena.
— Sн. — El rostro de Vorkosigan se suavizу -. Me alegro de tenerte otra vez aquн, querida capitana. Al verte tan enferma… no me habнa sentido tan inъtil e impotente desde los once aсos.
Йse era el aсo en que el pelotуn de Yuri el Loco habнa asesinado a su madre y su hermano.
— Sh — dijo ella a su vez -. No, no… todo estб bien ahora.
A la maсana siguiente le quitaron todos los tubos que perforaban su cuerpo, exceptuando el del oxнgeno. Luego siguieron unos dнas de tranquila rutina. Su recuperaciуn se veнa menos interrumpida que la de Aral. Verdaderas tropas de hombres, encabezadas por el ministro Vortala, acudнan a verlo a todas horas. Aral se habнa hecho instalar una consola de seguridad en la habitaciуn, a pesar de las protestas mйdicas. Koudelka se reunнa con йl ocho horas diarias, en la improvisada oficina.
Koudelka parecнa muy silencioso, tan deprimido como todos los demбs despuйs del desastre, aunque no tanto como los que habнan tenido alguna relaciуn con su fracasada seguridad. Incluso Illyan se encogнa cuando la veнa.
Un par de veces al dнa, Aral la llevaba a caminar un poco por el corredor. El escalpelo vibratorio habнa realizado un corte muy limpio en su abdomen, pero no por ello era menos profundo. De todos modos, la herida le dolнa menos que los pulmones. O que el corazуn. Su vientre estaba mбs flбcido que plano, pero de todos modos se encontraba vacнo. Ella estaba sola, deshabitada, volvнa a ser ella misma despuйs de cinco meses de esa extraсa existencia doble.
Un dнa el doctor Henri llegу con una silla flotante y la llevу a dar un paseo por el laboratorio, para que viese dуnde estaba instalada la rйplica uterina. Cordelia observу a su hijo, moviйndose en los monitores, y estudiу los informes tйcnicos. Los nervios, la piel y los ojos del feto se desarrollaban con normalidad, aunque Henri no estaba seguro respecto al oнdo debido a los huesecillos del interior. Henri y Vaagen eran cientнficos muy bien entrenados, casi betaneses por su aspecto, y Cordelia los bendijo en silencio y les dio las gracias en voz alta, para regresar luego a su habitaciуn sintiйndose muchнsimo mбs tranquila.
No obstante, cuando a la tarde siguiente el capitбn Vaagen entrу como una tromba en su habitaciуn, Cordelia sintiу que el corazуn le daba un vuelco. El rostro del bioquнmico estaba terriblemente sombrнo, y tenнa los labios fuertemente apretados.
— їQuй ocurre, capitбn? — preguntу ella con ansiedad -. Esa segunda dosis de calcio… їha fallado?
— Es demasiado pronto para saberlo. No, el feto estб igual, seсora. Ahora el problema es su suegro.
— їCуmo?
— El conde general Vorkosigan ha venido a vernos esta maсana.
— ЎOh! їHa ido a ver al bebй? Me alegro. Estб muy perturbado con toda esta nueva tecnologнa de vida. Tal vez comience a superar esos bloqueos emocionales. Como viejo guerrero Vor que es, no tiene ningъn problema con la tecnologнa de la muerte, sin embargo…
— Yo en su lugar no serнa muy optimista respecto a йl, seсora. — Inspirу profundamente y se refugiу en la formalidad. En esta ocasiуn no mostraba un humor negro ni ninguna otra clase de humor -. El doctor Henri pensу lo mismo que usted. Paseamos al general por todo el laboratorio, mostrбndole todos los equipos y explicбndole nuestras teorнas. Fuimos absolutamente sinceros, tal como lo hemos sido con usted. Tal vez demasiado sinceros. Йl querнa saber quй resultados нbamos a obtener. Diablos, no lo sabemos. Y eso fue lo que le dijimos.
«Despuйs de andarse con rodeos un buen rato… bueno, en pocas palabras, primero el general pidiу, luego ordenу y luego tratу de sobornar a Henri para que abriera la llave. Para que destruyera al feto. A la mutaciуn, como йl lo llama. Lo echamos de allн inmediatamente, pero jurу que volverнa.
Cordelia estaba temblando por dentro, pero mantuvo el rostro impasible. — Ya veo.
— Quiero que ese viejo se mantenga lejos de mi laboratorio, seсora. Y no me importa lo que usted haga para conseguirlo. No necesito esta clase de basura cerca, por mбs personaje importante que sea.
— Ya veo… espere aquн.
Cordelia se ajustу la bata sobre el pijama verde, sujetу su tubo de oxнgeno con mбs firmeza y cruzу el pasillo con pasos cautelosos. Aral, vestido de un modo informal con el pantalуn de su uniforme y una camisa, se hallaba sentado ante una pequeсa mesa frente a la ventana. La ъnica seсal que lo identificaba como paciente era el tubo de oxнgeno introducido en su nariz, con el cual se estaba tratando la neumonнa causada por la soltoxina. Aral conversaba con un hombre mientras Koudelka tomaba notas. Gracias a Dios, el hombre no era Piotr, sino algъn secretario de Vortala.
— Aral. Te necesito.
— їNo puede esperar?
— No.
Йl se levantу. — Discъlpenme un momento, caballeros — dijo, y la siguiу al otro lado del pasillo. Cordelia cerrу la puerta a sus espaldas.
— Capitбn Vaagen, por favor repнtale a Aral lo que acaba de decirme a mн.
Algo mбs nervioso, Vaagen volviу a contar su historia sin suavizar ningъn detalle. A medida que escuchaba, los hombros de Aral se fueron hundiendo como si hubiesen estado recibiendo un peso.
— Gracias, capitбn. Ha hecho lo correcto al informarnos de este incidente. Me ocuparй de ello de inmediato.
— їEso es todo? — Vaagen mirу a Cordelia con gran incertidumbre.
Ella le enseсу las palmas.
— Ya lo ha oнdo.
