— En realidad nada ha cambiado — dijo йl lentamente.
   — Sн ha cambiado: me parece que hay alguna diferencia entre estar oculto y ser un prisionero. їPero por quй Vordarian esperу hasta ahora para capturarlo? Si no conocнa la existencia de Miles, їquiйn se lo dijo? їKareen tal vez, decidida a cooperar?
   Droushnakovi pareciу desalentada ante esta sugerencia.
   — Tal vez Vordarian estй jugando con nosotros — dijo Aral -. Quizбs haya estado manteniendo la rйplica en reserva desde el principio, hasta el momento en que mбs necesitase un nuevo recurso.
   — Nuestro hijo. En reserva — le corrigiу Cordelia. Mirу esos ausentes ojos grises. ЎMнrame Aral! -. Debemos hablar de esto.
   Lo condujo por el pasillo hasta la habitaciуn mбs cercana, una sala de conferencias para mйdicos, y encendiу las luces. Obedientemente, йl se sentу a la mesa, con Kou a su lado, y la esperу. Cordelia se sentу frente a йl.
   Antes siempre nos sentбbamos juntos. Drou permaneciу tras ella.
   Aral la mirу con cautela.
   — їSн, Cordelia?
   — їQuй estб pasando por tu cabeza? — le preguntу -. їDуnde estamos nosotros en todo esto?
   — Yo… lo siento. Me arrepiento de no haber ordenado antes una incursiуn. Ahora la Residencia es una fortaleza mucho mбs protegida que el hospital, por mбs peligroso que fuera йste. Sin embargo… no pude cambiar esa decisiуn. Mientras le pedнa a mi propia gente que esperase y resistiese, no podнa arriesgar hombres y gastar recursos para mi propio beneficio. La… posiciуn de Miles me concedнa el derecho de exigir su lealtad a pesar de las presiones de Vordarian. Sabнan que no les pedнa ningъn riesgo que yo mismo no estuviese dispuesto a afrontar.
   — Pero ahora la situaciуn ha cambiado — le seсalу Cordelia -. Ahora tъ no compartes los mismos riesgos. Sus familiares disponen de todo el tiempo que quieran. Miles sуlo tiene seis dнas, menos el tiempo que dedicamos a discutir. — Podнa sentir el tictac de ese reloj en su cabeza.
   Йl no dijo nada.
   — Aral… desde que estamos aquн, їte he pedido que me hicieras algъn favor utilizando tus poderes oficiales?
   Una sonrisa curvу los labios de Vorkosigan y desapareciу. Ahora sus ojos la miraban profundamente.
   — Nada — le susurrу. Ambos permanecieron muy tensos, inclinados uno hacia el otro. Йl tenнa los codos en la mesa y las manos en el mentуn; ella apoyaba las suyas sobre la mesa, bajo control.
   — Te lo pido ahora.
   — Nos encontramos en un momento extremadamente delicado para la situaciуn estratйgica general — dijo йl despuйs de una gran vacilaciуn -. Estamos manteniendo negociaciones secretas con dos de los principales comandantes de Vordarian, quienes parecen dispuestos a traicionarlo. Las fuerzas espaciales estбn a punto de implicarse. Podrнamos lograr acabar con Vordarian sin que estalle una gran batalla.
   Cordelia se distrajo un momento pensando cuбntos comandantes de Vorkosigan estarнan negociando en secreto para traicionarlos a ellos. El tiempo lo dirнa. El tiempo.
   Vorkosigan prosiguiу.
   — Si las negociaciones resultan tal como espero, estaremos en condiciones de rescatar a casi todos los rehenes en un gran ataque sorpresa, desde una direcciуn que Vordarian no espera.
   — No te pido un gran ataque. — No. Pero lo que te estoy diciendo es que esa pequeсa incursiуn, sobre todo si resulta mal, podrнa interferir seriamente con el йxito de la otra. — Sуlo tal vez.
   — Tal vez. — Йl inclinу la cabeza hacia un lado, concediйndole la duda. — їFecha?
   — Dentro de unos diez dнas.
   — No me sirve.
   — No. Tratarй de acelerar las cosas. Pero debes comprenderlo… si pierdo esta oportunidad, este momento, varios miles de hombres podrнan pagar mi error con la vida.
   Ella lo comprendнa con claridad.
   — Bien. Supongamos que por el momento dejamos fuera de esto al ejйrcito de Barrayar. Dйjame a mн, con un par de hombres. Nadie mбs correrнa ningъn riesgo.
   Йl golpeу la mesa con las manos y exclamу: — ЎNo! ЎPor Dios, Cordelia!
   — їDesconfнas de mi competencia? — preguntу ella con tono peligroso. Porque yo sн. Sin embargo, йse no era el momento para admitirlo -. їEso de «querida capitana» no es mбs que un apodo para una mascota, o lo sientes de verdad?
   — Te he visto hacer proezas extraordinarias…
   Tambiйn me has visto caer de bruces, їy quй?
   —… pero tъ no eres sacrificable. Dios. Eso acabarнa por volverme loco. Esperar, sin saber…
   — Tъ me pides que haga eso mismo. Esperar, sin saber. Me lo pides cada dнa.
   — Tъ eres mбs fuerte que yo. Tu fortaleza no tiene lнmites.
   — Muy halagador, pero no me convences.
   Aral tratу de penetrar en sus pensamientos, ella pudo verlo en sus ojos punzantes como un cuchillo.
   — No. No te irбs por tu cuenta. Lo prohibo, Cordelia. Absolutamente. Quнtatelo de la cabeza. No puedo arriesgaros a los dos de ningъn modo.
   — Ya lo estбs haciendo.
   Йl apretу los dientes e inclinу la cabeza. Mensaje recibido y comprendido. Koudelka, sentado junto a йl, los miraba con gran consternaciуn. Cordelia sentнa la mano de Drou, presionando con fuerza el respaldo de su silla.
