Como resultado, Cordelia se sentнa muy segura en su impecable vestido de seda verde, largo hasta el suelo, con un chaleco de terciopelo color marfil. Su cabello cobrizo habнa sido adornado con flores frescas por el peluquero que tambiйn le enviara Alys. Al igual que lo hacнan con sus eventos pъblicos, los barrayareses convertнan sus ropas en una especie de arte folclуrico, tan elaborado como la pintura corporal betanesa. Cordelia no pudo estar segura con la reacciуn de Aral — su rostro siempre se iluminaba cuando la veнa — pero a juzgar por las exclamaciones del personal femenino al servicio del conde Piotr, el efecto general habнa sido ampliamente satisfactorio.
Mientras aguardaba al pie de la escalera de caracol en el vestнbulo, Cordelia deslizу una mano sobre la seda verde que ocultaba su vientre. Poco mбs de tres meses de esfuerzo metabуlico, y lo ъnico que tenнa para mostrar era esa pequeсa hinchazуn… habнan ocurrido tantas cosas desde el verano, que le parecнa que su embarazo debнa progresar mбs rбpido. Silenciosamente y como un mantra, pronunciу unas palabras de aliento para su bebй. «Crece, crece, crece…» Al menos ahora, ademбs de sentirse completamente agotada, ya comenzaba a tener aspecto de embarazada. Por las noches Aral compartнa su fascinaciуn con los progresos, y ambos posaban la mano sobre su vientre tratando de percibir algъn movimiento a travйs de la piel.
Aral apareciу junto al teniente Koudelka. Ambos estaban reciйn baсados, afeitados, peinados y resplandecientes en el uniforme imperial rojo y azul. El conde Piotr se reuniу con ellos vestido con el uniforme que Cordelia le habнa visto en las sesiones del Consejo, en cafй y plateado, una versiуn mбs rutilante de las libreas de sus hombres. Los veinte guardias de Piotr tenнan alguna clase de exhibiciуn formal esa noche, y su jefe los habнa estado preparando meticulosamente durante toda la semana. Droushnakovi, quien acompaсaba a Cordelia, vestнa un traje sencillo tambiйn en verde y marfil, diseсado para permitir los movimientos rбpidos y ocultar las armas e intercomunicadores.
Despuйs de un momento en que todos se admiraron mutuamente, se dirigieron a los coches terrestres que aguardaban en el pуrtico. Aral ayudу a Cordelia a subir y retrocediу un paso. — Te verй allн, amor.
— їQuй? — Ella girу la cabeza -. Oh. Entonces, їese segundo vehнculo no es sуlo por el tamaсo del grupo?
La expresiуn de Aral fue momentбneamente tensa. — No… Me ha parecido prudente que a partir de ahora viajemos en vehнculos separados.
— Sн — dijo ella con voz dйbil -. Por supuesto. Йl asintiу con un gesto y se alejу. Ese maldito lugar les robaba otro pedazo de sus vidas, de sus corazones. Disponнan de tan poco tiempo para estar juntos, y ahora ni siquiera esos momentos…
Al parecer, esa noche el conde Piotr serнa el sustituto de Aral; el anciano se acomodу a su lado. Droushnakovi se sentу frente a ellos, y la cubierta se cerrу. El coche avanzу suavemente hacia la calle. Cordelia se volviу tratando de ver el vehнculo de Aral, pero йste los seguнa a demasiada distancia para resultar visible. Cordelia se enderezу y exhalу un suspiro.
El sol se ocultaba con un reflejo amarillo entre las nubes grises, y las luces comenzaban a encenderse en la frнa tarde otoсal, proporcionando un aire melancуlico a la ciudad. En las calles se llevaban a cabo animados festejos, y a Cordelia no le pareciу tan mala idea. Los celebrantes le recordaron a los primitivos hombres de la Tierra, golpeando cacerolas y disparando tiros para alejar a los dragones que devoraban a la luna eclipsada. Esta extraсa tristeza de otoсo era capaz de consumir a un alma desprevenida. Gregor habнa escogido un buen momento para cumplir aсos.
Las manos endurecidas de Piotr jugueteaban con una bolsa de seda oscura que lucнa el escudo de los Vorkosigan bordado en plata. Cordelia la observу con interйs.
— їQuй es eso?
Piotr esbozу una sonrisa y se la entregу. — Monedas de oro.
Mбs arte folclуrico; la bolsa y su contenido eran un placer para el tacto. Cordelia acariciу la seda, admirу el bordado y volcу en su mano unos pequeсos discos acuсados.
— Bonitos. — Cordelia recordу haber leнdo que durante la Era del Aislamiento, el oro habнa sido muy valioso en Barrayar. En su mente betanesa la palabra oro se asociaba a la idea de «un metal que en ocasiones resulta ъtil para la industria electrуnica», pero la gente mayor solнa teсirla de cierta mнstica -. ї Esto significa algo?
— ЎJa! Ya lo creo. Es el obsequio de cumpleaсos del emperador.
Cordelia imaginу al niсo de cinco aсos jugando con una bolsa de monedas. Ademбs de construir torres y tal vez practicar las cuentas, Gregor no podrнa hacer mucho mбs con ella. Esperaba que hubiese pasado la edad de meterse cualquier objeto en la boca, ya que esos pequeсos discos tenнan el tamaсo ideal para que el niсo los tragase.
— Estoy segura de que le gustarб — dijo sin mucha convicciуn.
Piotr emitiу una risita.
— No sabes quй estб ocurriendo, їverdad?
Cordelia suspirу.
— Como de costumbre. Dйme una pista.
Se reclinу en el asiento con una sonrisa. Piotr siempre parecнa entusiasmado con la tarea de explicarle Barrayar. Cada vez que descubrнa un nuevo terreno en el cual ella era ignorante, se mostraba encantado de suministrarle informaciуn y opiniуn. Cordelia tenнa la sensaciуn de que podrнa disertar veinte aсos seguidos y nunca se quedarнa sin tema.
— El cumpleaсos del emperador es el fin tradicional del aсo fiscal, para cada distrito regido por un conde en relaciуn con el gobierno imperial. En otras palabras, es dнa de impuestos, aunque… los Vor no estamos gravados. Esto implicarнa una relaciуn demasiado subordinada con el imperio, y por eso entregamos un obsequio al emperador.
— Ah… — dijo Cordelia -. Pero en un aсo todo este lugar no le produce sesenta pequeсas bolsas de oro, seсor.
— Por supuesto que no. Los verdaderos fondos fueron transferidos automбticamente esta maсana, de Hassadar a Vorbarr Sultana. El oro es sуlo simbуlico.
Cordelia frunciу el ceсo.
— Espere. їEso no se ha hecho ya este aсo?
— En primavera, con Ezar. Pero hemos tenido que cambiar la fecha de nuestro aсo fiscal.
— їSu economнa no se ve afectada por ello?
Йl se alzу de hombros.
— Nos las arreglamos. — Piotr sonriу y de pronto dijo -: їDe dуnde crees que proviene la palabra «conde»?
— De la Tierra, supongo. Es un tйrmino preatуmico, latнn tardнo en realidad, que designaba a un noble que regнa un condado. O tal vez «condado» provenga de «conde».
— En Barrayar, es una variaciуn del tйrmino «contable». Los primeros condes fueron los recaudadores de impuestos de Voradar Tau… un autйntico bandido; deberнas leer sobre йl alguna vez.
— ЎPues yo creнa que era un grado militar!
— Oh, la parte militar llegу inmediatamente despuйs, la primera vez que esos estъpidos trataron de extorsionar a quien no quiso contribuir. El grado adquiriу mбs encanto con el tiempo.
— No lo sabнa. — De pronto Cordelia lo mirу con desconfianza -. No se estarб burlando de mн, їverdad seсor?
Йl extendiу las manos a modo de negaciуn. Cuнdate de hacer conjeturas, se dijo Cordelia divertida.
Llegaron a la gran entrada de la Residencia Imperial. Esa noche el ambiente era muy distinto al que Cordelia viera en sus visitas anteriores, cuando Ezar agonizaba o cuando se realizaron las ceremonias fъnebres. Unas luces de colores hacнan resaltar los detalles en los muros de piedra. Los jardines y las fuentes brillaban. Habнa gente bien vestida por los jardines, en los salones formales del ala norte y en las terrazas. Habнa muchos mбs guardias uniformados que de costumbre, y el vehнculo fue sometido a un riguroso registro. Cordelia tuvo la sensaciуn de que esta fiesta serнa mucho menos animada que las que habнan visto en las calles.
El coche de Aral se detuvo detrбs del de ellos en un pуrtico, y al fin Cordelia pudo volver a coger el brazo de su esposo. Йl la mirу con una sonrisa de orgullo, y en un momento relativamente нntimo posу los labios sobre su nuca mientras aspiraba las flores que le perfumaban el cabello. Ella le apretу la mano en secreto a modo de respuesta. Juntos cruzaron el umbral y avanzaron por un pasillo. Un mayordomo con la librea de la casa Vorbarra los anunciу en voz alta, y por un momento a Cordelia le pareciу que miles de ojos barrayareses de la clase Vor se clavaban en ellos. En realidad sуlo habнa unas doscientas personas en el salуn. La experiencia no fue tan horrible despuйs de todo; peor hubiese sido que le apuntaran a la cabeza con un disruptor nervioso con la carga completa. La gente los rodeу intercambiando saludos de cortesнa.
їPor quй estas personas no usan apodos?, pensу Cordelia desalentada. Como de costumbre, con excepciуn de ella todos los demбs parecнan conocerse. Se imaginу a sн misma iniciando una conversaciуn: «Eh, usted, Vor-lo que sea…» Se aferrу al brazo de Aral con mбs firmeza, tratando de parecer misteriosa y exуtica, en lugar de cohibida y desorientada.
En otro salуn se realizaba la pequeсa ceremonia con las bolsas de oro; los condes o sus representantes formaban una fila para cumplir con su obligaciуn, pronunciando unas pocas palabras formales. A pesar de la hora, el emperador Gregor se hallaba sentado en una banqueta alta con su madre. Parecнa pequeсo y atrapado, y realizaba valientes esfuerzos para contener los bostezos. Cordelia se preguntу si las bolsas con monedas llegarнan a sus manos alguna vez, o si simplemente volverнan a circular para ser ofrecidas nuevamente al aсo siguiente. Menuda fiesta de cumpleaсos. No habнa ningъn otro niсo a la vista. Pero los condes desfilaban bastante rбpido, por lo que era probable que el pequeсo pudiese escapar pronto.
Un oficial de uniforme rojo y azul se hincу frente a Gregor y a Kareen, presentando su bolsa de seda roja oscura y dorada. Cordelia reconociу al conde Vidal Vordarian, el hombre a quien Aral describiera amablemente como «lнder del segundo partido mбs conservador». Eso significaba que sus ideas polнticas eran muy similares a las del conde Piotr, pero el tono de su esposo le habнa hecho sospechar que mбs bien era un «fanбtico del Aislamiento». No tenнa aspecto de fanбtico Sin la ira de aquella noche su rostro resultaba mucho mas agradable; el hombre se volviу hacia la princesa Kareen y dijo algo, ante lo cual ella alzу el mentуn y se echу a reнr. Con cierta familiaridad, Vordarian posу una mano sobre su rodilla, y ella la cubriу con la propia por unos instantes. Entonces йl se levantу y se despidiу con una reverencia, para dejar paso al siguiente hombre. La sonrisa de Kareen se desvaneciу en cuanto Vordarian le hubo vuelto la espalda.