Vaagen hizo la venia y se marchу.
— їCrees que es cierto? — preguntу Cordelia.
— Hace una semana que mi padre estб hablando del tema, cariсo.
— їHabйis discutido?
— Йl discutiу. Yo me limitй a escuchar.
Al regresar a su habitaciуn, Aral pidiу a Koudelkay al secretario que aguardasen fuera. Cordelia se sentу sobre su cama y lo observу entrar unos cуdigos en su consola.
— Aquн lord Vorkosigan. Deseo hablar simultбneamente con el jefe de seguridad del hospital y con el comandante Simуn Illyan. Pуngame en contacto con ambos, por favor.
Hubo una breve espera mientras se localizaba a los dos hombres. A juzgar por el fondo confuso del vнdeo, el hombre del hospital estaba en su oficina dentro del complejo. Encontraron a Illyan en un laboratorio forense del cuartel general imperial.
— Caballeros. — El rostro de Aral se mostraba bastante inexpresivo -. Deseo revocar un permiso de Seguridad.
— Los dos hombres se prepararon para tornar nota en sus respectivas consolas -.
El conde general Piotr Vorkosigan no tendrб acceso al Edificio Seis de Investigaciones Bioquнmicas, en el Hospital Militar Imperial, hasta prуximo aviso. Aviso que darй yo personalmente. Illyan vacilу.
— Seсor… el general Vorkosigan tiene un permiso absoluto, por orden imperial. Lo ha tenido durante aсos. Necesito una orden imperial para revocarlo.
— Eso precisamente es lo que le estoy dando, Illyan. — La voz de Vorkosigan sonу algo impaciente
—. Por orden mнa, Aral Vorkosigan, regente de su majestad imperial Gregor Vorbarra. їLe parece lo bastante oficial?
Illyan emitiу un ligero silbido, pero su rostro se tornу serio al ver el ceсo fruncido de Vorkosigan.
— Sн, seсor. Entendido. їAlgo mбs? — Eso es todo. Sуlo se le negarб la entrada a ese edificio.
— Seсor… — dijo el jefe de seguridad del hospital -, їy si… si el general Vorkosigan se niega a detenerse cuando se lo ordenan?
Cordelia imaginу la escena. Un pobre joven guardia con la carrera truncada por todo ese lнo…
— Si sus hombres de seguridad no logran controlar a un anciano, pueden utilizar la fuerza fнsica e incluso un aturdidor — — dijo Aral con fatiga -. Eso es todo. Gracias.
El hombre del Hospital Militar asintiу con un gesto y cortу la comunicaciуn.
Illyan permaneciу vacilante unos momentos. — їLe parece que serб buena idea, a su edad? La descarga de un aturdidor puede ser nocivo para el corazуn. Y a йl no le gustarб nada cuando le digamos que hay un sitio donde no puede entrar. De paso, їpor quй…?
— Aral se limitу a observarlo con frialdad, y, finalmente, Illyan tragу saliva.
— Sн, seсor — dijo haciendo la venia, y cortу. Aral permaneciу sentado, mirando con expresiуn pensativa la pantalla vacнa. Entonces se volviу hacia Corde-lia y sus labios esbozaron una mueca de ironнa y dolor.
— Es un viejo — dijo al fin.
— Ese viejo acaba de intentar matar a tu hijo. A lo que queda de tu hijo.
— Yo comprendo su punto de vista. Comprendo sus temores.
— їTambiйn comprendes el mнo?
— Sн. Los dos.
— Y cuando llegue el momento… si intenta volver allн…
— Йl es mi pasado. — La mirу a los ojos -. Tъ eres mi futuro. El resto de mi vida pertenece al futuro. Lo juro por mi nombre como Vorkosigan.
Cordelia suspirу y se frotу la nuca dolorida.
Koudelka llamу a la puerta y asomу la cabeza de forma furtiva.
— їSeсor? El secretario del ministro desea saber…
— Ahora mismo, teniente. — Vorkosigan le indicу que se fuese con una seсa.
— Salgamos de este sitio — dijo Cordelia de pronto.
— їCуmo?
— Hospital Imperial, Seguridad Imperial… todo esto me estб produciendo una Claustrofobia Imperial. Vayamos a Vorkosigan Surleau por unos dнas. Te resultarб mбs fбcil recuperarte allн, y a tus subordinados les costarб mбs encontrarte. Sуlo tъ y yo, amigo.
їFuncionarнa? їY si cuando trataban de recuperar la felicidad que habнan sentido ese verano, descubrнan que ya no existнa? їQue se habнa ahogado en las lluvias otoсales? Cordelia sentнa la desesperaciуn en su interior, buscando el equilibrio perdido, la base firme.
Йl alzу las cejas.
— Excelente idea, querida capitana. Nos llevaremos al viejo con nosotros.
— Oh, їes necesario…? Sн, ya veo. Lo es. Claro.
Йl vestнa sus ropas de campo: el viejo pantalуn del uniforme, una camisa sencilla y la chaqueta que sуlo usaba en Vorkosigan Surleau, Debнa de haber venido directamente al hospital. Sus labios finos le sonrieron con ansiedad. Sus ojos se veнan cansados y preocupados.
— Querida niсa. No tienes que despertarte por mн.
— Estб bien. — Cordelia veнa un poco turbio, y se sentнa mбs vieja que el conde -. їHay algo para beber?
Йl le sirviу agua frнa de la mesa de noche, y la observу beber.
— їMбs?
— Es suficiente. їYa ha visto a Aral?
Piotr le palmeу la mano.
— Ya he hablado con йl. Ahora estб descansando. Lo siento mucho, Cordelia.
— Tal vez no sea tan terrible como temimos en un principio. Todavнa nos queda una posibilidad. Una esperanza. їAral ya le hablу de las rйplicas uterinas?
— Me dijo algo. Pero seguramente el daсo ya estarб hecho. Un daсo irreparable.
— Un daсo, sн. Hasta quй punto es irreparable, nadie lo sabe. Ni siquiera el capitбn Vaagen.