   Vorkosigan tenнa todo el aspecto de alguien que estaba siendo aplastado entre dos grandes rocas; ella no tenнa ningъn deseo de verlo convertido en polvo. En un momento, Aral le pedirнa su palabra de que permanecerнa confinada en la base, de que no correrнa ningъn riesgo.
   Cordelia abriу un puсo y lo dejу posado sobre la mesa.
   — Yo hubiese decidido otra cosa. Pero nadie me ha designado a mн regente de Barrayar.
   La tensiуn lo abandonу con un suspiro.
   — Me falta imaginaciуn.
   Un defecto muy frecuente entre los barrayareses, mi amor.
   Al regresar a las habitaciones de Aral, Cordelia se encontrу con el conde Piotr en el pasillo. Ya no se parecнa en nada al anciano agotado que la dejara en un sendero de la montaсa. Ahora llevaba las ropas elegantes que solнan usar los Vor retirados y los ministros imperiales: pantalуn bien planchado, botas cortas lustradas y una tъnica muy ornamentada. Bothari se encontraba a su lado, nuevamente con su librea formal color marrуn y plata. Bothari traнa un grueso abrigo plegado en el brazo, por lo cual Cordelia dedujo que el conde acababa de llegar de su misiуn diplomбtica en algъn Distrito al norte de los territorios de Vordarian. Con excepciуn de las zonas ocupadas, al parecer la gente de Vorkosigan podнa moverse a voluntad.
   — Ah, Cordelia. — Piotr la saludу con un movimiento de cabeza cauteloso y formal; no era momento de reanudar las hostilidades. Por ella no habнa ningъn inconveniente. No creнa que le quedara ningъn deseo de pelear en su corazуn corroнdo.
   — Buenos dнas, seсor. їSu misiуn ha tenido йxito?
   — Ya lo creo que sн. їDуnde estб Aral?
   — Ha ido al Sector de Inteligencia, segъn creo, a consultar con Illyan sobre los ъltimos informes llegados de Vorbarr Sultana.
   — Ah. їQuй estб ocurriendo? — El capitбn Vaagen se presentу aquн. Lo derribaron a golpes, pero de algъn modo logrу llegar desde la capital… Parece ser que finalmente Vordarian descubriу que tenнa otro rehйn. Su patrulla se llevу la rйplica del Hospital Militar a la Residencia Imperial. Supongo que pronto recibiremos alguna noticia de йl, pero sin duda no quiso privarnos del placer de escuchar primero el relato de Vaagen.
   Piotr echу la cabeza hacia atrбs y emitiу una risa amarga.
   — Eso sн que es una amenaza vacнa.
   Cordelia aflojу la mandнbula el tiempo suficiente para decir:
   — їA quй se refiere, seсor? — Ella sabнa perfectamente bien a quй se referнa, pero querнa llevarlo hasta el lнmite.
   Llega basta el fondo, maldito. Dilo todo.
   Los labios de Piotr se curvaron en una especie de sonrisa.
   — Me refiero a que, sin darse cuenta, Vordarian le estб haciendo un servicio a la familia Vorkosigan. Estoy seguro de que no se ha dado cuenta.
   No dirнas eso si Aral estuviese aquн, viejo. їTъ lo preparaste? Dios, no podнa decirle eso…
   — їUsted lo preparу? — le preguntу Cordelia.
   Piotr echу la cabeza hacia atrбs.
   — ЎYo no negocio con traidores!
   — Йl pertenece a su antiguo partido Vor. Allн se encuentra su verdadera lealtad. Siempre dijo que Aral era demasiado progresista.
   — ЎTe atreves a acusarme…! — Su indignaciуn rayaba la furia.
   La furia hacнa que Cordelia comenzase a ver todo rojo.
   — Yo sй que usted ha intentado cometer un asesinato, їpor quй no habrнa de intentar cometer una traiciуn? Sуlo espero que al final predomine su ineptitud.
   La voz de Piotr estaba jadeante de ira.
   — ЎHas llegado demasiado lejos!
   — No, viejo. Todavнa puedo llegar mucho mбs lejos.
   Drou parecнa absolutamente aterrorizada. El rostro de Bothari era una talla de piedra. Piotr retorciу una mano como si hubiese querido golpearla. Bothari observу esa mano con un brillo extraсo en la mirada.
   — Aunque deshacerse de ese monstruo es el mejor favor que Vordarian podrнa llegar a hacerme, no creo que se lo deje saber — le espetу Piotr -. Me resultarб mucho mбs divertido observar cуmo trata de manejar un comodнn como si se tratase de un as, y luego preguntarse por quй le fallу la jugada. Aral lo sabe… supongo que se sentirб muy aliviado al ver que Vordarian se ocupa del asunto en su lugar. їO ya lo has embrujado para que organice alguna estupidez espectacular?
   — Aral no hace nada.
   — Oh, buen chico. Me preguntaba si le habrнas sorbido el seso para siempre. Es un barrayarйs, despuйs de todo.
   — Eso parece — respondiу ella con rigidez. Estaba temblando, aunque Piotr no se encontraba en mejores condiciones.
   — Bueno, dejemos este asunto menor — dijo йl, tratando de recuperar el control de sн mismo -. Tengo cuestiones mбs importantes que tratar con el regente. Que le vaya bien, seсora. — Inclinу la cabeza en un esfuerzo irуnico, y se alejу.
   — Que tenga un buen dнa — le gruсу ella a sus espaldas, y se abalanzу hacia la puerta de sus habitaciones.
   Cordelia pasу veinte minutos caminando de un lado al otro antes de sentirse en condiciones de hablar con nadie, ni siquiera con Drou, quien se habнa acurrucado en una silla apartada como tratando de hacerse pequeсa.
   — Usted no cree realmente que el conde Piotr sea un traidor, їverdad, seсora? — preguntу Droushnakovi cuando al fin Cordelia comenzу a caminar mбs lento. Ella sacudiу la cabeza.