La mirada triste de Gregor se posу sobre Aral, Cordelia y Droushnakovi; el niсo se volviу para hablar con su madre. Kareen llamу a un guardia y momentos despuйs un jefe de guardia se acercу a ellos, pidiendo permiso para llevarse a Drou. Ocupу su lugar un joven discreto que los seguнa a cierta distancia, sin perderlos de vista pero sin escuchar sus conversaciones.
Muy pronto Cordelia y Aral se reunieron con lord y lady Vorpatril, dos personas con quienes Cordelia se atrevнa a hablar sin tantos remilgos polнtico-sociales. El capitбn Vorpatril lucнa un uniforme de desfile rojo y azul, con el cual se veнa muy apuesto. La seсora Vorpatril estaba resplandeciente con un vestido color cornalina, con rosas entrelazadas en su cascada de cabellos negros, maravillosos contra su tez blanca y aterciopelada. Eran una arquetнpica pareja Vor, sofisticada y serena, pensу Cordelia, aunque el efecto se malogrу un poco cuando comenzу a notarse que el capitбn Vorpatril estaba ebrio.
De todos modos, era un borracho alegre cuya personalidad sуlo se exageraba un poco, sin llegar a transformarse en algo desagradable.
Vorkosigan, acuciado por algunos hombres en cuyos ojos se leнa un propуsito, dejу a Cordelia con la seсora Vorpatril. Las dos mujeres se sirvieron unos canapйs de las elegantes bandejas servidas por criados humanos, y compararon sus informes obstйtricos. Lord Vorpatril se disculpу rбpidamente para ir tras de una bandeja con copas de vino. Alys planeу los colores y el corte del siguiente vestido de Cordelia.
— Blanco y negro, para la Feria de Invierno — afirmу con autoridad.
Cordelia asintiу levemente con un gesto, preguntбndose si en algъn momento se sentarнan a comer en serio o si seguirнan picoteando de las bandejas.
Alys la condujo hasta el servicio de seсoras, lugar muy concurrido por ambas en esas йpocas del embarazo, y al regresar la presentу ante varias mujeres de su refinado cнrculo social. Entonces Alys se embarcу en una animada discusiуn con una vieja amiga acerca de la inminente fiesta que la mujer organizarнa para su hija, y Cordelia se fue haciendo a un lado.
Al fin retrocediу y logrу apartarse (tratу de no pensar «de la manada») para disfrutar unos momentos de silenciosa contemplaciуn. Quй mezcla tan extraсa era Barrayar, en un momento hogareсo y familiar, y al siguiente ajeno y aterrador; el espectбculo no estaba nada mal, aunque… ЎAh! Eso era lo que faltaba, comprendiу finalmente. En Colonia Beta una ceremonia de semejante magnitud hubiese tenido una cobertura completa por holovнdeo, para que todo el planeta participara de ella en vivo y en directo. Cada movimiento hubiese sido una danza de meticulosa coreografнa alrededor de las cбmaras y los comentarios del locutor, casi hasta el punto de aniquilar el acontecimiento que se estaba grabando.
Allн no habнa un solo holovнdeo a la vista. Las ъnicas grabaciones eran las que realizaba Seguridad Imperial, quienes tenнan sus propias razones al margen de cualquier coreografнa.
Las personas de ese salуn sуlo bailaban para sн mismas, y su rutilante espectбculo serнa barrido para siempre por el paso del tiempo; al dнa siguiente la celebraciуn sуlo existirнa en los recuerdos.
— їSeсora Vorkosigan?
Cordelia se sobresaltу al oнr la voz amable a su lado. Al volverse se encontrу con el conde comodoro Vordarian. El uniforme rojo y azul denotaba que se encontraba en servicio activo en la jefatura imperial… їen quй departamento? Ah sн, en Operaciones, le habнa dicho Aral. El conde le besу la mano y le sonriу con expresiуn cordial.
— Conde Vordarian — respondiу ella, tambiйn sonriendo. Ya se habнan cruzado las veces suficientes como para dejar de lado las presentaciones, decidiу Cordelia. Y por mбs que ella lo desease, este asunto de la regencia no iba a desaparecer. Ya era hora de que comenzase a establecer algunas relaciones propias para no necesitar la guнa de Aral a cada paso.
— їEstб disfrutando de la fiesta? — le preguntу йl.
— Oh, sн. — Tratу de pensar algo mбs que decir -. Es extremadamente hermosa.
— Tanto como usted, seсora. — Vordarian alzу la copa en un brindis y bebiу un sorbo.
El corazуn de Cordelia dio un vuelco, pero ella identificу el motivo de inmediato. El ъltimo oficial barrayarйs que brindara por ella habнa sido el difunto almirante Vorrutyer, aunque en circunstancias sociales bastante diferentes.
Casualmente, Vordarian habнa repetido su gesto con exactitud. Йste no era momento para recuerdos angustiosos.
Cordelia parpadeу.
— La seсora Vorpatril me ayudу mucho. Es muy generosa.
Vordarian hizo un ligero movimiento hacia su torso. — Tengo entendido que tambiйn debo felicitarla. їEs niсo o niсa?
— їEh? Oh. Sн, un niсo, gracias. Se llamarб Piotr Miles, segъn me han dicho.
— Curioso. Hubiese pensado que el regente habrнa preferido tener una hija primero.
Cordelia lo mirу, sorprendida ante su tono irуnico. — Quedй embarazada antes de que Aral se convirtiera en regente.
— Pero sin duda ya sabнan que iba a recibir la designaciуn.
— Yo no. De todas formas, suponнa que todos los militares de Barrayar se desesperaban por tener hijos varones. їPor quй supone que йl querrнa una niсa? — Yo quiero una hija…
— Presumнa que lord Vorkosigan tendrнa en mente la continuidad de su puesto. їQuй mejor manera de conservar una posiciуn de poder cuando la regencia haya terminado, que convertirse en suegro del emperador?.
Cordelia se quedу asombrada.
— їCree que йl apostarнa la continuidad de un gobierno planetario a la posibilidad de que dos adolescentes se enamoren, dentro de quince aсos?
— їEnamorarse? — Ahora fue йl quien pareciу desconcertado.
— Ustedes los barrayareses estбn… — Se mordiу la lengua para no decir «locos». Hubiese sido una groserнa -. Sin lugar a dudas Aral es mбs… prбctico. — Aunque ella no podнa decir que no fuese romбntico.
— Esto es extremadamente interesante — murmurу йl. Sus ojos se posaron unos instantes sobre su abdomen -. їSupone que йl tiene previsto algo mбs directo?
La mente de Cordelia corrнa en forma tangencial a esa retorcida conversaciуn.
— їCуmo?
Йl sonriу y se alzу de hombros.
Cordelia frunciу el ceсo.
— їSe refiere a que si tuviйramos una niсa, eso es lo que todos pensarнan?
— Sin duda.
Ella exhalу un suspiro.
— Dios. Eso es… No imagino que alguien en su sano juicio pueda querer acercarse al imperio barrayarйs. Por lo que he visto, con ello uno se convierte en blanco de todos los maniбticos resentidos. — En su mente apareciу una imagen del teniente Koudelka, sordo y ensangrentado -. Tambiйn afecta al pobre sujeto que se encuentra cerca del poder.
Йl asintiу con la cabeza.
— Ah sн, ese desafortunado incidente del otro dнa. їLa investigaciуn ha logrado algъn resultado?
— Ninguno, que yo sepa. Negri e Illyan hablan de los cetagandaneses, principalmente. Pero el sujeto que lanzу la granada logrу escapar.
— Quй pena. — Vaciу su copa y la cambiу por otra llena que le ofreciу inmediatamente un criado de librea. Cordelia observу las copas de vino con aсoranza. Pero por el momento deberнa privarse de los venenos metabуlicos. Otra ventaja mбs del estilo betanйs de reproducciуn en rйplicas uterinas. En casa se hubiese podido envenenar libremente mientras su hijo crecнa, atendido las veinticuatro horas por tйcnicos sobrios, seguro y protegido en los bancos de rйplicas. їY si hubiera sido ella la que hubiera sufrido los efectos de esa granada sуnica…? Echу de menos una copa.
Bueno, no necesitaba el etanol para aturdir su mente. La conversaciуn con los barrayareses producнa el mismo efecto. Sus ojos recorrieron el salуn en busca de Aral. Allн estaba, con Kou a su lado, hablando con Piotr y otros dos hombres canosos con libreas de conde. Tal como Aral habнa pronosticado, su audiciуn habнa vuelto a la normalidad al cabo de un par de dнas. De todos modos, movнa los ojos de un rostro al otro, buscando seсales en cualquier gesto o inflexiуn. La copa de vino estaba intacta y no era mбs que un adorno en su mano. Estaba de servicio, sin duda. їAlguna vez volverнa a estar de permiso?
— їSe sintiу muy perturbado por el ataque? — preguntу Vordarian, quien habнa seguido la direcciуn de su mirada.
— їUsted no lo hubiese estado? — respondiу Cordelia -. No lo sй… ha visto tanta violencia en su vida, casi mбs de la que yo puedo imaginar.
— Pero usted no lo conoce desde hace tanto. Sуlo desde Escobar.
— Nos vimos una vez antes de la guerra. Brevemente.
— їOh? — Alzу las cejas -. No lo sabнa. Quй poco sabe uno de la gente, en realidad. — Se detuvo para observar a Aral, para observarla a ella mirando a Aral. Vordarian esbozу una pequeсa sonrisa y entonces frunciу los labios con expresiуn pensativa -. Йl es bisexual, їsabe? — Bebiу un sorbo de vino.
— Era bisexual — corrigiу ella de forma ausente, mirando a Aral con afecto -. Ahora practica la monogamia.
Vordarian se atragantу y comenzу a toser. Cordelia lo observу con preocupaciуn, preguntбndose si debнa palmearle la espalda o algo parecido, pero al fin йl logrу recuperarse.
— їЙl le ha dicho eso? — preguntу con asombro.
— No, fue Vorrutyer. Justo antes de sufrir su… fatal accidente. — Vordarian se paralizу; Cordelia sintiу cierta maliciosa satisfacciуn. Al fin habнa logrado desconcertar a un barrayarйs. Ojalб pudiese descubrir quй habнa hecho para lograrlo. Continuу con el rostro muy serio -. Cuanto mбs pienso en Vorrutyer, mбs me parece una figura trбgica. Obsesionado con una aventura que habнa terminado hacнa dieciocho aсos. No obstante, en ocasiones me pregunto si hubiese podido tener lo que deseaba (a Aral), si Aral hubiese conservado esa vena sбdica que consumiу la cordura de Vorrutyer… Es como si los dos hubiesen estado en alguna clase de columpio, donde la supervivencia de uno determinaba la destrucciуn del otro.
— Una betanesa. — La expresiуn desconcertada comenzaba a desvanecerse. En su lugar aparecнa una que Cordelia denominу mentalmente «de atroz comprensiуn» -. Debн haberlo imaginado. Despuйs de todo, fueron ustedes quienes crearon a los hermafroditas… — Guardу silencio -. їCuбnto tiempo conociу a Vorrutyer?
— Unos veinte minutos. Pero fueron veinte minutos muy intensos. — Cordelia decidiу dejar que se preguntase quй diablos significaba eso.
— Su… aventura, como usted lo llama, fue un gran escбndalo secreto en su momento.
