El siguiente bastуn era de madera oscura y lisa, con un pulido satinado. El dependiente se lo entregу sin abrirlo, e hizo otra pequeсa reverencia.
   — Presione el mango aquн, seсora.
   Era mucho mбs pesado que el primero. La funda se deslizу rбpidamente y fue a dar contra la pared opuesta. Cordelia estudiу la nueva hoja. Estaba decorada con una extraсa filigrana que reflejaba la luz. Ella volviу a colocarse en postura de saludo y alcanzу a ver la expresiуn del dependiente.
   — їTendrб que pagarlos de su salario?
   — Adelante, seсora. — Habнa un pequeсo brillo de satisfacciуn en sus ojos -. No lograrб romper йsta.
   Cordelia la sometiу a la misma prueba que a la anterior. La punta se clavу mucho mбs profundamente en la madera, y apoyбndose con todas sus fuerzas, apenas si logrу doblarla. Сo obstante, se dio cuenta de que aъn no habнa llegado al lнmite de su flexibilidad. Entonces se la entregу a Droushnakovi, quien la examinу amorosamente.
   — Йsta sн que es buena, seсora.
   — Estoy segura de que se utilizarб mucho mбs como bastуn que como espada. De todos modos… es necesario que sea de calidad. Nos llevaremos йste.
   Mientras el hombre lo envolvнa, Cordelia se detuvo junto a un estuche de aturdidores decorados con esmalte.
   — їEstб pensando en comprar uno para usted, seсora? — preguntу Droushnakovi.
   — No… No creo. Barrayar tiene suficientes soldados sin necesidad de importarlos de Colonia Beta. Lo que sea que haya venido a hacer aquн, no tiene nada que ver con la vida militar. їVes algo que te interese?
   Droushnakovi adoptу una expresiуn pensativa, pero sacudiу la cabeza y se llevу una mano a la chaquetilla.
   — El equipo del capitбn Negri es de lo mejor. Ni Siegling's podrнa superarlo… es sуlo que estas armas son mбs bonitas.
   Aquella noche cenaron tarde. Eran tres: Vorkosigan, Cordelia y el teniente Koudelka. El nuevo secretario personal del almirante parecнa un poco cansado.
   — їQuй habйis hecho todo el dнa? — preguntу Cordelia.
   — Sobre todo, manipular hombres — le respondiу Vorkosigan -. El primer ministro Vortala no tenнa tantos votos en el bolsillo como йl aseguraba, y tuvimos que utilizar nuestra persuasiуn con cada uno de ellos, a puerta cerrada. Lo que verбs maсana en el Consejo no serб la polнtica de Barrayar en funcionamiento, sуlo los resultados. їY vosotras? їHa ido todo bien?
   — Sн. Fui de compras. Espera y verбs. — Extrajo el bastуn de estoque y lo desenvolviу -. Esto es para evitar que dejes a Kou completamente extenuado.
   Koudelka se mostrу amablemente agradecido, aunque era evidente que en el fondo se sentнa irritado. Su expresiуn reflejу sorpresa cuando cogiу el bastуn y estuvo a punto de dejarlo caer ante su peso imprevisto.
   — ЎEh! Pero esto no es…
   — Presione el mango aquн. ЎNo lo apunte…!
   ЎPum!
   —… a la ventana. — Afortunadamente, la vaina golpeу contra el marco y rebotу en el suelo. Kou y Aral dieron un respingo. Los ojos de Koudelka se iluminaron mientras estudiaban la hoja. Cordelia fue a buscar la vaina.
   — ЎOh, seсora! — Entonces su expresiуn se apagу. Volviу a envainar la espada con sumo cuidado y se la entregу con tristeza -. Seguramente no recordу que no soy un Vor. No es legal que posea mi propia arma.
   — Oh. — Cordelia pareciу abatida.
   Vorkosigan alzу una ceja.
   — їMe permites verlo, Cordelia? — Inspeccionу el bastуn y desenvainу la espada con mбs cuidado -. Humm. їMe equivoco o yo mismo he pagado por esto?
   — Bueno, supongo que lo harбs cuando llegue la factura. Aunque no creo que debas pagar por la que rompн. De todos modos, siempre puedo devolverla.
   — Ya veo. — Esbozу una pequeсa sonrisa -. Teniente Koudelka, como su comandante en jefe y vasallo secundus de Ezar Vorbarra, le hago entrega en forma oficial de esta arma que me pertenece, para que la porte al servicio del emperador, por el tiempo que dure su gobierno. — La ineludible ironнa de aquella frase formal hizo que Vorkosigan se pusiera tenso unos momentos, pero al fin se recuperу y entregу el bastуn a Koudelka, quien volviу a iluminarse.
   — ЎGracias seсor!
   Cordelia sacudiу la cabeza.
   — Creo que nunca entenderй este lugar.
   — Harй que Kou te busque algunas compilaciones legales. Aunque no esta noche. Apenas tendrб tiempo para poner en orden sus notas de hoy antes de que llegue Vortala con un par mбs de sus descarriados. Los veremos en la biblioteca de mi padre. Kou, me reunirй con usted allн.
   Se dio por finalizada la cena y Koudelka se retirу a la biblioteca. Vorkosigan y Cordelia fueron al salуn contiguo para leer un poco antes de la reuniуn nocturna del almirante. Йl aъn debнa examinar varios informes, y los repasу rбpidamente con un visor manual. Cordelia se colocу un auricular y dividiу su tiempo entre unas clases de ruso barrayarйs y un disco sobre puericultura, aъn mбs amedrentador. El silencio sуlo se veнa interrumpido por algъn murmullo de Vorkosigan, mбs para sн mismo que para ella, o por frases corno: «ЎVaya! Ahora comprendo lo que se proponнa el muy canalla», u «Hombre, estas cifras parecen extraсas. Debo comprobarlas…». U otras de Cordelia como: «Uf, їserб cierto que los bebйs hacen todo eso?», y cada tanto se escuchaba un Ўpurn! en la habitaciуn contigua, ante lo cual ambos se miraban y se echaban a reнr.