— Sн, conocн al capitбn Vaagen hace unos momentos. — Piotr frunciу el ceсo -. Un sujeto bastante ambicioso. El prototipo del Nuevo Hombre.
— Barrayar necesita hombres nuevos, y tambiйn mujeres. Su generaciуn tecnolуgicamente entrenada.
— Oh, sн. Luchamos mucho para educarlos. Son absolutamente necesarios, y algunos de ellos lo saben. — Un dejo de ironнa suavizу su boca -. Pero esta operaciуn que propones, esta transferencia placentaria… no parece demasiado segura.
— En Colonia Beta, serнa de rutina. — Cordelia se encogiу de hombros. Aunque, por supuesto, no estamos en Colonia Beta.
— Pero algo mбs directo, mбs conocido… estarнas lista para volver a empezar mucho antes. A la larga, es posible que pierdas menos tiempo.
— Tiempo… no es eso lo que me preocupa perder.
— Un concepto absurdo, ahora que lo pensaba. Perdнa 26,7 horas con cada dнa barrayarйs -. De todos modos, nunca volverй a pasar por eso. Yo aprendo rбpido, seсor.
Un destello de alarma cruzу por el rostro del conde.
— Cambiarбs de idea cuando te recuperes. Lo que importa ahora… He hablado con el capitбn Vaagen. No parece albergar ninguna duda de que los daсos han sido severos.
— Pues, sн. Lo que no sabe es si es capaz de contrarrestarlos.
— Querida niсa. — Su sonrisa preocupada se tornу mбs tensa -. Por eso mismo. Si el feto fuese una niсa, incluso un segundo hijo, podrнamos permitir tus comprensibles, incluso loables, sentimientos maternales. Pero si esta cosa vive, llegarб a ser el conde Vorkosigan algъn dнa. Nosotros no podemos permitir que exista un conde Vorkosigan deforme. — Se reclinу en su silla, como si acabara de decir algo muy convincente. Cordelia frunciу el ceсo. — їQuiйnes son «nosotros»? — La Casa Vorkosigan. Somos una de las familias mбs antiguas de Barrayar. Tal vez nunca hayamos sido la mбs rica ni la mбs poderosa, pero lo que nos ha faltado en dinero lo hemos tenido en honor. Nueve generaciones de guerreros Vor. Serнa un final horrible para nueve generaciones, їno lo comprendes?
— En este momento, la familia Vorkosigan consiste en dos individuos: usted y Aral — observу Cordelia, divertida y molesta a la vez -. Y los condes Vorkosigan han tenido finales horribles a lo largo de toda su historia. Han muerto por una bomba, un disparo, de hambre, ahogados, quemados, decapitados, enfermos o dementes. Lo ъnico que nunca han hecho es morir en la cama. Pensй que estaba acostumbrado a los horrores. El le dirigiу una sonrisa afligida.
— Pero nunca hemos sido mutantes.
— Creo que debe volver a hablar con Vaagen. Si yo le entendн correctamente, el daсo fetal que describiу fue teratуgeno, no genйtico.
— Pero la gente creerб que es un mutante.
— їQuй diablos le importa lo que piense la masa ignorante?
— Los otros Vor, querida.
— La masa de los Vor es igualmente ignorante. Se lo aseguro.
El conde retorciу las manos. Abriу la boca, volviу a cerrarla, frunciу el ceсo y finalmente dijo con mбs dureza:
— Un conde Vorkosigan tampoco ha sido jamбs un experimento de laboratorio.
— Entonces ya ve: servirб a Barrayar incluso antes de nacer. No es un mal comienzo para una vida honorable. — Tal vez se lograra extraer algo bueno de todo aquello despuйs de todo: nuevos conocimientos. Si la ayuda no servнa para ellos mismos, quizб lograse aliviar el dolor de otros padres. Cuanto mбs lo pensaba, mбs acertada le parecнa su decisiуn, en muchos aspectos. Piotr echу atrбs la cabeza.
— Por mбs dulces que parezcбis las betanesas, tenйis una pasmosa sangre frнa.
— Una tendencia racional, seсor. El racionalismo tiene sus mйritos. Los barrayareses deberнan intentarlo alguna vez. — Cordelia se mordiу la lengua -. Pero muchas veces nos excedemos, creo. Todavнa nos aguardan grandes p… — peligros -, dificultades. Una transferencia placentaria a estas alturas del embarazo es difнcil incluso para la tecnologнa mбs desarrollada. Admito que hubiese preferido disponer del tiempo necesario para importar a algъn cirujano mбs experimentado. Pero no es el caso.
— Sн, sн, todavнa puede morir, tienes razуn. No hay necesidad de… pero estoy preocupado por ti tambiйn, niсa. їVale la pena?
їQue valнa la pena para quй? їCуmo podнa saberlo ella? Le ardнan los pulmones. Lo mirу con una sonrisa fatigada y sacudiу la cabeza, sintiendo la presiуn en las sienes y en la nuca.
— Papб — dijo una voz ronca desde la puerta. Aral se encontraba apoyado allн, con su pijama verde y una mбscara de oxнgeno portбtil sujeta a la nariz. їCuбnto tiempo hacнa que estaba allн?
—. Creo que Cordelia necesita descansar.
Sus ojos se encontraron por encima de Piotr.
Dios te bendiga, cariсo.
— Sн, por supuesto. — El conde Piotr se levantу con dificultad -. Lo siento. Tienes toda la razуn. — Apretу la mano de Cordelia una vez mбs con sus dedos secos de anciano -. Duerme. Luego podrбs pensar con mбs claridad.
— Padre.
— No deberнas estar levantado, їverdad? — dijo Piotr mientras se retiraba -. Vuelve a la cama, muchacho… — Su voz se alejу por el pasillo.
Aral regresу mбs tarde, cuando el conde Piotr se hubo marchado definitivamente.