Ella arrugу la nariz.
— їGran escбndalo secreto? їNo es eso un oxнmoron? Como «inteligencia militar», o «fuego amigo». Tambiйn tнpicos barrayarismos, ahora que lo pienso.
Vordanan tenнa una expresiуn extraсa en el rostro. Cordelia comprendiу que tenнa el aspecto de alguien que acabara de lanzar una bomba, pero йsta habнa emitido un chasquido en lugar de estallar, y ahora trataba de decidir si debнa meter la mano dentro para probar el mecanismo.
Entonces fue el turno de Cordelia para alcanzar una «atroz comprensiуn».
Este hombre ha tratado de destruir mi matrimonio.
No… el matrimonio de Aral. Adoptу una sonrisa radiante e inocente. Al fin las piezas comenzaban a encajar. Vordarian no podнa pertenecer al antiguo partido de Vorrutyer. Sus lнderes habнan sufrido algъn accidente fatal antes de la muerte de Ezar, y el resto de los partidarios estaban dispersos y ocultos. їQuй buscaba ese hombre? Cordelia jugueteу con una flor de su cabello.
— No creн estar casбndome con un hombre virgen de cuarenta y cuatro aсos, conde Vordarian.
— Eso parece. — Bebiу otro sorbo de vino -. Ustedes los galбcticos son todos unos degenerados… me pregunto quй perversiones tolerarб йl a cambio. — De pronto sus ojos brillaron con malicia -. їSabe cуmo muriу la primera mujer de Vorkosigan?
— Se suicidу. Se disparу un arco de plasma a la cabeza — respondiу ella sin vacilar.
— Segъn los rumores йl la asesinу. Por adulterio. Tenga cuidado, betanesa. — Su sonrisa ya se habнa vuelto completamente бcida.
— Sн, tambiйn sabнa eso. En este caso, los rumores no son ciertos. — Los dos ya habнan abandonado toda apariencia de cordialidad. Cordelia sentнa que junto con ello, comenzaba a perder el control de sн misma. Se inclinу adelante y bajу la voz -. їUsted sabe por quй muriу Vorrutyer?
Vordarian no pudo evitar inclinarse hacia ella, interesado.
— No…
— Tratу de herir a Aral a travйs de mн. Eso me resultу… irritante. Quisiera que usted dejase de tratar de irritarme, conde Vordarian. Me temo que logre su cometido. — Su voz se transformу en un susurro -. Usted tambiйn debe temerlo.
El aire condescendiente de Vordarian habнa dado paso a la cautela. Hizo un gesto rбpido con las manos a modo de despedida y se retirу.
— Seсora — dijo, alejбndose con una mirada nerviosa.
Ella lo mirу con el ceсo fruncido. Vaya. ЎQuй diбlogo tan extraсo! їQuй habнa esperado? їPillarla por sorpresa con ese antiguo dato? їVordarian imaginaba realmente que ella irнa a reclamarle a su esposo por su mal gusto para escoger compaснas, veinte aсos atrбs? їUna ingenua barrayaresa reciйn casada hubiese sufrido un ataque de histeria? No la seсora Vorpatril, cuyo entusiasmo social ocultaba un бcido discernimiento; no la princesa Kareen, cuya ingenuidad habнa sido destruida hacнa mucho por ese sбdico de Serg.
Vordarian disparу, pero no dio en el blanco. Entonces pensу con mбs frialdad: їYa habrб hecho lo mismo, en otra ocasiуn? Aquйl no habнa sido un diбlogo social normal, ni siquiera segъn el modelo machista barrayarйs. O tal vez sуlo estaba borracho. De pronto Cordelia tuvo ganas de hablar con lllyan. Cerrу los ojos, tratando de aclarar su mente confundida.
— їTe encuentras bien, cariсo? — murmurу la voz preocupada de Aral en su oнdo -. їNecesitas tu medicaciуn para las nбuseas?
Cordelia abriу los ojos. Allн estaba йl, sano y salvo a su lado.
— Oh, estoy bien. — Lo cogiу del brazo con suavidad -. Sуlo pensaba.
— Nos esperan para cenar.
— Vamos. Serб bueno sentarse. Tengo los pies hinchados.
Aral pareciу querer alzarla en sus brazos y llevarla a la mesa, pero entraron normalmente en el salуn y se reunieron con las otras parejas. Se acomodaron ante una mesa elevada y un poco apartada de las demбs, junto con Gregor, Kareen, Piotr, el lord Guardiбn de los Portavoces y su mujer, y el primer ministro Vortala. Ante la insistencia de Gregor, Droushnakovi se sentу con ellos; el niсo parecнa muy feliz de ver a su antigua guardaespaldas.
їMe he llevado a tu compaсera de juegos, pequeсo?, pensу Cordelia con remordimiento. Eso parecнa. Gregor comenzу a negociar con Kareen para que Drou fuese allн una vez por semana a darle «lecciones de judo». Acostumbrada al ambiente de la residencia, Drou no parecнa tan intimidada como Koudelka, quien parecнa algo tenso tratando de disimular su torpeza.
Cordelia se encontrу sentada entre Vortala y el Portavoz, con quienes mantuvo una conversaciуn razonablemente cуmoda; Vortala resultaba encantador con su estilo directo. Cordelia probу un poco de todos los alimentos elegantemente servidos, exceptuando las tajadas de un bovino asado, presentado entero. Por lo general era capaz de no pensar en el hecho de que las proteнnas barrayaresas no eran criadas en cubas, sino extraнdas de verdaderos animales muertos. Se habнa enterado de sus primitivas prбcticas culinarias antes de viajar allн, despuйs de todo, y ya habнa probado la carne animal en misiones de Estudios Astronуmicos. Los barrayareses aplaudieron a la bestia decorada con frutas y flores. Al parecer, la encontraban apetitosa, no horrible, y el cocinero que la habнa seguido con ansiedad se inclinу en una reverencia. Los primitivos circuitos olfativos en el cerebro de Cordelia debieron convenir en que el aroma era delicioso. Vorkosigan se sirviу una porciуn casi cruda. Cordelia bebiу agua.
Despuйs del postre y de algunos brindis formales ofrecidos por Vortala y Vorkosigan, al fin el pequeсo Gregor se fue a la cama acompaсado por su madre. Kareen hizo seсas a Cordelia y a Droushnakovi para que la siguiesen. Cordelia sintiу que la tensiуn de sus hombros se aflojaba cuando abandonaron el gran salуn para subir a las silenciosas habitaciones del emperador.
Gregor fue despojado de su pequeсo uniforme y vestido con un pijama, con lo cual dejу de ser un icono para convertirse de nuevo en un niсo. Drou lo acompaсу a cepillarse los dientes y acabу accediendo a jugar «sуlo una vez» a algo a lo cual solнan jugar a la hora de acostarse. Kareen lo permitiу con indulgencia, y despuйs de besar a su hijo se retirу con Cordelia a un salуn contiguo suavemente iluminado. Las ventanas estaban abiertas y por ellas entraba una fresca brisa nocturna. Las dos mujeres se sentaron con un suspiro y se relajaron; en cuanto vio que Kareen se quitaba los zapatos, Cordelia la imitу. Desde los jardines llegaba el sonido apagado de voces y risas.
— ї Hasta cuбndo se prolongarб la fiesta? — preguntу Cordelia.
— Hasta el amanecer, para los que aguanten mбs que yo. Me retirarй a la medianoche, despuйs de lo cual se comenzarб a beber en serio.
— Algunos ya parecнan haberlo tomado bastante en serio.
— Por desgracia. — Kareen sonriу -. Antes de que haya finalizado la noche, podrб ver lo mejor y lo peor de los Vor.
— Me lo imagino. Me sorprende que no hayan importado drogas menos letales para animar el espнritu.
La sonrisa de Kareen se tornу irуnica.
— Pero las riсas entre borrachos son una tradiciуn. — Suavizу su tono de voz -. En realidad, esas cosas estбn entrando, al menos en las ciudades con bases de lanzamiento. Como de costumbre, en lugar de sustituir nuestras antiguas costumbres les agregamos otras nuevas.
— Tal vez sea la mejor manera. — Cordelia frunciу el ceсo. їCуmo lo preguntarнa con delicadeza…? — їEl conde Vidal Vordarian es de los que acostumbran a emborracharse en pъblico?
— No. — Kareen alzу la vista hacia ella -. їPor quй lo pregunta?
— He mantenido una conversaciуn muy peculiar con йl. Pensй que una sobredosis de etanol podrнa explicarla. — Recordу la mano de Vordarian posada suavemente sobre la rodilla de la princesa, casi como una caricia нntima -. їLo conoce bien? їQuй opiniуn tiene de йl?
— Es rico… y orgulloso — dijo la princesa -. Permaneciу leal a Ezar durante las ъltimas intrigas de Serg. Leal al imperio y a la clase de los Vor. En el distrito de Vordarian hay cuatro importantes ciudades industriales, ademбs de bases militares, depуsitos de provisiones, la principal base de lanzamiento militar. Sin duda su zona es la de mayor relevancia econуmica de todo Barrayar. La guerra apenas la rozу. Ubicamos allн nuestras primeras bases espaciales porque aprovechamos instalaciones construidas y abandonadas por los cetagandaneses, y a partir de entonces se iniciу el desarrollo econуmico.
— Eso es… interesante — dijo Cordelia -. Pero me preguntaba cуmo serнa personalmente. їA usted le gusta?
— En una йpoca — dijo Kareen lentamente -, me preguntй si Vidal serнa lo bastante poderoso para protegerme de Serg cuando Ezar muriera. A medida que Ezar empeoraba, decidн que serнa mejor ocuparme de mi propia defensa. No parecнa estar ocurriendo nada, y nadie me decнa una palabra.
— Si Serg hubiese llegado a ser emperador, їcуmo podrнa haberla defendido un simple conde? — preguntу Cordelia.
— Tendrнa que haberse convertido en… algo mбs. Vidal tenнa ambiciones y era un patriota. Dios sabe que si Serg hubiese vivido, podrнa haber destruido a Barrayar. Quizб Vidal nos hubiera salvado. Pero Ezar me asegurу que no tenнa nada que temer. Luego Serg muriу antes que йl y… y desde entonces he dejado que las cosas se enfriaran con Vidal.
Cordelia se frotу el labio inferior con expresiуn algo ausente.
— Oh. Pero… personalmente, їa usted le gusta? їLe agradarнa retirarse de los asuntos imperiales como condesa Vordarian algъn dнa?
— ЎOh! Ahora no. El padrastro del emperador serнa un hombre demasiado poderoso enfrentado al regente. Una polaridad peligrosa, si no llegan a una alianza o a un equilibrio exacto. O si no estбn combinados en una sola persona.
— їCуmo convertirse en el suegro del emperador? — Sн, exactamente.
— Me resulta muy difнcil comprender esta forma de transmitir el poder. Pero usted tiene algъn derecho propio para reclamar el imperio, їverdad?
— Йsa serнa una decisiуn de las fuerzas armadas. — Kareen se alzу de hombros y bajу la voz -. Es como una enfermedad, їno? Estoy demasiado cerca, he sido tocada, infectada… Gregor es mi ъnica posibilidad de supervivencia. Y tambiйn mi prisiуn.
— їNo desea tener una vida propia?
— No. Sуlo quiero seguir con vida.
Cordelia se reclinу, perturbada.
ї Serg te ha enseсado ano agraviar?