   — Oh, querido — dijo Cordelia para la tercera o cuarta vez en que oyeron el ruido -, espero no haberlo distraнdo de sus quehaceres.
   — Se las arreglarб bien cuando haya aprendido. El secretario personal de Vorbarra le estб ayudando, y ha comenzado a enseсarle cуmo organizarse. Cuando Kou haya pasado por todo el protocolo del funeral, deberнa ser capaz de abordar cualquier tarea. Ese bastуn de estoque ha sido una idea genial; te lo agradezco.
   — Sн, me di cuenta de que era bastante susceptible respecto a sus impedimentos fнsicos. Pensй que esto lograrнa tranquilizarlo un poco.
   — Asн es nuestra sociedad. Resulta un poco dura para los que no mantienen el paso.
   — Ya veo. Quй extraсo. Ahora que lo mencionas, sуlo recuerdo haber visto gente saludable en las calles y en todos los demбs sitios, exceptuando el hospital. No hay sillas flotantes ni niсos con la mirada vacнa remolcados por sus padres…
   — Tampoco los verбs. — La expresiуn de Vorkosigan era sombrнa -. Todos los problemas se pueden detectar y eliminar antes del nacimiento.
   — Bueno, nosotros tambiйn lo hacemos. Aunque por lo general es antes de la concepciуn.
   — Tambiйn en el nacimiento. Y despuйs del parto, en las zonas rurales.
   — Oh.
   — En cuanto a los adultos tullidos…
   — Por Dios, no practicarбn la eutanasia con ellos, їverdad?
   — Tu alfйrez Dubauer no hubiese vivido aquн.
   Dubauer se habнa disparado un disruptor nervioso a la cabeza, y habнa sobrevivido. O algo similar.
   — En cuanto a las personas con lesiones como las de Koudelka, el estigma social es inmenso. Alguna vez obsйrvalo en un grupo que no incluya sуlo a sus amigos mбs нntimos. No es casual el hecho de que haya una alta tasa de suicidios entre los soldados licenciados por causas mйdicas.
   — ЎQuй horror!
   — Antes me parecнa normal. Ahora… ahora ya no. Pero para mucha gente todavнa es algo corriente.
   — їY los que tienen problemas como los de Bothari?
   — Depende. Йl era un loco ъtil. En cuanto a los inъtiles… — Se interrumpiу y se mirу las botas.
   Cordelia sintiу un escalofrнo.
   — A cada momento pienso que ya empiezo a acostumbrarme a este lugar. Entonces doblo otra esquina y me encuentro con algo como esto.
   — Sуlo han pasado ochenta aсos desde que Barrayar volviу a tomar contacto con la civilizaciуn galбctica. En la Era del Aislamiento no perdimos sуlo tecnologнa. Eso lo recuperamos rбpidamente, como si nos hubiйramos puesto un abrigo prestado. Pero debajo de йl… todavнa vamos bastante desnudos. En cuarenta y cuatro aсos sуlo he comenzado a comprender hasta quй punto.
   Poco despuйs llegaron el conde Vortala y sus «descarnados», y Vorkosigan desapareciу en la biblioteca. El anciano conde Piotr Vorkosigan, el padre de Aral, llegу un poco mбs tarde para asistir a la votaciуn del Consejo que se realizarнa al dнa siguiente.
   — Bueno, aquн tiene un voto asegurado para maсana — bromeу Cordelia mientras ayudaba a su suegro a quitarse el abrigo en el vestнbulo.
   — Ja. Tendrб suerte si lo consigue. En los ъltimos aсos, Aral parece haber adquirido algunas ideas bastante radicales. Si no fuera mi hijo, no lo votarнa. — Pero el rostro envejecido de Piotr expresaba orgullo.
   Cordelia parpadeу ante esta descripciуn de las ideas polнticas de su marido.
   — Le confieso que nunca lo he visto como un revolucionario. Radical debe de ser un tйrmino mбs elбstico de lo que suponнa.
   — Oh, йl no se considera un radical. Piensa que podrб llegar hasta la mitad del camino y luego detenerse. Creo que dentro de unos aсos descubrirб que va montado sobre un tigre. — El conde sacudiу la cabeza, apesadumbrado -. Pero ven, cariсo. Siйntate conmigo y cuйntame cуmo te encuentras. Tienes buen aspecto… їtodo va bien?
   El anciano conde estaba apasionadamente interesado por la evoluciуn de su futuro nieto. Cordelia sentнa que el embarazo habнa hecho que, ante sus ojos, ella pasase de ser un capricho tolerable de Aral a alguien que se acercaba peligrosamente a lo semidivino. Prбcticamente la abrumaba con sus muestras de afecto.
   Al regresar a casa con la noticia confirmada de su embarazo, Cordelia habнa descubierto que Aral habнa acertado al pronosticar la reacciуn que tendrнa su padre. Ese dнa de verano habнa vuelto a Vorkosigan Surleau, yendo directamente al muelle donde se encontraba Aral. Йl estaba ocupado con su bote y tenнa las velas desplegadas, secбndose al sol, mientras chapoteaba alrededor de ellas con los zapatos mojados.
   Aral habнa alzado la vista hacia ella, sin poder ocultar la ansiedad de sus ojos.
   — їY bien? — preguntу meciйndose un poco sobre los talones.
   — Bueno. — Ella intentу adoptar una expresiуn triste y decepcionada, pero la sonrisa escapу y se esparciу por todo su rostro -. Tu mйdico dice que serб un varуn.
   — Ah. — Un suspiro largo y elocuente escapу de entre sus labios, y con un rбpido movimiento la levantу por el aire haciйndola girar.
   — ЎAral! ЎNo me dejes caer! — Aunque no era mбs alto que ella, йl era bastante robusto.
   — Nunca. — La dejу deslizarse al suelo y entonces compartieron un largo beso para finalizar riendo -. Mi padre estarб encantado.
   — Tъ mismo pareces bastante encantado.
   — Esto no es nada. Espera hasta que hayas visto a un anticuado cabeza de familia barrayarйs extasiado por ver cуmo crece su бrbol genealуgico. Durante aсos he tenido al pobre viejo convencido de que su descendencia finalizaba conmigo.