   — No… no. Sуlo querнa herirlo. Este lugar me estб afectando. Me ha afectado. — Con fatiga, se dejу caer en un sillуn y posу la cabeza en el respaldo. Despuйs de un silencio aсadiу -: Aral tiene razуn. No tengo derecho a arriesgarme. No, eso no es exacto. No tengo derecho a fallar. Y ya no confнo en mн misma. No sй quй ha ocurrido con mi destreza. La he perdido en una tierra extraсa.
   No puedo recordar. No puedo recordar cуmo lo hacнa. Ella y Bothari eran gemelos, dos personalidades separadas pero igualmente afectadas por una sobredosis de Barrayar.
   — Seсora… — Droushnakovi se alisу la falda, con la vista baja -. Yo vivн en la Residencia Imperial durante tres aсos.
   — Sн… — El corazуn le dio un vuelco. Como un ejercicio de autodisciplina, Cordelia cerrу los ojos y no volviу a abrirlos -. Habнame de ello, Drou.
   — El mismo Negri me entrenу. Como era la guardaespaldas de Kareen, йl siempre decнa que yo serнa la ъltima barrera entre ella, Gregor y… y cualquier cosa tan grave como para haber llegado tan lejos. Me lo enseсу todo respecto a la Residencia. Solнa adiestrarme en ello. Me mostrу cosas que no creo que nadie mбs conozca. Tenнamos preparadas cinco rutas de escape. Dos de ellas eran procedimientos habituales de seguridad. Una sуlo la conocнan algunos oficiales superiores como Illyan. Las otras dos… no creo que nadie mбs las conociera, excepto Negri y el emperador Ezar. Y estoy pensando… — Se humedeciу los labios -. Una ruta secreta para salir tambiйn debe de ser una ruta secreta para entrar, їno le parece?
   — Tal como dirнa Aral, tu razonamiento me resulta extremadamente interesante, Drou. Continъa. — Cordelia mantuvo los ojos cerrados.
   — Eso es todo. Si de algъn modo lograra llegar a la Residencia, apuesto a que podrнa entrar.
   — їY volver a salir?
   — їPor quй no?
   Cordelia descubriу que se habнa olvidado de respirar.
   — їPara quiйn trabajas, Drou?
   — Para el capitбn… — comenzу ella a responder, pero entonces se detuvo -. Negri. Pero йl estб muerto. Para el comandante… el capitбn Illyan, supongo.
   — Te lo preguntarй de otro modo. — Al fin Cordelia abriу los ojos -. їPor quiйn has arriesgado tu vida?
   — Por Kareen. Y por Gregor, por supuesto. Ellos eran como la misma persona.
   — Aъn lo son. Te lo dice esta madre. — Mirу a los ojos azules de Drou -. Y Kareen te entregу a mн.
   — Para que fuese mi mentora. Pensamos que era un soldado.
   — No lo soy. Pero eso no significa que nunca haya luchado. — Cordelia se detuvo -. їQuй quieres a cambio, Drou? Pon tu vida en mis manos… no dirй bajo juramento de lealtad, como esos idiotas… їa cambio de quй?
   — Kareen — respondiу Droushnakovi con firmeza -. Los he estado observando, y ya la han clasificado como sacrificable. Cada dнa, durante tres aсos, arriesguй mi vida porque creн que la suya era importante. Cuando se observa atentamente a alguien durante tanto tiempo, uno llega a conocerlo a fondo. Por lo visto ahora piensan que debo olvidar mi lealtad, como si yo fuese una especie de mбquina. Hay algo que estб mal en eso. Quiero… al menos quiero intentar rescatar a Kareen. A cambio de eso… lo que usted desee, seсora.
   — Ah. — Cordelia se frotу los labios -. Eso parece… equitativo. Una vida sacrificable por otra. Kareen por Miles. — Se hundiу en el sillуn sumida en una profunda reflexiуn.
   Primero lo ves. Entonces te conviertes en ello. — No es suficiente. — Al fin Cordelia sacudiу la cabeza -. Necesitamos… a alguien que conozca la ciudad. A alguien con mъsculo, que sirva de apoyo. Un hombre que sepa manejar armas, que nunca duerma. Necesito a un amigo. — Curvу los labios en una leve sonrisa -. Mбs que un hermano. — Se levantу y se dirigiу a la consola.
   — їQuerнa verme, seсora? — dijo el sargento Bothari.
   — Sн, por favor, entre.
   Las habitaciones de los oficiales superiores no intimidaban a Bothari, pero de todos modos frunciу el ceсo cuando Cordelia le indicу que se sentase. Fue a ocupar el lugar habitual de Aral, al otro lado de la mesa baja. Drou volviу a sentarse en el rincуn, observando en silencio. Cordelia mirу a Bothari, quien tambiйn la mirу a ella. Tenнa buen aspecto, aunque su rostro estaba marcado por la tensiуn. Como a travйs de un tercer ojo, Cordelia pudo percibir las energнas frustradas que corrнan por su cuerpo; arcos de ira, redes de control, un enmaraсado nudo elйctrico de peligrosa sexualidad por debajo de todo. Energнas que reverberaban, que aumentaban cada vez mбs sin posibilidad de liberarse, con una desesperada necesidad de que le ordenasen actuar para que no estallasen por su cuenta sin ningъn control. Cordelia parpadeу y volviу a concentrarse en su superficie menos aterradora; sуlo era un hombre cansado y feo en un elegante uniforme marrуn.
   Para su sorpresa, Bothari tomу la palabra.
   — Seсora, їha tenido alguna noticia de Elena? їSe preguntaba para quй lo habrнa llamado aquн? Para su vergьenza, ella casi se habнa olvidado de Elena.
   — Nada nuevo, me temo. Segъn los informes, se encuentra con la seсora Hysopi en ese hotel del centro custodiado por las fuerzas de Vordarian, junto con muchos otros rehenes. No la han trasladado a la Residencia ni nada parecido. — A diferencia de Kareen, la misiуn secreta de Cordelia no pasaba por el mismo lugar donde se encontraba Elena. Si йl se lo pedнa, їcuбnto podrнa prometerle? — Siento mucho lo de su hijo, seсora. — Mi mutante, como dirнa Piotr. — Cordelia lo observу. Interpretaba mejor sus hombros, su columna y sus entraсas que su rostro impasible.