— — їVordarian lo ve del mismo modo? Me refiero a que el poder no es lo ъnico que usted tiene para ofrecer. Creo que subestima sus atractivos personales.
— En Barrayar el poder es lo ъnico que importa. — Su expresiуn se tornу distante -. Admito que una vez le pedн al capitбn Negri que me entregara un informe acerca de Vidal. Normalmente йl utiliza a sus cortesanas.
Para Cordelia, esta frase no era precisamente una confesiуn de amor sin lнmites. Sin embargo, lo que habнa visto en los ojos de Vordarian un rato antes no era sуlo el deseo de poder, hubiese podido jurarlo. їLa designaciуn de Aral como regente habrнa venido a estropear por mala suerte los galanteos de Vordarian? їEso explicarнa el rencor de tinte sexual que habнa percibido en йl?
Droushnakovi regresу de puntillas.
— Se ha quedado dormido — susurrу con afecto. Kareen asintiу y echу la cabeza hacia atrбs en un momento de descanso, hasta que un mensajero de librea Vorbarra se acercу a ella para decir:
— їQuerrнais iniciar el baile con milord regente, seсora? Os aguardan.
їUna invitaciуn o una orden? Con la voz inexpresiva del criado, sonaba mбs a una obligaciуn siniestra que a algo divertido.
— La ъltima tarea de la noche — le asegurу Kareen a Cordelia mientras ambas se calzaban los zapatos. Los de Cordelia parecнan haberse encogido dos nъmeros desde el comienzo de la velada. Cojeando, abandonу el salуn detrбs de Kareen, ambas seguidas por Drou.
En la planta baja habнa una enorme sala con pavimento de marqueterнa en madera multicolor, con diseсos de flores, enredaderas y animales. En Colonia Beta la lustrosa superficie se hubiese exhibido en la pared de un museo; esta gente increнble bailaba sobre ella. La mъsica estaba suministrada por una orquesta en vivo al estilo barrayarйs, escogida mediante una reсida competencia entre los integrantes de la Banda Imperial. Hasta los valses tenнan un ligero parecido con una marcha. Aral y la princesa fueron introducidos, y йl la condujo para dar un par de vueltas alrededor del salуn en una danza formal donde ambos debнan dar los mismos pasos, con las manos alzadas pero sin llegar a tocarse. Cordelia estaba fascinada. Nunca habнa imaginado que Aral fuese capaz de bailar. Esto pareciу completar los requisitos sociales y otras parejas salieron a la pista. Aral regresу a su lado con expresiуn animada.
— їBailamos, seсora?
Despuйs de la cena hubiese preferido una siesta. їCуmo lograba mantener esa alarmante hiperactividad? Cordelia sacudiу la cabeza y sonriу.
— No sй cуmo.
— Ah. — En lugar de ello comenzaron a caminar -. Yo podrнa enseсarte — le ofreciу Aral mientras salнan a las terrazas que se fundнan con los jardines. Allн fuera estaba fresco y oscuro, con excepciуn de unas pocas luces de colores para impedir que la gente tropezase en los senderos.
— Humm — dijo ella con desconfianza -. Pero sуlo si logras encontrar un sitio solitario. — Si lograban encontrar un sitio solitario, a ella se le ocurrнan mejores cosas para hacer.
— Bueno, aquн estamos… shhh.
Su sonrisa de cimitarra brillу en la oscuridad, y su mano apretу la de ella con mбs fuerza. Ambos permanecieron muy quietos en la entrada de un pequeсo espacio cerrado por tejos y unas delicadas plantas rosadas que no provenнan de la Tierra. La mъsica flotaba claramente hasta allн.
— Intйntalo Kou — dijo la voz de Droushnakovi. La joven y Kou se encontraban enfrentados en el otro extremo del escondrijo. Con incertidumbre, Koudelka dejу su bastуn en la balaustrada de piedra y alzу sus manos hacia las de ella. Lentamente comenzaron a bailar mientras Drou contaba -: Un, dos, tres; un, dos, tres…
Koudelka tropezу y ella lo sostuvo; йl la cogiу por la cintura.
— No sirve de nada, Drou. — Sacudiу la cabeza, frustrado.
— Shhh… — Su mano le rozу los labios -. Vuelve a intentarlo. Dijiste que habнas tenido que practicar eso de la coordinaciуn de manos antes de lograrlo. їCuбntas veces? Mбs de una, supongo.
— El viejo no me permitiу renunciar.
— Bueno, tal vez yo tampoco te permita renunciar. — Estoy cansado — se quejу Koudelka. Bueno, entonces empezad con los besos, los instу Cordelia en silencio, conteniendo la risa. Eso es algo que podйis hacer sentados. No obstante Droushnakovi estaba decidida, y volvieron a empezar.
— Un, dos, tres; un, dos tres… — Los esfuerzos volvieron a terminar en lo que a Cordelia le pareciу un muy buen inicio para un abrazo, si alguno de los dos hubiese tenido el valor para continuar.
Aral sacudiу la cabeza y ambos regresaron en silencio rodeando los arbustos. Aparentemente inspirado, sus labios se posaron sobre los de ella, conteniendo la risa. Pero, ay, su discreciуn fue inъtil; un anуnimo lord Vor pasу frente a ellos sin verlos, tropezу con un escalуn de la terraza dejando paralizados a Kou y a Drou, y se inclinу sobre la balaustrada para vomitar entre los arbustos. De pronto se oyeron dos voces en la oscuridad, una masculina y otra femenina, lanzando maldiciones. Koudelka recuperу su bastуn y los dos aspirantes a bailarines se retiraron rбpidamente. El lord Vor vomitу otra vez, y su vнctima masculina comenzу a trepar hacia йl, resbalando sobre la piedra sucia y prometiendo violenta venganza. Prudentemente, Vorkosigan se llevу a Cordelia de allн.
Mбs tarde, mientras aguardaban en uno de los pуrticos a que trajesen los vehнculos, Cordelia se encontrу con que el teniente se hallaba a su lado. Con rostro pensativo, Koudelka observaba la residencia desde donde todavнa llegaban la mъsica y las voces.
— їSe lo ha pasado bien, Kou? — preguntу ella con afabilidad.
— їQuй? Oh, sн. Maravillosamente. Cuando me unн al Servicio, jamбs soсй que terminarнa aquн. — Koudelka parpadeу -. Hubo momentos en los que pensй que no terminarнa en ninguna parte. — Entonces, para sorpresade Cordelia, agregу -: Quisiera que las mujeres viniesen con un manual de instrucciones.
Cordelia se echу a reнr.
— Yo podrнa decir lo mismo de los hombres.
— Pero usted y el almirante Vorkosigan… son diferentes.
— En realidad, no. Hemos aprendido de la experiencia, tal vez. Mucha gente no lo logra.
— їUsted cree que tengo posibilidades de llevar una vida normal? — Sus ojos estaban fijos en la oscuridad.
— Serб usted quien lo decida, Kou.
— Usted habla igual que el almirante.
A la maсana siguiente, cuando Illyan se detuvo en la Residencia Vorkosigan para recibir el informe diario de su jefe de guardia, Cordelia lo acorralу.
— Dнgame, Simуn, їen que lista tiene a Vidal Bordarнan, en la corta o en la larga?
— En mi lista larga estбn todos — suspitу Illyan.
Йl inclinу la cabeza a un lado.
— їPor quй?
Cordelia vacilу. No querнa decir «por intuiciуn», aunque era eso precisamente lo que sentнa.
— Por lo que me ha parecido, tiene la mente de un asesino. De aquellos que se ocultan bien y disparan contra la espalda de su enemigo.
Illyan sonriу con ironнa.
— Disculpe, seсora, pero йse no se parece al Vordarian que yo conozco. Siempre lo he visto actuar como un obstinado sin preocuparse por las consecuencias.
їCuбn grande debнa ser el dolor, cuбn ardiente el deseo, para que un hombre obstinado se volviese sutil?. Cordelia no estaba segura. Tal vez, al no saber lo profunda que era la felicidad de Aral con ella. Bordarнan no imaginaba lo malvado que habнa sido su intento de atacarla. їY la hostilidad personal debнa necesariamente ir unida a la polнtica? No. El odio de ese hombre habнa sido profundo, su golpe preciso, aunque habнa fallado el lugar donde apuntar.
— Pбselo a la lista corta — repitiу.
Illyan abriу las manos; su gesto no fue un intento de aplacarla. A juzgar por su expresiуn, algъn engranaje comenzу a funcionar en su cadena de pensamientos.
— Muy bien, seсora.
6
Mientras aguardaba al pie de la escalera de caracol en el vestнbulo, Cordelia deslizу una mano sobre la seda verde que ocultaba su vientre. Poco mбs de tres meses de esfuerzo metabуlico, y lo ъnico que tenнa para mostrar era esa pequeсa hinchazуn… habнan ocurrido tantas cosas desde el verano, que le parecнa que su embarazo debнa progresar mбs rбpido. Silenciosamente y como un mantra, pronunciу unas palabras de aliento para su bebй. «Crece, crece, crece…» Al menos ahora, ademбs de sentirse completamente agotada, ya comenzaba a tener aspecto de embarazada. Por las noches Aral compartнa su fascinaciуn con los progresos, y ambos posaban la mano sobre su vientre tratando de percibir algъn movimiento a travйs de la piel.
Aral apareciу junto al teniente Koudelka. Ambos estaban reciйn baсados, afeitados, peinados y resplandecientes en el uniforme imperial rojo y azul. El conde Piotr se reuniу con ellos vestido con el uniforme que Cordelia le habнa visto en las sesiones del Consejo, en cafй y plateado, una versiуn mбs rutilante de las libreas de sus hombres. Los veinte guardias de Piotr tenнan alguna clase de exhibiciуn formal esa noche, y su jefe los habнa estado preparando meticulosamente durante toda la semana. Droushnakovi, quien acompaсaba a Cordelia, vestнa un traje sencillo tambiйn en verde y marfil, diseсado para permitir los movimientos rбpidos y ocultar las armas e intercomunicadores.
Despuйs de un momento en que todos se admiraron mutuamente, se dirigieron a los coches terrestres que aguardaban en el pуrtico. Aral ayudу a Cordelia a subir y retrocediу un paso. — Te verй allн, amor.
— їQuй? — Ella girу la cabeza -. Oh. Entonces, їese segundo vehнculo no es sуlo por el tamaсo del grupo?
La expresiуn de Aral fue momentбneamente tensa. — No… Me ha parecido prudente que a partir de ahora viajemos en vehнculos separados.
— Sн — dijo ella con voz dйbil -. Por supuesto. Йl asintiу con un gesto y se alejу. Ese maldito lugar les robaba otro pedazo de sus vidas, de sus corazones. Disponнan de tan poco tiempo para estar juntos, y ahora ni siquiera esos momentos…
Al parecer, esa noche el conde Piotr serнa el sustituto de Aral; el anciano se acomodу a su lado. Droushnakovi se sentу frente a ellos, y la cubierta se cerrу. El coche avanzу suavemente hacia la calle. Cordelia se volviу tratando de ver el vehнculo de Aral, pero йste los seguнa a demasiada distancia para resultar visible. Cordelia se enderezу y exhalу un suspiro.