   — їMe perdonarб por ser una plebeya de otro planeta?
   — No lo tomes como un insulto, pero esta vez creo que ni siquiera le hubiese importado a quй especie hubiese pertenecido mi esposa, siempre y cuando fuera fйrtil. їCrees que estoy exagerando? — preguntу al escuchar su risa -. Ya lo verбs.
   — їEs demasiado pronto para pensar en nombres? — preguntу ella.
 
   — No hay nada que pensar. Hijo primogйnito. La costumbre aquн es muy estricta. Recibirб el nombre de sus dos abuelos. El primer nombre del paterno, el segundo del materno.
   — Ah, por eso vuestra historia resulta tan desconcertante. Siempre tengo que poner las fechas junto a estos nombres compuestos para situarlos. Piotr Miles. En fin, supongo que al final me acostumbrarй. Habнa estado pensando en… otra cosa. — Tal vez en otra ocasiуn. — Oh, eres un ambicioso.
   Despuйs de aquello habнan iniciado una breve lucha en la cual Cordelia habнa aprovechado el descubrimiento de que Aral tenнa mбs cosquillas que ella. Cuando hubo logrado vengarse lo suficiente, ambos acabaron riendo sobre el cйsped.
   — Esto es muy indecoroso — se quejу Aral cuando ella lo dejу levantarse.
   — їTemes escandalizar a esos hombres de Negri que se hacen pasar por pescadores?
   — Te aseguro que no se escandalizan por nada. Cordelia saludу con la mano a la embarcaciуn lejana, cuyos ocupantes ignoraron su gesto. Al principio ella se habнa sentido enfadada, pero al fin se habнa resignado al hecho de que Seguridad Imperial vigilase constantemente a Aral. Era el precio de su participaciуn en la polнtica secreta y mortнfera de la Guerra de Escobar, y la penalidad por algunas de las opiniones que habнa expresado.
   — Tal vez debamos invitarlos a almorzar, o algo parecido. Deben de conocerme tan bien que me gustarнa charlar con ellos.
   їLos hombres de Negri habrнan grabado la conversaciуn domйstica que acababan de tener? їHabrнa micrуfonos en su dormitorio? їO en el baсo? Aral esbozу una sonrisa.
   — No les permitirнan aceptar. No comen ni beben nada que no hayan traнdo ellos mismos.
   — Por Dios, cuбnta paranoia. їDe verdad es necesaria?
   — A veces. Tienen una profesiуn peligrosa. No los envidio.
   — A mн me parece que eso de permanecer sentados observбndote es como tomar unas buenas vacaciones. Ya deben de estar muy bronceados.
   — Lo peor de todo es permanecer sentado. Pueden hacerlo durante un aсo seguido, y actuar en cinco minutos de una importancia trascendental. Pero deben estar preparados para esos cinco minutos durante todo el aсo. La tensiуn es insostenible. Realmente, prefiero el ataque a la defensa.
   — Todavнa no comprendo por quй alguien querrнa molestarte. Sуlo eres un oficial retirado que vive en la oscuridad. Debe de haber cientos como tъ, incluso de sangre Vor.
   — Humm. — Йl habнa posado los ojos sobre el bote distante, evitando una respuesta, y luego se habнa levantado de un salto.
   — Ven. Vamos a darle la buena noticia a papб.
   Bueno, ahora Cordelia lo comprendнa. El conde Piotr la cogiу por el brazo y la llevу hasta el comedor, donde se dedicу a cenar mientras se interesaba por el ъltimo informe obstйtrico y le insistнa para que probase las frutas frescas que le habнa traнdo del campo. Ella comiу las uvas obedientemente.
   Cuando el conde terminу de cenar y Cordelia se dirigнa al vestнbulo cogida de su brazo, oyу unas voces alteradas que provenнan de la biblioteca. Resultaba imposible captar las palabras, pero el tono era duro y cortante. Cordelia se detuvo, perturbada.
   Un momento despuйs la supuesta discusiуn se interrumpiу, se abriу la puerta de la biblioteca y un hombre saliу de la habitaciуn. Cordelia vio a Aral y al conde Vortala por la rendija. El rostro de Aral estaba tenso, con los ojos llameantes. Vortala, un anciano consumido por los aсos, con una calva manchada y unos ralos cabellos blancos, estaba completamente ruborizado. Con un gesto brusco, el hombre llamу a su criado de librea, quien lo siguiу rбpidamente con el rostro pбlido.
   El hombre brusco rondaba los cuarenta, calculу Cordelia. Tenнa el cabello oscuro y vestнa con elegancia al estilo de la clase superior. La frente y la mandнbula eran un poco prominentes, y tanto la nariz como el bigote tenнan problemas para destacarse. No era ni apuesto ni feo, y en otro momento se podrнa haber dicho que sus facciones eran fuertes. Ahora simplemente parecнa enfadado. Al encontrarse con el conde Piotr en el vestнbulo, el hombre se detuvo y lo saludу con un imperceptible movimiento de cabeza.
   — Vorkosigan — murmurу. Se agachу en un brusco intento de reverencia que quiso expresar «buenas noches».
   El conde inclinу la cabeza a modo de respuesta, alzando las cejas.
   — Vordarian. — Su tono fue interrogante.
   Los labios de Vordarian estaban tensos, y sus puсos se apretaban en un ritmo inconsciente junto con la mandнbula.
   — No olvide mis palabras — gruсу -. Usted, yo, y cualquier otro hombre de valor en Barrayar, viviremos para lamentar el dнa de maсana.
   Piotr frunciу los labios y lo mirу con cautela.
   — Mi hijo no traicionarб a los de su clase, Vordarian.
   — Usted tiene una venda en los ojos. — Su mirada se posу sobre Cordelia con gran frialdad, sin detenerse lo suficiente como para convertirla en un insulto. Con un gran esfuerzo, moviу apenas la cabeza a modo de saludo, se volviу y saliу por la puerta principal con el criado pisбndole los talones.