— їPapб te estuvo molestando? — le preguntу con el rostro muy serio. Cordelia le tendiу una mano y йl se sentу en la cama. Su cabeza abandonу la almohada para posarse sobre sus piernas, apoyando la mejilla sobre sus mъsculos firmes y йl le acariciу el cabello.
— No mбs que de costumbre — suspirу ella.
— Temн que te estuviese perturbando.
— No. No se trata de que no me encuentre perturbada. Es sуlo que me siento demasiado cansada para correr de un extremo al otro del pasillo gritando. — Ah. Entonces, sн te trastornу.
— Sн. — Cordelia vacilу -. En cierto sentido, tiene razуn. He pasado demasiado tiempo aterrorizada, esperando que cayese el golpe de alguna parte, de cualquier parte. Y, de repente, sucediу anoche, y ha pasado lo peor… excepto que no ha terminado. Si el golpe hubiese sido mбs completo, podrнa detenerme, renunciar ahora. Pero esto continuarб. — Se frotу la mejilla contra la tela -. їIllyan averiguу algo mбs? Me pareciу haber oнdo su voz hace un rato.
La mano de Vorkosigan continuу acariciбndole el cabello rнtmicamente.
— El interrogatorio preliminar con pentotal a Evon Vorhalas ha terminado. Ahora estб investigando la vieja armerнa de donde Evon robу la soltoxina. Al parecer, no puede haberla conseguido tan unilateralmente como asegura. Un mayor que se encuentra a cargo del lugar ha desaparecido. Ausente sin permiso. Illyan todavнa no sabe si el hombre ha sido eliminado para despejar el camino de Evon o si en realidad lo ayudу, y se esconde en alguna parte.
— Si fue una negligencia, es posible que tenga miedo.
— Mбs le vale tener miedo. Si tuvo alguna participaciуn consciente en esto… — Su mano se cerrу sobre los cabellos de Cordelia -. Lo siento — murmurу de inmediato, y continuу acariciбndola. Cordelia, quien se sentнa como un animal herido, se acurrucу aъn mбs sobre sus piernas y posу una mano sobre su rodilla.
— Respecto a papб… si vuelve a molestarte, envнamelo a mн. No tienes por quй discutir el asunto con йl. Le dije que la decisiуn era tuya.
— їMнa? — La mano de Cordelia descansaba, inmуvil -. їNo es nuestra?
Йl vacilу.
— Cualquier cosa que desees, yo la apoyarй.
— їPero quй deseas tъ? їMe estбs ocultando algo?
— Yo no puedo evitar comprender sus temores. Pero… hay una cosa que todavнa no he comentado con йl, ni pienso hacerlo. Es posible que el prуximo niсo no llegue tan fбcilmente como el primero.
— їFбcilmente? їLlamas a esto «fбcil»?
Vorkosigan continuу.
— Uno de los efectos menos conocidos de la soltoxina es la formaciуn de tejido cicatrizal en los testнculos, a un nivel microscуpico. Puede reducir considerablemente la fertilidad. Al menos, eso me ha advertido mi mйdico.
— Tonterнas — dijo Cordelia -. Sуlo se necesitan dos cйlulas somбticas y una rйplica uterina. Si despuйs de la prуxima bomba sуlo pueden despegar de las paredes tu meсique y mi dedo gordo, todavнa podrнan seguir reproduciendo pequeсos Vorkosigan para el siglo que viene.
— Pero no de forma natural y sin salir de Barrayar.
— O sin cambiar Barrayar. Maldita sea. — La mano de Vorkosigan se detuvo ante la dureza de su voz -. Si hubiera insistido en usar la rйplica desde el principio, el bebй nunca hubiese corrido ningъn riesgo. Yo sabнa que era mбs seguro, sabнa que estaba allн…
— Su voz se quebrу.
— Shhh. Si yo no hubiese… aceptado este trabajo. Si te hubiera dejado en Vorkosigan Surleau. Si hubiese perdonado a ese idiota de Cari, por amor de Dios. Si tan sуlo hubiйsemos dormido en habitaciones separadas…
— ЎNo! — La mano de Cordelia se tensу sobre su rodilla -. Me niego a vivir en un refugio antibombas durante los prуximos quince aсos. Aral, este sitio tiene que cambiar. Esto es insoportable.
Si nunca hubiese venido aquн.
El quirуfano parecнa limpio y brillante, aunque no estaba tan bien equipado segъn los estбndares galбcticos. Tendida sobre la plataforma flotante, Cordelia volviу la cabeza para observar todos los detalles posibles. Luces, monitores y una mesa de operaciones con una cisterna de desagьe ubicada debajo. Un tйcnico revisaba un depуsito donde bullнa un lнquido claro y amarillo. Йste no era un punto sin retorno, se dijo con firmeza. Sуlo era el siguiente paso lуgico.
Con sus batas esterilizadas, el capitбn Vaagen y el doctor Henri aguardaban cerca de la mesa de operaciones. Junto a ellos se encontraba la rйplica uterina portбtil, una caja de plбstico y metal de cincuenta centнmetros de altura, tachonada con paneles de control y orificios de acceso. En sus costados brillaban unas luces verdes y amarillas. Limpio, esterilizado, con sus tanques de oxнgeno y nutrientes cargados y listos. Cordelia lo observу con un profundo alivio. El primitivo sistema barrayarйs de gestaciуn sуlo simbolizaba el fracaso completo de la razуn ante el sentimiento. Ella se habнa esforzado mucho por complacer, por encajar, por convertirse en una barrayaresa. Y su hijo habнa pagado el precio. Nunca mбs.
El doctor Ritter, el cirujano, era un hombre alto de cabellos oscuros, con piel aceitunada y manos largas. A Cordelia le habнan gustado sus manos desde el primer momento. Eran firmes. Ritter y un enfermero la colocaron sobre la mesa de operaciones y retiraron la camilla flotante. El doctor Ritter esbozу una sonrisa tranquilizadora.