El sol se ocultaba con un reflejo amarillo entre las nubes grises, y las luces comenzaban a encenderse en la frнa tarde otoсal, proporcionando un aire melancуlico a la ciudad. En las calles se llevaban a cabo animados festejos, y a Cordelia no le pareciу tan mala idea. Los celebrantes le recordaron a los primitivos hombres de la Tierra, golpeando cacerolas y disparando tiros para alejar a los dragones que devoraban a la luna eclipsada. Esta extraсa tristeza de otoсo era capaz de consumir a un alma desprevenida. Gregor habнa escogido un buen momento para cumplir aсos.
Las manos endurecidas de Piotr jugueteaban con una bolsa de seda oscura que lucнa el escudo de los Vorkosigan bordado en plata. Cordelia la observу con interйs.
— їQuй es eso?
Piotr esbozу una sonrisa y se la entregу. — Monedas de oro.
Mбs arte folclуrico; la bolsa y su contenido eran un placer para el tacto. Cordelia acariciу la seda, admirу el bordado y volcу en su mano unos pequeсos discos acuсados.
— Bonitos. — Cordelia recordу haber leнdo que durante la Era del Aislamiento, el oro habнa sido muy valioso en Barrayar. En su mente betanesa la palabra oro se asociaba a la idea de «un metal que en ocasiones resulta ъtil para la industria electrуnica», pero la gente mayor solнa teсirla de cierta mнstica -. ї Esto significa algo?
— ЎJa! Ya lo creo. Es el obsequio de cumpleaсos del emperador.
Cordelia imaginу al niсo de cinco aсos jugando con una bolsa de monedas. Ademбs de construir torres y tal vez practicar las cuentas, Gregor no podrнa hacer mucho mбs con ella. Esperaba que hubiese pasado la edad de meterse cualquier objeto en la boca, ya que esos pequeсos discos tenнan el tamaсo ideal para que el niсo los tragase.
— Estoy segura de que le gustarб — dijo sin mucha convicciуn.
Piotr emitiу una risita.
— No sabes quй estб ocurriendo, їverdad?
Cordelia suspirу.
— Como de costumbre. Dйme una pista.
Se reclinу en el asiento con una sonrisa. Piotr siempre parecнa entusiasmado con la tarea de explicarle Barrayar. Cada vez que descubrнa un nuevo terreno en el cual ella era ignorante, se mostraba encantado de suministrarle informaciуn y opiniуn. Cordelia tenнa la sensaciуn de que podrнa disertar veinte aсos seguidos y nunca se quedarнa sin tema.
— El cumpleaсos del emperador es el fin tradicional del aсo fiscal, para cada distrito regido por un conde en relaciуn con el gobierno imperial. En otras palabras, es dнa de impuestos, aunque… los Vor no estamos gravados. Esto implicarнa una relaciуn demasiado subordinada con el imperio, y por eso entregamos un obsequio al emperador.
— Ah… — dijo Cordelia -. Pero en un aсo todo este lugar no le produce sesenta pequeсas bolsas de oro, seсor.
— Por supuesto que no. Los verdaderos fondos fueron transferidos automбticamente esta maсana, de Hassadar a Vorbarr Sultana. El oro es sуlo simbуlico.
Cordelia frunciу el ceсo.
— Espere. їEso no se ha hecho ya este aсo?
— En primavera, con Ezar. Pero hemos tenido que cambiar la fecha de nuestro aсo fiscal.
— їSu economнa no se ve afectada por ello?
Йl se alzу de hombros.
— Nos las arreglamos. — Piotr sonriу y de pronto dijo -: їDe dуnde crees que proviene la palabra «conde»?
— De la Tierra, supongo. Es un tйrmino preatуmico, latнn tardнo en realidad, que designaba a un noble que regнa un condado. O tal vez «condado» provenga de «conde».
— En Barrayar, es una variaciуn del tйrmino «contable». Los primeros condes fueron los recaudadores de impuestos de Voradar Tau… un autйntico bandido; deberнas leer sobre йl alguna vez.
— ЎPues yo creнa que era un grado militar!
— Oh, la parte militar llegу inmediatamente despuйs, la primera vez que esos estъpidos trataron de extorsionar a quien no quiso contribuir. El grado adquiriу mбs encanto con el tiempo.
— No lo sabнa. — De pronto Cordelia lo mirу con desconfianza -. No se estarб burlando de mн, їverdad seсor?
Йl extendiу las manos a modo de negaciуn. Cuнdate de hacer conjeturas, se dijo Cordelia divertida.
Llegaron a la gran entrada de la Residencia Imperial. Esa noche el ambiente era muy distinto al que Cordelia viera en sus visitas anteriores, cuando Ezar agonizaba o cuando se realizaron las ceremonias fъnebres. Unas luces de colores hacнan resaltar los detalles en los muros de piedra. Los jardines y las fuentes brillaban. Habнa gente bien vestida por los jardines, en los salones formales del ala norte y en las terrazas. Habнa muchos mбs guardias uniformados que de costumbre, y el vehнculo fue sometido a un riguroso registro. Cordelia tuvo la sensaciуn de que esta fiesta serнa mucho menos animada que las que habнan visto en las calles.
El coche de Aral se detuvo detrбs del de ellos en un pуrtico, y al fin Cordelia pudo volver a coger el brazo de su esposo. Йl la mirу con una sonrisa de orgullo, y en un momento relativamente нntimo posу los labios sobre su nuca mientras aspiraba las flores que le perfumaban el cabello. Ella le apretу la mano en secreto a modo de respuesta. Juntos cruzaron el umbral y avanzaron por un pasillo. Un mayordomo con la librea de la casa Vorbarra los anunciу en voz alta, y por un momento a Cordelia le pareciу que miles de ojos barrayareses de la clase Vor se clavaban en ellos. En realidad sуlo habнa unas doscientas personas en el salуn. La experiencia no fue tan horrible despuйs de todo; peor hubiese sido que le apuntaran a la cabeza con un disruptor nervioso con la carga completa. La gente los rodeу intercambiando saludos de cortesнa.
їPor quй estas personas no usan apodos?, pensу Cordelia desalentada. Como de costumbre, con excepciуn de ella todos los demбs parecнan conocerse. Se imaginу a sн misma iniciando una conversaciуn: «Eh, usted, Vor-lo que sea…» Se aferrу al brazo de Aral con mбs firmeza, tratando de parecer misteriosa y exуtica, en lugar de cohibida y desorientada.
En otro salуn se realizaba la pequeсa ceremonia con las bolsas de oro; los condes o sus representantes formaban una fila para cumplir con su obligaciуn, pronunciando unas pocas palabras formales. A pesar de la hora, el emperador Gregor se hallaba sentado en una banqueta alta con su madre. Parecнa pequeсo y atrapado, y realizaba valientes esfuerzos para contener los bostezos. Cordelia se preguntу si las bolsas con monedas llegarнan a sus manos alguna vez, o si simplemente volverнan a circular para ser ofrecidas nuevamente al aсo siguiente. Menuda fiesta de cumpleaсos. No habнa ningъn otro niсo a la vista. Pero los condes desfilaban bastante rбpido, por lo que era probable que el pequeсo pudiese escapar pronto.
Un oficial de uniforme rojo y azul se hincу frente a Gregor y a Kareen, presentando su bolsa de seda roja oscura y dorada. Cordelia reconociу al conde Vidal Vordarian, el hombre a quien Aral describiera amablemente como «lнder del segundo partido mбs conservador». Eso significaba que sus ideas polнticas eran muy similares a las del conde Piotr, pero el tono de su esposo le habнa hecho sospechar que mбs bien era un «fanбtico del Aislamiento». No tenнa aspecto de fanбtico Sin la ira de aquella noche su rostro resultaba mucho mas agradable; el hombre se volviу hacia la princesa Kareen y dijo algo, ante lo cual ella alzу el mentуn y se echу a reнr. Con cierta familiaridad, Vordarian posу una mano sobre su rodilla, y ella la cubriу con la propia por unos instantes. Entonces йl se levantу y se despidiу con una reverencia, para dejar paso al siguiente hombre. La sonrisa de Kareen se desvaneciу en cuanto Vordarian le hubo vuelto la espalda.
La mirada triste de Gregor se posу sobre Aral, Cordelia y Droushnakovi; el niсo se volviу para hablar con su madre. Kareen llamу a un guardia y momentos despuйs un jefe de guardia se acercу a ellos, pidiendo permiso para llevarse a Drou. Ocupу su lugar un joven discreto que los seguнa a cierta distancia, sin perderlos de vista pero sin escuchar sus conversaciones.
Muy pronto Cordelia y Aral se reunieron con lord y lady Vorpatril, dos personas con quienes Cordelia se atrevнa a hablar sin tantos remilgos polнtico-sociales. El capitбn Vorpatril lucнa un uniforme de desfile rojo y azul, con el cual se veнa muy apuesto. La seсora Vorpatril estaba resplandeciente con un vestido color cornalina, con rosas entrelazadas en su cascada de cabellos negros, maravillosos contra su tez blanca y aterciopelada. Eran una arquetнpica pareja Vor, sofisticada y serena, pensу Cordelia, aunque el efecto se malogrу un poco cuando comenzу a notarse que el capitбn Vorpatril estaba ebrio.
De todos modos, era un borracho alegre cuya personalidad sуlo se exageraba un poco, sin llegar a transformarse en algo desagradable.
Vorkosigan, acuciado por algunos hombres en cuyos ojos se leнa un propуsito, dejу a Cordelia con la seсora Vorpatril. Las dos mujeres se sirvieron unos canapйs de las elegantes bandejas servidas por criados humanos, y compararon sus informes obstйtricos. Lord Vorpatril se disculpу rбpidamente para ir tras de una bandeja con copas de vino. Alys planeу los colores y el corte del siguiente vestido de Cordelia.
— Blanco y negro, para la Feria de Invierno — afirmу con autoridad.
Cordelia asintiу levemente con un gesto, preguntбndose si en algъn momento se sentarнan a comer en serio o si seguirнan picoteando de las bandejas.
Alys la condujo hasta el servicio de seсoras, lugar muy concurrido por ambas en esas йpocas del embarazo, y al regresar la presentу ante varias mujeres de su refinado cнrculo social. Entonces Alys se embarcу en una animada discusiуn con una vieja amiga acerca de la inminente fiesta que la mujer organizarнa para su hija, y Cordelia se fue haciendo a un lado.
Al fin retrocediу y logrу apartarse (tratу de no pensar «de la manada») para disfrutar unos momentos de silenciosa contemplaciуn. Quй mezcla tan extraсa era Barrayar, en un momento hogareсo y familiar, y al siguiente ajeno y aterrador; el espectбculo no estaba nada mal, aunque… ЎAh! Eso era lo que faltaba, comprendiу finalmente. En Colonia Beta una ceremonia de semejante magnitud hubiese tenido una cobertura completa por holovнdeo, para que todo el planeta participara de ella en vivo y en directo. Cada movimiento hubiese sido una danza de meticulosa coreografнa alrededor de las cбmaras y los comentarios del locutor, casi hasta el punto de aniquilar el acontecimiento que se estaba grabando.
Allн no habнa un solo holovнdeo a la vista. Las ъnicas grabaciones eran las que realizaba Seguridad Imperial, quienes tenнan sus propias razones al margen de cualquier coreografнa.
Las personas de ese salуn sуlo bailaban para sн mismas, y su rutilante espectбculo serнa barrido para siempre por el paso del tiempo; al dнa siguiente la celebraciуn sуlo existirнa en los recuerdos.
— їSeсora Vorkosigan?