   Aral y Vortala salieron de la biblioteca. Aral se dirigiу al vestнbulo, donde permaneciу con la vista fija en la oscuridad, a travйs de los paneles de cristal que flanqueaban la puerta. Vortala posу una mano sobre su brazo.
   — Dйjalo ir — aconsejу -. Podremos vivir sin su voto maсana.
   — No pensaba salir corriendo tras йl — — le replicу Aral -. De todos modos, la prуxima vez reserva tu ingenio para quienes tengan cerebro suficiente como para apreciarlo, їquieres?
   — їQuiйn era ese sujeto furibundo? — preguntу Cordelia, tratando de animar el ambiente.
   — El conde Vidal Vordarian. — Aral regresу de la puerta y logrу esbozar una sonrisa en su honor -. El conde comodoro Vordarian. Yo trabajaba con йl de vez en cuando cuando estaba en el estado mayor. Ahora encabeza el segundo partido mбs conservador de Barrayar; no son los lunбticos que quieren regresar a la Era del Aislamiento, pero podrнa decirse que, segъn ellos, cualquier cambio serб para peor. — Dirigiу una mirada furtiva al conde Piotr.
   — Su nombre se mencionaba con frecuencia en las especulaciones sobre la prуxima regencia — comentу Vortala -. Yo mбs bien dirнa que ha estado pensando en ocupar el puesto. Ha hecho grandes esfuerzos para ganarse a Kareen.
   — Tenнa que haberse esforzado para ganarse a Ezar — seсalу Aral secamente -. Bueno tal vez cambie de parecer durante la noche. Vuelve a intentar un acercamiento por la maсana, Vortala… y esta vez trata de ser un poco mбs humilde, їde acuerdo?
   — Hacer mimos al ego de Vordarian significarнa un trabajo de jornada completa — gruсу Vortala -. Pasa demasiado tiempo estudiando su бrbol genealуgico.
   Aral asintiу con un gesto.
   — No es el ъnico.
   — Йl cree que sн — replicу Vortala.

3

   Al dнa siguiente, Cordelia tuvo un escolta oficial a la junta de la Asamblea del Consejo en la persona del capitбn Lord Padma Xav Vorpatril. Ademбs de ser un miembro del nuevo personal de su esposo, йl tambiйn era su primo, hijo de la hermana menor de su madre. Aparte del conde Piotr, Vorpatril era el primer familiar cercano de Aral que Cordelia conocнa. No era que la familia de Aral la estuviese evitando, como ella hubiera podido temer, sino que en realidad casi no existнa. Йl y Vorpatril eran los ъnicos hijos supervivientes de la generaciуn anterior, de la cual el mismo conde Piotr era el ъnico representante vivo. Vorpatril era un hombre robusto y alegre, de unos treinta y cinco aсos, muy elegante en su uniforme verde de etiqueta. Cordelia pronto descubriу que tambiйn habнa sido oficial subalterno de Aral durante la primera capitanнa de йste, antes de que Vorkosigan obtuviera sus triunfos militares con la campaсa de Komarr. Con Vorpatril a un lado y Droushnakovi al otro, Cordelia se sentу en una tribuna desde donde se dominaba la cбmara del Consejo. La cбmara misma era un salуn sencillo, aunque lucнa los paneles de madera que a los ojos betaneses de Cordelia seguнan resultando increнblemente lujosos. Alrededor del salуn habнa mesas y bancos de madera. La luz matinal se derramaba por los altos vitrales de la pared este. Abajo se realizaban las pintorescas ceremonias con gran formalidad.
   Los ministros vestнan togas de aspecto arcaico en negro y violeta, adornadas con cadenas de oro. Eran superados en nъmero por los casi sesenta condes de las distintas regiones, aъn mбs esplйndidos en escarlata y plateado. Unos cuantos hombres lo bastante jуvenes como para estar en servicio activo lucнan el uniforme de revista, rojo y azul. Vorkosigan habнa tenido razуn al describirle el uniforme de revista como chillуn, pensу Cordelia, pero en el maravilloso ambiente de ese salуn antiguo parecнa casi apropiado. Y Vorkosigan tenнa muy buen aspecto con su uniforme.
   El prнncipe Gregor y su madre se situaron en un estrado. La princesa llevaba un traje negro con ornamentos plateados, de cuello alto y mangas largas. El niсo de cabellos oscuros parecнa un enano en su uniforme rojo y azul. A Cordelia le pareciу que, considerando las circunstancias, parecнa bastante tranquilo.
   El emperador tambiйn estaba presente, casi como un fantasma, mediante un circuito cerrado que lo comunicaba desde la Residencia Imperial. En la pantalla de holovнdeo se veнa a Ezar, sentado y vestido de uniforme, a un coste fнsico que Cordelia ni siquiera se atrevнa a imaginar, con las sondas y monitores ocultos, al menos para la cбmara. Tenнa el rostro blanco como el papel y la piel parecнa casi transparente, como si se estuviese desvaneciendo de la escena que habнa dominado durante tanto tiempo.
   La tribuna estaba atestada de esposas, oficiales y guardias. Las mujeres lucнan vestidos elegantes y joyas, y Cordelia las estudiу con interйs para luego volverse hacia Vorpatril.
   — їLa designaciуn de Aral como regente fue una sorpresa para ti? — le preguntу.
   — A decir verdad, no. Algunas personas tomaron en serio su retiro despuйs de lo de Escobar, pero yo no.
   — Pensй que йl estaba decidido.
   — Oh, no lo dudo. El primero en creerse esa rutina del soldado prosaico y de piedra es йl mismo. Supongo que es la clase de hombre que siempre quiso ser. Como su padre.
   — Hum. Sн. Habнa notado cierta tendencia polнtica en sus conversaciones. Incluso en las circunstancias mбs extraordinarias, como por ejemplo durante una proposiciуn matrimonial.
   Vorpatril se echу a reнr.
   — Me lo imagino. De joven era conservador hasta la mйdula. Si uno querнa saber lo que Aral pensaba de cualquier cosa, no habнa mбs que preguntбrselo al conde Piotr y multiplicarlo por dos. Pero cuando servimos juntos ya habнa comenzado a volverse… extraсo. Si uno lograba estimularlo… — En sus ojos apareciу un brillo malicioso, y Cordelia lo alentу a continuar.