— Lo estб haciendo muy bien. Claro que sн, ni siquiera hemos comenzado, pensу Cordelia con irritaciуn. El doctor Ritter parecнa palpablemente nervioso, aunque de alguna manera la tensiуn se detenнa en sus codos. El cirujano era un amigo de Vaagen a quien йste habнa logrado convencer despuйs de que los dos pasaran un dнa repasando una lista de hombres con mбs experiencia, quienes se habнan negado a aceptar el caso.
Vaagen se lo habнa explicado a Cordelia.
— їCуmo llamarнa a cuatro matones con porras en un callejуn oscuro? -їQuй?
— Un juicio por incompetencia de un lord Vor.
— El hombre se echу a reнr. Vaagen tenнa un sentido del humor completamente бcido. Cordelia lo hubiese abrazado por ello. Habнa sido la ъnica persona que se permitiera hacer una broma en su presencia en los ъltimos tres dнas, posiblemente la persona mбs honesta y racional que habнa conocido desde que abandonara Colonia Beta. Se alegraba de que estuviese allн.
La hicieron girar sobre un costado y le tocaron su espina dorsal con el aturdidor mйdico. Un hormigueo, y de pronto sus pies frнos se calentaron. De inmediato las piernas le quedaron inertes, como sacos de manteca.
— їPuede sentir esto? — preguntу el doctor Ritter.
— їSentir quй?
— Bien. — Йl hizo una seсa al tйcnico y entre los dos la tendieron de espaldas. El tйcnico descubriу su vientre y encendiу el campo esterilizador. El cirujano la palpу, observando los monitores de holovнdeo para ubicar la posiciуn exacta de la criatura dentro de ella.
— їEstб segura de que no prefiere pasar por esto dormida? — le pregunto el doctor Ritter por ъltima vez. — No. Quiero mirar. Йste es el nacimiento de mi primer hijo. Tal vez de mi ъnico hijo. Йl esbozу una sonrisa. — Una niсa valiente.
Niсa,… y una mierda, soy mayor que tъ. Cordelia percibнa que, en realidad, el cirujano hubiese preferido no ser observado.
El doctor Ritter se detuvo y echу un ъltimo vistazo a su alrededor, como si controlara mentalmente que no le faltase ningъn instrumento ni ningъn asistente. Y reuniendo valor, supuso Cordelia.
— Vamos, doctor, terminemos con esto — urgiу Vaagen con impaciencia. En su tono habнa una peculiar mezcla de sarcasmo y calidez -. Mis exбmenes indican que los huesos ya han comenzado a desintegrarse. Si esto sigue avanzando, no me quedarб matriz sobre la cual trabajar. Abre ahora y muйrdete las uсas despuйs.
— Muйrdete tъ las uсas, Vaagen — replicу el cirujano afablemente -. Si vuelves a darme prisa, harй que el tйcnico te ponga el espйculo en la garganta.
Eran viejos amigos, estimу Cordelia. Pero el cirujano alzу las manos, inspirу y cogiу el escalpelo vibratorio, abriendo su vientre en un tajo perfectamente controlado. El tйcnico siguiу su movimiento con el tractor quirъrgico de mano, cerrando vasos sanguнneos; apenas si escapу un hilo de sangre. Cordelia sintiу una presiуn, pero ningъn dolor. Otros tajos le abrieron el ъtero. Una transferencia placentaria era mucho mбs arriesgada que una simple operaciуn de cesбrea. Por medios quнmicos y hormonales, habнa que desprender la frбgil placenta del ъtero, sin daсar demasiadas de sus diminutas vellosidades, para, luego, hacerla flotar en una soluciуn nutriente altamente oxigenada. Entonces se colocaba la esponja de la rйplica entre la placenta y la pared uterina, induciendo a las vellosidades a entretejerse al menos parcialmente en su nueva matriz, y, finalmente, habнa que trasladarlo todo al aparato. Cuanto mбs avanzado el embarazo, mбs difнcil era la transferencia.
En los monitores se controlaba el cordуn umbilical que unнa a la placenta con el feto, inyectando oxнgeno a medida que se necesitaba. En Colonia Beta habнa un pequeсo aparato que cumplнa esa funciуn; allн el oxнgeno era suministrado por un tйcnico de expresiуn ansiosa.
El tйcnico comenzу a inyectar la soluciуn amarillo brillante en su ъtero. Unas gotas teсidas de rosa se derramaron por sus costados y cayeron en la cisterna de desagьe. No cabнa duda, la transferencia placentaria era una operaciуn bastante engorrosa.
— Esponja — pidiу el cirujano con suavidad. Vaagen y Henri colocaron la rйplica a un lado de Cordelia, y deslizaron la esponja de la matriz hacia la mesa de operaciones. El cirujano trabajaba sin pausa con un pequeсo tractor de mano. Por mбs que bajaba la vista sobre su vientre abultado (apenas abultado), Cordelia no alcanzaba a verle las manos. Se estremeciу. Ritter estaba sudando.
— Doctor… — Un tйcnico seсalу algo en un monitor de vнdeo.
— Hum — dijo Ritter alzando la vista, para luego continuar con su tarea. Los tйcnicos murmuraban, Vaagen y Henri murmuraban… palabras tranquilizadoras, profesionales. Ella tenнa mucho frнo…
De repente, el fluido que se derramaba sobre la represa blanca de su piel pasу del rosa al rojo brillante y empezу a manar mucho mбs rбpido que el flujo de entrada.
— Cerrad eso — dijo el cirujano con los dientes apretados.
Cordelia sуlo tuvo una visiуn fugaz, debajo de una membrana, de unos diminutos brazos y piernas, de una cabeza hъmeda y oscura moviйndose sobre las manos enguantadas del cirujano. Su tamaсo no era mayor que el de un gatito medio ahogado.
— ЎVaagen! ЎLlйvate esto ahora si lo quieres! — exclamу Ritter.
Vaagen introdujo las manos enguantadas en su vientre, mientras unos remolinos oscuros nublaban la visiуn de Cordelia. De pronto sintiу un fuerte dolor en la cabeza y todo pareciу estallar en destellos brillantes. La oscuridad la invadiу por completo. Lo ъltimo que oyу fue la voz desesperada del cirujano:
— ЎOh, mierda…!