Cordelia se sobresaltу al oнr la voz amable a su lado. Al volverse se encontrу con el conde comodoro Vordarian. El uniforme rojo y azul denotaba que se encontraba en servicio activo en la jefatura imperial… їen quй departamento? Ah sн, en Operaciones, le habнa dicho Aral. El conde le besу la mano y le sonriу con expresiуn cordial.
— Conde Vordarian — respondiу ella, tambiйn sonriendo. Ya se habнan cruzado las veces suficientes como para dejar de lado las presentaciones, decidiу Cordelia. Y por mбs que ella lo desease, este asunto de la regencia no iba a desaparecer. Ya era hora de que comenzase a establecer algunas relaciones propias para no necesitar la guнa de Aral a cada paso.
— їEstб disfrutando de la fiesta? — le preguntу йl.
— Oh, sн. — Tratу de pensar algo mбs que decir -. Es extremadamente hermosa.
— Tanto como usted, seсora. — Vordarian alzу la copa en un brindis y bebiу un sorbo.
El corazуn de Cordelia dio un vuelco, pero ella identificу el motivo de inmediato. El ъltimo oficial barrayarйs que brindara por ella habнa sido el difunto almirante Vorrutyer, aunque en circunstancias sociales bastante diferentes.
Casualmente, Vordarian habнa repetido su gesto con exactitud. Йste no era momento para recuerdos angustiosos.
Cordelia parpadeу.
— La seсora Vorpatril me ayudу mucho. Es muy generosa.
Vordarian hizo un ligero movimiento hacia su torso. — Tengo entendido que tambiйn debo felicitarla. їEs niсo o niсa?
— їEh? Oh. Sн, un niсo, gracias. Se llamarб Piotr Miles, segъn me han dicho.
— Curioso. Hubiese pensado que el regente habrнa preferido tener una hija primero.
Cordelia lo mirу, sorprendida ante su tono irуnico. — Quedй embarazada antes de que Aral se convirtiera en regente.
— Pero sin duda ya sabнan que iba a recibir la designaciуn.
— Yo no. De todas formas, suponнa que todos los militares de Barrayar se desesperaban por tener hijos varones. їPor quй supone que йl querrнa una niсa? — Yo quiero una hija…
— Presumнa que lord Vorkosigan tendrнa en mente la continuidad de su puesto. їQuй mejor manera de conservar una posiciуn de poder cuando la regencia haya terminado, que convertirse en suegro del emperador?.
Cordelia se quedу asombrada.
— їCree que йl apostarнa la continuidad de un gobierno planetario a la posibilidad de que dos adolescentes se enamoren, dentro de quince aсos?
— їEnamorarse? — Ahora fue йl quien pareciу desconcertado.
— Ustedes los barrayareses estбn… — Se mordiу la lengua para no decir «locos». Hubiese sido una groserнa -. Sin lugar a dudas Aral es mбs… prбctico. — Aunque ella no podнa decir que no fuese romбntico.
— Esto es extremadamente interesante — murmurу йl. Sus ojos se posaron unos instantes sobre su abdomen -. їSupone que йl tiene previsto algo mбs directo?
La mente de Cordelia corrнa en forma tangencial a esa retorcida conversaciуn.
— їCуmo?
Йl sonriу y se alzу de hombros.
Cordelia frunciу el ceсo.
— їSe refiere a que si tuviйramos una niсa, eso es lo que todos pensarнan?
— Sin duda.
Ella exhalу un suspiro.
— Dios. Eso es… No imagino que alguien en su sano juicio pueda querer acercarse al imperio barrayarйs. Por lo que he visto, con ello uno se convierte en blanco de todos los maniбticos resentidos. — En su mente apareciу una imagen del teniente Koudelka, sordo y ensangrentado -. Tambiйn afecta al pobre sujeto que se encuentra cerca del poder.
Йl asintiу con la cabeza.
— Ah sн, ese desafortunado incidente del otro dнa. їLa investigaciуn ha logrado algъn resultado?
— Ninguno, que yo sepa. Negri e Illyan hablan de los cetagandaneses, principalmente. Pero el sujeto que lanzу la granada logrу escapar.
— Quй pena. — Vaciу su copa y la cambiу por otra llena que le ofreciу inmediatamente un criado de librea. Cordelia observу las copas de vino con aсoranza. Pero por el momento deberнa privarse de los venenos metabуlicos. Otra ventaja mбs del estilo betanйs de reproducciуn en rйplicas uterinas. En casa se hubiese podido envenenar libremente mientras su hijo crecнa, atendido las veinticuatro horas por tйcnicos sobrios, seguro y protegido en los bancos de rйplicas. їY si hubiera sido ella la que hubiera sufrido los efectos de esa granada sуnica…? Echу de menos una copa.
Bueno, no necesitaba el etanol para aturdir su mente. La conversaciуn con los barrayareses producнa el mismo efecto. Sus ojos recorrieron el salуn en busca de Aral. Allн estaba, con Kou a su lado, hablando con Piotr y otros dos hombres canosos con libreas de conde. Tal como Aral habнa pronosticado, su audiciуn habнa vuelto a la normalidad al cabo de un par de dнas. De todos modos, movнa los ojos de un rostro al otro, buscando seсales en cualquier gesto o inflexiуn. La copa de vino estaba intacta y no era mбs que un adorno en su mano. Estaba de servicio, sin duda. їAlguna vez volverнa a estar de permiso?
— їSe sintiу muy perturbado por el ataque? — preguntу Vordarian, quien habнa seguido la direcciуn de su mirada.
— їUsted no lo hubiese estado? — respondiу Cordelia -. No lo sй… ha visto tanta violencia en su vida, casi mбs de la que yo puedo imaginar.
— Pero usted no lo conoce desde hace tanto. Sуlo desde Escobar.
— Nos vimos una vez antes de la guerra. Brevemente.
— їOh? — Alzу las cejas -. No lo sabнa. Quй poco sabe uno de la gente, en realidad. — Se detuvo para observar a Aral, para observarla a ella mirando a Aral. Vordarian esbozу una pequeсa sonrisa y entonces frunciу los labios con expresiуn pensativa -. Йl es bisexual, їsabe? — Bebiу un sorbo de vino.
— Era bisexual — corrigiу ella de forma ausente, mirando a Aral con afecto -. Ahora practica la monogamia.
Vordarian se atragantу y comenzу a toser. Cordelia lo observу con preocupaciуn, preguntбndose si debнa palmearle la espalda o algo parecido, pero al fin йl logrу recuperarse.
— їЙl le ha dicho eso? — preguntу con asombro.
— No, fue Vorrutyer. Justo antes de sufrir su… fatal accidente. — Vordarian se paralizу; Cordelia sintiу cierta maliciosa satisfacciуn. Al fin habнa logrado desconcertar a un barrayarйs. Ojalб pudiese descubrir quй habнa hecho para lograrlo. Continuу con el rostro muy serio -. Cuanto mбs pienso en Vorrutyer, mбs me parece una figura trбgica. Obsesionado con una aventura que habнa terminado hacнa dieciocho aсos. No obstante, en ocasiones me pregunto si hubiese podido tener lo que deseaba (a Aral), si Aral hubiese conservado esa vena sбdica que consumiу la cordura de Vorrutyer… Es como si los dos hubiesen estado en alguna clase de columpio, donde la supervivencia de uno determinaba la destrucciуn del otro.
— Una betanesa. — La expresiуn desconcertada comenzaba a desvanecerse. En su lugar aparecнa una que Cordelia denominу mentalmente «de atroz comprensiуn» -. Debн haberlo imaginado. Despuйs de todo, fueron ustedes quienes crearon a los hermafroditas… — Guardу silencio -. їCuбnto tiempo conociу a Vorrutyer?
— Unos veinte minutos. Pero fueron veinte minutos muy intensos. — Cordelia decidiу dejar que se preguntase quй diablos significaba eso.
— Su… aventura, como usted lo llama, fue un gran escбndalo secreto en su momento.
Ella arrugу la nariz.
— їGran escбndalo secreto? їNo es eso un oxнmoron? Como «inteligencia militar», o «fuego amigo». Tambiйn tнpicos barrayarismos, ahora que lo pienso.
Vordanan tenнa una expresiуn extraсa en el rostro. Cordelia comprendiу que tenнa el aspecto de alguien que acabara de lanzar una bomba, pero йsta habнa emitido un chasquido en lugar de estallar, y ahora trataba de decidir si debнa meter la mano dentro para probar el mecanismo.
Entonces fue el turno de Cordelia para alcanzar una «atroz comprensiуn».
Este hombre ha tratado de destruir mi matrimonio.
No… el matrimonio de Aral. Adoptу una sonrisa radiante e inocente. Al fin las piezas comenzaban a encajar. Vordarian no podнa pertenecer al antiguo partido de Vorrutyer. Sus lнderes habнan sufrido algъn accidente fatal antes de la muerte de Ezar, y el resto de los partidarios estaban dispersos y ocultos. їQuй buscaba ese hombre? Cordelia jugueteу con una flor de su cabello.
— No creн estar casбndome con un hombre virgen de cuarenta y cuatro aсos, conde Vordarian.
— Eso parece. — Bebiу otro sorbo de vino -. Ustedes los galбcticos son todos unos degenerados… me pregunto quй perversiones tolerarб йl a cambio. — De pronto sus ojos brillaron con malicia -. їSabe cуmo muriу la primera mujer de Vorkosigan?
— Se suicidу. Se disparу un arco de plasma a la cabeza — respondiу ella sin vacilar.
— Segъn los rumores йl la asesinу. Por adulterio. Tenga cuidado, betanesa. — Su sonrisa ya se habнa vuelto completamente бcida.
— Sн, tambiйn sabнa eso. En este caso, los rumores no son ciertos. — Los dos ya habнan abandonado toda apariencia de cordialidad. Cordelia sentнa que junto con ello, comenzaba a perder el control de sн misma. Se inclinу adelante y bajу la voz -. їUsted sabe por quй muriу Vorrutyer?
Vordarian no pudo evitar inclinarse hacia ella, interesado.
— No…
— Tratу de herir a Aral a travйs de mн. Eso me resultу… irritante. Quisiera que usted dejase de tratar de irritarme, conde Vordarian. Me temo que logre su cometido. — Su voz se transformу en un susurro -. Usted tambiйn debe temerlo.
El aire condescendiente de Vordarian habнa dado paso a la cautela. Hizo un gesto rбpido con las manos a modo de despedida y se retirу.
— Seсora — dijo, alejбndose con una mirada nerviosa.
Ella lo mirу con el ceсo fruncido. Vaya. ЎQuй diбlogo tan extraсo! їQuй habнa esperado? їPillarla por sorpresa con ese antiguo dato? їVordarian imaginaba realmente que ella irнa a reclamarle a su esposo por su mal gusto para escoger compaснas, veinte aсos atrбs? їUna ingenua barrayaresa reciйn casada hubiese sufrido un ataque de histeria? No la seсora Vorpatril, cuyo entusiasmo social ocultaba un бcido discernimiento; no la princesa Kareen, cuya ingenuidad habнa sido destruida hacнa mucho por ese sбdico de Serg.
Vordarian disparу, pero no dio en el blanco. Entonces pensу con mбs frialdad: їYa habrб hecho lo mismo, en otra ocasiуn? Aquйl no habнa sido un diбlogo social normal, ni siquiera segъn el modelo machista barrayarйs. O tal vez sуlo estaba borracho. De pronto Cordelia tuvo ganas de hablar con lllyan. Cerrу los ojos, tratando de aclarar su mente confundida.