   — їCуmo lo estimulabais? Pensй que los oficiales tenнan prohibidas las discusiones polнticas.
   Йl hizo una mueca.
   — Supongo que hubiesen tenido el mismo йxito si nos hubieran prohibido respirar. Digamos que raras veces se seguнa la regla. Aunque Aral se aferraba a ella, hasta que Rulf Vorhalas y yo lo sacбbamos de allн y logrбbamos emborracharlo.
   — їAral? їEmborracharse?
   — Oh, sн. Le gustaba beber.
   — Creнa que no aguantaba la bebida, que no tenнa buen estуmago.
   — Oh, eso era lo mбs sorprendente. Apenas bebнa. Aunque pasу por una mala йpoca cuando muriу su primera esposa y empezу a tratar a Ges Vorrutyer… hum… — Apartу la vista de ella unos momentos y luego cambiу de conversaciуn -. De todos modos, era peligroso cuando bebнa demasiado, porque se volvнa deprimido y serio, y enseguida comenzaba a hablar de las injusticias o incompetencias que se estaban cometiendo. Por Dios, hablaba por los codos. Para cuando se habнa tomado la quinta copa… justo antes de caer bajo la mesa… empezaba a declamar sobre la revoluciуn en un pentбmetro yбmbico. Siempre pensй que algъn dнa terminarнa dedicбndose a la polнtica. — Soltу una risita y mirу con afecto al hombre ataviado de rojo y azul sentado con los condes al otro extremo de la cбmara.
   La votaciуn para confirmar el nombramiento imperial de Vorkosigan fue una ceremonia curiosa, a los ojos de Cordelia. No habнa creнdo posible lograr que setenta y cinco barrayareses se pusiesen de acuerdo sobre la direcciуn en que asomaba el sol por las maсanas, pero el resultado fue casi unбnime a favor de la elecciуn del emperador Ezar. Las excepciones fueron cinco hombres de rostro sombrнo que se abstuvieron, cuatro a pleno pulmуn y uno en voz tan baja que el lord Guardiбn de los Portavoces tuvo que pedirle que lo repitiera. Incluso el conde Vordarian votу a favor… tal vez Vortala habнa logrado reparar el desliz de la noche anterior en una reuniуn matutina. De todos modos, parecнa que Vorkosigan se iniciaba en su nuevo cargo en las condiciones mбs favorables, y Cordelia comentу este hecho con Vorpatril.
   — Eh… sн — respondiу йl despuйs de dirigirle una leve sonrisa -. El emperador Ezar dejу bien claro que querнa una aprobaciуn absoluta.
   A juzgar por su tono de voz, era evidente que a ella le faltaba informaciуn.
   — їMe estбs diciendo que algunos de estos hombres «hubiesen preferido votar negativamente?
   — Hubiese sido una imprudencia de su parte, en esta coyuntura.
   — Entonces, los hombres que se han abstenido deben de tener bastante valor. — Estudiу al grupo con renovado interйs.
   — Oh, ellos no serбn ningъn problema — dijo Vorpatril.
   — їA quй te refieres? Son de la oposiciуn, supongo.
   — Sн, pero pertenecen a la oposiciуn declarada. Nadie que estй maquinando una verdadera traiciуn se expondrнa tan pъblicamente. En realidad, Aral deberб cuidarse de algunos hombres que estбn en el otro grupo, entre los que han votado a favor.
   — їCuбles son? — Cordelia frunciу el ceсo preocupada.
   — їQuiйn sabe? — Vorpatril se alzу de hombros, y luego respondiу a su propia pregunta -. Negri, probablemente.
   Estaban rodeados por varias sillas vacнas. Cordelia se habнa preguntado si serнa por seguridad o por cortesнa. Evidentemente, se trataba de lo segundo, ya que dos hombres, uno con uniforme verde de comandante y otro mбs joven, con elegantes ropas de civil, les ofrecieron sus disculpas y se sentaron frente a ellos. Cordelia considerу que parecнan hermanos, y su suposiciуn se vio confirmada cuando el mбs joven dijo:
   — Mira, allн estб papб. Tres asientos detrбs del viejo Vortala. їCuбl es el nuevo regente?
   — El patizambo de uniforme rojo y azul, sentado a la derecha de Vortala.
   Cordelia y Vorpatril intercambiaron una mirada a sus espaldas, y ella se llevу un dedo a los labios. Vorpatril sonriу y se alzу de hombros.
   — їQuй se dice de йl en el Servicio?
   — Depende de a quiйn se lo preguntes — dijo el comandante -. Sardi lo considera un genio de la estrategia, e idolatra todos sus comunicados. Ha estado por todas partes en los ъltimos veinticinco aсos. El tнo Rulf tenнa un alto concepto de йl. Por otro lado, Niels, quien estuvo en Escobar, dice que nunca habнa conocido a nadie con tanta sangre frнa.
   — He oнdo decir que tiene reputaciуn de progresista secreto.
   — No hay nada de secreto en ello. Algunos oficiales superiores Vor le tienen pбnico. Ha intentado que papб y Vortala lo apoyen con esas nuevas normas impositivas.
   — No las conozco.
   — Es el impuesto imperial directo sobre las herencias.
   — ЎDiablos! Bueno, eso no lo afectarнa a йl, їverdad? Los Vorkosigan son pobres como ratas. Que pague Komarr. Para eso lo conquistamos, їno?
   — No exactamente, mi querido zopenco. їAlgunos de tus payasos amigos ya han conocido a su adquisiciуn betanesa?
   — Son hombres distinguidos, mi querido seсor. No los confundas con tus compaсeros del Servicio.
   — No hay ningъn peligro de que ocurra eso. No, en serio. Circulan muchos rumores sobre ella, Vorkosigan y Vorrutyer en Escobar, y la mayorнa son contradictorios. Pensй que mamб podrнa tener mбs informaciуn.