Sus sueсos estaban nublados de dolor. Lo peor era la sensaciуn de asfixia. Sentнa que se ahogaba, se ahogaba, y lloraba por la falta de aire. Tenнa la garganta llena de obstrucciones, y ella trataba de arrancбrselas hasta que le ataban las manos. Entonces comenzу a soсar con las torturas de Vorrutyer, multiplicadas en infinidad de complicaciones que continuaban durante horas. Un Bothari demente se hincaba sobre su pecho, y el aire ya no podнa entrar.
Cuando finalmente despertу con la cabeza despejada, fue como surgir de alguna infernal prisiуn subterrбnea a la luz de Dios.
Su alivio fue tan profundo que volviу a llorar, un gemido apagado y unas lбgrimas en sus ojos. Podнa respirar, aunque le resultaba doloroso; el dolor de su cuerpo le impedнa moverse, pero podнa respirar. Eso era suficiente.
— Sh. Sh. — Un dedo cбlido le tocу los pбrpados, enjugando las lбgrimas -. Estб bien.
— їSsн? — Cordelia parpadeу. Era de noche, y la cбlida luz artificial proyectaba sombras en la habitaciуn. El rostro de Aral se encontraba sobre ella -. їEes… de noche? ї Quй passу?
— Sh. Has estado enferma, muy enferma. Tuviste una fuerte hemorragia durante la transferencia placentaria. Tu corazуn se detuvo dos veces. — Se humedeciу los labios y continuу -. El trauma, junto con el veneno, te produjeron una neumonнa. Ayer pasaste muy mal dнa, pero lo peor ha terminado. Te han quitado el respirador.
— їCuбnto… tiempo?
— Tres dнas.
— Ah. El bebй, Aral. їFuncionу? ЎCuйntame!
— Todo saliу bien. Vaagen informa que la transferencia fue un йxito. Perdieron mбs o menos un treinta por ciento de las funciones placentarias, pero Henri lo compensу con una soluciуn fluida enriquecida y oxigenada, y todo parece funcionar bien, o al menos tan bien como cabнa esperar. El feto sigue con vida. Vaagen ha iniciado su primer tratamiento experimental con calcio, y nos ha prometido presentar un primer informe muy pronto. — Le acariciу la frente -. Vaagen tiene acceso prioritario a cualquier equipo, suministro o personal tйcnico que necesite, incluyendo consultores externos. Ademбs de Henri, cuenta con el consejo de un pediatra civil. El mismo Vaagen es el hombre que mбs sabe de venenos militares, no sуlo en Barrayar sino tambiйn en toda la galaxia. Por ahora no podemos hacer mбs. Asн que descansa, mi amor.
— El niсo… їdуnde…?
— Ah, puedes ver dуnde si lo deseas. — La ayudу a levantar la cabeza y seсalу la ventana -. їVes ese segundo edificio, con las luces rojas en el techo? Es el ala de investigaciones bioquнmicas. El laboratorio de Vaagen y Henri se encuentra en el tercer piso.
— Oh, ahora lo reconozco. Lo vi desde el otro lado, el dнa que nos llevamos a Elena.
— Sн. — El rostro de Vorkosigan se suavizу -. Me alegro de tenerte otra vez aquн, querida capitana. Al verte tan enferma… no me habнa sentido tan inъtil e impotente desde los once aсos.
Йse era el aсo en que el pelotуn de Yuri el Loco habнa asesinado a su madre y su hermano.
— Sh — dijo ella a su vez -. No, no… todo estб bien ahora.
A la maсana siguiente le quitaron todos los tubos que perforaban su cuerpo, exceptuando el del oxнgeno. Luego siguieron unos dнas de tranquila rutina. Su recuperaciуn se veнa menos interrumpida que la de Aral. Verdaderas tropas de hombres, encabezadas por el ministro Vortala, acudнan a verlo a todas horas. Aral se habнa hecho instalar una consola de seguridad en la habitaciуn, a pesar de las protestas mйdicas. Koudelka se reunнa con йl ocho horas diarias, en la improvisada oficina.
Koudelka parecнa muy silencioso, tan deprimido como todos los demбs despuйs del desastre, aunque no tanto como los que habнan tenido alguna relaciуn con su fracasada seguridad. Incluso Illyan se encogнa cuando la veнa.
Un par de veces al dнa, Aral la llevaba a caminar un poco por el corredor. El escalpelo vibratorio habнa realizado un corte muy limpio en su abdomen, pero no por ello era menos profundo. De todos modos, la herida le dolнa menos que los pulmones. O que el corazуn. Su vientre estaba mбs flбcido que plano, pero de todos modos se encontraba vacнo. Ella estaba sola, deshabitada, volvнa a ser ella misma despuйs de cinco meses de esa extraсa existencia doble.
Un dнa el doctor Henri llegу con una silla flotante y la llevу a dar un paseo por el laboratorio, para que viese dуnde estaba instalada la rйplica uterina. Cordelia observу a su hijo, moviйndose en los monitores, y estudiу los informes tйcnicos. Los nervios, la piel y los ojos del feto se desarrollaban con normalidad, aunque Henri no estaba seguro respecto al oнdo debido a los huesecillos del interior. Henri y Vaagen eran cientнficos muy bien entrenados, casi betaneses por su aspecto, y Cordelia los bendijo en silencio y les dio las gracias en voz alta, para regresar luego a su habitaciуn sintiйndose muchнsimo mбs tranquila.
No obstante, cuando a la tarde siguiente el capitбn Vaagen entrу como una tromba en su habitaciуn, Cordelia sintiу que el corazуn le daba un vuelco. El rostro del bioquнmico estaba terriblemente sombrнo, y tenнa los labios fuertemente apretados.
— їQuй ocurre, capitбn? — preguntу ella con ansiedad -. Esa segunda dosis de calcio… їha fallado?
— Es demasiado pronto para saberlo. No, el feto estб igual, seсora. Ahora el problema es su suegro.