— їTe encuentras bien, cariсo? — murmurу la voz preocupada de Aral en su oнdo -. їNecesitas tu medicaciуn para las nбuseas?
Cordelia abriу los ojos. Allн estaba йl, sano y salvo a su lado.
— Oh, estoy bien. — Lo cogiу del brazo con suavidad -. Sуlo pensaba.
— Nos esperan para cenar.
— Vamos. Serб bueno sentarse. Tengo los pies hinchados.
Aral pareciу querer alzarla en sus brazos y llevarla a la mesa, pero entraron normalmente en el salуn y se reunieron con las otras parejas. Se acomodaron ante una mesa elevada y un poco apartada de las demбs, junto con Gregor, Kareen, Piotr, el lord Guardiбn de los Portavoces y su mujer, y el primer ministro Vortala. Ante la insistencia de Gregor, Droushnakovi se sentу con ellos; el niсo parecнa muy feliz de ver a su antigua guardaespaldas.
їMe he llevado a tu compaсera de juegos, pequeсo?, pensу Cordelia con remordimiento. Eso parecнa. Gregor comenzу a negociar con Kareen para que Drou fuese allн una vez por semana a darle «lecciones de judo». Acostumbrada al ambiente de la residencia, Drou no parecнa tan intimidada como Koudelka, quien parecнa algo tenso tratando de disimular su torpeza.
Cordelia se encontrу sentada entre Vortala y el Portavoz, con quienes mantuvo una conversaciуn razonablemente cуmoda; Vortala resultaba encantador con su estilo directo. Cordelia probу un poco de todos los alimentos elegantemente servidos, exceptuando las tajadas de un bovino asado, presentado entero. Por lo general era capaz de no pensar en el hecho de que las proteнnas barrayaresas no eran criadas en cubas, sino extraнdas de verdaderos animales muertos. Se habнa enterado de sus primitivas prбcticas culinarias antes de viajar allн, despuйs de todo, y ya habнa probado la carne animal en misiones de Estudios Astronуmicos. Los barrayareses aplaudieron a la bestia decorada con frutas y flores. Al parecer, la encontraban apetitosa, no horrible, y el cocinero que la habнa seguido con ansiedad se inclinу en una reverencia. Los primitivos circuitos olfativos en el cerebro de Cordelia debieron convenir en que el aroma era delicioso. Vorkosigan se sirviу una porciуn casi cruda. Cordelia bebiу agua.
Despuйs del postre y de algunos brindis formales ofrecidos por Vortala y Vorkosigan, al fin el pequeсo Gregor se fue a la cama acompaсado por su madre. Kareen hizo seсas a Cordelia y a Droushnakovi para que la siguiesen. Cordelia sintiу que la tensiуn de sus hombros se aflojaba cuando abandonaron el gran salуn para subir a las silenciosas habitaciones del emperador.
Gregor fue despojado de su pequeсo uniforme y vestido con un pijama, con lo cual dejу de ser un icono para convertirse de nuevo en un niсo. Drou lo acompaсу a cepillarse los dientes y acabу accediendo a jugar «sуlo una vez» a algo a lo cual solнan jugar a la hora de acostarse. Kareen lo permitiу con indulgencia, y despuйs de besar a su hijo se retirу con Cordelia a un salуn contiguo suavemente iluminado. Las ventanas estaban abiertas y por ellas entraba una fresca brisa nocturna. Las dos mujeres se sentaron con un suspiro y se relajaron; en cuanto vio que Kareen se quitaba los zapatos, Cordelia la imitу. Desde los jardines llegaba el sonido apagado de voces y risas.
— ї Hasta cuбndo se prolongarб la fiesta? — preguntу Cordelia.
— Hasta el amanecer, para los que aguanten mбs que yo. Me retirarй a la medianoche, despuйs de lo cual se comenzarб a beber en serio.
— Algunos ya parecнan haberlo tomado bastante en serio.
— Por desgracia. — Kareen sonriу -. Antes de que haya finalizado la noche, podrб ver lo mejor y lo peor de los Vor.
— Me lo imagino. Me sorprende que no hayan importado drogas menos letales para animar el espнritu.
La sonrisa de Kareen se tornу irуnica.
— Pero las riсas entre borrachos son una tradiciуn. — Suavizу su tono de voz -. En realidad, esas cosas estбn entrando, al menos en las ciudades con bases de lanzamiento. Como de costumbre, en lugar de sustituir nuestras antiguas costumbres les agregamos otras nuevas.
— Tal vez sea la mejor manera. — Cordelia frunciу el ceсo. їCуmo lo preguntarнa con delicadeza…? — їEl conde Vidal Vordarian es de los que acostumbran a emborracharse en pъblico?
— No. — Kareen alzу la vista hacia ella -. їPor quй lo pregunta?
— He mantenido una conversaciуn muy peculiar con йl. Pensй que una sobredosis de etanol podrнa explicarla. — Recordу la mano de Vordarian posada suavemente sobre la rodilla de la princesa, casi como una caricia нntima -. їLo conoce bien? їQuй opiniуn tiene de йl?
— Es rico… y orgulloso — dijo la princesa -. Permaneciу leal a Ezar durante las ъltimas intrigas de Serg. Leal al imperio y a la clase de los Vor. En el distrito de Vordarian hay cuatro importantes ciudades industriales, ademбs de bases militares, depуsitos de provisiones, la principal base de lanzamiento militar. Sin duda su zona es la de mayor relevancia econуmica de todo Barrayar. La guerra apenas la rozу. Ubicamos allн nuestras primeras bases espaciales porque aprovechamos instalaciones construidas y abandonadas por los cetagandaneses, y a partir de entonces se iniciу el desarrollo econуmico.
— Eso es… interesante — dijo Cordelia -. Pero me preguntaba cуmo serнa personalmente. їA usted le gusta?
— En una йpoca — dijo Kareen lentamente -, me preguntй si Vidal serнa lo bastante poderoso para protegerme de Serg cuando Ezar muriera. A medida que Ezar empeoraba, decidн que serнa mejor ocuparme de mi propia defensa. No parecнa estar ocurriendo nada, y nadie me decнa una palabra.
— Si Serg hubiese llegado a ser emperador, їcуmo podrнa haberla defendido un simple conde? — preguntу Cordelia.
— Tendrнa que haberse convertido en… algo mбs. Vidal tenнa ambiciones y era un patriota. Dios sabe que si Serg hubiese vivido, podrнa haber destruido a Barrayar. Quizб Vidal nos hubiera salvado. Pero Ezar me asegurу que no tenнa nada que temer. Luego Serg muriу antes que йl y… y desde entonces he dejado que las cosas se enfriaran con Vidal.
Cordelia se frotу el labio inferior con expresiуn algo ausente.
— Oh. Pero… personalmente, їa usted le gusta? їLe agradarнa retirarse de los asuntos imperiales como condesa Vordarian algъn dнa?
— ЎOh! Ahora no. El padrastro del emperador serнa un hombre demasiado poderoso enfrentado al regente. Una polaridad peligrosa, si no llegan a una alianza o a un equilibrio exacto. O si no estбn combinados en una sola persona.
— їCуmo convertirse en el suegro del emperador? — Sн, exactamente.
— Me resulta muy difнcil comprender esta forma de transmitir el poder. Pero usted tiene algъn derecho propio para reclamar el imperio, їverdad?
— Йsa serнa una decisiуn de las fuerzas armadas. — Kareen se alzу de hombros y bajу la voz -. Es como una enfermedad, їno? Estoy demasiado cerca, he sido tocada, infectada… Gregor es mi ъnica posibilidad de supervivencia. Y tambiйn mi prisiуn.
— їNo desea tener una vida propia?
— No. Sуlo quiero seguir con vida.
Cordelia se reclinу, perturbada.
ї Serg te ha enseсado ano agraviar?
— — їVordarian lo ve del mismo modo? Me refiero a que el poder no es lo ъnico que usted tiene para ofrecer. Creo que subestima sus atractivos personales.
— En Barrayar el poder es lo ъnico que importa. — Su expresiуn se tornу distante -. Admito que una vez le pedн al capitбn Negri que me entregara un informe acerca de Vidal. Normalmente йl utiliza a sus cortesanas.
Para Cordelia, esta frase no era precisamente una confesiуn de amor sin lнmites. Sin embargo, lo que habнa visto en los ojos de Vordarian un rato antes no era sуlo el deseo de poder, hubiese podido jurarlo. їLa designaciуn de Aral como regente habrнa venido a estropear por mala suerte los galanteos de Vordarian? їEso explicarнa el rencor de tinte sexual que habнa percibido en йl?
Droushnakovi regresу de puntillas.
— Se ha quedado dormido — susurrу con afecto. Kareen asintiу y echу la cabeza hacia atrбs en un momento de descanso, hasta que un mensajero de librea Vorbarra se acercу a ella para decir:
— їQuerrнais iniciar el baile con milord regente, seсora? Os aguardan.
їUna invitaciуn o una orden? Con la voz inexpresiva del criado, sonaba mбs a una obligaciуn siniestra que a algo divertido.
— La ъltima tarea de la noche — le asegurу Kareen a Cordelia mientras ambas se calzaban los zapatos. Los de Cordelia parecнan haberse encogido dos nъmeros desde el comienzo de la velada. Cojeando, abandonу el salуn detrбs de Kareen, ambas seguidas por Drou.
En la planta baja habнa una enorme sala con pavimento de marqueterнa en madera multicolor, con diseсos de flores, enredaderas y animales. En Colonia Beta la lustrosa superficie se hubiese exhibido en la pared de un museo; esta gente increнble bailaba sobre ella. La mъsica estaba suministrada por una orquesta en vivo al estilo barrayarйs, escogida mediante una reсida competencia entre los integrantes de la Banda Imperial. Hasta los valses tenнan un ligero parecido con una marcha. Aral y la princesa fueron introducidos, y йl la condujo para dar un par de vueltas alrededor del salуn en una danza formal donde ambos debнan dar los mismos pasos, con las manos alzadas pero sin llegar a tocarse. Cordelia estaba fascinada. Nunca habнa imaginado que Aral fuese capaz de bailar. Esto pareciу completar los requisitos sociales y otras parejas salieron a la pista. Aral regresу a su lado con expresiуn animada.
— їBailamos, seсora?
Despuйs de la cena hubiese preferido una siesta. їCуmo lograba mantener esa alarmante hiperactividad? Cordelia sacudiу la cabeza y sonriу.
— No sй cуmo.
— Ah. — En lugar de ello comenzaron a caminar -. Yo podrнa enseсarte — le ofreciу Aral mientras salнan a las terrazas que se fundнan con los jardines. Allн fuera estaba fresco y oscuro, con excepciуn de unas pocas luces de colores para impedir que la gente tropezase en los senderos.
— Humm — dijo ella con desconfianza -. Pero sуlo si logras encontrar un sitio solitario. — Si lograban encontrar un sitio solitario, a ella se le ocurrнan mejores cosas para hacer.
— Bueno, aquн estamos… shhh.
Su sonrisa de cimitarra brillу en la oscuridad, y su mano apretу la de ella con mбs fuerza. Ambos permanecieron muy quietos en la entrada de un pequeсo espacio cerrado por tejos y unas delicadas plantas rosadas que no provenнan de la Tierra. La mъsica flotaba claramente hasta allн.