   — Se mantiene bastante en la sombra considerando que, segъn dicen, mide tres metros de altura y come cruceros de batalla para desayunar. Prбcticamente nadie la ha visto. Tal vez sea fea.
   — Entonces harбn buena pareja. Vorkosigan tampoco es ninguna belleza.
   Cordelia, absolutamente divertida, ocultу una sonrisa detrбs de la mano hasta que el comandante dijo:
   — Aunque no sй quiйn es ese espбstico de tres patas que lo sigue a todas partes. їCrees que serб un oficial?
   — Podrнa haber elegido algo mejor. Menudo mutante. Seguramente, y dado que es el regente, Vorkosigan puede elegir entre lo mejor del Servicio.
 
   Cordelia sintiу tanto dolor ante aquella observaciуn que fue como si hubiera recibido un golpe fнsico. El capitбn lord Vorpatril apenas pareciу notarlo. Lo habнa oнdo, pero permanecнa atento a lo que ocurrнa abajo, donde se pronunciaban los votos. Sorprendentemente, Droushnakovi se ruborizу y volviу la cabeza.
   Cordelia se inclinу adelante. Las palabras bullнan en su interior, pero escogiу sуlo unas pocas y las lanzу en su mбs frнo tono de capitana.
   — Comandante… Y usted… quienquiera que sea. — Ambos se volvieron hacia ella, sorprendidos por la interrupciуn -. Para su informaciуn, el caballero de quien hablaban es el teniente Koudelka. Y no existe ningъn oficial mejor al servicio de nadie.
   Los dos hombres la miraron con irritaciуn y desconcierto.
   — Creo que йsta era una conversaciуn privada, seсora — protestу el comandante con rigidez.
   — Estoy de acuerdo — replicу ella con la misma rigidez, todavнa furiosa -. Les ruego que me disculpen por escucharla, aunque era inevitable. Pero por esa vergonzosa observaciуn sobre el secretario del almirante Vorkosigan, son ustedes quienes deben disculparse. Ha sido un oprobio al uniforme que ambos visten y al servicio del emperador que ambos comparten. — Cordelia estaba temblando. Tienes una sobredosis de Barrayar. Contrуlate.
   Al escuchar sus palabras, Vorpatril se volviу sobresaltado.
   — Bueno, bueno — tratу de calmarla -, їquй es…?
   El comandante se volviу hacia йl.
   — Oh, capitбn Vorpatril, seсor. No lo habнa reconocido. Eh… — Seсalу con impotencia a su atacante pelirroja como diciendo: «їEsta dama le acompaсa? En ese caso, їno puede tenerla bajo control?» -. No hemos sido presentados, seсora — agregу con frialdad.
   — No, pero yo no ando por ahн dando la vuelta a las piedras para ver quiйn vive debajo. — De inmediato Cordelia comprendiу que se habнa extralimitado. Con dificultad, logrу controlar su ira. No era el mejor momento para que Vorkosigan se hiciese nuevos enemigos. Vorpatril asumiу su responsabilidad como escolta y comenzу:
   — Comandante, usted no sabe quiйn… — No, no nos presente, lord Vorpatril — lo interrumpiу Cordelia -. La situaciуn se volverнa aъn mбs incуmoda para ambos. — Se presionу el entrecejo con el pulgar y el нndice, cerrу los ojos y buscу unas palabras conciliatorias. Y yo que solнa enorgullecerme de saber controlar mi carбcter. Volviу a mirar sus rostros furiosos -. Comandante. Milord. — Dedujo correctamente el tнtulo del joven por la referencia a su padre, sentado entre los condes -. Mis palabras han sido apresuradas y groseras, y deseo retirarlas. No tenнa derecho a hacer comentarios sobre una conversaciуn privada. Con humildad, les presento mis disculpas.
   — Me parece lo correcto — replicу el joven lord. Su hermano tenнa mбs dominio de sн mismo y dijo de mala gana:
   — Acepto sus disculpas, seсora. Presumo que el teniente debe de ser un familiar suyo. Le ruego me perdone si pensу que lo insultбbamos.
   — Yo tambiйn acepto sus disculpas, comandante. Aunque el teniente Koudelka no es un familiar, sino el segundo de mis mбs queridos… enemigos. — Guardу silencio e intercambiaron una mirada. La de ella fue irуnica; la de йl, de confusiуn -. No obstante, quisiera pedirle un favor. No permita que semejante comentario llegue a oнdos del almirante Vorkosigan. Koudelka fue uno de sus oficiales a bordo del General Vorkraft, y resultу herido mientras lo defendнa durante ese motнn polнtico del aсo pasado. Lo quiere como a un hijo.
   El comandante se estaba calmando, aunque Droushnakovi todavнa parecнa alguien que tuviera un sabor desagradable en la boca. Йl esbozу un sonrisa.
   — їUsted insinъa que me encontrarнa montando guardia en la isla Kyrill?
   їQuй era la isla Kyrill? Un puesto de avanzada, distante y desagradable, al parecer.
   — Yo… lo dudo. No creo que utilice su cargo para vengarse por una inquina personal. Pero le causarнa un dolor innecesario.
   — Seсora.
   El comandante ya estaba completamente confundido con aquella mujer de aspecto sencillo, tan fuera de lugar en aquella galerнa resplandeciente. Dio la vuelta hacia su hermano para observar el espectбculo que se desarrollaba debajo, y todos mantuvieron un tenso silencio durante otros veinte minutos, hasta que las ceremonias se interrumpieron para almorzar.
   La gente abandonу la galerнa para reunirse con los de abajo en los pasillos del poder.
   Cordelia encontrу a Vorkosigan, con Koudelka a su lado, hablando con el conde Piotr y otro anciano con vestimenta de conde. Despuйs de dejarla allн, Vorpatril desapareciу, y Aral la recibiу con una sonrisa fatigada.
   — Querida capitana, їte encuentras bien? Quiero que conozcas al conde Vorhalas. El almirante Rulf Vorhalas era su hermano menor. Dentro de unos momentos tendremos que irnos, ya que debemos almorzar con la princesa y el prнncipe Gregor.
   El conde Vorhalas se inclinу profundamente sobre su mano.