   — Respecto al conde Piotr — dijo, y se interrumpiу. Tenнa las manos unidas entre las rodillas -. Habнa pensado en hablar con el almirante. No se me ocurriу hacerlo con usted. Debн haber pensado en usted.
   — Siempre. — ї Y ahora quй?
   — Ayer se me acercу un hombre en el gimnasio. No llevaba uniforme ni insignias. Me ofreciу a Elena. La vida de Elena si yo asesinaba al conde Piotr.
   — Quй tentador — dijo Cordelia sin poder contenerse -. Eh, їquй garantнas le ofreciу?
   — En seguida me hice la misma pregunta. Allн estarнa yo, metido en grandes problemas, tal vez ejecutado, їy entonces quiйn se ocuparнa de la bastarda de un hombre muerto? Pensй que era una trampa, otra trampa, y regresй a buscarlo… pero desde entonces no he vuelto a verlo. — Bothari suspirу -. Ahora casi me parece una alucinaciуn.
   La expresiуn en el rostro de Drou era un estudio de la mбs profunda desconfianza, pero por fortuna Bothari se hallaba de espaldas a ella y no se dio cuenta. Cordelia le dirigiу una rбpida mirada de reproche.
   — їHa sufrido alucinaciones? — le preguntу.
   — No lo creo. Sуlo pesadillas. Trato de no dormir.
   — Yo… tengo mi propio problema — dijo Cordelia -. Ya ha oнdo mi conversaciуn con Piotr.
   — Sн, seсora.
   — їSabe que existe un lнmite de tiempo?
   — їLнmite de tiempo?
   — Si nadie se ocupa de la rйplica uterina, Miles no podrб vivir mбs de seis dнas. Sin embargo, Aral afirma que Miles no corre mбs peligro que las familias de sus hombres. Yo no opino lo mismo.
   — A espaldas del almirante, he oнdo a algunas personas decir lo contrario.
   — їAh?
   — Dicen que es un engaсo. Que su hijo es una especie de mutante que de todas formas va a morir, mientras que ellos arriesgan niсos normales.
   — No creo que йl imagine… estos comentarios.
   — їQuiйn lo repetirнa en su rostro?
   — Muy pocos. Tal vez ni siquiera Illyan. Aunque Piotr no perderнa la ocasiуn de decнrselo, si llegara a sus oнdos. ЎMaldita sea! Nadie, en ninguno de los dos bandos, dudarнa en vaciar esa replica. — Guardу silencio unos instantes y volviу a comenzar -. Sargento, їpara quiйn trabaja usted?
   — He jurado lealtad como Hombre de Armas al conde Piotr — recitу Bothari. Ahora la observaba con atenciуn, mientras una extraсa sonrisa empezaba a curvar sus labios.
   — Se lo dirй de otro modo. Sй que existen terribles castigos para los Hombres de Armas que se ausentan sin permiso. Pero supongamos que…
   — Seсora. — Йl alzу una mano para detenerla -. їRecuerda que allб en el jardнn de Vorkosigan Surleau, cuando cargбbamos el cuerpo de Negri en la aeronave, el regente me pidiу que obedeciera su voz como si fuese la suya propia?
   Cordelia alzу las cejas.
   — Sн…
   — No ha revocado la orden.
   — Sargento — murmurу ella al fin -. Jamбs habrнa imaginado que fuese un abogado de cuartel.
   La sonrisa de Bothari se tornу un poco mбs tensa.
   — Para mн su voz es como la del mismo emperador. Tйcnicamente.
   — Lo es ahora — susurrу Cordelia, y se clavу las uсas en las palmas.
   Bothari se inclinу hacia delante, con las manos inmуviles entre las rodillas.
   — Y bien, seсora. їQuй estaba diciendo?
   El aparcamiento para vehнculos motorizados era una bуveda baja donde retumbaban los ruidos, iluminada suavemente por las luces de una oficina con paredes de vidrio. Cordelia aguardу junto al tubo elevador, acompaсada por Drou, y observу a travйs del lejano rectбngulo de vidrio cуmo Bothari negociaba con el oficial de transportes. El Hombre de Armas del general Vorkosigan solicitaba un vehнculo en nombre de su seсor. Por lo visto, Bothari no habнa tenido problemas con sus pases e identificaciones. El hombre insertу las tarjetas del sargento en su ordenador, colocу la palma sobre la almohadilla del sensor, e impartiу unas уrdenes rбpidas.
   їFuncionarнa este plan tan simple?, se preguntу Cordelia con desesperaciуn. Y de lo contrario, їquй alternativa les quedaba? La ruta que habнan planeado se dibujу en su mente, como lнneas de luz roja serpenteando sobre un mapa. No irнan al norte, hacia su objetivo, sino que primero viajarнan al sur, en coche terrestre hasta el primer Distrito leal. Allн dejarнan en una zanja el llamativo coche del gobierno, abordarнan el monocarril hasta el otro Distrito y luego viajarнan al noroeste cruzando a otro mбs, para regresar al este, donde se encontraba la zona neutral del conde Vorinnis, centro de tanta atenciуn diplomбtica por parte de ambos bandos. El comentario de Piotr resonу en su memoria. Te lo juro, Aral, si Vorinnis no deja de jugar a dos bandas, cuando esto termine tendrбs que colgarlo mбs alto que a Vordarian. Entonces llegarнan al Distrito Capital y, de alguna manera, entrarнan en la ciudad ocupada. Deberнan recorrer muchos kilуmetros. Tres veces mбs que la distancia directa entre la base y la capital. Tardarнan mucho. Su corazуn se lanzу hacia el norte, como la aguja de una brъjula. Los peores Distritos serнan el primero y el ъltimo. Las fuerzas de Aral podнan resultar tan enemigas como las de Vordarian. Todo se le antojaba imposible.
   Paso por paso, se dijo con firmeza. Primero debнan salir de la base Tanery; eso les resultarнa sencillo. Tenнa que dividir el futuro infinito en bloques de cinco minutos, y luego atravesarlos de uno en uno.