— Intйntalo Kou — dijo la voz de Droushnakovi. La joven y Kou se encontraban enfrentados en el otro extremo del escondrijo. Con incertidumbre, Koudelka dejу su bastуn en la balaustrada de piedra y alzу sus manos hacia las de ella. Lentamente comenzaron a bailar mientras Drou contaba -: Un, dos, tres; un, dos, tres…
Koudelka tropezу y ella lo sostuvo; йl la cogiу por la cintura.
— No sirve de nada, Drou. — Sacudiу la cabeza, frustrado.
— Shhh… — Su mano le rozу los labios -. Vuelve a intentarlo. Dijiste que habнas tenido que practicar eso de la coordinaciуn de manos antes de lograrlo. їCuбntas veces? Mбs de una, supongo.
— El viejo no me permitiу renunciar.
— Bueno, tal vez yo tampoco te permita renunciar. — Estoy cansado — se quejу Koudelka. Bueno, entonces empezad con los besos, los instу Cordelia en silencio, conteniendo la risa. Eso es algo que podйis hacer sentados. No obstante Droushnakovi estaba decidida, y volvieron a empezar.
— Un, dos, tres; un, dos tres… — Los esfuerzos volvieron a terminar en lo que a Cordelia le pareciу un muy buen inicio para un abrazo, si alguno de los dos hubiese tenido el valor para continuar.
Aral sacudiу la cabeza y ambos regresaron en silencio rodeando los arbustos. Aparentemente inspirado, sus labios se posaron sobre los de ella, conteniendo la risa. Pero, ay, su discreciуn fue inъtil; un anуnimo lord Vor pasу frente a ellos sin verlos, tropezу con un escalуn de la terraza dejando paralizados a Kou y a Drou, y se inclinу sobre la balaustrada para vomitar entre los arbustos. De pronto se oyeron dos voces en la oscuridad, una masculina y otra femenina, lanzando maldiciones. Koudelka recuperу su bastуn y los dos aspirantes a bailarines se retiraron rбpidamente. El lord Vor vomitу otra vez, y su vнctima masculina comenzу a trepar hacia йl, resbalando sobre la piedra sucia y prometiendo violenta venganza. Prudentemente, Vorkosigan se llevу a Cordelia de allн.
Mбs tarde, mientras aguardaban en uno de los pуrticos a que trajesen los vehнculos, Cordelia se encontrу con que el teniente se hallaba a su lado. Con rostro pensativo, Koudelka observaba la residencia desde donde todavнa llegaban la mъsica y las voces.
— їSe lo ha pasado bien, Kou? — preguntу ella con afabilidad.
— їQuй? Oh, sн. Maravillosamente. Cuando me unн al Servicio, jamбs soсй que terminarнa aquн. — Koudelka parpadeу -. Hubo momentos en los que pensй que no terminarнa en ninguna parte. — Entonces, para sorpresade Cordelia, agregу -: Quisiera que las mujeres viniesen con un manual de instrucciones.
Cordelia se echу a reнr.
— Yo podrнa decir lo mismo de los hombres.
— Pero usted y el almirante Vorkosigan… son diferentes.
— En realidad, no. Hemos aprendido de la experiencia, tal vez. Mucha gente no lo logra.
— їUsted cree que tengo posibilidades de llevar una vida normal? — Sus ojos estaban fijos en la oscuridad.
— Serб usted quien lo decida, Kou.
— Usted habla igual que el almirante.
A la maсana siguiente, cuando Illyan se detuvo en la Residencia Vorkosigan para recibir el informe diario de su jefe de guardia, Cordelia lo acorralу.
— Dнgame, Simуn, їen que lista tiene a Vidal Bordarнan, en la corta o en la larga?
— En mi lista larga estбn todos — suspitу Illyan.
Йl inclinу la cabeza a un lado.
— їPor quй?
Cordelia vacilу. No querнa decir «por intuiciуn», aunque era eso precisamente lo que sentнa.
— Por lo que me ha parecido, tiene la mente de un asesino. De aquellos que se ocultan bien y disparan contra la espalda de su enemigo.
Illyan sonriу con ironнa.
— Disculpe, seсora, pero йse no se parece al Vordarian que yo conozco. Siempre lo he visto actuar como un obstinado sin preocuparse por las consecuencias.
їCuбn grande debнa ser el dolor, cuбn ardiente el deseo, para que un hombre obstinado se volviese sutil?. Cordelia no estaba segura. Tal vez, al no saber lo profunda que era la felicidad de Aral con ella. Bordarнan no imaginaba lo malvado que habнa sido su intento de atacarla. їY la hostilidad personal debнa necesariamente ir unida a la polнtica? No. El odio de ese hombre habнa sido profundo, su golpe preciso, aunque habнa fallado el lugar donde apuntar.
— Pбselo a la lista corta — repitiу.
Illyan abriу las manos; su gesto no fue un intento de aplacarla. A juzgar por su expresiуn, algъn engranaje comenzу a funcionar en su cadena de pensamientos.
— Muy bien, seсora.
6
Cordelia observу la sombra proyectada en el suelo por la aeronave ligera, una saeta delgada que se deslizaba hacia el sur. La flecha fluctuaba sobre granjas campestres, arroyos, rнos y caminos polvorientos… el sistema de caminos era rudimentario, primitivo, su desarrollo truncado por el transporte personal por aire que habнa llegado con la explosiуn de tecnologнa galбctica al finalizar la Era del Aislamiento. Los nudos de tensiуn en el cuello de Cordelia se iban deshaciendo con cada kilуmetro que los alejaba de la agitada atmуsfera de la capital. Un dнa en la campiсa era una idea excelente, largamente ansiada. Sуlo hubiese querido que Aral lo compartiera con ella.
Guiado por alguna seсal en tierra, el sargento Bothari maniobrу suavemente la aeronave para inclinarla hacia su nuevo curso. Droushnakovi, quien compartнa el asiento trasero con Cordelia, se puso tensa tratando de no apoyarse sobre ella. El doctor Henri, en el asiento delantero con el sargento, miraba hacia el exterior casi con el mismo interйs que Cordelia.
El doctor Henri se volviу para hablarle.
— Le agradezco que me haya invitado a almorzar despuйs del examen, seсora. Es un raro privilegio visitar la propiedad de los Vorkosigan.
— їEn serio? — dijo Cordelia -. Sй que no reciben a mucha gente, pero los amigos del conde Piotr suelen venir con bastante frecuencia a montar a caballo. Son unos animales fascinantes. — Cordelia pensу en lo que habнa dicho, y despuйs de unos segundos decidiу que el doctor Henri debнa de haber comprendido que con «animales fascinantes» habнa querido referirse a los caballos, no a los amigos del conde Piotr -. Muestre la menor seсal de interйs y es probable que el conde lo lleve a recorrer los establos.
— No lleguй a conocer al general. — El doctor Henri parecнa acobardado, y se acomodу el cuello de su uniforme. Como cientнfico investigador del Hospital Militar Imperial, Henri estaba acostumbrado a tratar con oficiales de alto rango; la diferencia en este caso debнa ser que Piotr estaba asociado con gran parte de la historia de Barrayar.
Piotr habнa adquirido su grado actual a los veintidуs aсos, luchando contra los cetagandaneses en una violenta guerrilla que habнa arrasado las Montaсas Denda-rii, visibles ahora en el horizonte del sur. El grado habнa sido todo lo que el entonces emperador, Dorca Vorbarra, habнa podido darle en un principio; en esos momentos desesperados era imposible pensar en cosas mбs palpables como refuerzos, provisiones o dinero. Veinte aсos despuйs, Piotr habнa vuelto a cambiar la historia de Barrayar apoyando a Ezar Vorbarra en la guerra civil que logrу derrocar al emperador Yuri el Loco. Sin lugar a dudas, el general Piotr Vorkosigan no era un hombre corriente.
— Es fбcil llevarse bien con йl — le asegurу Cordelia al doctor Henri -. Sуlo tendrб que admirar los caballos y formular algunas preguntas acerca de las guerras. Luego podrб relajarse y pasar el resto del tiempo escuchando.
Henri alzу las cejas y buscу algъn rastro de ironнa en su rostro. El doctor era un hombre agudo. Cordelia sonriу alegremente.
Entonces notу que Bothari la observaba por el espejo ubicado sobre el panel de control. Otra vez. El sargento parecнa nervioso ese dнa. Lo delataba la posiciуn de sus manos, la rigidez en los mъsculos de su cuello. Los ojos amarillos de Bothari siempre eran inescrutables; hundidos, demasiado juntos y algo desnivelados sobre sus pуmulos prominentes y la larga mandнbula. їAnsiedad por la visita del doctor? Era comprensible.
Guiado por alguna seсal en tierra, el sargento Bothari maniobrу suavemente la aeronave para inclinarla hacia su nuevo curso. Droushnakovi, quien compartнa el asiento trasero con Cordelia, se puso tensa tratando de no apoyarse sobre ella. El doctor Henri, en el asiento delantero con el sargento, miraba hacia el exterior casi con el mismo interйs que Cordelia.
El doctor Henri se volviу para hablarle.
— Le agradezco que me haya invitado a almorzar despuйs del examen, seсora. Es un raro privilegio visitar la propiedad de los Vorkosigan.
— їEn serio? — dijo Cordelia -. Sй que no reciben a mucha gente, pero los amigos del conde Piotr suelen venir con bastante frecuencia a montar a caballo. Son unos animales fascinantes. — Cordelia pensу en lo que habнa dicho, y despuйs de unos segundos decidiу que el doctor Henri debнa de haber comprendido que con «animales fascinantes» habнa querido referirse a los caballos, no a los amigos del conde Piotr -. Muestre la menor seсal de interйs y es probable que el conde lo lleve a recorrer los establos.
— No lleguй a conocer al general. — El doctor Henri parecнa acobardado, y se acomodу el cuello de su uniforme. Como cientнfico investigador del Hospital Militar Imperial, Henri estaba acostumbrado a tratar con oficiales de alto rango; la diferencia en este caso debнa ser que Piotr estaba asociado con gran parte de la historia de Barrayar.
Piotr habнa adquirido su grado actual a los veintidуs aсos, luchando contra los cetagandaneses en una violenta guerrilla que habнa arrasado las Montaсas Denda-rii, visibles ahora en el horizonte del sur. El grado habнa sido todo lo que el entonces emperador, Dorca Vorbarra, habнa podido darle en un principio; en esos momentos desesperados era imposible pensar en cosas mбs palpables como refuerzos, provisiones o dinero. Veinte aсos despuйs, Piotr habнa vuelto a cambiar la historia de Barrayar apoyando a Ezar Vorbarra en la guerra civil que logrу derrocar al emperador Yuri el Loco. Sin lugar a dudas, el general Piotr Vorkosigan no era un hombre corriente.
— Es fбcil llevarse bien con йl — le asegurу Cordelia al doctor Henri -. Sуlo tendrб que admirar los caballos y formular algunas preguntas acerca de las guerras. Luego podrб relajarse y pasar el resto del tiempo escuchando.
Henri alzу las cejas y buscу algъn rastro de ironнa en su rostro. El doctor era un hombre agudo. Cordelia sonriу alegremente.
Entonces notу que Bothari la observaba por el espejo ubicado sobre el panel de control. Otra vez. El sargento parecнa nervioso ese dнa. Lo delataba la posiciуn de sus manos, la rigidez en los mъsculos de su cuello. Los ojos amarillos de Bothari siempre eran inescrutables; hundidos, demasiado juntos y algo desnivelados sobre sus pуmulos prominentes y la larga mandнbula. їAnsiedad por la visita del doctor? Era comprensible.