   — Seсora, me siento honrado.
   — Conde. Yo… sуlo vi a su hermano unos momentos, pero me dio la impresiуn de que era un hombre muy valioso.
   Los de mi bando lo mataron. Cordelia se sintiу incуmoda con su mano en la de йl, pero el conde no parecнa guardarle ningъn rencor personal.
   — Gracias, seсora. Todos pensamos lo mismo. Ah, allн estбn los muchachos. Les prometн presentarlos. Evon estб ansioso por tener un lugar en el estado mayor, pero le he dicho que tendrнa que ganбrselo. Ojalб Cari mostrara el mismo interйs por el Servicio. Mi hija enloquecerб de celos. Usted ha causado la decepciуn de todas las jуvenes, їcomprende?
   El conde se volviу para reunir a sus hijos. Oh Dios, pensу Cordelia. Tenнan que ser ellos. Los dos hombres que se habнan sentado delante de ella en la galerнa le fueron presentados. Ambos palidecieron y se inclinaron con nerviosismo sobre su mano.
   — Pero vosotros ya os conocйis — dijo Vorkosigan -. Os he visto hablando en la tribuna. їQuй discutнais tan animadamente, Cordelia?
   — Oh… hablбbamos de geologнa. Y de zoologнa. De buenas maneras. Sobre todo de buenas maneras. Mantuvimos una conversaciуn bastante amplia. Todos hemos aprendido algo con ella, creo. — Esbozу una sonrisa y no moviу ni una pestaсa.
   Con un aspecto algo enfermizo, el comandante
   Evon Vorhalas dijo:
   — Sн. He… he aprendido una lecciуn que nunca olvidarй, seсora.
   Vorkosigan continuaba con las presentaciones.
   — Comandante Vorhalas, lord Cari; el teniente Koudelka.
   Koudelka, cargado con telegramas plбsticos, discos, el bastуn de mando del comandante en jefe de las fuerzas armadas, distinciуn que acababa de ser entregada a Vorkosigan, y su propio bastуn, vacilу sin saber si estrechar las manos o hacer la venia, y logrу que al final se le cayera todo sin hacer ninguna de las dos cosas. Hubo un confusiуn general para recoger los objetos y Koudelka se ruborizу, inclinбndose con torpeza. Droushnakovi y йl posaron la mano sobre su bastуn al mismo tiempo.
   — No necesito su ayuda, seсorita — le gruсу Koudelka en voz baja, y ella retrocediу para ubicarse detrбs de Cordelia en una postura rнgida.
   El comandante Vorhalas le devolviу algunos de los discos.
   — Discъlpeme seсor — dijo Koudelka -. Gracias.
   — De nada, teniente. Yo mismo estuve a punto de ser herido por una descarga de disruptores nerviosos. Quedй aterrorizado por ello. Usted es un ejemplo para todos nosotros.
   — No… no fue doloroso, seсor.
   Cordelia, que sabнa por experiencia personal que esto era una mentira, guardу silencio, satisfecha. Los miembros del grupo comenzaron a despedirse, y ella se detuvo frente a Evon Vorhalas.
   — Fue un placer conocerlo, comandante. Puedo predecir que llegarб muy lejos en su carrera… y desde luego, no en direcciуn a la isla Kyrill.
   Vorhalas esbozу una sonrisa nerviosa.
   — Creo que usted tambiйn lo harб, seсora. — Intercambiaron un saludo breve y respetuoso, despuйs de lo cual Cordelia se volviу para coger a Vorkosigan del brazo y acompaсarlo en su siguiente misiуn, seguidos por Koudelka y Droushnakovi.
   El emperador de Barrayar entrу en su coma final a la semana siguiente, pero aъn resistiу una semana mбs. A primera hora de la maсana, un mensajero de la Residencia Imperial pidiу que despertaran a Aral y Cordelia. El hombre pronunciу unas palabras muy simples:
   — El doctor cree que ha llegado el momento, seсor.
   Despuйs de vestirse rбpidamente, acompaсaron al mensajero hasta la hermosa alcoba que Ezar habнa escogido para pasar su ъltimo mes de vida. Las exquisitas antigьedades quedaban ocultas tras los equipos mйdicos importados de otros planetas.
   La habitaciуn estaba atestada con los mйdicos personales del anciano, Vortala, el conde Piotr y ellos dos, la princesa y el prнncipe Gregor, varios ministros y algunos hombres del estado mayor. Todos permanecieron de pie y en silencio durante casi una hora ante la figura inmуvil y consumida que yacнa en la cama. Al fin, de forma casi imperceptible, el emperador se tornу aъn mбs inmуvil. Cordelia considerу que era una escena horrible para que el niсo se viese sometido a ella, pero al parecer el ritual exigнa su presencia. Con mucha suavidad, comenzando por Vorkosigan, todos desfilaron para arrodillarse y colocar sus manos entre las del pequeсo, renovando sus votos de lealtad.
   Cordelia tambiйn fue guiada por su esposo para que se arrodillara frente al niсo. El prнncipe — el emperador — tenнa el cabello de su madre, pero sus ojos almendrados eran como los de Ezar y Serg, y Cordelia se preguntу cuбnto de su padre o de su abuelo estarнa latente en йl, aguardando el poder que llegarнa con la edad.
   їLlevas una maldiciуn en tus cromosomas, pequeсo?, preguntу en silencio mientras sus manos eran colocadas entre las de йl. Maldito o bendito, de todos modos le jurу fidelidad. Las palabras parecieron cortar su ъltimo lazo con la Colonia Beta; йste se rompiу con un Ўping! que sуlo fue audible para ella.
   Ahora soy de Barrayar. Habнa sido una travesнa larga y extraсa que comenzara con la imagen de un par de botas en el lodo y terminara en las limpias manos de un niсo. їTъ sabes que yo ayudй a matar a tu padre, muchacho? їLo sabrбs alguna vez? Espero que no. Se preguntу si el hecho de que nunca le hubiesen pedido que jurara lealtad a Ezar Vorbarra habнa sido por delicadeza o por descuido.