   Bien, los primeros cinco minutos ya habнan transcurrido y un brillante vehнculo para oficiales superiores apareciу procedente de un aparcamiento subterrбneo. Una pequeсa victoria para recompensar un poco de paciencia y audacia. їQuй conseguirнan con mбs paciencia y mбs audacia?
   Bothari inspeccionу el vehнculo meticulosamente, como si dudara de que fuese apropiado para su seсor. El oficial de transportes aguardу con ansiedad y suspirу aliviado cuando el Hombre de Armas del gran general asintiу con un gesto, aunque no sin antes haber pasado la mano sobre la cubierta y mirado con disgusto unas partнculas de polvo. Bothari acercу el vehнculo al portal del tubo elevador y lo aparcу, obstaculizando la vista desde la oficina.
   Drou se inclinу para recoger su bolso. Allн habнa guardado una extraсa colecciуn de ropas, incluyendo las que Cordelia y Bothari habнan usado en la montaсa, junto con algunas armas ligeras. Bothari colocу la polarizaciуn en la cubierta trasera, para que se reflejase como un espejo, y la levantу.
   — ЎSeсora! — gritу la voz ansiosa del teniente Koudelka, en la entrada del tubo elevador -. їQuй estб haciendo?
   Cordelia apretу los dientes y, despuйs de convertir su expresiуn salvaje en una sonrisa de sorpresa, se volviу hacia йl.
   — Hola, Kou, їquй ocurre?
   Con el ceсo fruncido, йl la mirу a ella, a Droushnakovi, al bolso.
   — Yo he preguntado primero — dijo con agitaciуn. Debнa de haberlos estado persiguiendo durante varios minutos, despuйs de haber descubierto que las habitaciones de Aral estaban vacнas.
   Cordelia mantuvo la sonrisa fija en el rostro, mientras en su mente aparecнan imбgenes de una patrulla de seguridad saliendo del tubo elevador para detenerla, o al menos a sus planes.
   — Vamos… vamos a la ciudad.
   Йl la mirу con escepticismo.
   — Ah. їY el almirante lo sabe? їDуnde estбn los guardias de Illyan, entonces?
   — Se han adelantado — explicу Cordelia con suavidad.
   La vaga posibilidad hizo que por un momento la duda brillara en los ojos de Koudelka. Aunque por desgracia, sуlo permaneciу allн un instante.
   — їPero quй…?
   — Teniente — lo interrumpiу el sargento Bothari -. Eche un vistazo a esto. — Seсalу el compartimiento trasero del vehнculo.
   Koudelka se inclinу para mirar.
   — їQuй? — preguntу con impaciencia.
   Cordelia se sobresaltу cuando la mano abierta de Bothari cayу sobre la nuca de Koudelka, y volviу a hacerlo cuando la cabeza del teniente golpeу contra el interior del compartimiento mientras Bothari lo introducнa empujбndolo con la bota. El bastуn de estoque cayу al suelo.
   — Adentro — dijo Bothari en voz baja y ronca, echando un rбpido vistazo a la oficina distante.
   Droushnakovi lanzу el bolso al interior y se introdujo tras Koudelka, apartando sus largas piernas. Cordelia cogiу el bastуn y subiу tras ellos. Bothari retrocediу un paso, hizo la venia, cerrу la cubierta y entrу en el compartimiento del conductor.
   Arrancaron con suavidad. Cordelia se obligу a controlar un pбnico irracional cuando Bothari se detuvo en el primer puesto de guardia. Podнa ver y oнr con tanta claridad a los centinelas, que resultaba difнcil recordar que ellos sуlo veнan el reflejo de sus propios ojos. Pero aparentemente el general Piotr podнa desplazarse a voluntad. Quй agradable debнa de ser la vida del general Piotr. Aunque en aquellos momentos difнciles, era probable que ni siquiera йl hubiese podido entrar en la base Tanery sin abrir la cubierta. Los centinelas del ъltimo puesto los dejaron pasar sin detenerlos, muy ocupados en la inspecciуn de unos transportes de carga.
   Al fin, Cordelia y Droushnakovi lograron acomodar bien a Koudelka entre las dos. Su primer desmayo alarmante estaba pasando. El teniente parpadeу y gimiу. La cabeza, el cuello y los hombros eran las ъnicas partes que no habнan sido sometidas a intervenciones quirъrgicas. Cordelia confiaba en que no hubiese sufrido la rotura de nada inorgбnico.
   La voz de Droushnakovi estaba tensa de preocupaciуn.
   — їQuй haremos con йl?
   — No podemos dejarlo tirado por el camino. Correrнa de vuelta a avisar — dijo Cordelia -. Aunque si lo atamos a un бrbol en algъn lugar escondido, existe la posibilidad de que no lo encuentren… Serб mejor que lo atemos, comienza a despertar.
   — Yo puedo controlarlo.
   — Me temo que ya ha tenido bastante de eso. Droushnakovi inmovilizу las manos de Koudelka con un paсuelo que guardaba en el bolso; era muy hбbil haciendo nudos.
   — Tal vez nos sea ъtil — reflexionу Cordelia.
   — Nos traicionarб — objetу Droushnakovi con el ceсo fruncido.
   — Quizб no. Cuando estemos en territorio enemigo. Cuando la ъnica forma de escapar sea seguir avanzando.
   Koudelka empezу a enfocar la mirada. Cordelia se sintiу aliviada al comprobar que las dos pupilas tenнan el mismo tamaсo.
   — Seсora… Cordelia — murmurу. Sus manos luchaban contra el paсuelo de seda -. Esto es una locura. Tropezarйis directamente con las fuerzas de Vordarian. Entonces Vordarian tendrб dos rehenes para presionar al almirante, en lugar de uno. ЎY tanto usted como Bothari saben dуnde estб el emperador!
   — Donde estaba — le corrigiу Cordelia -. Hace una semana. Estoy segura de que desde entonces lo habrбn trasladado. Y Aral ha demostrado su capacidad para resistir a las presiones de Vordarian. No lo subestime.