— їCуmo?
— El conde general Vorkosigan ha venido a vernos esta maсana.
— ЎOh! їHa ido a ver al bebй? Me alegro. Estб muy perturbado con toda esta nueva tecnologнa de vida. Tal vez comience a superar esos bloqueos emocionales. Como viejo guerrero Vor que es, no tiene ningъn problema con la tecnologнa de la muerte, sin embargo…
— Yo en su lugar no serнa muy optimista respecto a йl, seсora. — Inspirу profundamente y se refugiу en la formalidad. En esta ocasiуn no mostraba un humor negro ni ninguna otra clase de humor -. El doctor Henri pensу lo mismo que usted. Paseamos al general por todo el laboratorio, mostrбndole todos los equipos y explicбndole nuestras teorнas. Fuimos absolutamente sinceros, tal como lo hemos sido con usted. Tal vez demasiado sinceros. Йl querнa saber quй resultados нbamos a obtener. Diablos, no lo sabemos. Y eso fue lo que le dijimos.
«Despuйs de andarse con rodeos un buen rato… bueno, en pocas palabras, primero el general pidiу, luego ordenу y luego tratу de sobornar a Henri para que abriera la llave. Para que destruyera al feto. A la mutaciуn, como йl lo llama. Lo echamos de allн inmediatamente, pero jurу que volverнa.
Cordelia estaba temblando por dentro, pero mantuvo el rostro impasible. — Ya veo.
— Quiero que ese viejo se mantenga lejos de mi laboratorio, seсora. Y no me importa lo que usted haga para conseguirlo. No necesito esta clase de basura cerca, por mбs personaje importante que sea.
— Ya veo… espere aquн.
Cordelia se ajustу la bata sobre el pijama verde, sujetу su tubo de oxнgeno con mбs firmeza y cruzу el pasillo con pasos cautelosos. Aral, vestido de un modo informal con el pantalуn de su uniforme y una camisa, se hallaba sentado ante una pequeсa mesa frente a la ventana. La ъnica seсal que lo identificaba como paciente era el tubo de oxнgeno introducido en su nariz, con el cual se estaba tratando la neumonнa causada por la soltoxina. Aral conversaba con un hombre mientras Koudelka tomaba notas. Gracias a Dios, el hombre no era Piotr, sino algъn secretario de Vortala.
— Aral. Te necesito.
— їNo puede esperar?
— No.
Йl se levantу. — Discъlpenme un momento, caballeros — dijo, y la siguiу al otro lado del pasillo. Cordelia cerrу la puerta a sus espaldas.
— Capitбn Vaagen, por favor repнtale a Aral lo que acaba de decirme a mн.
Algo mбs nervioso, Vaagen volviу a contar su historia sin suavizar ningъn detalle. A medida que escuchaba, los hombros de Aral se fueron hundiendo como si hubiesen estado recibiendo un peso.
— Gracias, capitбn. Ha hecho lo correcto al informarnos de este incidente. Me ocuparй de ello de inmediato.
— їEso es todo? — Vaagen mirу a Cordelia con gran incertidumbre.
Ella le enseсу las palmas.
— Ya lo ha oнdo.
Vaagen hizo la venia y se marchу.
— їCrees que es cierto? — preguntу Cordelia.
— Hace una semana que mi padre estб hablando del tema, cariсo.
— їHabйis discutido?
— Йl discutiу. Yo me limitй a escuchar.
Al regresar a su habitaciуn, Aral pidiу a Koudelkay al secretario que aguardasen fuera. Cordelia se sentу sobre su cama y lo observу entrar unos cуdigos en su consola.
— Aquн lord Vorkosigan. Deseo hablar simultбneamente con el jefe de seguridad del hospital y con el comandante Simуn Illyan. Pуngame en contacto con ambos, por favor.
Hubo una breve espera mientras se localizaba a los dos hombres. A juzgar por el fondo confuso del vнdeo, el hombre del hospital estaba en su oficina dentro del complejo. Encontraron a Illyan en un laboratorio forense del cuartel general imperial.
— Caballeros. — El rostro de Aral se mostraba bastante inexpresivo -. Deseo revocar un permiso de Seguridad.
— Los dos hombres se prepararon para tornar nota en sus respectivas consolas -.
El conde general Piotr Vorkosigan no tendrб acceso al Edificio Seis de Investigaciones Bioquнmicas, en el Hospital Militar Imperial, hasta prуximo aviso. Aviso que darй yo personalmente. Illyan vacilу.
— Seсor… el general Vorkosigan tiene un permiso absoluto, por orden imperial. Lo ha tenido durante aсos. Necesito una orden imperial para revocarlo.
— Eso precisamente es lo que le estoy dando, Illyan. — La voz de Vorkosigan sonу algo impaciente
—. Por orden mнa, Aral Vorkosigan, regente de su majestad imperial Gregor Vorbarra. їLe parece lo bastante oficial?
Illyan emitiу un ligero silbido, pero su rostro se tornу serio al ver el ceсo fruncido de Vorkosigan.
— Sн, seсor. Entendido. їAlgo mбs? — Eso es todo. Sуlo se le negarб la entrada a ese edificio.
— Seсor… — dijo el jefe de seguridad del hospital -, їy si… si el general Vorkosigan se niega a detenerse cuando se lo ordenan?
Cordelia imaginу la escena. Un pobre joven guardia con la carrera truncada por todo ese lнo…
— Si sus hombres de seguridad no logran controlar a un anciano, pueden utilizar la fuerza fнsica e incluso un aturdidor — — dijo Aral con fatiga -. Eso es todo. Gracias.
El hombre del Hospital Militar asintiу con un gesto y cortу la comunicaciуn.
Illyan permaneciу vacilante unos momentos. — їLe parece que serб buena idea, a su edad? La descarga de un aturdidor puede ser nocivo para el corazуn. Y a йl no le gustarб nada cuando le digamos que hay un sitio donde no puede entrar. De paso, їpor quй…?