   De todos los presentes, sуlo el capitбn Negri llorу. Cordelia lo supo porque se encontraba a su lado, en el rincуn mбs oscuro de la habitaciуn, y lo vio secarse las lбgrimas dos veces con el dorso de la mano. Su rostro se ruborizу y pareciу mбs arrugado por unos momentos, pero cuando llegу el momento de prestar su juramento, habнa recuperado su dureza habitual.
   Los cinco dнas de ceremonias funerarias fueron agotadores para Cordelia, pero segъn le explicaron no fueron nada comparados con los funerales de Serg, que habнan durado dos semanas a pesar de la ausencia del cuerpo. Para la imagen pъblica, el prнncipe Serg habнa muerto como un hйroe. Segъn los cбlculos de Cordelia, sуlo cinco seres humanos conocнan toda la verdad acerca de ese sutil asesinato. No, cuatro, ahora que Ezar ya no estaba. Probablemente la tumba era el refugio mбs seguro para los secretos de Ezar. Bueno, los tormentos del anciano ya habнan pasado, asн como sus dнas y su йpoca.
   No hubo coronaciуn propiamente dicha para el niсo emperador. En lugar de ello se dedicaron varios dнas a recoger juramentos de ministros, condes, familiares y otras personas en las cбmaras del Consejo. Vorkosigan tambiйn recibiу juramentos, y con cada uno parecнa soportar una carga mayor, como si tuviesen peso fнsico.
   El muchacho, siempre acompaсado por su madre, lo soportу bien. Kareen se asegurу de que los hombres ocupados e impacientes que llegaban a la capital para cumplir con su obligaciуn respetasen los horarios de descanso del niсo. Poco a poco, Cordelia se fue dando cuenta de lo peculiar que era el sistema gubernamental de Barrayar, con todas sus costumbres tбcitas y que, a pesar de todo, parecнa funcionar para ellos. Ellos lo hacнan funcionar. Simular la existencia de un gobierno. Tal vez en el fondo, todos los gobiernos eran ficciones consensъales.
   Cuando finalizaron las ceremonias, Cordelia pudo comenzar a establecer una rutina domйstica en la Residencia Vorkosigan. Aunque realmente no habнa gran cosa que hacer. Casi todos los dнas su marido se marchaba al alba, acompaсado por Koudelka, y regresaba despuйs del anochecer para cenar algo rбpido y encerrarse en la biblioteca, o mantener reuniones allн, hasta la hora de acostarse. Cordelia se dijo que esto era porque era el principio. Llegarнa a asentarse con la experiencia y se tornarнa mбs eficiente. Recordaba su primer viaje como comandante de una nave en Estudios Astronуmicos Betaneses, no hacнa mucho, y sus primeros meses de nerviosa preparaciуn. Mбs adelante, las tareas se habнan vuelto automбticas y luego casi inconscientes, y su vida personal habнa vuelto a emerger. Lo mismo ocurrirнa con la de Aral. Ella aguardу con paciencia, sonriendo cada vez que lo veнa.
   Ademбs, ella tenнa un trabajo. Gestar. Era una tarea de bastante nivel a juzgar por los cuidados que recibнa de todos, desde el conde Piotr hasta la doncella de cocina, quien le llevaba bocados nutritivos a todas horas. No habнa recibido tantas atenciones ni siquiera cuando regresу de una misiуn exploratoria de un aсo, con un rйcord de cero accidentes. En Barrayar parecнan alentar la reproducciуn con mбs entusiasmo que en Colonia Beta.
   Una tarde, despuйs de comer, se echу en un sofб con los pies levantados en un patio sombreado entre la casa y el jardнn trasero, y reflexionу sobre las diferentes costumbres reproductivas. La gestaciуn en rйplicas uterinas, en matrices artificiales, parecнa desconocida allн. En Colonia Beta habнa tres gestaciones de este tipo por cada una en el vientre materno, pero una gran cantidad de personas todavнa defendнan las ventajas del antiguo mйtodo natural. Cordelia nunca habнa detectado ninguna diferencia entre los dos sistemas, y tampoco habнa visto que causasen ningъn efecto en el desarrollo normal de las personas. Su hermano habнa sido gestado en el vientre materno y ella en una matriz artificial; la co-progenitora de su hermano habнa elegido el primer mйtodo para sus dos hijos, y se vanagloriaba de ello.
   Cordelia siempre habнa supuesto que cuando llegase el momento, harнa que su hijo comenzase a gestarse en una rйplica al iniciar una misiуn exploratoria. De ese modo estarнa listo y aguardando a ser cobijado en sus brazos para cuando ella regresase. Suponiendo que regresase… siempre existнa ese peligro cuando se salнa a explorar lo desconocido. Y suponiendo, ademбs, que lograse identificar a un co-progenitor dispuesto a pasar por las pruebas fнsicas, psicolуgicas y econуmicas, y a tomar el curso que lo habilitarнa para recibir su licencia de padre.
   Aral serнa un co-progenitor excelente, estaba segura. Si alguna vez aterrizaba de las alturas de su nueva posiciуn. Seguramente los primeros ajetreos debнan de estar a punto de terminar. Serнa una larga caнda, sin ningъn sitio donde tocar suelo. Aral era su puerto seguro, si йl caнa primero. Con un violento esfuerzo, Cordelia desviу sus pensamientos hacia canales mбs positivos.
   Tambiйn estaba la cuestiуn del tamaсo de la familia; йse era un tema que fascinaba a los barrayareses. No existнan lнmites legales aquн, no habнa que conseguir ningъn certificado, nadie ponнa obstбculos a la posibilidad de un tercer hijo; resumiendo, no habнa ninguna regla al respecto. En la calle habнa visto a una mujer seguida por cuatro hijos, y nadie la miraba siquiera. Cordelia habнa extendido sus pretensiones de dos a tres hijos, sintiйndose deliciosamente pecadora, hasta que conociу a una mujer con diez retoсos. їCuatro tal vez? їSeis? Vorkosigan serнa capaz de afrontarlo. Cordelia agitу los pies y se acurrucу entre los cojines, flotando en una nube atбvica de voracidad genйtica.