   — ЎSargento Bothari! — Koudelka se inclinу hacia delante, hablando por el intercomunicador. Ahora la cubierta delantera tambiйn estaba polarizada.
   — їSн, teniente? — respondiу la voz grave y monуtona de Bothari.
   — Le ordeno que regrese con este vehнculo.
   Una breve pausa.
   — Ya no me encuentro en el Servicio Imperial, seсor. Estoy retirado.
   — ЎPiotr no le ordenу esto! Usted es un hombre del conde Piotr.
   Una pausa mбs larga; un tono mбs bajo.
   — No. Soy el perro de la seсora Vorkosigan.
   — ЎHa perdido la chaveta!
   Cуmo consiguiу transmitir semejante expresiуn por el intercomunicador, Cordelia nunca lo supo, pero una sonrisa canina pendiу en el aire ante sus ojos.
   — Vamos, Kou — dijo Cordelia -. Ayъdeme. Trбiganos suerte, colabore. Deje fluir su adrenalina.
   Droushnakovi se inclinу hacia su oнdo con una sonrisa en los labios.
   — Mнralo de este modo, Kou. їQuiйn mбs te brindarнa la oportunidad de combatir en el campo de batalla?
   Йl mirу a derecha y a izquierda, sentado entre sus dos captoras. El zumbido del coche terrestre llegу hasta ellos, mientras avanzaban cada vez mбs rбpido por la creciente oscuridad.

16

   Verduras y frutas ilegales. Con expresiуn risueсa, Cordelia contemplу los sacos de coliflores y las cajas de bayas entre las cuales estaba sentada, mientras el viejo camiуn se zarandeaba por el camino. Productos del sur que viajaban a Vorbarr Sultana por un camino tan furtivo como el de ella. Estaba casi segura de que bajo la pila se encontraban algunos de los mismos sacos de coles con los que habнa viajado un par de semanas antes, migrando de acuerdo con las extraсas presiones econуmicas de la guerra.
   Ahora los Distritos controlados por Vordarian se encontraban bajo un estricto bloqueo impuesto por los Distritos leales a Vorkosigan. Aunque todavнa podнan aguantar mucho tiempo sin morir de hambre, en Vorbarr Sultana los precios de los alimentos estaban por las nubes debido al acaparamiento y a la llegada del invierno. Por lo tanto, los hombres pobres se decidнan a correr el riesgo. Y un hombre pobre que ya estaba corriendo el riesgo no se negaba a recoger algunos pasajeros, a cambio de un soborno.
   Habнa sido Koudelka quien trazу el plan y se entregу a aquella estrategia casi a pesar de sн mismo. Habнa sido йl quien encontrу los almacenes de venta al por mayor en el Distrito Vorinnis, y quien recorriу los muelles de carga buscando a alguien que trabajara de forma independiente. En cambio, fue Bothari quien negociу el total del soborno, demasiado escaso segъn la opiniуn de Cordelia, pero muy adecuado para el papel de campesinos desesperados que estaban interpretando.
   — Mi padre tenнa una tienda de comestibles — les habнa explicado Koudelka mientras trataba de convencerlos de su plan -. Sй lo que me traigo entre manos.
   Por unos momentos Cordelia se preguntу quй significaba la mirada cautelosa que Kou le habнa dirigido a Droushnakovi, pero entonces recordу que el padre de Drou era un soldado. Kou solнa hablar de su hermana y de su madre viuda, pero hasta ese momento Cordelia no habнa comprendido que si eliminaba a su padre de los relatos no se debнa a una falta de afecto, sino a que se avergonzaba de su condiciуn social. Koudelka habнa vetado la posibilidad de viajar en un camiуn que transportaba carne.
   — Es mбs probable que lo detengan los guardias de Vordarian para conseguir un par de filetes — les explicу. Cordelia no supo si hablaba por experiencia militar o como vendedor de comestibles, pero en cualquier caso se alegrу de no tener que viajar con esas horribles bestias congeladas.
   Se vistieron lo mбs adecuadamente posible para interpretar sus papeles, combinando las ropas del bolso con las que llevaban puestas. Bothari y Koudelka fingнan ser dos veteranos recientemente licenciados, tratando de mejorar su mala fortuna. Cordelia y Drou eran dos campesinas que viajaban con ellos. Las dos mujeres se ataviaban con una combinaciуn bastante realista de viejos vestidos montaсeses y accesorios de la clase superior, aparentemente adquiridos en una tienda de artнculos usados. Intercambiando sus prendas para que no pareciesen a medida, lograron el efecto deseado.
   Cordelia cerrу los ojos con fatiga, aunque no tenнa ganas de dormir. El tiempo avanzaba en su cabeza. Habнan tardado dos dнas en llegar hasta allн. Tan cerca del objetivo, tan lejos del йxito… Sus ojos volvieron a abrirse cuando el camiуn se detuvo bruscamente.
   Bothari se asomу al compartimiento del conductor.
   — Nos bajamos aquн — dijo en voz alta. Uno por uno fueron descendiendo a la calle urbana. Su aliento producнa vapor en el frнo ambiente. Aъn no habнa amanecido, y habнa menos luces encendidas de las que Cordelia habнa esperado. Bothari hizo una seсa al conductor para que se marchase.
   — El hombre no considerу buena idea que llegбramos hasta el Mercado Central — gruсу Bothari -. Dice que los guardias municipales de Vorbohn acuden allн a esta hora, cuando llegan los camiones.
   — їSe esperan disturbios por la falta de alimentos? — preguntу Cordelia.
   — Sin duda, pero ademбs quieren conseguir su propia comida antes que nadie — respondiу Koudelka -. Vordarian tendrб que hacer intervenir al ejйrcito pronto, antes de que el mercado negro acapare todos los alimentos. — En los momentos en que olvidaba fingir que era un Vor artificial, Kou desplegaba unos conocimientos sorprendentes sobre la forma en que operaba el mercado negro. їCуmo habнa conseguido un tendero que su hijo recibiese la educaciуn necesaria para ingresar en la competitiva Academia Militar Imperial? Cordelia esbozу una sonrisa y observу la calle. Era un sector antiguo de la ciudad, anterior a los tubos elevadores, de forma que no habнa edificios con mбs de seis plantas. Y bastante deteriorado tambiйn, con las instalaciones del agua y de la electricidad por encima de las fachadas.