— Aral se limitу a observarlo con frialdad, y, finalmente, Illyan tragу saliva.
— Sн, seсor — dijo haciendo la venia, y cortу. Aral permaneciу sentado, mirando con expresiуn pensativa la pantalla vacнa. Entonces se volviу hacia Corde-lia y sus labios esbozaron una mueca de ironнa y dolor.
— Es un viejo — dijo al fin.
— Ese viejo acaba de intentar matar a tu hijo. A lo que queda de tu hijo.
— Yo comprendo su punto de vista. Comprendo sus temores.
— їTambiйn comprendes el mнo?
— Sн. Los dos.
— Y cuando llegue el momento… si intenta volver allн…
— Йl es mi pasado. — La mirу a los ojos -. Tъ eres mi futuro. El resto de mi vida pertenece al futuro. Lo juro por mi nombre como Vorkosigan.
Cordelia suspirу y se frotу la nuca dolorida.
Koudelka llamу a la puerta y asomу la cabeza de forma furtiva.
— їSeсor? El secretario del ministro desea saber…
— Ahora mismo, teniente. — Vorkosigan le indicу que se fuese con una seсa.
— Salgamos de este sitio — dijo Cordelia de pronto.
— їCуmo?
— Hospital Imperial, Seguridad Imperial… todo esto me estб produciendo una Claustrofobia Imperial. Vayamos a Vorkosigan Surleau por unos dнas. Te resultarб mбs fбcil recuperarte allн, y a tus subordinados les costarб mбs encontrarte. Sуlo tъ y yo, amigo.
їFuncionarнa? їY si cuando trataban de recuperar la felicidad que habнan sentido ese verano, descubrнan que ya no existнa? їQue se habнa ahogado en las lluvias otoсales? Cordelia sentнa la desesperaciуn en su interior, buscando el equilibrio perdido, la base firme.
Йl alzу las cejas.
— Excelente idea, querida capitana. Nos llevaremos al viejo con nosotros.
— Oh, їes necesario…? Sн, ya veo. Lo es. Claro.
10
Cordelia despertу lentamente, se estirу y se aferrу al magnнfico cobertor de seda relleno con plumas. El otro lado de la cama estaba vacнo… Cordelia tocу la almohada. Estaba frнa. Aral debнa de haber salido temprano. Por unos momentos se regodeу con la sensaciуn de haber dormido bien al fin, sin despertar con aquella fatiga que habнa invadido su cuerpo durante tanto tiempo. Йsta era la tercera noche que descansaba a gusto, sintiendo el calor de su esposo junto a ella, sin los molestos tubos de oxнgeno en la casa.
La habitaciуn, en el segundo piso del cuartel transformado, estaba fresca esa maсana, y muy silenciosa. La ventana se abrнa al verde del jardнn, el cual descendнa en la bruma que ocultaba el lago, la aldea y las colinas sobre la otra costa. Desde el calor de su cobertor de plumas, la maсana le pareciу agradable y serena. Cuando se sentу, la cicatriz rosada de su abdomen sуlo tirу un poco. Droushnakovi asomу la cabeza por la puerta.
— їSeсora? — llamу con suavidad, y entonces vio que Cordelia estaba sentada, con los pies descalzos en el suelo. Cordelia balanceу las piernas lentamente, ayudando a la circulaciуn -. Quй bien, estб despierta.
Drou entrу en la habitaciуn con una bandeja grande y prometedora. Llevaba puesto uno de sus vestidos mбs cуmodos, con una falda amplia y un chaleco abrigado. Sus pasos retumbaron sobre las tablas del suelo, y luego se apagaron sobre la alfombra tejida a mano.
— Tengo hambre — dijo Cordelia sorprendida, al percibir los aromas de la bandeja -. Creo que es la primera vez en tres semanas. — Tres semanas, desde aquella noche de horror en la Residencia Vorkosigan.
Drou sonriу y depositу la bandeja en la mesa que se hallaba frente a la ventana. Cordelia se puso la bata y las zapatillas, y se dirigiу a la cafetera. Drou la acompaсу, preparada para sujetarla si se caнa, pero ella ya se sentнa bastante fuerte. Despuйs de sentarse se sirviу unos cereales calientes con mantequilla, y les aсadiу un poco del almнbar que los barrayareses preparaban con savia de бrbol. Un alimento maravilloso.
La habitaciуn, en el segundo piso del cuartel transformado, estaba fresca esa maсana, y muy silenciosa. La ventana se abrнa al verde del jardнn, el cual descendнa en la bruma que ocultaba el lago, la aldea y las colinas sobre la otra costa. Desde el calor de su cobertor de plumas, la maсana le pareciу agradable y serena. Cuando se sentу, la cicatriz rosada de su abdomen sуlo tirу un poco. Droushnakovi asomу la cabeza por la puerta.
— їSeсora? — llamу con suavidad, y entonces vio que Cordelia estaba sentada, con los pies descalzos en el suelo. Cordelia balanceу las piernas lentamente, ayudando a la circulaciуn -. Quй bien, estб despierta.
Drou entrу en la habitaciуn con una bandeja grande y prometedora. Llevaba puesto uno de sus vestidos mбs cуmodos, con una falda amplia y un chaleco abrigado. Sus pasos retumbaron sobre las tablas del suelo, y luego se apagaron sobre la alfombra tejida a mano.
— Tengo hambre — dijo Cordelia sorprendida, al percibir los aromas de la bandeja -. Creo que es la primera vez en tres semanas. — Tres semanas, desde aquella noche de horror en la Residencia Vorkosigan.
Drou sonriу y depositу la bandeja en la mesa que se hallaba frente a la ventana. Cordelia se puso la bata y las zapatillas, y se dirigiу a la cafetera. Drou la acompaсу, preparada para sujetarla si se caнa, pero ella ya se sentнa bastante fuerte. Despuйs de sentarse se sirviу unos cereales calientes con mantequilla, y les aсadiу un poco del almнbar que los barrayareses preparaban con savia de бrbol. Un alimento maravilloso.