   Bothari los condujo como si supiese adonde iba. En la direcciуn del trбnsito, el estado de los edificios no mejorу. Las calles se volvieron mбs estrechas y en el aire flotaba un cierto hedor a putrefacciуn y orines. Las luces se hicieron mбs escasas. Drou caminaba con los hombros hundidos. Koudelka se aferraba a su bastуn. Bothari se detuvo frente a una entrada estrecha y mal iluminada, con un cartel escrito a mano que decнa:

HABITACIONES.

   — Esto servirб. — La vieja puerta no era automбtica y giraba sobre bisagras, pero estaba cerrada con llave. Йl la sacudiу y luego la golpeу. Despuйs de un largo rato se abriу una pequeсa abertura cortada en la puerta, y unos ojos desconfiados lo escrutaron.
   — їQuй quieres?
   — Una habitaciуn.
   — їA estas horas? Ni hablar.
   Bothari empujу a Drou hacia delante. La luz que se filtraba por la abertura alumbrу su rostro.
   — Hum — gruсу la voz al otro lado de la puerta -, Bueno… — Se oyу el ruido de cadenas y barras metбlicas, y la puerta se abriу.
   Todos se apiсaron en un estrecho vestнbulo donde habнa una escalera, un escritorio y el inicio de un pasillo que conducнa a una habitaciуn oscura. Su anfitriуn protestу mбs cuando se enterу de que querнan una sola habitaciуn para los cuatro. A pesar de todo, no dijo nada al respecto; por lo visto la desesperaciуn que sentнan hacнa que su aspecto de pobreza pareciese mбs autйntico. Con las dos mujeres y sobre todo con Koudelka en el grupo, a nadie se le ocurrнa sospechar que fuesen agentes secretos.
   Se acomodaron en una habitaciуn pequeсa y barata del piso superior, y decidieron que Kou y Drou serнan los primeros en dormir. Mientras el alba se escurrнa por la ventana, Cordelia siguiу a Bothari escaleras abajo buscando algo que comer.
   — Debн prever que necesitarнamos raciones en una ciudad sitiada — murmurу Cordelia.
   — La situaciуn aъn no es tan grave — dijo Bothari -. Ah… serб mejor que usted no hable, seсora. Su acento la delatarб.
   — Tiene razуn. Pero entable una conversaciуn con ese sujeto, si puede. Quiero saber cуmo se encuentra la situaciуn local. — Encontraron al posadero en la pequeсa habitaciуn detrбs del corredor, donde a juzgar por un par de mesas desvencijadas con sillas, funcionaba el bar y el comedor. De mala gana, el hombre les vendiу unos alimentos sellados y bebidas embotelladas a precios exorbitantes, mientras se quejaba por el racionamiento y trataba de sonsacarles alguna informaciуn acerca de ellos.
   — He estado planeando este viaje durante meses — dijo Bothari, apoyado en el mostrador -, y no he podido hacerlo por culpa de esta maldita guerra.
   El posadero emitiу un sonido alentador, de un empresario a otro.
   — Oh. їCuбl es tu proyecto?
   Bothari se humedeciу los labios y adoptу una expresiуn pensativa.
   — ї Has visto a la rubia?
   — Sн.
   — Es virgen.
   — No te creo. Demasiado mayor.
   — Oh, sн. Puede pasar por una muchacha de clase. Pensбbamos vendйrsela a algъn seсorito Vor en la Feria Invernal. Conseguir un anticipo. Pero todos se han ido de la ciudad. Podrнamos intentarlo con algъn comerciante rico, supongo, pero a ella no le gustarб. Le prometн un verdadero seсor.
   Cordelia se tapу la boca con la mano y tratу de no emitir ningъn sonido. Se alegraba de que Drou no estuviese allн para oнr el cuento que Bothari habнa inventado. Por Dios. їDe verdad pagaban los barrayareses por el privilegio de someter a las mujeres vнrgenes a esa pequeсa tortura sexual?
   El posadero mirу a Cordelia.
   — Si la dejas sola con tu socio sin su carabina, podrнas perder lo que viniste a vender.
   — No — dijo Bothari -. No es que le falten las ganas, pero sufriу la descarga de un disruptor nervioso, bajo el cinturуn. Estб con licencia mйdica.
   — їY tъ?
   — Con licencia sin perjuicio.
   Eso significaba «renuncia o te meteremos en la cбrcel», segъn entendнa Cordelia. Era el destino final de los alborotadores crуnicos que habнan estado a punto de cometer delitos.
   — їViajas con un espбstico? — El posadero moviу la cabeza en direcciуn a la escalera.
   — Es el cerebro del equipo.
   — No tiene demasiado cerebro si ha venido hasta aquн justo ahora, para intentar ese negocio.
   — Sн. Supongo que podrнa haber obtenido un precio mejor si estuviera mбs gorda y bien vestida.
   — Es cierto — gruсу el posadero, observando los alimentos apilados frente a Cordelia.
   — Aunque es demasiado buena para desperdiciarla. Creo que tendrй que buscarme otra cosa, hasta que pase todo este lнo. Tal vez alguien quiera contratar unos buenos mъsculos… — Bothari dejу la frase en suspenso. їSe estaba quedando sin inspiraciуn?
   El posadero lo estudiу con interйs.
   — Oye… he estado observando algo para lo cual podrнa venirme bien una especie de agente. Desde hace una semana temo que alguien lo descubra primero. Podrнas ser justo lo que andaba buscando.
   — їYo?
   El posadero se inclinу hacia delante para hablarle de forma confidencial.
   — Los muchachos del conde Vordarian estбn repartiendo buenas recompensas allб en Seguridad Imperial, por cualquier buena informaciуn. Normalmente no me meterнa con los de Seguridad Imperial, sea quien sea quien estй al frente esta semana, pero calle abajo hay un sujeto extraсo que ocupa una habitaciуn. Y sуlo la abandona para buscar comida, mбs de la que cualquiera podrнa comerse… allн dentro tiene a alguien a quien mantiene en gran secreto. Y seguro que no es uno de nosotros. No dejo de pensar que podrнa ser… valioso para alguien, їno crees?
   Bothari frunciу el ceсo.
   — Podrнa ser peligroso. Cuando el almirante Vorkosigan irrumpa en la ciudad, buscarбn a todos los que figuren en esa lista de informantes. Y tъ tienes una direcciуn.
   — Pero dirнa que tъ no la tienes. Si lo haces, podrнa darte un diez por ciento. Creo que ese tipo es un pez gordo. Parece muy asustado.
   Bothari sacudiу la cabeza.
   — He estado fuera un tiempo y… їno lo hueles? En esta ciudad hay olor a derrota, amigo. Los hombres de Vordarian me parecen muy pesimistas. Yo pensarнa bien lo de esa lista si fuera tъ.
   El posadero apretу los labios.
   — De un modo o de otro, la oportunidad no va a durar.
   Cordelia se acercу al oнdo de Bothari y le susurrу:
   — Sнgale el juego. Averigьe quiйn es. Podrнa tratarse de un aliado. — Despuйs de pensar un instante aсadiу -: Pнdale el cincuenta por ciento.
   Bothari se enderezу y asintiу con un gesto.
   — Cincuenta por ciento — dijo al posadero -. Por el riesgo.
   El hombre mirу a Cordelia frunciendo el ceсo, pero con respeto.
   — Supongo que el cincuenta por ciento de algo es mejor que el cien por ciento de nada.
   — їPuede llevarme para que eche un vistazo a ese sujeto? — preguntу Bothari.
   — Tal vez.
   — Toma, mujer. — Bothari apilу los paquetes en los brazos de Cordelia -. Lleva esto a la habitaciуn.
   Cordeha carraspeу la garganta y tratу de imitar el acento montaсйs.
   — Cuнdate. Йste es un sujeto de ciudad.
   Bothari se favoreciу al posadero con una sonrisa alarmante.
   — Ah, no tratarб de engaсar a un viejo veterano. Sуlo podrнa hacerlo una vez.
   El posadero le sonriу con nerviosismo.
   Cordelia dormitу un poco y se despertу sobresaltada cuando Bothari entrу en la habitaciуn, escudriсando el pasillo con cuidado antes de cerrar la puerta. Se veнa sombrнo.
   — їY bien, sargento? їQuй descubriу?
   — їQuй harнan si el hombre oculto resultaba ser alguien de importancia estratйgica, como lo habнa sido el almirante Kanzian? La idea la atemorizaba. їCуmo se resistirнa a desviarse de su misiуn personal en un caso semejante? Kou, en un colchуn en el suelo y Drou, sobre el otro jergуn, despertaron y se apoyaron sobre los codos para escuchar con rostros abotargados.
   — Es lord Vorpatril. Y lady Vorpatril tambiйn.
   — Oh, no. — Cordelia se sentу -. їEstб seguro?
   — Sн.
   Kou se frotу la cabeza.
   — їEstableciу contacto con ellos?
   — Todavнa no.
   — La decisiуn pertenece a la seсora Vorkosigan. Si debemos desviarnos de nuestra misiуn primaria.
   Y pensar que ella habнa querido estar al mando.
   — їCуmo estбn?
   — Vivos y ocultos. Pero… ese sujeto de abajo no serб el ъnico que los ha descubierto. A йl lo tengo controlado por ahora, pero podrнa aparecer cualquier interesado en la recompensa.
   — їAlguna seсal del bebй?
   Йl sacudiу la cabeza.
   — Aъn no lo ha tenido.
   — ЎEs tarde! Tendrнa que haber dado a luz hace mбs de dos semanas. Quй diabуlico. — Se detuvo -. їCree que podrнamos escapar juntos de la ciudad?
   — Cuanta mбs gente haya en un grupo, mбs conspicuo se vuelve — observу Bothari lentamente -. Y por lo que pude ver de la seсora Vorpatril, ella es verdaderamente llamativa. La gente la notarб de inmediato.
   — No veo cуmo podrнan mejorar su posiciуn si se unen a nosotros. Su escondite ha funcionado durante varias semanas. Si logramos nuestro cometido en la Residencia, tal vez podamos pasar a buscarlos en nuestro camino de regreso. Haremos que Illyan les envнe agentes leales para ayudarles, si logramos volver… — Maldiciуn. Si estuviera en una misiуn oficial, dispondrнa de los contactos que Vorpatril necesitaba. Aunque si estuviera en una misiуn oficial, lo mбs probable era que nunca hubiese pasado por allн. Cordelia permaneciу sentada, pensando -. No, todavнa no nos pondremos en contacto con ellos. Pero serб mejor que hagamos algo para desalentar a ese amigo suyo de abajo.
   — Ya lo he hecho — respondiу Bothari -. Le dije que sabнa dуnde podнa conseguir un precio mejor, sin arriesgar mi cabeza despuйs. Tal vez logremos sobornarlo para que nos ayude.
   — їConfнa en йl? — preguntу Drou, recelosa.
   Bothari hizo una mueca.
   — Mientras no lo pierda de vista. Tratarй de vigilarlo el tiempo que estemos aquн. Otra cosa. Alcancй a ver una emisiуn en el vнdeo de la habitaciуn trasera. Anoche Vordarian se declarу emperador.
   Kou lanzу una maldiciуn.
   — Asн que al final se ha decidido.
   — їPero eso quй significa? — preguntу Cordelia -. їSe siente lo bastante fuerte o es una jugada por pura desesperaciуn?
   — Ha quemado un ъltimo cartucho para ver si logra la adhesiуn de las fuerzas espaciales, supongo — dijo Kou.